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Madre, no consigo acostumbrarme
a vivir sin ti, me cuesta mucho,
no puedo... ¡No sabes cuánto lucho!
Y... ¿cuándo volverás abrazarme?
Veces me pregunto, pensando en ti,
madre, si no te viera en mis sueños,
aquellos recuerdos hogareños
y los placeres que junto a ti viví.
Mi vida sería como un calvario
viendo pasar los días sin alegría,
ir buscándote noche y día
en este mundo fatuo y solitario.
Ir sin el calor de tu cariño
no me acostumbro. ¡Es mi cruel herida!
¡Ay, madrecita del alma querida,
es que no te siento si a ti me ciño!
Soy aquel que en tu regazo durmió,
abrigado con tus suaves brazos,
los que fueron maternales lazos
que tu injusto óbito no desató.
Aún así, madre, no me acostumbro
si ya no puedo tu voz escuchar
ni entre las mías tus manos estrechar
y sentir lo mejor de este mundo.
Quizás algún día llegue a entenderlo,
que aún te siga llorando tanto
y sienta este desencanto,
o quizás nunca llegue a saberlo.
25/4/09
CUANDO UNA MADRE SE VA
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Ahora entiendo, cuando un hijo
por su madre perdida
llora, pues sangra mi herida
y en silencio me aflijo.
Evitarlo ya no puedo,
ya no puedo disiparlo
ni creo jamás olvidarlo;
viviré con su recuerdo.
¡Ay!, cuando una madre muere,
cuando para siempre se va,
sin pretenderlo, nos hiere.
¡Nadie su hueco llenará!
Que aunque calle mi pena
siempre conmigo estará…
Ahora entiendo, cuando un hijo
por su madre perdida
llora, pues sangra mi herida
y en silencio me aflijo.
Evitarlo ya no puedo,
ya no puedo disiparlo
ni creo jamás olvidarlo;
viviré con su recuerdo.
¡Ay!, cuando una madre muere,
cuando para siempre se va,
sin pretenderlo, nos hiere.
¡Nadie su hueco llenará!
Que aunque calle mi pena
siempre conmigo estará…
HILOS MUSICALES, AROMAS SILVESTRES Y SUS PERENNES RECUERDOS
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Al pasar por el salón donde tengo instalados los equipos de música, sentí deseos de activarlos, oír algunas interpretaciones acordes con mi estado anímico, ya que en esos instantes no estaba, precisamente, muy animado que digamos. Me apeteció algo de Schumann (Kinderzeneen Op. 15) Antes pensaba hacer otras cosa mientras oyera esas deliciosas interpretaciones musicales, y entre tanto me movería de un lado a otro, como fuera mi habitual costumbre. Mas, las notas musicales fueron adormeciéndome y transformando a mi espíritu. Me sentí nostálgico, casi abatido, también, por los influjos poéticos que me sustraían; y acabé sentado frente a un blanco papel, en el secreter de la sala. Sin fuerzas físicas, casi, sólo el halo romántico que me envolvía, hasta sentir fluir las palabras y los deseos contenidos, desordenadamente, al salir liberadas por la emoción que me embargaba, yendo al papel que ansioso esperaba ese encuentro. Y mientras mi corazón sufría apesadumbrado, pude ordenar las ideas y los propios sentimientos, obviamente se trataba de encausar los recuerdos que se agolpaban en mi mente.
Aquellas vivencias habían vuelto a entristecer a mi alma, volví a sentir aquel sufrimiento, tiempo pasado y que aún sigue torturándome. Aquella juventud, aquellos días tan sublimes, llenos de tiernas fantasías, de bondad incalculable y que no debió acabarse. Aquello era amor, no era otra cosa, y se me fue de las manos sin casi darme cuenta. Se me fue para siempre y sin saber porqué…Sigo oyendo la exquisitez de tan bella música, cuyos compases un tanto tristes, elevan a mi espíritu, me saca de este ambiente mundano, de todo cuanto me rodea y me transporta a otros lugares, rincones oníricos donde siempre estarán los senderos aquellos, lugares amados que entonces anduvimos juntos, el amado jardín de la casa de ellos, absortos bajo el poder mágico de de tan hermosa orquesta de sueños y realidades, de recuerdos tan tiernos… Su acariciadora mirada. Un mundo creado por nosotros mismos, pequeño y tranquilo... Sólo para amarnos en familia, sin voces extrañas ni curiosas miradas que pudieran turbar el idilio de nuestras intimidad. Hoy sólo ambiciono un lugar salvaje y lleno de atractivos poéticos, sin tempestades capaces de poder separarnos. Caminos dorados en inmensas sabanas tocados por un sol distinto y a la vez reparador; y por brisas transportando hilos musicales y aromas silvestres de campos floridos, llegados sólo para brindarnos sus mágicos efluvios en consonancia permanente con la música de Schumann, de ella su cálida voz y el calor de sus caricias, ¡OH, madre querida! ¡Mi vida, mis sueños, mi llanto!..
Tomé su portarretrato entre mis manos y la miré con tanto dolor como ternura, los ojos humedecidos... Casi sin poder ver, y le besé nuevamente. Es ella. ¡Oh Dios! Siempre estará conmigo mientras dure mi permanencia aquí, en este mundo real, donde la vida sigue su curso y no nos deja ir más allá, cuando lo deseamos. ¡Madre, siempre estás en mi corazón!
El piano sigue gimiendo y elevando sus cándidas notas, como mi alma se eleva, cual ave inspirada que agita su frágil vuelo por los caminos fantásticos de la imaginación, buscando con el sigilo de su soledad, los yermos parajes, previos a la divina contemplación.
Aquellas vivencias habían vuelto a entristecer a mi alma, volví a sentir aquel sufrimiento, tiempo pasado y que aún sigue torturándome. Aquella juventud, aquellos días tan sublimes, llenos de tiernas fantasías, de bondad incalculable y que no debió acabarse. Aquello era amor, no era otra cosa, y se me fue de las manos sin casi darme cuenta. Se me fue para siempre y sin saber porqué…Sigo oyendo la exquisitez de tan bella música, cuyos compases un tanto tristes, elevan a mi espíritu, me saca de este ambiente mundano, de todo cuanto me rodea y me transporta a otros lugares, rincones oníricos donde siempre estarán los senderos aquellos, lugares amados que entonces anduvimos juntos, el amado jardín de la casa de ellos, absortos bajo el poder mágico de de tan hermosa orquesta de sueños y realidades, de recuerdos tan tiernos… Su acariciadora mirada. Un mundo creado por nosotros mismos, pequeño y tranquilo... Sólo para amarnos en familia, sin voces extrañas ni curiosas miradas que pudieran turbar el idilio de nuestras intimidad. Hoy sólo ambiciono un lugar salvaje y lleno de atractivos poéticos, sin tempestades capaces de poder separarnos. Caminos dorados en inmensas sabanas tocados por un sol distinto y a la vez reparador; y por brisas transportando hilos musicales y aromas silvestres de campos floridos, llegados sólo para brindarnos sus mágicos efluvios en consonancia permanente con la música de Schumann, de ella su cálida voz y el calor de sus caricias, ¡OH, madre querida! ¡Mi vida, mis sueños, mi llanto!..
Tomé su portarretrato entre mis manos y la miré con tanto dolor como ternura, los ojos humedecidos... Casi sin poder ver, y le besé nuevamente. Es ella. ¡Oh Dios! Siempre estará conmigo mientras dure mi permanencia aquí, en este mundo real, donde la vida sigue su curso y no nos deja ir más allá, cuando lo deseamos. ¡Madre, siempre estás en mi corazón!
El piano sigue gimiendo y elevando sus cándidas notas, como mi alma se eleva, cual ave inspirada que agita su frágil vuelo por los caminos fantásticos de la imaginación, buscando con el sigilo de su soledad, los yermos parajes, previos a la divina contemplación.
NADA HAY COMO UNA MADRE
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Dichoso aquel que tiene a su madre consigo, que puede verla y besarla cada vez que la necesite sin tener que clamar al Cielo por ella. Dichoso el hijo que puede consolarla con el mejor de los cariños; y puede abrazarla sin tener que soportar la soledad y la pena de haberla perdido; y no sienta sus brazos vacíos y desconsolados, porque ella no esté para corresponderle y no sienta el calor de su pecho y su regazo porque se haya ido... Ay, si, pobre de aquel, que sin razón alguna, la hiere, la mortifica y hasta la castiga con la más vil indiferencia, producto de la ignorancia, de la misma ceguera que no les permite ver y calcular en ella la huella de su dolor, de tantas horas de desvelos y la mordaz incertidumbre, cuando los hijos no entienden el valor que una madre tiene y cuánto bien se merecen. De qué sirven las lágrimas luego de haberla sacrificado y destruido despiadadamente con los continuos disgustos, los incesantes atropellos, los insultos, las injustas vejaciones y las falsas acusaciones cada vez que la ira y la locura les asalta.
¡Cuántas lágrimas desramadas y angustia sufrida!.. Y ahora, ¿dónde está?.. Aquellos que la perdieron, ¿cuánto darían por tenerla a su lado?, ¡y qué distinto sería todo! Pero ya no es posible, sólo podemos conformarnos con los buenos recuerdos que es la única manera de “traerla” y brindarle todo nuestro amor. Viéndola en el porta retrato, parece como si algo quisiera decirnos cada vez que nos detenemos frente a ella. Parece mentira, pero es cierto, ya no está entre nosotros, ya no sentimos el calor de sus brazos ni el contacto de sus besos, se nos escapó de entre las manos para siempre, aunque esté dentro de nosotros, en la mente, en el corazón.
Ya su puesto en la mesa está vacío, la comida no tiene aquel sabor tan peculiar, sabor de ella. ¡Ay, madre, cuantos recuerdos y qué silencio este, que nos has dejado! Todo está distinto sin ella, todos la echamos mucho de menos. Y, cuánto daríamos por escuchar su risa, su voz emocionada cuando nos decía cuanto nos quería.
Y pensar que hay hijos que hasta las castigan, psíquica y físicamente y que, hasta acabar con ella, la siguen mortificando. Que no se den más, esos terribles casos, que reflexionen esos hijos confundidos, enfermizos, como los adictos a las drogas, por ejemplo, que les queman por dentro, el alma y el cerebro, la ira que los trastorna hasta perder el juicio. Y aquellos que la abandonan y las dejan solas en cualquier lugar, en la calle. Cuesta y duele mucho, hasta el hecho de pensarlo. Que cuando una madre falta, nada ni nadie llena ese tremendo vacío. Dichoso es aquel que la conserva consigo y puede darle todo el amor que se merece y pueda estar con ella cada vez que lo desee.
Creo, sin temor a equivocarme, que es la madre de uno, el mejor regalo que Dios nos ha brindado; ella nos dio la vida. Madre no hay más que una, los que puedan, que la disfruten.
Una vez que se nos haya ido, sólo nuestras sentidas oraciones y los gratos recuerdos de aquellas horas compartidas en vida y armonía con ella, van a compensarnos de alguna manera, aunque el dolor y el vacío que nos han dejado no podamos cambiarlos.
¡Cuántas lágrimas desramadas y angustia sufrida!.. Y ahora, ¿dónde está?.. Aquellos que la perdieron, ¿cuánto darían por tenerla a su lado?, ¡y qué distinto sería todo! Pero ya no es posible, sólo podemos conformarnos con los buenos recuerdos que es la única manera de “traerla” y brindarle todo nuestro amor. Viéndola en el porta retrato, parece como si algo quisiera decirnos cada vez que nos detenemos frente a ella. Parece mentira, pero es cierto, ya no está entre nosotros, ya no sentimos el calor de sus brazos ni el contacto de sus besos, se nos escapó de entre las manos para siempre, aunque esté dentro de nosotros, en la mente, en el corazón.
Ya su puesto en la mesa está vacío, la comida no tiene aquel sabor tan peculiar, sabor de ella. ¡Ay, madre, cuantos recuerdos y qué silencio este, que nos has dejado! Todo está distinto sin ella, todos la echamos mucho de menos. Y, cuánto daríamos por escuchar su risa, su voz emocionada cuando nos decía cuanto nos quería.
Y pensar que hay hijos que hasta las castigan, psíquica y físicamente y que, hasta acabar con ella, la siguen mortificando. Que no se den más, esos terribles casos, que reflexionen esos hijos confundidos, enfermizos, como los adictos a las drogas, por ejemplo, que les queman por dentro, el alma y el cerebro, la ira que los trastorna hasta perder el juicio. Y aquellos que la abandonan y las dejan solas en cualquier lugar, en la calle. Cuesta y duele mucho, hasta el hecho de pensarlo. Que cuando una madre falta, nada ni nadie llena ese tremendo vacío. Dichoso es aquel que la conserva consigo y puede darle todo el amor que se merece y pueda estar con ella cada vez que lo desee.
Creo, sin temor a equivocarme, que es la madre de uno, el mejor regalo que Dios nos ha brindado; ella nos dio la vida. Madre no hay más que una, los que puedan, que la disfruten.
Una vez que se nos haya ido, sólo nuestras sentidas oraciones y los gratos recuerdos de aquellas horas compartidas en vida y armonía con ella, van a compensarnos de alguna manera, aunque el dolor y el vacío que nos han dejado no podamos cambiarlos.
¡AY MADRE, QUÉ SOLO ME SIENTO SIN TI!
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...Proseguía hablando de sus cosas íntimas, mientras descansábamos a la sombra
de un frondoso árbol... A pesar de ser un lugar concurrido, ello no me impedía que atendiera su interesante diálogo.
- Cada noche, con su retrato entre mis manos, la beso con indescriptible ternura y amor. Son besos tan largos y sentidos, que hasta llego a llorar. Mi amor, mi dulce madre, cómo le quiero. Sé que no volverá más a mi lado, jamás. Tal vez ni me oiga, ¡qué pena siento! Mas, le seguiré queriendo –, decía conmovido.
- En mis sueños, ¡cómo le busco! Por las noches, tantas veces, me he dormido pensando en ella. Son mis pensamientos y mis ardientes ansias, lo que me transporta a esa onírica dimensión... Créeme, a veces siento deseos de subir a una elevada tribuna, para dirigir palabras de exaltación a la imagen enriquecedora de todas las madres; y que me oyeran... Decirles, seriamente, que “madre” sólo hay una, no como maquinalmente se dice. Que me vean llorar por la mía y oigan mis súplicas. Decirles, que no malogren el tiempo que puedan dedicarle, que la amen, le disculpen sus achaques o defectos, si los hubiere y vean en ella el verdadero amor que suelen brindarnos. -
- Madrecita del alma, cuánto daría por besar tus mejillas y acariciarte toda. -
- ¡Ay, si la tuviera!, para estar a su lado, cuidarla siempre y, dormir alguna vez, apoyado en su regazo, como cuando era niño, oyéndole decir algún cuento infantil... Hace años que la perdí; y cada día que pasa, siento más su ausencia. Me falta su amor, sus palabras consoladoras, sus sonrisas y el calor de sus manos. -
- Viéndole en el portarretrato, es tal la expresión de su mirada, no sé si de añoranza, de ternura... ¡Ya no sé!.. Pero, me entristece mucho no poder tenerle a mi lado, no poder abrazarla y besarla mil veces, más aún, hasta que se acabe mi aliento y muera de amor con ella entre mis brazos. -
- Sí, subir a esa plataforma imaginaria y saber que me escuchan, adultos, jóvenes y niños. Que vean en mí, el desconsuelo que se siente cuando se pierde a la madre, aquellos quienes no hayan sentido la necesidad de su presencia habiéndola perdido. Que idolatren su memoria y piensen mucho en ella. Y para los que la tienen y la desprecian, los que creen que les va a durar siempre y los que jamás han sentido miedo de perderla.
Tantos muchachos adictos a las drogas, aquellos que las mortifican sin piedad, que las están matando poco a poco con ese injusto desprecio a sus propias vidas, que la consideren, que no la martiricen tan despiadadamente, ni abusen de su silencio de madre. Que la quieran como toda madre se merece.-
Y cuando ella muera, se acuerden que yo aún lloro por la mía, desconsoladamente, a pesar de haber sido para ella un hijo que buscó siempre su felicidad.
De súbito se hizo un extraño silencio y balbuceó: -¡Ay, madre, qué solo me siento sin ti!-
de un frondoso árbol... A pesar de ser un lugar concurrido, ello no me impedía que atendiera su interesante diálogo.
- Cada noche, con su retrato entre mis manos, la beso con indescriptible ternura y amor. Son besos tan largos y sentidos, que hasta llego a llorar. Mi amor, mi dulce madre, cómo le quiero. Sé que no volverá más a mi lado, jamás. Tal vez ni me oiga, ¡qué pena siento! Mas, le seguiré queriendo –, decía conmovido.
- En mis sueños, ¡cómo le busco! Por las noches, tantas veces, me he dormido pensando en ella. Son mis pensamientos y mis ardientes ansias, lo que me transporta a esa onírica dimensión... Créeme, a veces siento deseos de subir a una elevada tribuna, para dirigir palabras de exaltación a la imagen enriquecedora de todas las madres; y que me oyeran... Decirles, seriamente, que “madre” sólo hay una, no como maquinalmente se dice. Que me vean llorar por la mía y oigan mis súplicas. Decirles, que no malogren el tiempo que puedan dedicarle, que la amen, le disculpen sus achaques o defectos, si los hubiere y vean en ella el verdadero amor que suelen brindarnos. -
- Madrecita del alma, cuánto daría por besar tus mejillas y acariciarte toda. -
- ¡Ay, si la tuviera!, para estar a su lado, cuidarla siempre y, dormir alguna vez, apoyado en su regazo, como cuando era niño, oyéndole decir algún cuento infantil... Hace años que la perdí; y cada día que pasa, siento más su ausencia. Me falta su amor, sus palabras consoladoras, sus sonrisas y el calor de sus manos. -
- Viéndole en el portarretrato, es tal la expresión de su mirada, no sé si de añoranza, de ternura... ¡Ya no sé!.. Pero, me entristece mucho no poder tenerle a mi lado, no poder abrazarla y besarla mil veces, más aún, hasta que se acabe mi aliento y muera de amor con ella entre mis brazos. -
- Sí, subir a esa plataforma imaginaria y saber que me escuchan, adultos, jóvenes y niños. Que vean en mí, el desconsuelo que se siente cuando se pierde a la madre, aquellos quienes no hayan sentido la necesidad de su presencia habiéndola perdido. Que idolatren su memoria y piensen mucho en ella. Y para los que la tienen y la desprecian, los que creen que les va a durar siempre y los que jamás han sentido miedo de perderla.
Tantos muchachos adictos a las drogas, aquellos que las mortifican sin piedad, que las están matando poco a poco con ese injusto desprecio a sus propias vidas, que la consideren, que no la martiricen tan despiadadamente, ni abusen de su silencio de madre. Que la quieran como toda madre se merece.-
Y cuando ella muera, se acuerden que yo aún lloro por la mía, desconsoladamente, a pesar de haber sido para ella un hijo que buscó siempre su felicidad.
De súbito se hizo un extraño silencio y balbuceó: -¡Ay, madre, qué solo me siento sin ti!-
¡MADRE, HÁBLAME AL OÍDO!
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Qué extraño el silencio de aquella noche, cuando nos miramos frente a frente, y no pudimos articular palabra alguna. Sólo nuestras lágrimas delataban la tragedia del momento. Recuerdo que tus manos temblaban como palomas asustadas; y que había en tu mirada tal expresión de dolor... Y no pude consolarte de ninguna manera. Por eso quedamos mudos, frente a frente el uno del otro. ¿Qué podía yo decirte? ¿Y tú a mí, cómo ibas a convencerme, si no hubo palabras, para que no sufriéramos tanto? Te ibas para siempre, madre, y no pude hacer nada... Intuyo, que tu última mirada me buscaría, para transmitirme un poco de sosiego... No sé, madre, porqué no estuve allí, como hubiera sido mi deseo.
Habías transpuesto el divino umbral de la paz eterna, allá en el Edén soñado, cuando nos dieron la noticia. Desde entonces van mis pasos a ciegas, dando tumbos desordenados, de un lado a otro, por los caminos acostumbrados. Buscándote, con el desconsuelo propio del caminante que no halla el descanso de sus limitadas fuerzas; mientras voy buscando entre las sombras del yermo sendero, lo que me recuerde tu entrañable existencia... Caminos que no se detienen. Yo digo: ¡el eterno trayecto sembrado de soledad, húmedo de las lágrimas que voy dejando atrás!
¿Cuántas veces muere el hombre?, me he preguntado. Ni yo ni nadie sabe responder a mi súplica. Uno muere de pena cada vez que algún ser querido se nos va para siempre. Cuando muere la madre, uno muere casi del todo. Es que, sin vosotras todo parece tan desierto, nada está, ni en su sitio ni completo. Faltan cosas que antes vibraban por la alegría que transmitían, por aquello del calor humano; y presencia de amor que irradiaba la proximidad, la ternura y el espíritu amable de cada uno de vuestros movimientos. Yo pienso que nos falta todo, nos dejan huérfanos de cariño. Sólo nos sustenta, y por ello vivimos, el recuerdo de los desvelos y aquellas miradas de consuelo que nos lo daban todo... Nos quedamos solos, sí, irremediablemente solos, tanto, que pasan los años y no nos sobreponemos de esa falta vuestra.
Si me estás viendo, madre, desde el Cielo, sólo deseo que escuches mi llanto y que sepas... Bueno, una madre lo sabe todo de sus hijos; nada voy a decirte que tú, antes, no supieras. Mas, necesito decirte que te quiero, que te echo mucho de menos; necesito que me oigas cada vez que te lo diga. ¿Sabes?, me siento sano de espíritu. Eso es importante, ¿verdad, viejita? Todos tus consejos los conservo en mi alma, como un relicario generoso que guardo de ti. Tú me distes la razón de ser y en memoria a ese afán cristiano tuyo, voy hacer por vivir mucho para amarte cada día más. Y, sólo a mis hijos les ruego, que quieran mucho a su madre, como yo te he querido a ti, y te seguiré queriendo, aunque te hayas ido...
Apagué la luz un rato, necesitaba estar a oscuras. En silencio repasé todo aquel pasado, desde mi niñez; caminé por todos los rincones de la casa; le veía llegar sonriente, y abría sus brazos para recibirme cariñosamente... Como si me tuvieras compasión, pienso ahora. Es que nos quería tanto, se desvivía por todos nosotros, cuando estábamos juntos. Ese algo especial que nos unía es lo que más echo en falta hoy. ¡Me sentía tan protegido! Cuando los hijos vamos haciéndonos mayores, independientemente de los caracteres de cada cual, cambiamos mucho y nos hacemos más humanos; entendemos mejor el verdadero sentido del amor que a una madre le debemos. Ya no nos creemos con derecho a independizar esos sentimientos y cuidamos más no hacerles daño, entendemos su extraordinaria sensibilidad. Habremos sido, algunas veces, crueles e injustos con ella, sin entenderlo, pero nunca hemos renunciado a su amor.
¡Qué grande es el desierto de las injustas ausencias, y qué largos los caminos!.. Qué distantes y qué cerca, a la vez, está el calor de los sentimientos de esa madre que se nos va para siempre!
Les veo en mis sueños, al viejo y a ti, tan contentos en esa dimensión maravillosa, que siento verdaderos desconsuelos de estar allá, aunque sólo fueran unos minutos. Pero, eso ha de ser, sólo cuando llegue el momento, cuando Dios lo disponga, porque “está escrito, que así será nuestro cristiano destino”...
Madre, háblame al oído, lo más próximo que puedas y abrásame muy fuerte. Yo te siento, madre, cuando estás a mi lado. No te importe si me hallaras triste, eso se me pasará cuando estemos para siempre juntos, verás que cambio. Mientras, cuando me acuerdo de ti, cuando besas mi frente y acaricias mis blancos cabellos, me consuelas mucho... Mira, es que ha pasado tanto tiempo... Oye, seré como siempre. Pero ven, madre, ven a mi lado, aunque sólo sea un feliz instante... Yo necesito decirte, madre, cuanto te quiero; y oírte decirme lo mismo: ¡Hijo mío, hijo de mi alma, todo tú, en el Paraíso, estás conmigo! Y no me des las gracias por recordarte con tanto amor, madre, porque yo soy así; y tú bien lo sabes.
Habías transpuesto el divino umbral de la paz eterna, allá en el Edén soñado, cuando nos dieron la noticia. Desde entonces van mis pasos a ciegas, dando tumbos desordenados, de un lado a otro, por los caminos acostumbrados. Buscándote, con el desconsuelo propio del caminante que no halla el descanso de sus limitadas fuerzas; mientras voy buscando entre las sombras del yermo sendero, lo que me recuerde tu entrañable existencia... Caminos que no se detienen. Yo digo: ¡el eterno trayecto sembrado de soledad, húmedo de las lágrimas que voy dejando atrás!
¿Cuántas veces muere el hombre?, me he preguntado. Ni yo ni nadie sabe responder a mi súplica. Uno muere de pena cada vez que algún ser querido se nos va para siempre. Cuando muere la madre, uno muere casi del todo. Es que, sin vosotras todo parece tan desierto, nada está, ni en su sitio ni completo. Faltan cosas que antes vibraban por la alegría que transmitían, por aquello del calor humano; y presencia de amor que irradiaba la proximidad, la ternura y el espíritu amable de cada uno de vuestros movimientos. Yo pienso que nos falta todo, nos dejan huérfanos de cariño. Sólo nos sustenta, y por ello vivimos, el recuerdo de los desvelos y aquellas miradas de consuelo que nos lo daban todo... Nos quedamos solos, sí, irremediablemente solos, tanto, que pasan los años y no nos sobreponemos de esa falta vuestra.
Si me estás viendo, madre, desde el Cielo, sólo deseo que escuches mi llanto y que sepas... Bueno, una madre lo sabe todo de sus hijos; nada voy a decirte que tú, antes, no supieras. Mas, necesito decirte que te quiero, que te echo mucho de menos; necesito que me oigas cada vez que te lo diga. ¿Sabes?, me siento sano de espíritu. Eso es importante, ¿verdad, viejita? Todos tus consejos los conservo en mi alma, como un relicario generoso que guardo de ti. Tú me distes la razón de ser y en memoria a ese afán cristiano tuyo, voy hacer por vivir mucho para amarte cada día más. Y, sólo a mis hijos les ruego, que quieran mucho a su madre, como yo te he querido a ti, y te seguiré queriendo, aunque te hayas ido...
Apagué la luz un rato, necesitaba estar a oscuras. En silencio repasé todo aquel pasado, desde mi niñez; caminé por todos los rincones de la casa; le veía llegar sonriente, y abría sus brazos para recibirme cariñosamente... Como si me tuvieras compasión, pienso ahora. Es que nos quería tanto, se desvivía por todos nosotros, cuando estábamos juntos. Ese algo especial que nos unía es lo que más echo en falta hoy. ¡Me sentía tan protegido! Cuando los hijos vamos haciéndonos mayores, independientemente de los caracteres de cada cual, cambiamos mucho y nos hacemos más humanos; entendemos mejor el verdadero sentido del amor que a una madre le debemos. Ya no nos creemos con derecho a independizar esos sentimientos y cuidamos más no hacerles daño, entendemos su extraordinaria sensibilidad. Habremos sido, algunas veces, crueles e injustos con ella, sin entenderlo, pero nunca hemos renunciado a su amor.
¡Qué grande es el desierto de las injustas ausencias, y qué largos los caminos!.. Qué distantes y qué cerca, a la vez, está el calor de los sentimientos de esa madre que se nos va para siempre!
Les veo en mis sueños, al viejo y a ti, tan contentos en esa dimensión maravillosa, que siento verdaderos desconsuelos de estar allá, aunque sólo fueran unos minutos. Pero, eso ha de ser, sólo cuando llegue el momento, cuando Dios lo disponga, porque “está escrito, que así será nuestro cristiano destino”...
Madre, háblame al oído, lo más próximo que puedas y abrásame muy fuerte. Yo te siento, madre, cuando estás a mi lado. No te importe si me hallaras triste, eso se me pasará cuando estemos para siempre juntos, verás que cambio. Mientras, cuando me acuerdo de ti, cuando besas mi frente y acaricias mis blancos cabellos, me consuelas mucho... Mira, es que ha pasado tanto tiempo... Oye, seré como siempre. Pero ven, madre, ven a mi lado, aunque sólo sea un feliz instante... Yo necesito decirte, madre, cuanto te quiero; y oírte decirme lo mismo: ¡Hijo mío, hijo de mi alma, todo tú, en el Paraíso, estás conmigo! Y no me des las gracias por recordarte con tanto amor, madre, porque yo soy así; y tú bien lo sabes.
MADRESITA DEL ALMA QUERIDA
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Mucho debe agradarle a una madre que le hablen bien de sus hijos, y triste, muy triste debe resultarle que le digan lo contrario.
Con cuántos desvelos y preocupaciones la madre trae al mundo a los hijos y cuántas lágrimas en el anonimato han vertido para sacarlos adelante; y muchas de ellas, las solteras, arreglándoselas como mejor pueden para que nada les falte, o por lo menos lo elemental, privándose algunas veces del abrigo, comida, descanso... Los mejores años para ellas se tornan durísimos en muchos de los casos y después la incógnita de siempre; ¿Que será de estos chicos cuando sean mayorcitos? Luego vienen las sorpresas, buenas algunas, otras malas: las ingratitudes más que alegrías y el abandono más tarde. Aún así, la madre siempre perdona y disculpa los errores de los hijos que les puedan llevar a los peores caminos, por que una madre lo absorbe todo con infinito amor. Su sensibilidad les lleva hasta el sacrificio más cruel y da su vida a cambio de la felicidad de sus hijos. Nada hay comparable al amor de una madre ni hay ternuras como las que ponen en el cariño que reparten equitativamente en sus hijos. Empero, también las hay que sólo saben parir y ahí te dejo para que otros carguen con el bulto, por suerte son muy pocas, ¡faltaba más! Mejor no toco ese tema, ya se ha hablado mucho sobre ese dramático asunto, cuyas victimas son siempre los hijos…
En los casos normales, la madre es así, desde cuando lo conciben; y es cuando comienzan a sufrir y a preocuparse seriamente, hasta tal punto de no importarles perder la vida si la de ese hijo ha de salvarse, sin admitir elección. Ya empieza su calvario desde muy temprano, cuando va asumiendo con amor y valentía su responsabilidad y va sintiendo poco a poco el inmenso placer en la preñez que la ilusiona, sin saber la suerte que le espera, si es buena o es mala... Y así la madre va dejando en su vida una estela de afecto que jamás se borra.
Y son sus besos tan tiernos que llega uno a viejo y aún conserva, de cuando era niño, el calor de sus caricias recostado en su regazo... La suavidad de sus manos y la gracia que ponen en sus juegos maternos cuando quieren entretenernos y vernos contentos. ¡Son adorables! Cuando una madre nos habla su voz parece angelical, ponen en ella tal dulzura y proximidad que convencen. Y cuando nos consuelan ahuyentan todas nuestras penas y sufrimientos; comparten con ella el dolor de los hijos y sus alegrías. Como si allanara los pedregosos caminos y aclarara los umbríos atajos haciéndolos transitables y pasaderos.
Y el llanto de una madre ¡Cómo nos acongoja! Nos duele verla llorar, no podemos verla así, por que las lágrimas de una madre son puñales que nos clavan, son nuestras propias lágrimas que las sentimos brotar del alma y nos hieren poderosamente.
Yo recuerdo de la mía los mejores momentos que me brindó, todos los momentos de mi vida mientras le tuve a mi lado, ya hoy no la tengo, ha dejado en mi vida un vacío tan profundo... A una madre nada ni nadie puede sustituirla, sólo el silencio y sus recuerdos me la devuelven cuando pienso en ella.
Tuve la suerte de haber sido cariñoso con ella, le demostré siempre mi amor y eso la hacía feliz. Me gustaba besarla y tener sus manos entre las mías. Iba a verle siempre que podía después de casado, también a mi ejemplar padre. Hoy, después de haberles perdido, notamos muchísimo su ausencia, nada es perfecto, la vida se ha truncado despiadadamente faltándonos ellos, no tiene arreglo. Pero, "la vida sigue" y somos objetos llevaderos que no podemos detenernos, hay fuerzas dominantes que nos empujan hacia nuestros destinos y nada podemos en su contra.
Y, ¿cómo es posible que haya hijos e hijas que les maltratan y hasta en casos extremos les maldicen? Y yo les digo a quienes aún la conservan de que la cuiden, que disfruten de ella todo lo más que puedan, que nada se interponga entre la madre y el hijo, que si fuera egoísta que la disculpen, es que su amor les ciega. Y si no saben demostrar lo que en realidad sienten deben ayudarla queriéndola y no mortificándole como hacen muchos y luego son los que más le lloran cuando se la lleva el cortejo fúnebre...
No hay dolor mayor para una madre que el silencio de su hijo. Ya es triste un desplante, una mala contestación, pero llegando al desconcertado silencio toca fondo el suplicio. Eso está hoy muy en moda y los chicos lo hacen por ignorancia, sin dobles sentidos, simplemente se callan, se retraen, no quieren comunicarse.
Pero eso es pasajero, la juventud siempre busca un cierto aislamiento que le permita hallarse consigo mismo y despejar ciertas dudas que siempre asaltan a ciertas edades y lógicamente quieren despejarlas y salir de ellas. No lo hacen con maldad, pero la madre tan proclive al sufrimiento que le ocasionan otras dudas, automáticamente las asume y desespera pensando en lo peor. Nada más negativo, pero quiere estar en todo y sólo lo hacen para ayudar, por nada más. Los muchachos difícilmente comprenden lo que sufren los padres y los mismos hermanos por esas conductas desconcertantes que hasta cierto punto tienen una causa, por no decir razón de ser. El hombre está destinado a la aventura y se ve en ese embarque con su única capacidad intelectual -y según sea se comportan- con los atenuantes de que a todos los niveles llega la oportunidad de escapar de un estado anímico a otro. Para eso se estudia y se pone empeño por superarse en el trabajo. Por esa razón me gustó siempre escuchar a los viejos cuando hablaban con otros viejos, o esporádicamente me hablaban a mí. Sabían que les escuchaba y eso para una persona mayor es lo más grato que pueda ocurrirle. Escuchar a un viejo y preguntarle cosas es como darle a comprender que son necesarios, que aún hacen falta, que les necesitamos...
Y las madres siempre están esperando que se les consulte, que se les haga partícipe de las cosas que van sucediendo a lo largo de la vida que le rodea, siempre están dispuestas ayudarnos y nadie sabe hacerlo mejor.
Nos ven crecer, alejarnos un tanto de ellas buscando caminos distintos, nuevas experiencias, buscando un futuro seguro. Ven como dirigimos la pequeña barca hacia horizontes soñados y temen que sea definitiva la ausencia que desde ahora les llena de dolor y desconsuelos... ¡Ay!, quién la tenga viva que disfrute de ella, no hay nada más hermoso que tenerla cerca y poderla tener entre los brazos... Ocuparlas en algo, que se sientan felices, que no dejen de sonreír...
Con cuántos desvelos y preocupaciones la madre trae al mundo a los hijos y cuántas lágrimas en el anonimato han vertido para sacarlos adelante; y muchas de ellas, las solteras, arreglándoselas como mejor pueden para que nada les falte, o por lo menos lo elemental, privándose algunas veces del abrigo, comida, descanso... Los mejores años para ellas se tornan durísimos en muchos de los casos y después la incógnita de siempre; ¿Que será de estos chicos cuando sean mayorcitos? Luego vienen las sorpresas, buenas algunas, otras malas: las ingratitudes más que alegrías y el abandono más tarde. Aún así, la madre siempre perdona y disculpa los errores de los hijos que les puedan llevar a los peores caminos, por que una madre lo absorbe todo con infinito amor. Su sensibilidad les lleva hasta el sacrificio más cruel y da su vida a cambio de la felicidad de sus hijos. Nada hay comparable al amor de una madre ni hay ternuras como las que ponen en el cariño que reparten equitativamente en sus hijos. Empero, también las hay que sólo saben parir y ahí te dejo para que otros carguen con el bulto, por suerte son muy pocas, ¡faltaba más! Mejor no toco ese tema, ya se ha hablado mucho sobre ese dramático asunto, cuyas victimas son siempre los hijos…
En los casos normales, la madre es así, desde cuando lo conciben; y es cuando comienzan a sufrir y a preocuparse seriamente, hasta tal punto de no importarles perder la vida si la de ese hijo ha de salvarse, sin admitir elección. Ya empieza su calvario desde muy temprano, cuando va asumiendo con amor y valentía su responsabilidad y va sintiendo poco a poco el inmenso placer en la preñez que la ilusiona, sin saber la suerte que le espera, si es buena o es mala... Y así la madre va dejando en su vida una estela de afecto que jamás se borra.
Y son sus besos tan tiernos que llega uno a viejo y aún conserva, de cuando era niño, el calor de sus caricias recostado en su regazo... La suavidad de sus manos y la gracia que ponen en sus juegos maternos cuando quieren entretenernos y vernos contentos. ¡Son adorables! Cuando una madre nos habla su voz parece angelical, ponen en ella tal dulzura y proximidad que convencen. Y cuando nos consuelan ahuyentan todas nuestras penas y sufrimientos; comparten con ella el dolor de los hijos y sus alegrías. Como si allanara los pedregosos caminos y aclarara los umbríos atajos haciéndolos transitables y pasaderos.
Y el llanto de una madre ¡Cómo nos acongoja! Nos duele verla llorar, no podemos verla así, por que las lágrimas de una madre son puñales que nos clavan, son nuestras propias lágrimas que las sentimos brotar del alma y nos hieren poderosamente.
Yo recuerdo de la mía los mejores momentos que me brindó, todos los momentos de mi vida mientras le tuve a mi lado, ya hoy no la tengo, ha dejado en mi vida un vacío tan profundo... A una madre nada ni nadie puede sustituirla, sólo el silencio y sus recuerdos me la devuelven cuando pienso en ella.
Tuve la suerte de haber sido cariñoso con ella, le demostré siempre mi amor y eso la hacía feliz. Me gustaba besarla y tener sus manos entre las mías. Iba a verle siempre que podía después de casado, también a mi ejemplar padre. Hoy, después de haberles perdido, notamos muchísimo su ausencia, nada es perfecto, la vida se ha truncado despiadadamente faltándonos ellos, no tiene arreglo. Pero, "la vida sigue" y somos objetos llevaderos que no podemos detenernos, hay fuerzas dominantes que nos empujan hacia nuestros destinos y nada podemos en su contra.
Y, ¿cómo es posible que haya hijos e hijas que les maltratan y hasta en casos extremos les maldicen? Y yo les digo a quienes aún la conservan de que la cuiden, que disfruten de ella todo lo más que puedan, que nada se interponga entre la madre y el hijo, que si fuera egoísta que la disculpen, es que su amor les ciega. Y si no saben demostrar lo que en realidad sienten deben ayudarla queriéndola y no mortificándole como hacen muchos y luego son los que más le lloran cuando se la lleva el cortejo fúnebre...
No hay dolor mayor para una madre que el silencio de su hijo. Ya es triste un desplante, una mala contestación, pero llegando al desconcertado silencio toca fondo el suplicio. Eso está hoy muy en moda y los chicos lo hacen por ignorancia, sin dobles sentidos, simplemente se callan, se retraen, no quieren comunicarse.
Pero eso es pasajero, la juventud siempre busca un cierto aislamiento que le permita hallarse consigo mismo y despejar ciertas dudas que siempre asaltan a ciertas edades y lógicamente quieren despejarlas y salir de ellas. No lo hacen con maldad, pero la madre tan proclive al sufrimiento que le ocasionan otras dudas, automáticamente las asume y desespera pensando en lo peor. Nada más negativo, pero quiere estar en todo y sólo lo hacen para ayudar, por nada más. Los muchachos difícilmente comprenden lo que sufren los padres y los mismos hermanos por esas conductas desconcertantes que hasta cierto punto tienen una causa, por no decir razón de ser. El hombre está destinado a la aventura y se ve en ese embarque con su única capacidad intelectual -y según sea se comportan- con los atenuantes de que a todos los niveles llega la oportunidad de escapar de un estado anímico a otro. Para eso se estudia y se pone empeño por superarse en el trabajo. Por esa razón me gustó siempre escuchar a los viejos cuando hablaban con otros viejos, o esporádicamente me hablaban a mí. Sabían que les escuchaba y eso para una persona mayor es lo más grato que pueda ocurrirle. Escuchar a un viejo y preguntarle cosas es como darle a comprender que son necesarios, que aún hacen falta, que les necesitamos...
Y las madres siempre están esperando que se les consulte, que se les haga partícipe de las cosas que van sucediendo a lo largo de la vida que le rodea, siempre están dispuestas ayudarnos y nadie sabe hacerlo mejor.
Nos ven crecer, alejarnos un tanto de ellas buscando caminos distintos, nuevas experiencias, buscando un futuro seguro. Ven como dirigimos la pequeña barca hacia horizontes soñados y temen que sea definitiva la ausencia que desde ahora les llena de dolor y desconsuelos... ¡Ay!, quién la tenga viva que disfrute de ella, no hay nada más hermoso que tenerla cerca y poderla tener entre los brazos... Ocuparlas en algo, que se sientan felices, que no dejen de sonreír...
GRATITUD A TODAS LAS MADRES DEL MUNDO
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PREFACIO
Muy cortos debieran parecernos los espacios literarios que le dedicamos a la figura de la madre “buena”, porque siempre hubo algunas que no merecieron llamárseles así, porque ser madre implica abnegación, responsabilidad y amor sobre todas las cosas de la vida; y lucha constante por verles crecer y llegar a verles situarse lo mejor preparadas en el camino que le depare el destino.
Ser madre es dar calor humano a ese fruto de la concepción, concebida y traída a este mundo y a costa de cuantos sacrificios fueren necesarios, dar la vida si fuera menester y morir feliz así…
Dios bendiga a todas las madres que existieron y a las que en este hermoso presente ejercen como tal, dentro de los mejores parámetros cristianos y por ende morales; y también aquellas marginadas por la sociedad, que no quisieran caer en el negro pozo de la prostitución, para poder dar de comer a sus hijos. Y sin embargo saben que se las critica sin compasión y se las niega cualquiera ayuda. ¡Que Dios se apiade de ellas!
Muy cortos debieran parecernos los espacios literarios que le dedicamos a la figura de la madre “buena”, porque siempre hubo algunas que no merecieron llamárseles así, porque ser madre implica abnegación, responsabilidad y amor sobre todas las cosas de la vida; y lucha constante por verles crecer y llegar a verles situarse lo mejor preparadas en el camino que le depare el destino.
Ser madre es dar calor humano a ese fruto de la concepción, concebida y traída a este mundo y a costa de cuantos sacrificios fueren necesarios, dar la vida si fuera menester y morir feliz así…
Dios bendiga a todas las madres que existieron y a las que en este hermoso presente ejercen como tal, dentro de los mejores parámetros cristianos y por ende morales; y también aquellas marginadas por la sociedad, que no quisieran caer en el negro pozo de la prostitución, para poder dar de comer a sus hijos. Y sin embargo saben que se las critica sin compasión y se las niega cualquiera ayuda. ¡Que Dios se apiade de ellas!
24/4/09
LA PLAZA DEL CHARCO NO TENÍA FRONTERAS
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Cómodamente sentado en banco de madera, bajo uno de los frondosos laureles de India y al socaire de su fresca sombra, mientras leía el tinerfeño periódico EL DIA perdí la noción del tiempo. Hasta darme cuenta de que, tenía que cambiar de banco, porque el Sol me castigaba sin piedad. Ahora, desde el nuevo lugar, frente a la pila de agua central, la añosa ñamera cautivó mis sentidos. Antes era distinta, como todo lo viejo, sin despreciar su actual fisonomía, mimosamente cuidada para deleite de quienes sensiblemente nos deleitamos contemplándola. También la Plaza era distinta, más humilde, más nuestra, más atractiva y acogedora. Era el lugar donde aprendimos los primeros juegos de la infancia y correteábamos por la tierra como locos, disfrute restringido hoy, por el progreso de la ciudad turística, donde a veces nos sentimos como extraños... Hay normas estrictas, parcelas acotadas y muchos "ancianos extranjeros" que han venido a la Isla a descansar, y a quienes, en su mayoría, les molestan los niños, o vienen hartos de los suyos que habrán dejado en sus lugares de origen.
En épocas pasadas, eran nuestros familiares, los que nos cuidaban y hasta jugaban con nosotros, cuando éramos niños, se sobre entiende. La Plaza del Charco era nuestro parque comunitario, nuestro lugar de encuentro y de experiencias inolvidables; y así crecimos, contando siempre con ese lugar acogedor como cosa nuestra. Allí vivimos las primeras sensaciones gratas del amor... La Plaza del Charco no tenía fronteras, era para todos, sin distinción de clases sociales. En las calles adyacentes estaban ubicados: aquel irrepetible Círculo de Iriarte, preferido lugar cultural de entonces, donde nos dábamos cita la juventud portuense. Y, ¿quién no recuerda sus bailes?.. También en el Cinema Olímpica, los populares "baños turcos" y otros.
En aquella Plaza del Charco, todos sabemos las vueltas que dimos pisando sus históricas baldosas. Analizando la costumbre, aquello más parecía un polideportivo techado de hojas verdes y aireado con la fresca brisa del mar. Horas ejercitando y sin sentir cansancio alguno, con el incentivo de ver caras interesantes y bonitas... Guardamos recuerdos inolvidables de aquella Plaza tan popular, engalanada tan bellamente, por su ñamera central, sus palmeras canarias y los exuberante laureles. Solar habitual, donde pernoctaban en sus árboles ingente cantidad de aves; se les veían llegar de regreso a sus nidos antes que muriera la tarde, alegrando el lugar.
Sigo cobijado en la sombra, percibiendo el contacto acariciador del aire salitroso de la orilla costera, sigo refugiado con los recuerdos en aquel Puerto de antaño, con desmedida nostalgia. Cierro los ojos y siento la sensación vivida en aquellas tardes apacibles, oyendo el trinar de los pájaros y el tímido susurro de voces emocionadas que entregaban la pasión contenida a su ser amado. ¡Veo tan lejos aquellos días!, y sin embargo los siento con la misma intensidad y emoción de entonces, a pesar de estar solo, acariciando mi habitual periódico.
Publicado en el Periódico EL DIA: 29.06.01
En épocas pasadas, eran nuestros familiares, los que nos cuidaban y hasta jugaban con nosotros, cuando éramos niños, se sobre entiende. La Plaza del Charco era nuestro parque comunitario, nuestro lugar de encuentro y de experiencias inolvidables; y así crecimos, contando siempre con ese lugar acogedor como cosa nuestra. Allí vivimos las primeras sensaciones gratas del amor... La Plaza del Charco no tenía fronteras, era para todos, sin distinción de clases sociales. En las calles adyacentes estaban ubicados: aquel irrepetible Círculo de Iriarte, preferido lugar cultural de entonces, donde nos dábamos cita la juventud portuense. Y, ¿quién no recuerda sus bailes?.. También en el Cinema Olímpica, los populares "baños turcos" y otros.
En aquella Plaza del Charco, todos sabemos las vueltas que dimos pisando sus históricas baldosas. Analizando la costumbre, aquello más parecía un polideportivo techado de hojas verdes y aireado con la fresca brisa del mar. Horas ejercitando y sin sentir cansancio alguno, con el incentivo de ver caras interesantes y bonitas... Guardamos recuerdos inolvidables de aquella Plaza tan popular, engalanada tan bellamente, por su ñamera central, sus palmeras canarias y los exuberante laureles. Solar habitual, donde pernoctaban en sus árboles ingente cantidad de aves; se les veían llegar de regreso a sus nidos antes que muriera la tarde, alegrando el lugar.
Sigo cobijado en la sombra, percibiendo el contacto acariciador del aire salitroso de la orilla costera, sigo refugiado con los recuerdos en aquel Puerto de antaño, con desmedida nostalgia. Cierro los ojos y siento la sensación vivida en aquellas tardes apacibles, oyendo el trinar de los pájaros y el tímido susurro de voces emocionadas que entregaban la pasión contenida a su ser amado. ¡Veo tan lejos aquellos días!, y sin embargo los siento con la misma intensidad y emoción de entonces, a pesar de estar solo, acariciando mi habitual periódico.
Publicado en el Periódico EL DIA: 29.06.01
¿QUÉ TIENE EL PUERTO DE LA CRUZ QUE EMBRIAGA?
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No mezclemos la política en este amistoso debate, seamos sensatos con nosotros mismos, no nos engañemos practicando la incomprensión, los banales rencores...
¿Cómo quieren ver al Puerto de la Cruz, vestido de gala siempre, pulido y falsamente maquillado? El encanto de una ciudad que atrae poderosamente, es, a veces, el desorden de sus elementos: una calle medio rota; casas deterioradas por la erosión del tiempo; un bohemio hablando con las estrellas; un perro haciendo sus necesidades fisiológicas donde le cuadró; bulla que sale de un bar - restaurante, donde sus clientes cantan alegremente baladas románticas de ayer. Algún mendigo pidiendo para comer lo que le sobra a tantos glotones; un anciano subiéndose la cremallera de la bragueta; niños jugando y corriendo en todas las direcciones, gastando energías... Dos individuos discutiendo en cualquiera esquina; una pareja de jóvenes besándose mimosamente. Etc., etc. Vida, movimiento, ilusión, penas y alegrías, locos sueltos... Que nuestro Puerto de la Cruz, no es una ciudad "dormitorio". Es todo lo contrario, aquí se viene a pasarlo bien, (a costa del sufridor) a gozar veladas alegres, a compartir con la juventud esa alegría que contagia y nó a ponerles faltas y cortapisas, ni hacer estúpidas especulaciones comparativas. Quienes hayan viajado y visto mundo, lo saben mejor que nadie. Pocas ciudades hay, que se preocupen por mantenerla limpia, como lo hacemos nosotros; lo triste es que cuidamos lo nuestro y luego vienen algunos "desaprensivos" de otros lugares, a ensuciarla; y todavía tienen el cinismo de quejarse por cualquier simpleza. Sinceramente, quienes hayan viajado, repito, habrán visto estampas más lamentables de las que pudieran aparecer aquí. (¿?)
Da gusto, cuando nos tropezamos con personas foráneas, y nos confiesan
la satisfacción que sienten, al haber acertado eligiendo como destino turístico este "hermoso" lugar, nuestra envidiable isla de Tenerife. Nos llena de orgullo -un orgullo sano- oírles decir, que en realidad somos afortunados con tener lo que tenemos, que podemos presumir de ser privilegiados. Como en todas las grandes ciudades turísticas, hay cosas bellas, no por ser modernas, que también son bellos los rasgos que asoman en las zonas antiguas de las mismas, que hablan de su historia, nostálgicos resquicios que invitan a la contemplación y a la misma evocación... Por suerte, en Puerto de la Cruz, aún hay lugares de esos, que embriagan por sus bellezas y el sentido histórico de las mismas. Atributos heredados y no importados, que, a los que amamos lo nuestro nos gusta y es bueno que sea así. Historicamente, pésele a quién le pese, nuestra ciudad, es el lugar preferido de muchos...
Algo debe tener este lugar, que despierta tanta ilusión en aquellos que nos visitan; y dicen, no comprender la habitual indiferencia de tantos portuenses que niegan, sistemáticamente, nuestros valores naturales. Debe ser cosas de la política usurera.
PUERTO DE LA CRUZ LO TIENE TODO
Acabaron con los gallos domésticos, porque molestaba que cantaran cada madrugada e hiriesen los sentidos a los trasnochados turistas, víctimas de sus resacas etílicas. Acabaron con las parrandas callejeras, las célebres serenatas... Etc., etc. ¿Qué más quieren? A los portuenses nos gusta la fiesta, somos positivos. ¡Eso es salud! Lo contrario es lamentable. Mas, para complacer a las personas que buscan la absoluta tranquilidad, existen pueblos cercanos y ciudades tranquilas, donde puedan disfrutar de un placentero descanso y el sueño profundo deseado. Aquí, lo que hay que hacer, es, presentar cara acorde a las circunstancias, que los malhumorados sólo crean problemas, máxime si son los clásicos inadaptados, que, por más que reciban bienestar, nunca están a gusto, ni con ellos mismos.
Puerto de la Cruz es una ciudad limpia y así la queremos los portuenses y el mayor porcentaje de aquellos que nos visitan. Es una ciudad de ocio y de recreo, donde las horas transcurren felices, donde viene la gente a divertirse, a olvidar... No es un "sanatorio", aquí se viene a gozar y a pasarlo bien. Sin embargo, también es remanso de paz, alternativamente. Las gentes vienen ilusionadas y a llevarse buenos recuerdos y repetir la próxima vez... No sorprende ver a personas mayores disfrutando, en las plazas públicas, por las calles, tiendas y bares, en las salas de fiesta y hasta bien entrada la noche. Para la vida que quieren hacer, los que aspiran animarse, no hay tantos problemas de orden público, ni las calles amanecen tan sucias. Viajen a otros lugares para que se asusten y no hablen tanta paja de nuestra privilegiada isla de Tenerife.
Puerto de la Cruz lo tiene todo, si se le observa con buenos ojos. ¿A que sí? En todas las épocas hubo problemas, no más hoy que ayer, o viceversa. Analizando la situación actual de nuestra ciudad, insisto, hay un desdoblamiento sociológico injustificable, pero cierto. Nunca caótico. La ciudad ha crecido "exageradamente". Analicemos: En una misma calle de corta longitud, hay muchos comercios iguales, del mismo ramo. Todos no pueden prosperar a la vez, unos salen adelante y algunos arrojan la toalla, porque no hay tantos clientes y es más la oferta que la demanda. Luego, pues, es compresible el enfado, pero no justificado. Imaginémonos que aquí inaguren tres explotaciones iguales al Loro Parque, es obvio que las ganancias del primero mermarían, pero al final se iban a pique los que menos capital tengan. Y así muchos ejemplos. Y, siempre no va a ser culpa del Equipo que esté gobernando, el que las cosas no marchen a gusto de todos. ¿Qué ha habido muchos impuestos?, ya se arreglará eso... Fueron necesarios para atender los gastos de infraestructuras, etc.
Puerto de la Cruz, necesita más comprensión y sobre todo solidaridad por parte de sus moradores, tanto portuenses como extranjeros que viven y trabajan aquí. Muchos de los cuales, no saben hacer otra cosa que protestar por "sistema" tanto política como socialmente. Siempre ha sido así. No se fijan en las cosas buenas que se han hecho, sólo en los desperfectos provocados intencionalmente por algunos desaprensivos… y por que no ha habido dinero ni tiempo para enmendarlos. Cada uno de esos inadaptados, socialmente, listillos iluminados, arreglarían el mundo, no sólo al Puerto de la Cruz, en menos que canta un gallo; y sin gastar un solo euro.
Publicado en el Periódico EL DIA: 16.08.02
¿Cómo quieren ver al Puerto de la Cruz, vestido de gala siempre, pulido y falsamente maquillado? El encanto de una ciudad que atrae poderosamente, es, a veces, el desorden de sus elementos: una calle medio rota; casas deterioradas por la erosión del tiempo; un bohemio hablando con las estrellas; un perro haciendo sus necesidades fisiológicas donde le cuadró; bulla que sale de un bar - restaurante, donde sus clientes cantan alegremente baladas románticas de ayer. Algún mendigo pidiendo para comer lo que le sobra a tantos glotones; un anciano subiéndose la cremallera de la bragueta; niños jugando y corriendo en todas las direcciones, gastando energías... Dos individuos discutiendo en cualquiera esquina; una pareja de jóvenes besándose mimosamente. Etc., etc. Vida, movimiento, ilusión, penas y alegrías, locos sueltos... Que nuestro Puerto de la Cruz, no es una ciudad "dormitorio". Es todo lo contrario, aquí se viene a pasarlo bien, (a costa del sufridor) a gozar veladas alegres, a compartir con la juventud esa alegría que contagia y nó a ponerles faltas y cortapisas, ni hacer estúpidas especulaciones comparativas. Quienes hayan viajado y visto mundo, lo saben mejor que nadie. Pocas ciudades hay, que se preocupen por mantenerla limpia, como lo hacemos nosotros; lo triste es que cuidamos lo nuestro y luego vienen algunos "desaprensivos" de otros lugares, a ensuciarla; y todavía tienen el cinismo de quejarse por cualquier simpleza. Sinceramente, quienes hayan viajado, repito, habrán visto estampas más lamentables de las que pudieran aparecer aquí. (¿?)
Da gusto, cuando nos tropezamos con personas foráneas, y nos confiesan
la satisfacción que sienten, al haber acertado eligiendo como destino turístico este "hermoso" lugar, nuestra envidiable isla de Tenerife. Nos llena de orgullo -un orgullo sano- oírles decir, que en realidad somos afortunados con tener lo que tenemos, que podemos presumir de ser privilegiados. Como en todas las grandes ciudades turísticas, hay cosas bellas, no por ser modernas, que también son bellos los rasgos que asoman en las zonas antiguas de las mismas, que hablan de su historia, nostálgicos resquicios que invitan a la contemplación y a la misma evocación... Por suerte, en Puerto de la Cruz, aún hay lugares de esos, que embriagan por sus bellezas y el sentido histórico de las mismas. Atributos heredados y no importados, que, a los que amamos lo nuestro nos gusta y es bueno que sea así. Historicamente, pésele a quién le pese, nuestra ciudad, es el lugar preferido de muchos...
Algo debe tener este lugar, que despierta tanta ilusión en aquellos que nos visitan; y dicen, no comprender la habitual indiferencia de tantos portuenses que niegan, sistemáticamente, nuestros valores naturales. Debe ser cosas de la política usurera.
PUERTO DE LA CRUZ LO TIENE TODO
Acabaron con los gallos domésticos, porque molestaba que cantaran cada madrugada e hiriesen los sentidos a los trasnochados turistas, víctimas de sus resacas etílicas. Acabaron con las parrandas callejeras, las célebres serenatas... Etc., etc. ¿Qué más quieren? A los portuenses nos gusta la fiesta, somos positivos. ¡Eso es salud! Lo contrario es lamentable. Mas, para complacer a las personas que buscan la absoluta tranquilidad, existen pueblos cercanos y ciudades tranquilas, donde puedan disfrutar de un placentero descanso y el sueño profundo deseado. Aquí, lo que hay que hacer, es, presentar cara acorde a las circunstancias, que los malhumorados sólo crean problemas, máxime si son los clásicos inadaptados, que, por más que reciban bienestar, nunca están a gusto, ni con ellos mismos.
Puerto de la Cruz es una ciudad limpia y así la queremos los portuenses y el mayor porcentaje de aquellos que nos visitan. Es una ciudad de ocio y de recreo, donde las horas transcurren felices, donde viene la gente a divertirse, a olvidar... No es un "sanatorio", aquí se viene a gozar y a pasarlo bien. Sin embargo, también es remanso de paz, alternativamente. Las gentes vienen ilusionadas y a llevarse buenos recuerdos y repetir la próxima vez... No sorprende ver a personas mayores disfrutando, en las plazas públicas, por las calles, tiendas y bares, en las salas de fiesta y hasta bien entrada la noche. Para la vida que quieren hacer, los que aspiran animarse, no hay tantos problemas de orden público, ni las calles amanecen tan sucias. Viajen a otros lugares para que se asusten y no hablen tanta paja de nuestra privilegiada isla de Tenerife.
Puerto de la Cruz lo tiene todo, si se le observa con buenos ojos. ¿A que sí? En todas las épocas hubo problemas, no más hoy que ayer, o viceversa. Analizando la situación actual de nuestra ciudad, insisto, hay un desdoblamiento sociológico injustificable, pero cierto. Nunca caótico. La ciudad ha crecido "exageradamente". Analicemos: En una misma calle de corta longitud, hay muchos comercios iguales, del mismo ramo. Todos no pueden prosperar a la vez, unos salen adelante y algunos arrojan la toalla, porque no hay tantos clientes y es más la oferta que la demanda. Luego, pues, es compresible el enfado, pero no justificado. Imaginémonos que aquí inaguren tres explotaciones iguales al Loro Parque, es obvio que las ganancias del primero mermarían, pero al final se iban a pique los que menos capital tengan. Y así muchos ejemplos. Y, siempre no va a ser culpa del Equipo que esté gobernando, el que las cosas no marchen a gusto de todos. ¿Qué ha habido muchos impuestos?, ya se arreglará eso... Fueron necesarios para atender los gastos de infraestructuras, etc.
Puerto de la Cruz, necesita más comprensión y sobre todo solidaridad por parte de sus moradores, tanto portuenses como extranjeros que viven y trabajan aquí. Muchos de los cuales, no saben hacer otra cosa que protestar por "sistema" tanto política como socialmente. Siempre ha sido así. No se fijan en las cosas buenas que se han hecho, sólo en los desperfectos provocados intencionalmente por algunos desaprensivos… y por que no ha habido dinero ni tiempo para enmendarlos. Cada uno de esos inadaptados, socialmente, listillos iluminados, arreglarían el mundo, no sólo al Puerto de la Cruz, en menos que canta un gallo; y sin gastar un solo euro.
Publicado en el Periódico EL DIA: 16.08.02
IDENTIDAD DE UN AYER: NOSTALGIAS…
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Ver pasar el tiempo desde la apacible soledad implica tener sapiencia, que saber esperar dice más que la imprudencia... Nos demuestra nuestra justa capacidad de aceptar lo que va pasando...
Disfruté de la amena compañía de don Luis Matheu Muñoz, hombre muy querido en esta acogedora ciudad del Puerto de la Cruz, donde reside hace más de cincuenta años y que procede de la encantadora Cádiz de España. Aquí la gente buena y trabajadora tiene un puesto privilegiado " venga de donde venga " y como la virtud de la bondad siempre ha escaseado, no queremos desprendernos de ellos si tenemos la suerte de descubrirles.
Permítanme hablar de este hombre, un señor bueno y sencillo.
Fue por pura coincidencia que le viéramos cuando íbamos, mi esposa y yo, hacia la maravillosa Plaza de Europa, recientemente inaugurada, y obviamente nos acercamos a él para saludarle. Por esas razones que nos obligan a distanciarnos involuntariamente: el trabajo, no transité como lo hiciera antes, su recordada casa a pocos metros de donde yo vivía en la calla Esquivel, la del referido amigo calle Benjamín J Miranda núm. 7. Era nuestro barrio un núcleo urbano donde todos nos conocíamos y nos respetábamos. Desde cuando yo era un muchacho, las familias que vivían en ese señalado entorno siempre me inspiraban respeto que a posteriori se traducía en cariño incondicional hacia pequeños y adultos que nos mantenía unidos... Creo que ese sentimiento me lo transmitieron todos por igual y me lo inculcaron también, sin lugar a dudas, los magníficos y rectos consejos " y ejemplos " que recibiera de mis queridos y añorados padres.
Recuerdo que uno tenía en la calle tantas oportunidades de aprender el bien como lo hallara en la mejor de las Escuelas. En la calle estaba la otra cara de la moneda, la verdad iba completamente desnuda, dando tumbos en todas direcciones; y podíamos calcular las privaciones y el desencanto de algunos, los problemas de tantos y satisfacciones de otros viviendo en la opulencia... Luego, podíamos hacer esas valoraciones que también contribuían, de alguna manera, a una toma de conciencia estimable y práctica, que eran lecciones para aprenderlas y no olvidarlas jamás. Se respetaba el dolor ajeno y con espíritu solidario se prestaba la ayuda posible y de acuerdo a las circunstancias y posibilidades de cada uno. La caridad y el amor al prójimo eran como un eco persistente que llegaba suplicante de todas partes... Hoy en día nadie quiere oír hablar de estas cosas que les resultan repugnantes, prefieren olvidarlas, pero en el subconsciente de cada cual existe el temor que nadie confiesa...
Don Luis, por decir un ejemplo, como cualquier otro padre de familia en nuestros pueblos, podía " enseñarnos " desde buenas formas de comportamiento, hasta el respeto que le debemos a todos los demás. Había un concepto del amor hacia los viejos, fueran de la condición social que fueran, ya inimitable. Hasta los mendigos tenían que ser respetados y si fuera posible, como ya dije antes, asistidos con la ternura y el cariño que a ellos tanto les hacía falta. Todos éramos dignos de consideración y por todos había siempre que luchar, hacer algo positivo o reparador: Un saludo sociable cuando correspondiera. Una reverencia si era oportuna. Una sonrisa justificada. El borde interno de las aceras... Un puesto para sentarse en los medios de transportes públicos... En los salones de espectáculos cedíamos la butaca o la silla a las damas o personas mayores... En la iglesia... En las plazas públicas o centros de recreo... En las colas para comprar localidades... A los accidentados o enfermos. Con los animales y las plantas. Había sensibilidad. Los niños se dejaban querer... En verdad, no había tanta maldad como hoy, tantas competencias. Y no es otra cosa que la lucha por la subsistencia en un mundo que agoniza y que ha perdido los estribos en su alocada carrera hacia el fracaso, ello inevitablemente. Se han perdido los valores éticos y espirituales. Todos lo sabemos.
Viendo hacia el mar, desde la amplia terraza, nos parecía que estuviéramos navegando sobre sus aguas y a la vez, que fuéramos anclados en la misma orilla, cerca de la escollera próxima al muelle, típico y viejo, muelle pesquero que tanto nos dice su pequeña dársena; y cuando suben las olas a bañar las arenas negras de su atractiva playa.
La mar estaba serena y el cielo azul, se reflejaba en ella, transmitiéndole el calor y su luz clara y celeste. Los tres fuimos deshilando anécdotas sucesivamente, una tras otra... Mientras, y al mismo tiempo, yo vivía un sentimiento de placer y angustia, no queriendo repetir esas vivencias de antaño, y disimulaba mi profunda emoción fijándome con insistencia en el mar que se alargaba, parecía infinito y enorme hasta llegar al lejano horizonte. Como queriendo seguir los pasos de mis pensamientos que huían e inexorablemente arrancaban del pasado. Tantas cosas bellas " tanta inocencia " mas, insistimos, queríamos observarlo todo, rememorando determinadas secuencias en esos instantes evocadas con transparente ternura. Queríamos seguir recordando, a pesar de querer evitar entrar en determinados episodios del pasado... Esa es la diferencia entre unos y otros recuerdos (aunque hoy para las personas mayores ese sea el pulso de nuestras vidas), y les reservamos un lugar preferido, donde por nada, ni nadie, sean perturbados. Los otros no importa verles aireados en las tertulias entre viejos amigos y al amparo de la ilusión perdida, o buscándola tal vez entre añoradas quimeras, entre protesta y cariño. Como buscando aquel calor otra vez en cada uno de los recuerdos. Que cuando vienen son como las brisas que nos acarician tan deliciosamente... Pero los otros son los recuerdos del alma... Que nadie turbe su dulce sueño, que un día " cuando sea el encuentro, al final de estos pobres día...", se volverá a reanudar allá en la otra vida, el compromiso amoroso de estar siempre juntos, indefinidamente... Qué bello amanecer nos espera. Y qué grato vivir con nuestra fe cristiana, sabiendo esperar y con el consuelo enternecedor de saber que no estamos delirando... Cuando nos separamos, pues don Luis tenía que hacer otras cosas (aunque fuera domingo), me quedé pensando: - Qué viejo y hermoso es el mar y qué testigo tan fiel... La brisa apacible, como un airecillo riente y fresco, me rozó el cuerpo. Con vehemente ternura me acarició dejándome pues, en la indefensión y solo, con mis recuerdos y los temores que uno siente en estas ocasiones, cuando se piensa " seriamente " en la soledad de los demás y en todas esas cosas que se nos pasan por la mente.
Agarré fuertemente a mi esposa y fiel compañera del brazo y tratando de animar a mis pasos, nos echamos andar, interrumpiendo el paseo por el hermoso litoral... Nos fuimos en silencio, sin pronunciar palabra.
Publicado en el Periódico El Día: 09.o4. 1993
Disfruté de la amena compañía de don Luis Matheu Muñoz, hombre muy querido en esta acogedora ciudad del Puerto de la Cruz, donde reside hace más de cincuenta años y que procede de la encantadora Cádiz de España. Aquí la gente buena y trabajadora tiene un puesto privilegiado " venga de donde venga " y como la virtud de la bondad siempre ha escaseado, no queremos desprendernos de ellos si tenemos la suerte de descubrirles.
Permítanme hablar de este hombre, un señor bueno y sencillo.
Fue por pura coincidencia que le viéramos cuando íbamos, mi esposa y yo, hacia la maravillosa Plaza de Europa, recientemente inaugurada, y obviamente nos acercamos a él para saludarle. Por esas razones que nos obligan a distanciarnos involuntariamente: el trabajo, no transité como lo hiciera antes, su recordada casa a pocos metros de donde yo vivía en la calla Esquivel, la del referido amigo calle Benjamín J Miranda núm. 7. Era nuestro barrio un núcleo urbano donde todos nos conocíamos y nos respetábamos. Desde cuando yo era un muchacho, las familias que vivían en ese señalado entorno siempre me inspiraban respeto que a posteriori se traducía en cariño incondicional hacia pequeños y adultos que nos mantenía unidos... Creo que ese sentimiento me lo transmitieron todos por igual y me lo inculcaron también, sin lugar a dudas, los magníficos y rectos consejos " y ejemplos " que recibiera de mis queridos y añorados padres.
Recuerdo que uno tenía en la calle tantas oportunidades de aprender el bien como lo hallara en la mejor de las Escuelas. En la calle estaba la otra cara de la moneda, la verdad iba completamente desnuda, dando tumbos en todas direcciones; y podíamos calcular las privaciones y el desencanto de algunos, los problemas de tantos y satisfacciones de otros viviendo en la opulencia... Luego, podíamos hacer esas valoraciones que también contribuían, de alguna manera, a una toma de conciencia estimable y práctica, que eran lecciones para aprenderlas y no olvidarlas jamás. Se respetaba el dolor ajeno y con espíritu solidario se prestaba la ayuda posible y de acuerdo a las circunstancias y posibilidades de cada uno. La caridad y el amor al prójimo eran como un eco persistente que llegaba suplicante de todas partes... Hoy en día nadie quiere oír hablar de estas cosas que les resultan repugnantes, prefieren olvidarlas, pero en el subconsciente de cada cual existe el temor que nadie confiesa...
Don Luis, por decir un ejemplo, como cualquier otro padre de familia en nuestros pueblos, podía " enseñarnos " desde buenas formas de comportamiento, hasta el respeto que le debemos a todos los demás. Había un concepto del amor hacia los viejos, fueran de la condición social que fueran, ya inimitable. Hasta los mendigos tenían que ser respetados y si fuera posible, como ya dije antes, asistidos con la ternura y el cariño que a ellos tanto les hacía falta. Todos éramos dignos de consideración y por todos había siempre que luchar, hacer algo positivo o reparador: Un saludo sociable cuando correspondiera. Una reverencia si era oportuna. Una sonrisa justificada. El borde interno de las aceras... Un puesto para sentarse en los medios de transportes públicos... En los salones de espectáculos cedíamos la butaca o la silla a las damas o personas mayores... En la iglesia... En las plazas públicas o centros de recreo... En las colas para comprar localidades... A los accidentados o enfermos. Con los animales y las plantas. Había sensibilidad. Los niños se dejaban querer... En verdad, no había tanta maldad como hoy, tantas competencias. Y no es otra cosa que la lucha por la subsistencia en un mundo que agoniza y que ha perdido los estribos en su alocada carrera hacia el fracaso, ello inevitablemente. Se han perdido los valores éticos y espirituales. Todos lo sabemos.
Viendo hacia el mar, desde la amplia terraza, nos parecía que estuviéramos navegando sobre sus aguas y a la vez, que fuéramos anclados en la misma orilla, cerca de la escollera próxima al muelle, típico y viejo, muelle pesquero que tanto nos dice su pequeña dársena; y cuando suben las olas a bañar las arenas negras de su atractiva playa.
La mar estaba serena y el cielo azul, se reflejaba en ella, transmitiéndole el calor y su luz clara y celeste. Los tres fuimos deshilando anécdotas sucesivamente, una tras otra... Mientras, y al mismo tiempo, yo vivía un sentimiento de placer y angustia, no queriendo repetir esas vivencias de antaño, y disimulaba mi profunda emoción fijándome con insistencia en el mar que se alargaba, parecía infinito y enorme hasta llegar al lejano horizonte. Como queriendo seguir los pasos de mis pensamientos que huían e inexorablemente arrancaban del pasado. Tantas cosas bellas " tanta inocencia " mas, insistimos, queríamos observarlo todo, rememorando determinadas secuencias en esos instantes evocadas con transparente ternura. Queríamos seguir recordando, a pesar de querer evitar entrar en determinados episodios del pasado... Esa es la diferencia entre unos y otros recuerdos (aunque hoy para las personas mayores ese sea el pulso de nuestras vidas), y les reservamos un lugar preferido, donde por nada, ni nadie, sean perturbados. Los otros no importa verles aireados en las tertulias entre viejos amigos y al amparo de la ilusión perdida, o buscándola tal vez entre añoradas quimeras, entre protesta y cariño. Como buscando aquel calor otra vez en cada uno de los recuerdos. Que cuando vienen son como las brisas que nos acarician tan deliciosamente... Pero los otros son los recuerdos del alma... Que nadie turbe su dulce sueño, que un día " cuando sea el encuentro, al final de estos pobres día...", se volverá a reanudar allá en la otra vida, el compromiso amoroso de estar siempre juntos, indefinidamente... Qué bello amanecer nos espera. Y qué grato vivir con nuestra fe cristiana, sabiendo esperar y con el consuelo enternecedor de saber que no estamos delirando... Cuando nos separamos, pues don Luis tenía que hacer otras cosas (aunque fuera domingo), me quedé pensando: - Qué viejo y hermoso es el mar y qué testigo tan fiel... La brisa apacible, como un airecillo riente y fresco, me rozó el cuerpo. Con vehemente ternura me acarició dejándome pues, en la indefensión y solo, con mis recuerdos y los temores que uno siente en estas ocasiones, cuando se piensa " seriamente " en la soledad de los demás y en todas esas cosas que se nos pasan por la mente.
Agarré fuertemente a mi esposa y fiel compañera del brazo y tratando de animar a mis pasos, nos echamos andar, interrumpiendo el paseo por el hermoso litoral... Nos fuimos en silencio, sin pronunciar palabra.
Publicado en el Periódico El Día: 09.o4. 1993
VIEJOS RETALES PORTUENSES Y LA REALIDAD ACTUAL
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(I)
En el mes de noviembre se van acumulando los grises nubarrones, desde el ancho mar hasta la cumbre, para estacionarse sobre la parte alta del Valle; pasando primero por toda la ladera desde Punta de Teno, cubriendo la cordillera norte hasta ocultar por completo al Lance de Icod El Alto, del Municipio de Los Realejos, y vertiginosamente hacia arriba hasta el Teide, visto desde el Puerto de la Cruz, que no llega a ensombrecerse y permanece su cielo limpio mirando al mar casi todo el año bañado del sol radiante que alegra indescriptiblemente su cálida orografía. Se mantiene con modernas instalaciones hoteleras y asentamiento recreativos y de ocio, tan necesarios para complacer y armonizar la demanda turística a la cual se debe y que acoge cada año senturias de miles de forasteros que vienen amparados de nuestras excelencias urbanísticas. Curioso, antes se ganaba más dinero, comparativamente, y los visitantes se iban contentísimos, e incluso volvían. Hubo menos lujo y mejor atención al cliente... Recordemos, simplemente, los Bares y Restaurantes, siempre estaban llenos, la gente manejaba dinero porque lo ganaban bien, los trabajadores se hicieron sus casas, los negocios eran rentables, los Bancos prestaban dinero a intereses bajos. El sector de la construcción se movía ilusionado. Las tiendas de comestibles y de tejidos, lencería, peleterías, todo el mundo trabajaba. Los taxistas eran felices, no me digan que no, ni me vengan con el cuento de que la ambición mató a la Vaca de Oro, ella acabó de muerte natural y otros factores que no podemos obviar y que fueron imperativos ajenos a nuestros deseos y escasas posibilidades económicas. Pero, que habrá vacas gordas, no lo duden, hoy se perfilan nuevos horizontes y alentadores aires... No hay mal que dure cien años… esta “natural” crisis pasará como antes superamos otras tantas crisis. Aún no se le han tensado suficientemente las cuerdas de la Banca para que de una vez revienten y renazca la confianza en el sector empresarial sin necesidad de ayuda de nadie. Confianza es lo que falta para que genere la inversión privada y hasta pública y el motor de nuestra economía arranque. Pero aún hay que apretar algunas tuercas más. Mientras esperamos pacientemente, no bajemos la guardia, cuidemos lo poco que nos queda y no olvidemos que la impertinente crisis es mundial sólo que todos no saben luchar igual para poder contener sus nefastos efectos.
El Puerto de la Cruz, aunque siga siendo el lugar por excelencia y "puerto seguro" de la avalancha turística internacional existente, tiene otra importancia añadida. Es un lugar entrañable y acogedor, con tipísmo y solera y una condición social poco común. Pero, sólo eso no le basta al turismo, que con cuatro perras en los bolsillos, quieren conquistar el Paraíso; sin que jamás se les haya negado nada, y a ese precio, ¿que más podemos darles nosotros?, sin embargo dejamos abiertas nuestras puertas...
El Puerto de la Cruz de los años de la fama como Meca Internacional del Turismo, que por suerte, aún hoy sigue siendo apetecible por sus variados encantos era como un sueño... Hoy, sólo recordándole podemos recrearnos en él, con sus casitas terreras próximas al mar unas, las otras dispersas por los campos formando núcleos de familias de agricultores y ganaderos, o asalariados que fueron constituyendo los barrios. Aún quedan algunos vestigios de aquellos primeros años de laborioso empuje de esa época. Las casas enjalbegadas de blanco y las que no tenían azoteas lucían los rojos tejados, que hacía resaltar el verde de las ventanas a las que se les adjuntaban los pequeño y disimulados postigos abiertos hacia arriba y afuera, las puertas de doble hoja y ventana adosada. Los geranios crecían como por encantamiento por doquiera, los sembraban en macetas, en los muros o simplemente en cacharros de latón que luego colgaban en los lugares idóneos para alegrar el entorno con sus expresivos colores que comunicaban alegría y personalizaban las viejas costumbres. ¡Y cómo olían entonces los geranios aquellos! Luego las calles, todas ellas empedradas con piedras de nuestras canteras de la zona sur contorneadas con estilo y maestría, guarnecidas por los altos adoquines que bordeaban las aceras peatonales.
De la unión entre piedra y piedra nacía la pequeña hierba que en su conjunto y en los días invernales daban ese toque primitivo de las cosas viejas que agradan por su simplicidad, algunas, otras por su espontanea presencia y abandono, como un signo natural propio del lugar... Los rebaños de cabras bajando por los callejones, igualmente empedrados, sirviéndose de la hierba más crecida y dejando atrás, como los burros y las bestias, los inevitables excrementos que perfumaban junto al olor del orín la corriente suave del aire que cruzara el transitado camino.
Y aquellos carros de tracción humana, algunos, otros arrastrados por el animal, el medio de transporte más usual, tanto para el reparto de la leche, el pan, la leña, el carbón, mercancías, como los productos del campo. También para la recogida de los desechos, basuras, etc. Entonces era normales esos usos y costumbres y daban tal encanto al ambiente que al evocar hoy esas circunstancias valoradas como únicos recursos para la supervivencia nuestra, yo le doy un valor extraordinario, aparte del sentimental ante nuestro alejamiento en el tiempo.
(II)
El Puerto de la Cruz, aunque siga siendo el lugar por excelencia y "puerto seguro" de la avalancha turística internacional existente, tiene otra importancia añadida. Es un lugar entrañable y acogedor, con tipísmo y solera y una condición social poco común. Pero, sólo eso no le basta al turismo, que con cuatro perras en los bolsillos, quieren conquistar el Paraíso; sin que jamás se les haya negado nada, y a ese precio, ¿que más podemos darles nosotros?, sin embargo dejamos abiertas nuestras puertas...
El Puerto de la Cruz de los años de la fama como Meca Internacional del Turismo, que por suerte, aún hoy sigue siendo apetecible por sus variados encantos era como un sueño... Hoy, sólo recordándole podemos recrearnos en él, con sus casitas terreras próximas al mar unas, las otras dispersas por los campos formando núcleos de familias de agricultores y ganaderos, o asalariados que fueron constituyendo los barrios. Aún quedan algunos vestigios de aquellos primeros años de laborioso empuje de esa época. Las casas enjalbegadas de blanco y las que no tenían azoteas lucían los rojos tejados, que hacía resaltar el verde de las ventanas a las que se les adjuntaban los pequeño y disimulados postigos abiertos hacia arriba y afuera, las puertas de doble hoja y ventana adosada. Los geranios crecían como por encantamiento por doquiera, los sembraban en macetas, en los muros o simplemente en cacharros de latón que luego colgaban en los lugares idóneos para alegrar el entorno con sus expresivos colores que comunicaban alegría y personalizaban las viejas costumbres. ¡Y cómo olían entonces los geranios aquellos! Luego las calles, todas ellas empedradas con piedras de nuestras canteras de la zona sur contorneadas con estilo y maestría, guarnecidas por los altos adoquines que bordeaban las aceras peatonales.
De la unión entre piedra y piedra nacía la pequeña hierba que en su conjunto y en los días invernales daban ese toque primitivo de las cosas viejas que agradan por su simplicidad, algunas, otras por su espontanea presencia y abandono, como un signo natural propio del lugar... Los rebaños de cabras bajando por los callejones, igualmente empedrados, sirviéndose de la hierba más crecida y dejando atrás, como los burros y las bestias, los inevitables excrementos que perfumaban junto al olor del orín la corriente suave del aire que cruzara el transitado camino.
Y aquellos carros de tracción humana, algunos, otros arrastrados por el animal, el medio de transporte más usual, tanto para el reparto de la leche, el pan, la leña, el carbón, mercancías, como los productos del campo. También para la recogida de los desechos, basuras, etc. Entonces era normales esos usos y costumbres y daban tal encanto al ambiente que al evocar hoy esas circunstancias valoradas como únicos recursos para la supervivencia nuestra, yo le doy un valor extraordinario, aparte del sentimental ante nuestro alejamiento en el tiempo.
(II)
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Cuando hablamos de un pueblo marinero, debemos siempre tener en cuenta esa peculiar circunstancia que no puede ser omitida, por que al final se delata... es esencia particular que emana de un sentimiento íntimo y racional, y por supuesto, que estamos obligados a respetar. Por su historia, ese tiempo que pasó y representa para sus protagonistas algo tan sagrado, como el más exigente culto, por que forma parte de una época memorable para ellos, por que en esas páginas están impresos muchos sacrificios, muchas lágrimas y sinsabores... El hombre de la mar, ¡Por Dios! pienso, debe ser intocable, en el sentido de su descrédito, y sí, por el contrario aceptados con sus defectos, con sus escasos niveles culturales (eso era antes) con sus escasas capacidades intelectuales, y premiarles por su valentía, que es suficiente como para recordarles con especial ternura. Que nadie difame, ni haga reprobaciones cretinas de los hombres de la mar. Y en el caso de mi pueblo, de mi respetable Ranilla, mucho menos, por que peca de grosero y sucio y no debe tener buenos sentimientos para con los demás... ¡Cuánto menos, si es un hijo del Puerto de la Cruz!
Volvamos pues, a dónde nos quedamos en el anterior episodio.
¿Y quién no recuerda a los vendedores del Periódico, gritando la última noticia por las calles a la salida de los primeros ejemplares, que llegaban aquí dos o tres horas más tarde, por las distancias, desde los talleres de impresión?
Falta el canto del gallo en las apacibles madrugadas. Qué grato oírles desde la cama, el eco se repetía y se perdía en la lejanía. Aquí ya no hay gallos (de pico corvo y cresta, se entiende) molestaban al turismo y alguien dio la orden de acabar con ellos, como con los cochinos de rabo corto, otros en cambio fueron disculpados... Y también prohibieron aquellas extasiadas parrandas bajo la luz de la luna, al pie del balcón o la pequeña ventana, dedicada a la muchacha amada... Su música llegaba como una suave caricia hasta la almohada, como no queriendo turbar el sueño y sí, despertar un sentimiento tan profundo como los deseos del galante trovador. A veces, hasta en pleno mes de septiembre "llovía" algún cubo de agua, pero sólo saber que lo habían logrado admitía con placer la refrescante mojada, súbita e inoportuna. A la misma hora comenzaban a oírse el ruido de las escobas de hojas de palmera de los barrenderos de entonces, que junto al sonido agudo, impertinente y monótono del grillo macho, que con sus inquietas alas, duras y cortas producen ese molesto y típico canto que quita el sueño, trastocando como una queja melancólica el silencio de la noche. Cuando el pueblo amanecía estaba tan limpio de basuras que se podía uno sentar en el borde de las aceras sin ensuciarse el pantalón. Han visto como están las aceras hoy día y el pavimento de las plazas públicas, de los odiosos chicles, ello da verdadera pena, y eso no ocurre solamente en Canarias y nos vino de afuera...
Había menos porquería que hoy, o tal vez más espacios abiertos, donde a falta de urinarios públicos y propagandísticas papeleras, la gente a la salida del cine o de los bailes se cuidaban de hacer sus necesidades fisiológicas donde no fuera luego a pasar alguien. Hoy nos orinan hasta en las ruedas de los coches aparcados, y no hay quién los pille...
Y el señor cura era respetado, como los señores carteros, barberos, maestros de escuela, boticarios, etc., todos. Por que antes había "urbanidad". ¡Eso hoy no se conoce! -Y perdonen que emplee palabras raras al expresarme así: “Urbanidad”.
¡Qué diferencia, respetables lectores, es que asombra el cambio!
Volviendo a nuestro pasado, acerquémonos a él, a través del tiempo, a las costas marinas, desde las playas El Ancón, siguiendo luego por la de Martín Alonso (Los Patos), a continuación la de El Bollullo, la de Martiánez, San Telmo, El Penitente, El Muelle Pesquero del Puerto de la Cruz, los bajíos del Peñón, Punta Brava, Los Roques, El Socorro, San Juan de la Rambla, San Marcos y Los Roques de Garachico, etc. El olor de las algas llegaba hasta los pueblos colindantes. No había mayor ilusión que bajar a la playa, la prole completa, con sus casetas de campaña improvisadas con sábanas de dormir y unas cañas... ¡También han sido prohibidas! Y aquellas excursiones a los montes de Las Mercedes y La Esperanza, o a las mismas Cañadas del Teide, a las que íbamos con toda la familia, primero en camiones acondicionados a tal fin, a pasar un día de recreo, tanto viejos, jóvenes, como niños. Llevando la comida hecha y los garrafones de vino y todas esas cosas nuestras indispensables para sentirnos a gusto. No podían faltar las guitarras y los timples, el sombrero de paja ni el paquetito de la baraja para el envite, la mala y la perica, partidos animados con sendos vasos de buen vino. Esos usos y costumbres, también han sido prohibidos. Yo no recuerdo que hubiera incendios en nuestros montes, la pinocha se recogía para su uso, también doméstico, camas para los animales, elaboración del estiércol y otros usos, Pero lo más importante es que no había gente capaz de provocar intencionalmente, algún incendio. Había mucha y buena conciencia a pesar de las diferencias políticas y de clases...
Al cabo del tiempo uno se va sintiendo nostálgico, yo no sé si a todos les pasará igual. Así como recordamos, con tristeza que no ocultamos, de nuestra niñez, cosas ya perdidas en el largo caminos, vivencias de un ayer lejano que dejaron una huella imborrable en nuestra conciencia; también nos vienen, con el mismo sentimiento del recuerdo, todo lo que hicimos ayer, lo bueno y lo malo, por que es así de cierto, y nos sentimos acompañados en los momentos de soledad, como el niño aquél con su primer juguete o el joven que sueña poder llegar a viejo. La vida nos condiciona, a veces duramente para que podamos aceptarla como es, con sus perspectivas halagüeñas y esas otras consecuencias indeseables que nos vienen, avatares infructuosos, desmedidos y crueles, que decimos han sido sin razón alguna, pero que nadie nos oye... Aceptar todo lo que nos viene parece que fuera nuestro destino. Y así, frente a este panorama irreversible sólo nos resta la prudencia, esperar... Y entre tanto, nosotros los que antes hemos vivimos otras situaciones humanas y de diferente reciprocidad social, tenemos un gran consuelo que nadie nos lo puede quitar: los recuerdos.
Si, hoy todo es diferente, más abundancia, lo que genera más complicaciones. El hombre es más egoísta y tiene más de donde echar mano, más oportunidades para robar, engañar al incauto y adulterar la verdad. Hoy la vida más parece un interminable carnaval, aquellos que no llevan caretas puestas la llevan en el corazón. El honor y la vergüenza casi se han perdido. Los pobres cada día que pasa son más pobres. Los Bancos son más usureros cada vez y la vida más difícil vivirla. Con un panorama así, hay que ser muy optimista y fuerte para salir adelante. Sin embargo, aconsejo no tirar la toalla, esto tiene que cambiar para bien. Unamos esfuerzos y seamos un poco más austeros y racionemos un poco el gasto. Nos hemos acostumbrado a vivir como ricos y gastamos más que ellos.
Cuando hablamos de un pueblo marinero, debemos siempre tener en cuenta esa peculiar circunstancia que no puede ser omitida, por que al final se delata... es esencia particular que emana de un sentimiento íntimo y racional, y por supuesto, que estamos obligados a respetar. Por su historia, ese tiempo que pasó y representa para sus protagonistas algo tan sagrado, como el más exigente culto, por que forma parte de una época memorable para ellos, por que en esas páginas están impresos muchos sacrificios, muchas lágrimas y sinsabores... El hombre de la mar, ¡Por Dios! pienso, debe ser intocable, en el sentido de su descrédito, y sí, por el contrario aceptados con sus defectos, con sus escasos niveles culturales (eso era antes) con sus escasas capacidades intelectuales, y premiarles por su valentía, que es suficiente como para recordarles con especial ternura. Que nadie difame, ni haga reprobaciones cretinas de los hombres de la mar. Y en el caso de mi pueblo, de mi respetable Ranilla, mucho menos, por que peca de grosero y sucio y no debe tener buenos sentimientos para con los demás... ¡Cuánto menos, si es un hijo del Puerto de la Cruz!
Volvamos pues, a dónde nos quedamos en el anterior episodio.
¿Y quién no recuerda a los vendedores del Periódico, gritando la última noticia por las calles a la salida de los primeros ejemplares, que llegaban aquí dos o tres horas más tarde, por las distancias, desde los talleres de impresión?
Falta el canto del gallo en las apacibles madrugadas. Qué grato oírles desde la cama, el eco se repetía y se perdía en la lejanía. Aquí ya no hay gallos (de pico corvo y cresta, se entiende) molestaban al turismo y alguien dio la orden de acabar con ellos, como con los cochinos de rabo corto, otros en cambio fueron disculpados... Y también prohibieron aquellas extasiadas parrandas bajo la luz de la luna, al pie del balcón o la pequeña ventana, dedicada a la muchacha amada... Su música llegaba como una suave caricia hasta la almohada, como no queriendo turbar el sueño y sí, despertar un sentimiento tan profundo como los deseos del galante trovador. A veces, hasta en pleno mes de septiembre "llovía" algún cubo de agua, pero sólo saber que lo habían logrado admitía con placer la refrescante mojada, súbita e inoportuna. A la misma hora comenzaban a oírse el ruido de las escobas de hojas de palmera de los barrenderos de entonces, que junto al sonido agudo, impertinente y monótono del grillo macho, que con sus inquietas alas, duras y cortas producen ese molesto y típico canto que quita el sueño, trastocando como una queja melancólica el silencio de la noche. Cuando el pueblo amanecía estaba tan limpio de basuras que se podía uno sentar en el borde de las aceras sin ensuciarse el pantalón. Han visto como están las aceras hoy día y el pavimento de las plazas públicas, de los odiosos chicles, ello da verdadera pena, y eso no ocurre solamente en Canarias y nos vino de afuera...
Había menos porquería que hoy, o tal vez más espacios abiertos, donde a falta de urinarios públicos y propagandísticas papeleras, la gente a la salida del cine o de los bailes se cuidaban de hacer sus necesidades fisiológicas donde no fuera luego a pasar alguien. Hoy nos orinan hasta en las ruedas de los coches aparcados, y no hay quién los pille...
Y el señor cura era respetado, como los señores carteros, barberos, maestros de escuela, boticarios, etc., todos. Por que antes había "urbanidad". ¡Eso hoy no se conoce! -Y perdonen que emplee palabras raras al expresarme así: “Urbanidad”.
¡Qué diferencia, respetables lectores, es que asombra el cambio!
Volviendo a nuestro pasado, acerquémonos a él, a través del tiempo, a las costas marinas, desde las playas El Ancón, siguiendo luego por la de Martín Alonso (Los Patos), a continuación la de El Bollullo, la de Martiánez, San Telmo, El Penitente, El Muelle Pesquero del Puerto de la Cruz, los bajíos del Peñón, Punta Brava, Los Roques, El Socorro, San Juan de la Rambla, San Marcos y Los Roques de Garachico, etc. El olor de las algas llegaba hasta los pueblos colindantes. No había mayor ilusión que bajar a la playa, la prole completa, con sus casetas de campaña improvisadas con sábanas de dormir y unas cañas... ¡También han sido prohibidas! Y aquellas excursiones a los montes de Las Mercedes y La Esperanza, o a las mismas Cañadas del Teide, a las que íbamos con toda la familia, primero en camiones acondicionados a tal fin, a pasar un día de recreo, tanto viejos, jóvenes, como niños. Llevando la comida hecha y los garrafones de vino y todas esas cosas nuestras indispensables para sentirnos a gusto. No podían faltar las guitarras y los timples, el sombrero de paja ni el paquetito de la baraja para el envite, la mala y la perica, partidos animados con sendos vasos de buen vino. Esos usos y costumbres, también han sido prohibidos. Yo no recuerdo que hubiera incendios en nuestros montes, la pinocha se recogía para su uso, también doméstico, camas para los animales, elaboración del estiércol y otros usos, Pero lo más importante es que no había gente capaz de provocar intencionalmente, algún incendio. Había mucha y buena conciencia a pesar de las diferencias políticas y de clases...
Al cabo del tiempo uno se va sintiendo nostálgico, yo no sé si a todos les pasará igual. Así como recordamos, con tristeza que no ocultamos, de nuestra niñez, cosas ya perdidas en el largo caminos, vivencias de un ayer lejano que dejaron una huella imborrable en nuestra conciencia; también nos vienen, con el mismo sentimiento del recuerdo, todo lo que hicimos ayer, lo bueno y lo malo, por que es así de cierto, y nos sentimos acompañados en los momentos de soledad, como el niño aquél con su primer juguete o el joven que sueña poder llegar a viejo. La vida nos condiciona, a veces duramente para que podamos aceptarla como es, con sus perspectivas halagüeñas y esas otras consecuencias indeseables que nos vienen, avatares infructuosos, desmedidos y crueles, que decimos han sido sin razón alguna, pero que nadie nos oye... Aceptar todo lo que nos viene parece que fuera nuestro destino. Y así, frente a este panorama irreversible sólo nos resta la prudencia, esperar... Y entre tanto, nosotros los que antes hemos vivimos otras situaciones humanas y de diferente reciprocidad social, tenemos un gran consuelo que nadie nos lo puede quitar: los recuerdos.
Si, hoy todo es diferente, más abundancia, lo que genera más complicaciones. El hombre es más egoísta y tiene más de donde echar mano, más oportunidades para robar, engañar al incauto y adulterar la verdad. Hoy la vida más parece un interminable carnaval, aquellos que no llevan caretas puestas la llevan en el corazón. El honor y la vergüenza casi se han perdido. Los pobres cada día que pasa son más pobres. Los Bancos son más usureros cada vez y la vida más difícil vivirla. Con un panorama así, hay que ser muy optimista y fuerte para salir adelante. Sin embargo, aconsejo no tirar la toalla, esto tiene que cambiar para bien. Unamos esfuerzos y seamos un poco más austeros y racionemos un poco el gasto. Nos hemos acostumbrado a vivir como ricos y gastamos más que ellos.
NO ES SÓLO LO QUE PARECE, ES LO QUE ES
Con su pasito apurado le vi perderse entre las sombras de la noche; y me quedé pensando en las prisas que llevaba. Dicen las gentes habladoras, que va puntual siempre a enamorar con su elegida, linda trigueña de mirada penetrante y labios frescos que desvelaban todos sus exuberantes encantos. Dicen, que llega puntual a la cita, devorado por sus ansias irrefrenables. Mas, me quedé pensando, cuando yo era joven. De algo me acuerdo, aún. Hay cosas y vivencias que nunca se olvidan, están latentes en el alma, forman parte de nuestra vida. Cuando uno se hace mayor echa de menos la juventud pasada. Es un constante recuerdo de momentos irrepetibles, pero que alimentan al espíritu en la nostalgia y también, suele transmitirnos la sensación de poder abrazarla con el pensamiento, hasta ver traslucir de ella, la imagen que guardamos adentro como un santuario venerado que encerrara aquellos mágicos sueños e ilusiones... También los desamores sufridos y cuantos avatares nos deparó el destino.
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Me quedé pensando en las prisas que siempre le llevan a sus brazos, cada noche, al verle cruzar la línea imaginaria que les separa, hasta verle perderse entre las sombras de la noche.
Y siempre me ocurre igual, me quedo en silencio, pensando largo rato, inmóvil ante la evidencia, ya casi sin fuerzas ni ilusiones que me animen. Meditando y al borde del espinoso camino, alelado y absortos mis pensamientos…
Es imposible olvidar la lozanía de aquellos años y las fuerzas sensacionales que transmitía aquel entusiasmo delirante que nos arropaba, como si nadie pudiera nunca torcer nuestros caminos y nos considerásemos invencibles. Hasta que fuimos cayendo en la cuenta, de que la vida es como un sueño... y la realidad es otra cosa bien distinta. Que el tiempo no se detiene y los golpes duelen. Que las heridas sangran, a veces, indefinidamente. Que no todo es dulzura. Que la hiel es amarga y que el corazón también llora.
Y siempre me ocurre igual, me quedo en silencio, pensando largo rato, inmóvil ante la evidencia, ya casi sin fuerzas ni ilusiones que me animen. Meditando y al borde del espinoso camino, alelado y absortos mis pensamientos…
Es imposible olvidar la lozanía de aquellos años y las fuerzas sensacionales que transmitía aquel entusiasmo delirante que nos arropaba, como si nadie pudiera nunca torcer nuestros caminos y nos considerásemos invencibles. Hasta que fuimos cayendo en la cuenta, de que la vida es como un sueño... y la realidad es otra cosa bien distinta. Que el tiempo no se detiene y los golpes duelen. Que las heridas sangran, a veces, indefinidamente. Que no todo es dulzura. Que la hiel es amarga y que el corazón también llora.
AQUEL ROMÁNTICO NOMBRE DE MUJER…
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Dando vueltas y más vueltas en la Plaza del Charco para hacer algo de ejercicio físico se tornó en actividad mental solapada de los más gratos recuerdos. Casi no me di cuenta del tiempo que transcurría, como en mis años mozos; y mientras observaba muy detenidamente ese amado y representativo entorno portuense donde la memoria aflora con persistente ternura, inevitablemente retornamos a nuestro sentimental pasado. Cada palmera, cada árbol, aquellos bancos de piedra y los de madera de hoy, la pila central de la plaza y su legendaria ñamera… No sé si todos esos sentimentales elementos me hacen más viejo o rejuvenezco, lo cierto es que revivo mi primera juventud y como es natural, uno llega a emocionarse en esos determinados momentos.
Ahora la Plaza está muy distinta, todo ha cambiado y uno mismo, que ya no tenemos las mismas ilusiones, ni las gentes son los mismos. Apenas hallamos personas conocidas, sólo turistas, por suerte para todos.
En los gruesos troncos de los hermosos Laureles de India, descubrí, y a simple vista, un corazón y un nombre de mujer esculpido en su vieja corteza. Deduzco que por las señales y la altura del grabado, esa amorosa señal se ha perpetuado con el tiempo y allí está, ya lejos del alcance de la mano agresiva del hombre, pues es difícil alcanzarle. Y me pregunto: ¿No sería yo el que lo hizo? Repasé el nombre de las amigas de entonces y no recuerdo que fuera de alguna de ellas. Lo cierto es que, más de sesenta años debe tener esa inscripción… Son detalles muy emotivos que evidentemente corroboran mis sensibles motivaciones. Ahora, siempre que paso por allí, por aquel árbol idealizado, testigo solitario de algún gran amor, en silencio le saludo y brindo por ellos y aquel bello nombre de mujer.
También me entretuve viendo a las personas mayores, inocentemente, echándoles migajas de alimentos a las aves que allí pululan, que aquel es su cuartel, y que tanto abundan y tanta hambre pasan. Por momentos y deseché el triste pensamiento, al pensar cuántos seres humanos estarían en esos instantes muriendo de hambre, escarbando las basuras en los estercoleros y la misma tierra, levantando las piedras en busca de algo que echarse a la boca. Por suerte las aves beben y calman su sed con el agua de la pila central, palomas, tórtolas, pájaros y hasta loros verdes. Antes abundaban los pericos y últimamente han desaparecido.
La Plaza del Charco está muy triste y sucia. Las Empresas que más disfrutan de ella explotando sus prósperos negocios, no se preocupan de asearla. Sinceramente, hay un evidente abandono en ese popular entorno, desidia inmerecida... Todos pensarán: ¡Que lo haga el Ayuntamiento! Y en realidad, lo que tendría que hacer nuestro Ayuntamiento portuense, es obligar a conservar “limpia” la zona que explotan. Al menos ese espacio. No hay quien coja una escoba, ni recoja un papel del suelo.
Qué distinta era antes, ¿dónde están los conciertos de música?.. Y como recuerdo al amigo Chano Miranda y su Banda, con qué entusiasmo interpretaban aquellas melodías… Y antes que ellos, otras varias Bandas de música, hicieron sus delicias.
Volviendo al aseo urbano, cualquiera se deprime caminando por nuestras calles, lo que se ve, aún habiendo buena voluntad por parte de nuestros gobernantes. Si los transeúntes no respetan por donde van y si colaboraran un poco más, la mala imagen que podamos hallar iba a ser menos dramática. El visitante que viene por un par de semanas no sabe la lucha que supone tenerlo todo en orden para agradarles, precisamente a ellos, los que más protestan. Por nuestras calles y en nuestras plazas pasean millones de turistas… Año tras año, sin tregua ni descanso. Veamos que se hace.
Perros paseándose ufanamente, a su aire y ensuciando por doquiera, eso sí. Es como quien tiene un fantástico coche y nunca lo asea, sólo esperando a ver si llueve…
Señores, vivimos en el aire. Nuestra principal fuente de trabajo es el Turismo, todo gira en torno a esa bendita alternancia. Aunque no sean hijos de Puerto de la Cruz, igual y por lógica, estamos obligados a adecentar con ilusión su maltrecha figura, la estampa de nuestros negocios, alegrar esos aburridos escaparates que en todo el año siempre dicen lo mismo, es necesario creatividad, iniciativas nuevas. Un oportuno maquillaje y se notaría el efecto positivo que iba a causar en nuestros visitantes. Aunque algunos de ellos, pocos pero sí algunos, sean unos verdaderos guarros, pero eso es inevitable en una gran ciudad conmospolita como es nuestro inimitable Puerto de la Cruz. Lo que sí es evitable es permitir que nuestros visitantes mañana digan en sus ciudades y pueblos de origen que esto es una… Lo digo pero no lo escribo, me duele mucho que lleguemos a esto, cuando siempre fuimos, por todas las excelencias exigibles, el primero y el mejor lugar y destino turístico compartido. Claro, cuando todos nos preocupábamos por ser los mejores y al precio que fuera; y nuestros sacrificios dieron sus frutos.
Si el Ayuntamiento se lo propusiera y obligara a los responsables del orden público a hacerse respetar y obligaran a cumplir las Ordenanzas correspondientes, simplemente que en su trabajo pongan el mismo celo que ponen cuando multan a los coches… ¡Otro gallos nos cantarían!
Casas abandonadas en lamentables aspectos, solares en ruinas, excrementos de animales bípedos y cuadrúpedos, chicles aplastados en las calles y aceras, indigentes buscando qué echarse a la boca, alumnos tirados en las calles en horas de clases a merced de la droga… Plazas donde los pequeños no tienen cabida, atestadas de animales sueltos…Pero eso no ocurre solamente en esta ciudad, hay que ver lo que ocurre allá afuera y de notoria repercusión también. Hagamos de nuestro Valle todo lo que podamos para que vuelva a ser el orgullo de nuestras Islas y podamos ofrecerlo como tal. Cada cual trabajando desde sus respectivas situaciones con el mismo afán y honestidad. Y aquellos que no lo quieran comprender hacerles ver que esto es de todos.
Ahora la Plaza está muy distinta, todo ha cambiado y uno mismo, que ya no tenemos las mismas ilusiones, ni las gentes son los mismos. Apenas hallamos personas conocidas, sólo turistas, por suerte para todos.
En los gruesos troncos de los hermosos Laureles de India, descubrí, y a simple vista, un corazón y un nombre de mujer esculpido en su vieja corteza. Deduzco que por las señales y la altura del grabado, esa amorosa señal se ha perpetuado con el tiempo y allí está, ya lejos del alcance de la mano agresiva del hombre, pues es difícil alcanzarle. Y me pregunto: ¿No sería yo el que lo hizo? Repasé el nombre de las amigas de entonces y no recuerdo que fuera de alguna de ellas. Lo cierto es que, más de sesenta años debe tener esa inscripción… Son detalles muy emotivos que evidentemente corroboran mis sensibles motivaciones. Ahora, siempre que paso por allí, por aquel árbol idealizado, testigo solitario de algún gran amor, en silencio le saludo y brindo por ellos y aquel bello nombre de mujer.
También me entretuve viendo a las personas mayores, inocentemente, echándoles migajas de alimentos a las aves que allí pululan, que aquel es su cuartel, y que tanto abundan y tanta hambre pasan. Por momentos y deseché el triste pensamiento, al pensar cuántos seres humanos estarían en esos instantes muriendo de hambre, escarbando las basuras en los estercoleros y la misma tierra, levantando las piedras en busca de algo que echarse a la boca. Por suerte las aves beben y calman su sed con el agua de la pila central, palomas, tórtolas, pájaros y hasta loros verdes. Antes abundaban los pericos y últimamente han desaparecido.
La Plaza del Charco está muy triste y sucia. Las Empresas que más disfrutan de ella explotando sus prósperos negocios, no se preocupan de asearla. Sinceramente, hay un evidente abandono en ese popular entorno, desidia inmerecida... Todos pensarán: ¡Que lo haga el Ayuntamiento! Y en realidad, lo que tendría que hacer nuestro Ayuntamiento portuense, es obligar a conservar “limpia” la zona que explotan. Al menos ese espacio. No hay quien coja una escoba, ni recoja un papel del suelo.
Qué distinta era antes, ¿dónde están los conciertos de música?.. Y como recuerdo al amigo Chano Miranda y su Banda, con qué entusiasmo interpretaban aquellas melodías… Y antes que ellos, otras varias Bandas de música, hicieron sus delicias.
Volviendo al aseo urbano, cualquiera se deprime caminando por nuestras calles, lo que se ve, aún habiendo buena voluntad por parte de nuestros gobernantes. Si los transeúntes no respetan por donde van y si colaboraran un poco más, la mala imagen que podamos hallar iba a ser menos dramática. El visitante que viene por un par de semanas no sabe la lucha que supone tenerlo todo en orden para agradarles, precisamente a ellos, los que más protestan. Por nuestras calles y en nuestras plazas pasean millones de turistas… Año tras año, sin tregua ni descanso. Veamos que se hace.
Perros paseándose ufanamente, a su aire y ensuciando por doquiera, eso sí. Es como quien tiene un fantástico coche y nunca lo asea, sólo esperando a ver si llueve…
Señores, vivimos en el aire. Nuestra principal fuente de trabajo es el Turismo, todo gira en torno a esa bendita alternancia. Aunque no sean hijos de Puerto de la Cruz, igual y por lógica, estamos obligados a adecentar con ilusión su maltrecha figura, la estampa de nuestros negocios, alegrar esos aburridos escaparates que en todo el año siempre dicen lo mismo, es necesario creatividad, iniciativas nuevas. Un oportuno maquillaje y se notaría el efecto positivo que iba a causar en nuestros visitantes. Aunque algunos de ellos, pocos pero sí algunos, sean unos verdaderos guarros, pero eso es inevitable en una gran ciudad conmospolita como es nuestro inimitable Puerto de la Cruz. Lo que sí es evitable es permitir que nuestros visitantes mañana digan en sus ciudades y pueblos de origen que esto es una… Lo digo pero no lo escribo, me duele mucho que lleguemos a esto, cuando siempre fuimos, por todas las excelencias exigibles, el primero y el mejor lugar y destino turístico compartido. Claro, cuando todos nos preocupábamos por ser los mejores y al precio que fuera; y nuestros sacrificios dieron sus frutos.
Si el Ayuntamiento se lo propusiera y obligara a los responsables del orden público a hacerse respetar y obligaran a cumplir las Ordenanzas correspondientes, simplemente que en su trabajo pongan el mismo celo que ponen cuando multan a los coches… ¡Otro gallos nos cantarían!
Casas abandonadas en lamentables aspectos, solares en ruinas, excrementos de animales bípedos y cuadrúpedos, chicles aplastados en las calles y aceras, indigentes buscando qué echarse a la boca, alumnos tirados en las calles en horas de clases a merced de la droga… Plazas donde los pequeños no tienen cabida, atestadas de animales sueltos…Pero eso no ocurre solamente en esta ciudad, hay que ver lo que ocurre allá afuera y de notoria repercusión también. Hagamos de nuestro Valle todo lo que podamos para que vuelva a ser el orgullo de nuestras Islas y podamos ofrecerlo como tal. Cada cual trabajando desde sus respectivas situaciones con el mismo afán y honestidad. Y aquellos que no lo quieran comprender hacerles ver que esto es de todos.
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