VOLVIERON LAS LLUVIAS DEL MES DE ABRIL
Desde donde me encuentro en estos momentos, puedo ver gran parte de nuestro valle cubierto de nubes y sólo algunos claros muy pobres en la parte alta de la cumbre y más significativos, como siempre sucede, en Puerto de
Súbitamente la lluvia arreció y lleva bastante tiempo que no ha cesado y su pertinaz frecuencia lo anega todo, deparándole a nuestra fértil tierra el elemento líquido que tan urgentemente necesitábamos para potenciar nuestra abandonada agricultura. Y, a propósito, ¿qué le ocurre a los jóvenes que no quieren cuidar sus huertos como lo hicieron sus antecesores para sacar adelante a sus respectivas familias? Entiendo que el trabajo del campo es muy duro, pero cuando no hay otra salida no queda más remedio que sembrar comida y valerse de ella. La tierra siempre ha sido muy generosa cuando se la trata con dedicación y amor, da hasta para repartir. Lo triste es ver como los que aún son jóvenes, no tan viejos, la desprecian y prefieren permanecer ociosos dándole la espalda y con la pretensión de que la sigan trabajando los que apenas pueden ya doblar el espinazo, para luego darles de comer mientras hacen el vago esperando que los llamen del hotel… Siempre he pensado que el destino ha querido, dándonos esta peligrosa crisis mundial, para que aprendamos la lección y seamos más austeros y razonables, que comprendamos los peligros que acechan al ocioso, al desempleado que no fija su atención en esa tierra que les llama para que la hagan productiva y pongan a prueba su verdadero valor. ¿Acaso esperan que venga gente de afuera a trabajarla? Seguramente que viendo esos fértiles campos reverdecer y colmados de frutos iban a protestar de los que vienen…Y si los de aquí no quieren, si desprecian esta riquísima tierra, que vengan otros y lo hagan, ellos con su contribución a
Nuestros serios Ayuntamientos bien pudieran organizar e incentivar a tantos jóvenes que si les ayudan ellos lo intentarían, solo que al pensar en los intermediarios pierden el entusiasmo que les pueda mover. El campo necesita ayudas y los pueblos de sus simientes. Nunca el campesino salió adelante sin esa importante ayuda que más que nada se reduce a controlar las cosechas y castigar a quines quieren enriquecerse con el trabajo y el sudor del los campesinos. Seguro que hay estudiosos que entienden el problema y a ellos hay que recurrir a favor de nuestros jóvenes y sus progenitores. Y no olvidemos que el agua que cae del cielo hay que guardarla, no permitamos que se pierda en el mar.
Celestino González Herreros
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