4/4/10

¿QUIÉN NO HA VIVIDO GRATOS RECUERDOS?..

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La mente no descansa ni un solo momento, conciente o inconcientemente, trabaja incansable. A veces, parece que se bloqueara, pero no es así, sigue buscando desde sus raíces motivaciones que la inspira. Y suelen asaltarnos sus persistentes manifestaciones cuando incluso no queremos recordar aquello que nos duele, involuntariamente y sin pretenderlo alevosamente nos subyuga… Y ocurre todo lo contrario cuando acuden a ella los gratos recuerdos y nos entregamos complacidos, acariciando tantas bellas vivencias que jamás quisiéramos olvidar por cuánto para nosotros pueda representar. Revive nuestro espíritu plenamente; y no nos cansamos de repetirlos.
Son esos pensamientos tan veloces, a veces. Para ellos no hay fronteras ni distancias, nos trasladan hasta el confín más apartado sin apenas movernos de donde estemos. Son tan rápidos como el tiempo mismo. No hay mares que se interpongan ni vientos por voraces que fueran, capaces de torcer su rumbo, son indomables y nada ni nadie nos los pueden impedir. No se nos escapan, como se nos escapa la vida, de nuestras manos y podemos acariciarlos cuantas veces lo deseemos. La única dificultad que hallo en ellos, es que con frecuencia se nos agolpan, si se juntan unos con otros, pues llegan a confundirnos. Debieran acudir a nosotros ordenadamente, tampoco debemos apurarles. Seamos consecuentes y valorémosles, según con la fuerza y el momento en que nos lleguen; con sapiensa y toda la atención que los gratos recuerdos merecen.

¿Quién no ha revivido gratos recuerdos y disfruta recordándolos? He pensado muchas veces, que si cerramos momentáneamente los ojos, es como soñar despiertos, uno se traslada a aquella dimensión del pasado como si pisaramos y vivieramos en aquel onírico tiempo – aunque muchas veces algo idealizado- que deliciosamente nos obliga a sentir las mismas emociones que tanto sentimos, como si ese idílico tiempo se detuviera y hasta el tono de aquellas voces conocidas se repitieran y sintiéramos el calor de sus cuerpos amados. Como si oyéramos detrás de los nuestros sus pasos siguiéndonos y la risas aquellas se propagaran hacia los lugares amados y tantos rincones transitados, como fuera ayer…. Como si se hubieran despertado, aunque sólo sea momentáneamente, de su aletargado silencio, todos aquellos familiares acontecimientos.

Tan añorado tiempo, lo he gozado plenamente de buena parte de una vida que ha girado en torno a mis plateadas sienes, desde la mente y puedo asegurar que he perdido la noción del tiempo, otras cosas que estaba haciendo las he olvidado y sin pesar alguno, solo que el pan que tenía en la tostadora se me ha quemado, pero nada de eso importa tanto como haber vivido gratos recuerdos del pasado.

He conseguido aislar los malos momentos vividos, que todo no son rosas en el camino; y he dado aquellos pasos con la misa ternura y consideración, con la misma intensidad que ayer viviera, junto a tanta gente que ya no están entre nosotros y que dejaron en mi subconsciente la calidez de tanto amor y tantas anécdotas inolvidables. E igual cariño que estoy gozando de los que me acompañan, gracias a Dios; y que han contribuido siempre, a enriquecer mi espíritu y pueda como hoy, contar con ello en todo momento, en los buenos y menos buenos ratos que nos depare la vida; y si algunos me faltaran, iba a tenerles siempre en mi corazón como prueba de lealtad y afecto solidario.

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com

1/4/10

YENDO POR LOS SENDEROS OLVIDADOS

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Alejarnos del cotidiano entorno social con sus acostumbradas influencias y tomar los caminos que conducen a nuestras verdes cumbres, es como liberarnos del peso de nuestras obligaciones de rutina; supone, algo así como buscar nuestra paz espiritual, poniéndonos a merced de la Naturaleza. Nada es tan sublime como inspirar el aire de la montaña mientras ascendemos por las vertientes, al percibir sus naturales influjos y los aromas deliciosos de la vegetación.

Caminar por sus escarpadas lomadas esquivando los secos matojos y las piedras sueltas, supone una gratificante lucha deportiva en el sistema ecológico que vamos descubriendo paulatinamente, a medida que nos adentramos en ese mundo limpio y silencioso, como un especial entorno arrancado del Edén para que lo disfrutemos en vida. Me sorprenden, a veces, las aves, como si fuera un recibimiento informal al caminante solitario. Sin querer profanar ese místico silencio, uno despierta el encantamiento de sus pasajes aislados. Curiosamente, he llegado a confundir el eco de mi voz con otras voces que se hayan avivado de súbito al ser evocadas; el mismo acento, aunque sí, apagado por la misma lejanía de donde vienen. Son voces amadas, de seres queridos que se han ido y comparten el sigilo de las cañadas y los verdes pinares de nuestros montes. Son voces que van y vienen desde el Cielo y nos acompañan en ese aislamiento donde queremos refugiarnos tantas veces en busca de la paz perdida o hallarnos con uno mismo. Y tantas luces que se apagaron; y tantas voces enmudecidas para siempre... Cuántas cosas quedaron perdidas, cuántos murmullos ahogados...

Pisando la hierba húmeda, siento la sensación de navegar sobre la maleza. Un extraño sentimiento me obliga a huir un poco, necesito estar aislado, pensar y reflexionar entre aromas fantásticos y el mutismo del monte abandonado y desértico. Reflexionar oyendo la tenue música de la brisa que pasa y el débil canto de las aves... Oyendo voces amigas, respirando el aire perfumado y llenando mi pecho de ese aire revitalizador y otros poderes naturales, para poder comprender mejor el valor que tiene para el hombre esa imagen que en la distancia parece ser sólo un paraje que allí está estático; y es la verdadera fuente de vida que pocas veces hemos sabido valorar ni hemos podido disfrutar por tenerla al alcance de nuestra vista; inmóvil e inalterable... Sin entender, que arriba, en nuestras mágicas cumbres existe un fantástico cause de sublimaciones naturales capaces de transformar los conceptos espirituales del ser humano. Y su mundo tiene puertas infranqueables algunas, otras abiertas para el peregrino que quiera satisfacer su entusiasmo exotérico o desea descubrir senderos distintos que le acerquen a Dios a través de esa luz que se filtra por la espesura del follaje desde el Cielo hasta la húmeda tierra, la fresca hierba y la mojada pinocha; donde pisamos trémulamente bajo el rigor del Sol y cautivos del silencio nos envuelve.

Hoy voy solo, mi perro ya no está, se fue para siempre de mi lado. Ahora no tengo ocasión de llevarlo conmigo, sólo hablo conmigo mismo, aunque escuche tras mis pasos sus livianas pisadas como si estuviera presente... Pero no hay nadie, estoy realmente solo acompañado en el monte de todos los elementos que lo conforman, las aves y los otros animalitos que lo habitan; y mi exaltada imaginación, cegada por el contraste combinado de los distintos colores del entorno habitual y el mercurio ascendente de mi inspiración idealista y la abundante fantasía que brota en mí, inspirada por el maravilloso momento que gozo en contacto con la esencia natural de la vida.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com

ERA UN DÍA DIFERENTE QUE INVITABA A VIVIR

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Quizás fuera que, el crepúsculo del alba prendiera el encanto de nuestros campos con su encendido fulgor de luz difusa al rayar el alba del nuevo día; cegándome su influjo matinal. Sentí, de súbito, renacer un poético impulso en mí. Todo mi ser se estremeció ante tanto esplendor que consolaba a la vez que hería; alegraba y descubría senderos que despertaban el adormecido encanto de nuestras vegas. Un día cuyo crepúsculo matutino fue distinto al de otros días de auroras mezquinas que ensombrecieron los caminos con el aire gélido del desencanto. Como cuando no cantan los ruiseñores en los aleros ni el gallo mañanero, porque está triste el cielo.

Oí sonar los clarines que anunciaban la nueva aurora y me invitaban a salir fuera, donde la luz estaba alimentando a las flores y las aves jugaban sobre las ramas, saltando contentas, como las vegas, como las trochas... Era un día diferente que invitaba a vivir y a correr por nuestros campos floridos. Entonces rompí la pared del mutismo anterior, fue como recibir un caudal inmenso de gozo que inundó a mis entrañas; y sentí desbordarse la incontenible euforia de mi felicidad; se escurría sinuosa y con avidez, por el cálido espacio que contemplaba, todo él acosado de prontas fantasías que iban surgiendo en ese ambiente condensado de luz y de amor, de sosegada alegría; de la vida misma que prometía ese bello amanecer, para que olvidara el dolor del próximo ayer que también se nos va alejando y nos hizo sufrir, que nos privó de esta luz mágica...

Sentí deseos de abrazarlo todo y le di gracias al Cielo porque estaba contento al despertar envuelto en esa aureola de paz que transmitía el nuevo día; vi las flores de mis huerto que resplandecían como perlas suspendidas por hilos de oro y plata, como si fueran rayos de sol alados discretamente.

El tiempo se detuvo allí, en las crestas del verde pinar, en la frondosa montaña, acompañada siempre de su silencio habitual, a veces sobrecogido. Y fue, al despuntar el alba, cuando te recordé más intensamente, y tuve la sensación de tenerte a mi lado. Siempre buscamos en los amaneceres, esa luz que nos brinda la energía del amor, la vida, estando juntos... Ya no lo estamos como ayer, ese ayer que dejó en mí vida tu último aliento, las últimas caricias que se ahogaron en el nefasto momento, como los últimos besos... Cuando te llevaban en hombros, sin poder detenerles, y oía tu voz diciéndome: Te quiero, te quiero, te quiero... ¡Y yo, ¿qué hago ahora sin ti?!No puedo escapar de mi dolor por más que lo intente. Tú estás en mis manos, en mis labios, en todo mi ser. Te llevo en mi alma, somos uno sólo, aún somos aquellos que íbamos siempre juntos por los campos, por los montes, también abajo, en los gélidos barrancos, gritando, llamándonos mutuamente, a ver si nos escuchamos… y como respuesta, hoy que invitaba a vivir sólo oigo el eco de mi voz que se apaga.

Tal vez sea el crepúsculo del alba matinal, y el silencio que me acompaña; quizás aún siga soñando, a pesar del canto alegre de los clarines que ahuyentar quieren mis pesares... ¿Estaré soñando, viendo la verde campiña y tú en ella jugando? ¿Oyes la fuente, cuando cae cantarina el agua que va riendo por el angosto arroyo y se pierde en el sediento suelo del polvoriento camino?

Mi silencio me dice tanto que ya me extrañan estos bellos amaneceres y sospecho de ellos, no sea que se detengan, como aquel lejano ayer y la faz del cielo se nuble... Prefiero seguir soñando y verte en cada uno de mis sueños, soñar que estamos juntos. Sin sonrientes amaneceres, viviendo entre las sombras de las nubes que van pasando, cogidos de las manos, mirándonos a los ojos. Sí, como era antes, cuando podía abrazarte y besarte. Cuando en tus miradas veía siempre asomada la felicidad que nos brindaba la vida.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com