Hay
que ser muy cautos, algunas veces, cuando nos sinceramos escribiendo. No
digamos siempre todo cuanto sentimos y si lo decimos calculemos el efecto que
produzcamos en las demás personas; pero no dejemos de manifestarnos a través de
las palabras y ni expresemos todos nuestros pensamientos alegremente.
Abundan
los que tienen la capacidad de discernir y valorar el sentido de lo que leen,
otros, en cambio, mientras leen piensan en otras cosas o después de leer sólo
saben criticar negativamente, disienten, bien sea por rencor, envidia o malas
pulgas. Así pues, me abstengo a las consecuencias, voy a romper una lanza a
favor de las mujeres, a modo de anecdotario. Ya me ha ocurrido en varias
ocasiones participando en casuales reuniones extra oficiales en cualquier
lugar, donde al tocar el tema que nos ocupa coincidimos plenamente en los
derechos que corresponden a todas y los
defectos de algunos de los hombres que no quieren dar su brazo a torcer. Pero,
obviamente, este de hoy no es el caso. A veces, algunos se lamentan de su
conyugue “mayorcita” que si se quejan de la mañana hasta la noche, que si
frígidas, que si se pasan el día ayudándoles y no les dejan tiempo libre para
sus asuntos, etc. Luego se alborotó el grupo y coincidimos unánimemente, que no
está bien que alguien hable tan desaforadamente. Seguramente, cuando formaron
hogar, y ella estaba como un piano si le
gustaba jugar con sus teclas y hacía todo lo posible por ayudarle y tenerla
contenta; y ahora, ¿por qué no? ¿Por qué está viejita y medio arrugada, porque
sufre artritis, artrosis, reuma, nervios o cualquiera otra dolencia física?
¿Por qué no puede fregar los platos y calderos de la cocina y es usted quien
tiene que hacerlo si es que quiere comer? Y además todas las labores de la
casa…
Mis
comentarios ratifican que el hombre ha ganado en estima, que con el tiempo ha
superado tantos perjuicios en contra de los derechos humanos, que merecen todas
las mujeres… Y si hubiera mujeres malas, mayormente es por culpa del hombre,
muchos las han prostituido, algunos las han abandonado a su suerte e incluso
con niños en los brazos y sin saber a donde ir. Y no olvidemos jamás que
nuestra madre también pertenece a su sexo y su feminidad, ha quedado para
siempre en nuestra conciencia.
Luego,
el grupo de amigos fue creciendo y todos, ecepto un par de ellos, estuvieron de
acuerdo en que la mujer tiene el justo derecho de ser respetada por su
condición de sexo y su papel en la
Sociedad dando hijos y amor sin pedir tanto a cambio, sólo
respeto.
Evidentemente,
la Sociedad
ha cambiado sus formas y sentimientos, no quiero decir que nuestros viejos eran
peores, eso nunca, pero es que la vida ha evolucionado a ritmos agigantados. En
muchos de los casos es la mujer quien lleva el dinero a la casa y el hombre ha
cuidado de tenerlo todo ordenado para cuando ella llegue, eso no es malo ni
degrada al hombre. Y cuando no, salen los dos a trabajar y los niños van a las
guarderías.
Ese
equilibrio social apunta hacia el progreso, no cabe duda, lo importante es
hallar el trabajo, que es, en definitiva, el factor que resuelve todos los problemas de
las familias estables. Y en las horas libres un rato se puede disfrutar, ellas
con las amigas y nosotros con los amigos o en familia con los hijos. Una sana
terapia para llegar a viejos con el alma tranquila, que cada cual busque a los
suyos que Dios estará siempre con nosotros.
Como
no podía faltar, siempre salta al ruedo un gracioso, diciendo sarcásticamente,
que con las mujeres no se puede vivir, pero sin ellas tampoco.
Celestino
González Herreros
celestinogh@teleline.es
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