Cada nueva primavera llega
con los encantos renovados,
brindándonos aires perfumados,
dorando el sol la faz de la vega.
Lo que surge en torno a ella se altera
y convoca, noche y día al amor,
a oír su sinfonía de esplendor
alegre, libre y placentera...
La dulce primavera es pasión.
Es ella la ilusión del amor
que renace; más, cuando se oye el clamor
de aves que trinan con emoción...
Cuando el agua cantarina baja
por los cauces del verde camino
despertando al viejo molino,
el que hace tiempo ya no trabaja.
Si los bordes del camino se animan
cuando reverdecen y florecen;
si los duendes del sueño aparecen,
las semillas del amor germinan.
En cada primavera hay promesas
que surgen con los cantos del amor,
también llantos que ahogan en el dolor
tantas penas que fueron perversas...
Y hasta parece que se animaran
tus labios, tu dulce voz, tus ojos;
y sintiera correrse los cerrojos
que, hasta volver hoy, nos custodiaran.
Es cuando florecen los caminos
y amanecen con luz radiante
del cálido sol del refulgido oriente,
siendo guía de los peregrinos...
Cuando renacen sus alboradas
en cada rincón, cuando aflora
su luz matinal que enamora;
ventilan vivencias siempre amadas.
¡Son
tantos los momentos vividos
arropados por la primavera!
Su presencia es como si fuera
un caudal de goces transmitidos.
Si en la primavera yo muriera,
aunque viera mi
ilusión perdida
irse a la deriva por la vida...
poder estar junto a Dios quisiera.
O, tal vez, volviera a percibir,
viendo a mis huertos reverdecer,
el calor de un grato amanecer
y sienta deseos nuevos de vivir.
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Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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