Las tradiciones se van perdiendo, aunque quisiéramos negarlo, en cambio hay municipios, como son, Icod de los Vinos y La Guancha, que actualizan esas antiguas tradiciones canarias. La zona Norte de Tenerife siempre fue proclive a continuar esas costumbres, por ejemplo, la víspera de San Andrés, pero fue decayendo el entusiasmo popular, no por aburrido, es que el progreso y las exigencias del mismo obligaron a cambiar las formas y sus contenidos., Aquí, en Puerto de la Cruz, ciudad turística comprometida con la afortunada demanda de turistas actual, ha tenido que frenar aquellos ímpetus festeros. Como número curioso en el ambiente social, no caben dudas, que en otros tiempos fue interesante ver a los ciudadanos haciendo ruidos sin consideración alguna con los cacharros, como si fuera un homenaje a los espíritus y quisiéramos dejar un testimonio histórico que jamás olvidemos; y que nuestros menores lo continúan ejerciendo, pero con cacharros más diminutos, latas de sardinas, de refrescos, de cerveza, de embutidos, etc., desechando aquellos enormes trastos, como eran neveras viejas, camas metálicas antiguas, baños, palanganas y más enseres desechables, que sólo acababan dañando el pavimento de las calles asfaltadas, plazas y demás vías públicas. Conducta improcedente en la época actual, pero si respetamos aquella tradición. Entonces fue cuando aún había calles de tierra y piedra, igual que las plazas y demás medios urbanos, cuando, cuando casi no deteriorábamos el perfil de nuestro viejo Puerto de la Cruz, en cambio alegrábamos el ambiente portuense. Es cierto, son otros tiempos.
También se perdió, localmente, la afición a las peleas de gallos, las sortijas a caballo o en bicicleta, la cría de gusanos de seda, flores artificiales, sin olvidar, por supuesto, los juegos infantiles, cambiados por las maquinitas electrónicas, los teléfonos móviles, los videos juegos y demás artilugios, extendidos hoy en el mundo entero. Ya los niños y niñas no juegan como aquellas inocentes criaturas cuyos entretenimientos eran esas cosas de niños y de niñas, respectivamente, hoy también, costumbres desaparecidas. La vida ha evolucionado considerablemente, a veces, demasiado aprisa y el que pierda el paso lo pasará peor.
Loables tradiciones las nuestras, las pocas que nos quedan ya. Así a las personas mayores nos dicen que estamos desfasados, que nos quedamos muy atrás… Sólo nos queda la experiencia adquirida a lo largo de nuestra vida, que también nos la cuestionan. Pero del dicho a hecho, como otros lo dicen, hay un largo trecho. Siempre acaban pidiéndonos algún consejo y nuestro parecer les resuelve sus pequeños y grandes problemas.
¿Se dan cuenta, dilectos lectores, la cantidad de “parados” cobijados al abrigo de sus mayores, viviendo de su nómina de jubilados? Y serán muchos más si sigue subiendo el mercurio del termómetro laboral. Con la paga de los “desfasados” comen familias sin trabajo de dos desesperadas generaciones. ¡Tanto tiempo en paro! Benditas Pensiones, que no se les ocurra trocearlas con las tijeras de la vergüenza.
Recuerdo años atrás, por estas fechas navideñas, los comercios estaban en un continuo movimiento. Para que nos atendieran había que esperar un buen rato, hoy apenas hayas entrado en los locales comerciales, empleados y los dueños se nos botan encima, solícitos y amables, sonrientes, aunque ocultando la desilusión, el sano cabreo y el natural cansancio de estar todo el día al acecho y sin vender ni una escoba. ¡No es para menos!
¡Y, ojo, mucho ojo abierto! El Gobierno está buscando por doquiera donde sacar tajada. A todos nos tienen controlados y no se resignan a dejar tranquilos, hasta a los que nada tienen; y les quitan hasta los zapatos que tiene puestos. Todos, sin excepción alguna andan acechándonos. Nos van a desnudar hasta en la calle.
¿Habrá remedio para librarnos de esta situación?..
¿Acaso dudan de que volvamos a usar la célebre Cartilla del Racionamiento?
Se de algunos que aún conservan ejemplares de aquella triste Cartilla, presagiando, claro está, que aquellos tiempos volverán.
Y volveremos a ver a los chiquillos rodando por las calles y aceras los famosos arcos; y las latitas de sardinas… Los coches y camiones hechos con alambres, lo que entonces era un lujo.
Pensándolo bien, volver a la pobreza aquella, la lastimosa hambruna y las cholas de esparto, sería muy lamentable, más para aquellos que no sufrieron la pos guerra y sus años siguientes. Los que estamos “desfasados” lo soportaríamos mejor, si no fuera ver sufriendo a los más jóvenes y a los muchachitos… Y hasta pienso, que aún así, no saldríamos de la fastidiosa crisis que estamos en que estamos inmersos. Y los pobres cada vez más infelices y los ricos más ricos. ¡Como siempre ocurre!
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es