La lisonjera bulla se acentúa, cada cual a su aire, progresivamente elevando el tono de su voz y así se tornan colectivos los ánimos dentro de la taberna. Una forma muy particular de las gentes de “costa”, como si al hablar quisieran anular el concierto habitual de los distintos fenómenos marinos junto al rugir de las olas… Era evidente que estaba rodeado de marinos y pescadores, gente de a pié todos ellos.
Aún quedan lugares en Puerto de la Cruz que no han perdido el sabor marinero que en realidad les caracteriza y les distingue en muchas de sus manifestaciones sociales. Ciudad moderna como pocas, con infraestructuras envidiables y atractivos turísticos por doquiera, que progresa a un ritmo reposado y eficaz. Pero lo nuestro, en cualquier lugar y momento nos sorprende cuando menos lo esperamos, es nuestra identidad que nunca muere.
Mientras escribo, con una cuartita de vino tinto del norte de Tenerife, delante, me acuerdo de todos aquellos hijos de este lugar que por imperativos de la vida, muy justificables algunos, otros porque eligieron la aventura de cambiar de aires y emigraron, se que nunca olvidan sus raíces y todo aquello que dejaron atrás, sé que tienen el corazón dividido y que sus pensamientos vuelan, a veces, buscando a través de ese hilo conductor de los recuerdos, caminar por los amados lugares, detenerse en determinados rincones y rendir emocionado afecto, homenaje nostálgico y evocador a esos motivos tan entrañables. Cuando estamos lejos de lo nuestro, necesariamente, también el subconsciente se nos divide, estamos allá y a la vez estamos acá, reviviendo viejos momentos, tan añorados... O estamos haciendo cálculos, pensando siempre en aquel día que Dios nos permita volver y poder estar, ante todo, con los seres queridos. Mas, curiosamente, todos los buenos deseos, casi siempre se cumplen. Y más curioso aún, cuando hayamos regresado, al poco tiempo contamos las horas pensando en el día, ahora a la inversa, que podamos volver a emigrar o simplemente viajar al lugar de donde hayamos venido, donde habremos dejado una buena parte de nuestro aventurero corazón.
Se supone que no hay palabras que definan exactamente el verdadero sentido del amor, que sólo hay alientos entrecortados, largos suspiros y a veces, el dolor más profundo, cuando ese amor nunca fue correspondido. Que no hay palabras ni elocuencia poética alguna que sea capaz de aliviar ese dolor que tanto daña interiormente, ni egos valientes que puedan disimular esa tragedia, esa huella en el corazón, aunque el curso del tiempo parezca borrarlo todo. Que donde hubo siempre queda y las lágrimas del desamor van por dentro, ocultas para que no las vea nadie. Se que a veces, nos delatamos sin poder evitarlo cuando las fuerzas flaquean ante la misma evidencia, cuando los sentimientos se encuentran, cuando las miradas se cruzan y se buscan y aunque no se pronuncien esas prohibidas palabras de amor, los pulsos se agitan y se siente más fuerte el dolor…
Nuestro Puerto de la Cruz nos dice tanto, si atendemos los diversos mensajes de sus nostálgicos silencios, si nos detenemos ante tanta expectación y sus abundantes posibilidades, si andamos al paso de sus cadencias y generosidades… El Puerto de la Cruz, todo el es un mensaje de amor en sus diversas manifestaciones. No existe un momento en mi vida que deje de darle gracias a Dios por estar aquí, inmerso en este embrujo influyente que me obliga hablar como me expreso, reconociendo que no hay lugar como este, donde nací y estoy viviendo, ni gente mejor. Y aunque estuviera ausente, lejos de todo esto, iba a sentir siempre igual e iba amarle como le estoy amando.
La bulla en este concurrido lugar persiste, ayuda a que uno pueda aislarse para escribir y poder expresar los pensamientos con deleite.
Ya acabé la cuarta de vino, un vasito más y ya me voy, quiero ser puntual a la cita…
Adivino que las palabras, a veces, sobran, que la imaginación las suple en la evocación, cuando deseamos sentir el calor de la cercanía, de las manos que acarician y el silencio que confiesa la misma lealtad con que se sueña sin dejar secuelas, ni testimonio alguno, sin arañazos, sin huellas delatoras, ni humedad de las lágrimas que ellas solas brotan. Las palabras, creo que nunca hablan por si solas, que están supeditadas al convencionalismo y a la moderación de la sociedad que compartimos.
El lugar no importa, desde donde haya salido tanta inspiración, lo que en realidad cuenta es la intención con que se envían estos mensajes a los seres queridos, máxime si están lejos de nuestro terruño amado. Lo realmente valioso en esta y demás ocasiones, es la sinceridad con que se dicen los argumentos sin romper jamás el encanto de la comunicación. Gracias por estar ahí, escuchándome a través de este medio. Diría más, imaginándome tal y como soy: un sentimental incorregible, nada engreído y lo más humilde que nadie pueda sospechar. Generoso cuando halla apoyo, comprensión y cariño en los demás.
¡Cómo suceden las cosas en la vida, y el hombre, cómo cambia su forma de ser, sus sentimientos!.. ¡Cómo se va haciendo mejor persona a medida que entra en años y cómo acaba siendo ejemplar ante los demás aunque haya sido peor!.. Y es que la vida es así, una callada escuela que al cabo del tiempo nos va moldeando y corrigiéndonos, haciéndonos más aceptables. La vida siempre ha sido leal consejera, siempre nos ha brindado la oportunidad de poder llegar a ser felices y si en algunos casos no ha sido así, no le culpemos, habremos sido nosotros los desleales por no haber tenido confianza en nosotros mismo.