Se
puede ser discreto en determinados momentos de la vida. Se puede, hasta llegar
a fingir ignorancia, pero nunca seremos capaces de disimular el temor
escondido, el interés permanente por saber todo aquello que quisiéramos entender respecto a lo que no vemos y hemos
de admitir. Tantas incógnitas tapiadas en el subconsciente. Se puede ser
discreto, pero la duda nos atormenta. Qué extraña sensación sentimos al saber
de alguien conocido, alguien que fue muy querido por sus buenas acciones, su
comportamiento cívico y demás altruistas cualidades, lamentablemente fallecido.
Y ¿porqué no decirlo?, también al recordar al desposeído, aquel menesteroso,
holgazán o no, que supo ganarse el respeto y el aprecio de todos, por ser un
hombre bueno.

Todo
parece ir madurando, hasta nuestro propio espíritu. Si vemos irse a un ser
querido para siempre, que no responde a nuestro adiós postrero, resignadamente,
nos refugiamos en nuestro dolor, temerosos y ansiosos por saber el destino
verdadero del alma.

Celestino
González Herreros
celestinogh@teleline.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario