30/4/11

PENSANDO QUE LA VIDA ES ETERNA

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Desestimando el recurso del silencio, hoy como una excepción, navego entre ruidos diferentes, sin querer aislarme porque así me siento a gusto. La algarabía la forman, unos que cantan, otros que ríen, los niños que corren como locos y gritan, liberando así sus revoltosas energías. La “cotorra” de la vecina, también parece que estuviera esperando a su duende encantado, pues tiene alterado como nunca al sufrido vecindario. Los coches que suben y los que bajan por la Avenida. Los perros ladrando en la plaza y allá afuera. El campanario anunciando la próxima Misa. ¡Y tantos ruidos más!, que sería imposible ponerle atención expresa a alguno determinado para diferenciar sus cadencias acústicas. Nada turba mi entusiasmo en estos instantes. Nada impide oír los latidos de mi corazón; me siento feliz como esos niños que, alocadamente corren en todas direcciones; estoy contento y no sé porqué. Nada me impide soñar en estos especiales momentos de alegría y euforia. Todo cuanto me rodea parece sonreírme y que estuviera impregnado de amor, y aromas primaverales, olor a vida fresca, a flores nuevas que se abren deliciosamente, desperezando sus suaves pétalos que saludan a la vida con sus aterciopeladas caricias y mágicos perfumes. Ahora, la música alegre que llega, quiere acompañarme en mi estado anímico, dándole a mi sueño, el ritmo propio, y las cadencias del éxtasis emocional más profundo.

Cierro los ojos y vuela mi mente buscando caminos antes andados... Y, voces amigas que llamen...

Dulce evidencia aquella, la de quiméricas tardes de fulgidos atardeceres; viendo, cuando morían las olas en la playa y llegaban a tus desnudos pies hundidos en la arena. Cuando jugábamos... Cuando nuestras miradas encendidas se encontraban y despertaban el deseo irrefrenable del amor. Aún conservo, a pesar de los años, en mis labios, el sabor salobre y dulce... Sabor del tiempo que nos ha dejado el recuerdo amado; y el calor de tus manos. Todo un mundo de fantasías que la vida nos brindaba, donde no había más poder que la inocencia compartida. Cuántas margaritas deshojamos juntos, y cuántas veces vi. tus ojos entornados despertar del sueño ilusionado con una angelical sonrisa en tus labios rojos dibujada. Cada una de las estrellas del firmamento, tenían un nombre propio para nosotros, y las veíamos parpadear con marcado nerviosismo en la distancia, si mirábamos al cielo.

Ellas fueron cómplices, de tantas cuitas amorosas.

Entonces no advertíamos estos ruidos, que aún persisten a mí alrededor, los desestimábamos, buscábamos los rincones donde sólo pudiéramos oír el jadeo de nuestra respiración y el susurro de algunas frases de ternura.

En este instante, para mí, ya es primavera... No la eterna primavera que argumentamos por sistema. Hoy me siento diferente, sin mirar el calendario, diría que la siento, ha venido a alegrarnos, con más esplendor, parece. En este instante, siento rejuvenecer mi espíritu, estoy contento. Hoy, cuando más necesitamos el calor apetecido y las fragancias frescas de sus flores, esperamos juntos a que asomen sus rayos de luz divinizada... Igual que esperan las aves en los aleros; y la cotorra de la vecina a su duendecillo, a ver si se calma un poco... Todos esperamos a la primavera, como si fuera la vez primera; con la ilusión que el niño espera a que nazcan las flores, para llevarles algunas a sus abuelos, y las pongan en un poco de agua, y sonreírles siempre que pasen por ellas, porque ya es primavera para todos. Entonces el amor también despierta, aflora... Y la vida se nos convierte en un sencillo jardín lleno de flores, para los viejos, los adolescentes, los jóvenes y esas inocentes criaturas, que las recogerán algún día para nosotros.

Mi amor, ¡cuánto hemos caminado juntos! Casi pierdo la cuenta. ¡Y, cuántos momentos felices hemos vivido! Los malos mejor es olvidarlos, los supimos superar y eso basta, porque juntos siempre fuimos invencibles, desde la responsabilidad, el respeto mutuo y el amor que nos une desde aquel entonces, y tantos buenos recuerdos... ¡Cuántas Primaveras cuidando nuestro jardín! Y buscando en los soleados caminos, la flor silvestre solitaria y aislada, para acariciarla con ternura... ¡Cuántas tardes, repitiéndonos siempre lo mismo, sin cansarnos nunca y cada vez con más ternura! Sólo me preocupa, eso si, no estar siempre juntos, ir así por los senderos acostumbrados. Eso me pone triste, sin saber ni qué pensar al respecto. Amémonos hoy, como siempre lo hemos hecho, viviendo el presente y recordando nuestro pasado, sin perder ni un segundo. Porque la vida es lo único que en realidad, nos queda. Vamos a vernos muy solos tú y yo... Acerquémonos más cada día, no nos separemos nunca y disfrutemos cada nueva primavera, con la misma ilusión que los adolescentes, como la vez primera. Pensando que la vida es eterna, interminable, y nuestro amor. Para siempre nuestra.

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

CUANDO SE VA UNA MADRE

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Cuando paso por tu calle,
la ventana siempre miro.
Y la vista no retiro
por si acaso te halle...

Cuando me voy alejando,
en mi silencio te llevo,
mirando arriba de nuevo
por si estuvieras llamando.

Y te asomes, madre mía,
en mi mundo de soledades,
a pesar de la lejanía.
Me duele mucho no poder
entre mis brazos tenerte.
¡Ay, cuánto daría por verte!

Son mis noches tan negras
cuando no puedo traerte...
¡Y cómo pude perderte!
Que, aunque no te llorara,
todo lo que yo debiera,
siento que por ti muriera.

Cuando más falta me haces,
cuando me siento más solo
y necesito consuelo.
¡Necesito me abraces!

Si le rezo a la Virgen
o cuando hablo con ella,
le digo, que fuiste tan bella...
En las sombras de la noche
me consuela tu recuerdo
y entre sollozos me duermo.



Y al despertar la aurora
te rezo, madre, cada día.
Le pido a la Virgen María
que te ampare cada hora.

Que no hay en este mundo
cosa más grande y más pura.
¡Ni hay dolor más profundo!
Cuando se va una madre,
se nos quebranta la alegría
y la lloramos noche y día.

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Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

DIOS BENDIGA A TODAS LAS MADRES AUSENTES Y PRESENTES

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Cuando se nos va nuestra madre, qué estela de silencio y dolor arrastra y se lleva, qué vacío tan hondo nos deja. Nuestro entorno se nubla como si una pesada y negra nube nos cayera encima y nos envolviera… Desde entonces ya nada es igual, aunque la vida sigua consumiendo nuestro tiempo y sigamos adelante, como obligados a caminar por los ensombrecidos atajos de la incertidumbre misma. Ese vacío que nos deja jamás va a llenarse, ni su añorado espacio, permanecerán en nuestro corazón para siempre. Y no nos acostumbraremos a vivir sin ella en este tortuoso mundo. A pesar de lo bella y hermosa que es la vida y de ella, todo cuanto Dios ha creado.

Solamente nuestra fe cristiana podría mitigar un poco el profundo dolor que sintamos, pensando que nunca estará sola y que nos esperará fielmente a que volvamos a su lado allá, en el Reino de los Cielos.

Cuando la tenemos en vida, todo lo que hagamos por verla feliz iba a ser muy poco, no acabaríamos de compensar sus desvelos y cuanto nos haya dado. Detengámoslos a pensar, desde la concepción de nuestro ser, fue siempre generosa y sufrida. Nos trajo al mundo dándonos la vida, a veces, a costa de la suya misma. Nadie iba a ser capaz de dar tanto, sólo a cambio de una sonrisa, la primera que acaricia teniéndole por primera vez en sus brazos. También, a veces, envejecemos juntos y hemos compartido juntos nuestra suerte.

Cogidos a sus manos aprendimos a dar los primeros pasos… Y entre sus amorosos brazos guarda nuestro gran amor queriéndonos con completa abnegación y cariño.

Todo cuanto hagamos por ella, también nuestros desvelos, lo tiene bien ganado. No le defraudemos jamás, que aunque nada nos pida a cambio de tanto amor suyo, sinceramente, creo que necesita sentimentalmente ese gesto nuestro y se sentiría más que compensada. Algunas agradecen una simple flor cortada con amor… Un cariñoso beso brotados de nuestros labios espontáneamente y que se sienta su calor… Una sentida oración desprendida desde nuestro corazón. Unas lágrimas jugosas que al rodar por nuestras mejillas les lleguen como emotivo ímpetu que delate nuestra paz y dolor; de profunda reflexión comprensiva... O, quizás, el silencio que a veces nos envuelve cuando le recordamos con religiosa devoción y nostalgia, cuando nos comunicamos…

Que no se repitan los sucesos que aquellos hijos descarriados protagonizan en determinados ambientes, que abusan de sus padre y demás familiares, que hasta acabar con ellos no dejan de mortificarles. Escalofriantes son las noticias que en algunos medios de divulgativos aparecen habitualmente, por ejemplo, de que un hijo mató a su madre porque no le daba dinero para sus vicios -madres mayores de edad- y por negarse acaban asesinadas. cruelmente.

A mí, personalmente, me parece, que para perder el tino en esos momentos, no tienen disculpa alguna esos delincuentes, son los bajos instintos que deben ser castigados con todo el peso de la justicia, pero no. Si la madre no ha muerto con tremendas palizas, es ella quien retira los cargos ante la ley para dejar tranquilo a su hijo. Y lejos de hacerle un favor a ese hijo del alma, nunca sabrán el daño que les hacen. Pero las madres son eso, lo dan todo, lo perdonan todo, se vuelcan con atenciones hacia ese retoño suyo, sin calcular las consecuencias, en esas tristes ocasiones. Sólo ellas saben perdonar y dan su propia vida, desde el comienzo feliz hasta un final doloroso. Pocas son las que le niegan a sus hijos su amor y protección, gesto que debiera ser reconsiderado por sus hijos siempre.

Hoy no es un día cualquiera, en el ambiente se percibe más calma que otras veces, una sensación nostálgica para algunos y en cambio para otros la bonanza propia de los acontecimientos familiares, cuando se reúnen todos los miembros de la familia para celebrar el “Día de la Madre” unidos todos para verle contenta. Los primeros hemos de resignarnos a sólo llorarla, llevarle algunas flores a su tumba y rezar por el descanso de su alma mientras le acompañamos un rato. ¡Qué otra cosas más se puede hacer! Sólo recordar épocas pasadas, momentos diferentes que jamás se olvidarán, cuando todos juntos compartíamos nuestro gran amor con ella y el calor familiar, con la alegría de poder estar celebrándolo en armonía…

Un año más para poder testimoniarle nuestra gratitud a ese ser tan querido, autora de nuestros días y luz permanente en nuestro corazón. Aquellos que la hayamos perdido, no olvidemos nunca tenerla presente, también, en nuestras oraciones. Que es, definitivamente, la mejor manera de estar cerca de ella. Y el mejor de los regalos es, un beso, una oración, una flor… Obsequios que pesan poco y más pronto llegan a su alma.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

NADA TAN HERMOSO PASA DESAPERSIVIDO

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No sé si son los años de esta permanencia mía en el pasaje de la vida lo que condiciona a mi espíritu. No sé si es el miedo que sentimos cuando pensamos si nos va a tocar, por mala suerte, la desgracia de ser, para los que han de cuidar de nosotros, carga alguna, cuando se nos vaya acercando la hora del más triste desenlace: dejar la vida para siempre, con todas sus miserias y tantos encantos...

Hablemos de la importante relación entre el médico y el enfermo... Los segundos, a quienes se les ve, a veces, como a un sentenciado objeto destinado a ser clasificado y luego a ser tratado fría y sistemáticamente, - frecuentemente - como un elemento más en el trabajo cotidiano, que a la par justifique los honorarios de los primeros, o el salario "acordado" de cada mes.

Esta reflexión personal que delata mis inquietudes actuales, ha sido quizás, la causa de este escape sentimental tanto tiempo contenido, y que mi experiencia profesional me permite argumentar. Por lo que uno ha visto y tristemente ha vivido... Quien refiere a los enfermos, en sus diferentes condiciones patológicas y circunstanciales, no olvida, en ningún momento, a los ancianos indefensos... Aquellos que lo dieron todo... Algunos que ya no saben ni a donde mirar en busca del necesario consuelo que les permita soportar los últimos coletazos de la brutal evidencia. Expectantes, cual ladrón al acecho de su próximo destino

No quiero que se interpreten mal mis palabras por cuanto digo. A lo que añado, eso sí, que de poco tiempo a esta parte, se viene percibiendo un halo inconfundible de grato humanismo por parte de los señores facultativos en el ejercicio de su funciones. Existen en las Islas Canarias, ejemplares médicos, de intachable conducta profesional y humana, hombres y mujeres, muchos de ellos, con una valiosísima preparación. Médicos que nada tienen que envidiar a los más renombrados o famosos de allende los mares. Sin embargo, los hay que dan lástima, que adolecen de ética profesional, por intransigentes, mal educados en todos los sentidos, indudablemente en el profesional, en el universitario, pues pasaron por la Universidad y la Universidad no pasó por ellos. Claro, son contados los casos, pero no dejan de ser lamentables. Algunos se creen dioses, los intocables de la sociedad. Y nada más incierto, son mal vistos y despreciados, sólo que no se dan cuenta, pero sabemos sus defectos morales. ¿Acaso, tanto cuesta ser humildes consigo mismo para entender mejor a los demás? Es cuestión de sopesarlo. Cada vez hay más médicos extranjeros en Canarias, algunos muy buenos, por cierto. Luego, mañana no se quejen... ¡Se prestan cariñosos a sus enfermos y familiares, sin distinciones ni privilegios!.. Eso da mucho que decir en su favor. Convencen y mitigan, en mucho, la deshumanización de la medicina actual. Nada tan hermoso pasa desapercibido.

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com/
celestinogh@teleline.es

3/4/11

LOS LIENZOS DE MI HERMANO ENRIQUE

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Para ver el video en alta resolución: http://www.youtube.com/watch?v=jm0SF9pAN4o&hd=1


Sus delicadas pinturas son los más bellos poemas que cantar pudiera, como culto a nuestra canariedad, los elegidos... Son versos que el poeta glosa para transmitir un sentimiento apasionado; sin palabras, sólo con el cálido lenguaje de sus artísticas y pictóricas exposiciones. Con el equilibrio justo de la tonalidad de sus sombras y la luz reflejada en sus refinadas pinceladas hasta lograr el equilibrio deseado en la temática de su obra, dando libertad a la extensa gama de colores que utiliza con envidiable maestría. Es la expresión, sin palabras, de su inspiración que llega a materializarse en imágenes naturales con singular espontaneidad; de tal manera, que expresa y convoca, con emocionado acento poético, al conocimiento de lo que fue y aún es nuestro mundo canario desde el punto de vista paisajístico. Nos insta a conocer, por ejemplo, cómo era nuestro campo, nuestros pueblos, nuestras costas y demás. Cómo debieron haber sido nuestros antepasados, cómo vivirían entonces, antes que la máquina del progreso nos anulara un tanto, casi por completo. Aún quedan lugares bellísimos; y es evidente, de que si están ahí es por que el hombre detractor de nuestros ancestrales patrimonios rústicos y arquitectónicos, no ha descubierto esos escondidos enclaves. Enrique González Herreros, conserva en su mente, cada una de las estampas paisajistas que el hombre sin escrúpulos ha destruido a lo largo del tiempo. Pero lo más interesante de este artista, es que las ha llevado al lienzo, escrupulosamente. Su técnica nos permite disfrutar con éxtasis de las excelencias de aquel ceremonial y lírico pasado: la esencia de nuestros tradicionales y remotos pueblos. Esos cuadros están diseminados por todo el mundo, desde hace medio siglo, aproximadamente. Y su nombre es tan familiar, allende los mares, que nuestros visitantes lo buscan con ávido interés cuando llegan a Tenerife, Puerto de la Cruz, lugar común del origen de su arte y profesionalidad; y saben distinguirlo por su sencillez e inteligentes perfiles. Si pudiéramos rehacer todo aquello que hemos perdido... Recordemos, desde la bocana de nuestro muelle pesquero, cómo era la entrada, bahía adentro, del Puerto de la Cruz frente al mar. Aquellas casonas tan emblemáticas de impresionante atractivo urbano; y aquellas calles adoquinadas, cuyas piedras eran firmes para que los años pasaran sobre ellas sin deteriorarlas: fieles testigos del tiempo que inexorablemente ha pasado y han quedado enraizadas para siempre en nuestro suelo las huellas de pretéritas y presentes generaciones. y las futuras impresiones de los pasos de nuestras gentes y multitudes de complacientes visitantes… Así eran todas nuestras calles y románticos callejones. Las casonas de anchas paredes y amplios patios, soleados y llenos del colorido de nuestra flora y el verde abundante de la vegetación de entonces, cual alfombra mágica que se extendía desde nuestras cumbres solitarias hasta las arenosas playas salpicadas de blanca espuma... Viendo sus cuadros, la nostalgia que inspira, es tan aguda para nuestro espíritu, que profundiza en lo más íntimo de uno, y deja un encantamiento tal, que cuesta reponernos y el deleite hace sentirnos sumamente gratificados. Así eran nuestros campos: pensemos, no sólo en la belleza de sus casas y sus huertas. Abundemos un poco en la fisonomía de sus caminos, calles estrechas y sombrías, sus callejones de pronunciadas pendientes, en aquellos inviernos reverdecidos en los intersticios, entre piedra y piedra; y las soleadas veredas y atractivos atajos accidentados y polvorientos, pero alegres. El verdor predominaba, la tierra era un manantial de riqueza, lo vemos en sus cuadros, son imágenes gratas, a la vez que entristecen por la evidencia del destino de tan triste suerte; también consuela y alegra, saber que así era, así vivían; y que tanta hermosura paisajista nos perteneció, que nuestras raíces son algo más de lo que estamos acostumbrados, en la actualidad a ver y a entender... Hay una civilización culta tras todo esto y los artistas y pintores como Enrique González Herreros, han sabido rescatar el encanto de esos insignes emblemas regionales, eternizados ya para el recuerdo en el mundo entero, a través de los lienzos que han emigrado para testimoniar nuestros valores culturales. Aquellos hombres que tanto trabajaron la tierra, nunca sospecharon lo que estamos viendo; y lo que hemos perdido, que pudo haberse respetado, pero la inteligencia de nuestros “representantes” no dio para algo mejor. Hoy nos recreamos viendo felices a los explotadores, como amasan fortunas y se las llevan para fuera, sigilosamente para no humillarnos más, lo que se agradece, ¿a cambio de qué? Hay varios motivos pictóricos que me seducen, en tal grado, que vivo con intensidad el pasaje, desde el comienzo hasta sus rincones más ocultos e intuyo, incluso, verme con los viejos del lugar platicando sobre nuestras cosas, las mismas preocupaciones y la influencia de los años que nos han tocado vivir a expensa del poderoso progreso, del capital extranjero y sus limitadas concesiones, viendo con tristeza la pérdida presurosa de nuestro poder adquisitivo y la renuncia obligada de nuestras pertenencias... Otros escenarios más alegres, en torno a la “era” con una pelota de gofio amasado, en una mano y en la otra un buen vaso de vino, viendo a los chiquillos jugando en la trilla... Despiertan en mí, una inevitable sonrisa, recordando cuando yo era un muchacho, en un lugar como ese. Entonces, tampoco yo sospeché que todo aquello iba a desaparecer, que sólo en el recuerdo estarían esas imágenes cuando fuera viejo. Que sólo volvería hallar esos maravillosos motivos, recreándome, en los lienzos enternecedores de mi hermano Enrique.


Celestino González Herreros


http://www.celestinogh.blogspot.com


celestinogh@teleline.es