13/7/08

Contigo en la distancia de los recuerdos


VENEZUELA aparece hoy en el escenario Internacional sin ocultar la rea­lidad del momento crítico que atraviesa, pagando el precio de una crisis igual a la que su­fren otros países del mundo, en lo social, económico, político, etc. Todos los añadidos que quieran ponerle. Pero es un Pueblo que suena fuerte aún y con imperativos en el co­razón del canario agradecido, y que no debe faltar con su desprendimiento humano que le enaltece como hombre, cuando llega a reconocer " que fue la esperanza" de muchos de noso­tros. No sabíamos a dónde mirar buscando la salida del agobiante laberinto de aquella época de recortadas posibilidades y escasas opciones para un sector social determinado; hoy todo es distinto. Aquí no había qué hacer, esto era desolador y triste y Canarias quería Vida y Progreso. La situación económica fue tan difícil y estaba tan ennegrecida, que hubo gente, bastantes, que tuvieron que salir fuera a buscar las ayudas pertinentes que les permitieran poder subsistir. Le duela a quien le duela, por que ya lo tuvieran olvidado. Yo viví esos momentos y a pesar de mi corta edad de entonces, lo recuerdo perfectamente. Y sin necesitarlo tanto, ya que mi familia se defendía bien, íbamos escapando, como se suele decir. Mas, por dignidad personal (mi padre trabajaba mucho y era él sólo para todos nosotros) y por considerarlo justo me enrolé en aquel éxodo de aventureros y sin una preparación básica, en lo que a mí se refiere. Sólo con el coraje y con la esperanza de que Dios me ayudara... Íbamos a pasar por lo que fuera y a dejar la vida, como la han dejado tantos, si fuera necesario. Pero por suerte estoy aquí para poder contarlo, y tengo mucho que decir ya que callarlo sería de mi parte despreciar mis propias vivencias, a parte de rayar en la cobardía.

Es básico para comprender a ese país y su gente, antes que nada, reconocer lo que ha representado durante tantísimos años para nosotros y viceversa, que algo y mucho les hemos dejado, pero nos lo han pagado con creces ofreciéndonos sus patios y terrazas, podemos decirlo así, tan llanamente. Nosotros los canarios para el venezolano somos una excepción y nos identificamos mutuamente sin el menor esfuerzo, además con ganas, ellos quieren imitarnos y nosotros a ellos. Es que somos así y no dudo que lo que digo no les guste a otras personas, tanta entrega, tanta coba y querer imitarles... Ya dije antes, hay que reconocer lo que representaron para nosotros, para muchísimas familias de estas Islas, dándonos una mano cuando al borde de la desesperación nadie nos podía ayudar y máxime si te veías allá sólo, sin trabajo ni un techo donde dormir... Quien no haya pasado por todo eso y mucho más, no tiene una base con fundamentos para molestarse por lo que yo pueda decir. Seguro que si le pregunta a algún familiar o amigo que haya estado fuera de casita, por esos lugares... les iba a decir, que no he dicho nada, o he dicho muy poco. Cada año, aquí me entero del fallecimiento de buenos amigos ausentes y no son todos los que no vienen porque no les alcanza para pagarse el viaje, son muchísimos los que lo desean y no pueden. Eso sí, ¿pero, qué me dicen de aquellos que sí viven en la abundancia y en lujosas quintas?.. Esos echaron raíces allá, digo esto para reseñar que se adaptaron plácidamente al medio social de aquel país, sin recelos ni temores, y que hoy disfrutan viendo a sus hijos y nietos destacándose con estupendas carreras universitarias, buenos puestos de trabajo y muchos de ellos con más familiares allá que aquí. Venezuela no les defraudó, les dio la oportunidad y hoy comparten entre sí el trabajo, los problemas sociales, económicos y todo lo demás. No hay razón para que no sea así y la gente que vive allá tienen la certeza de que las cosas se arreglarán, yo creo que si, es lo que deseamos todos los que entendemos sus necesidades como las propias nuestras y sabemos esperar, dándole al martillo sin cesar y mirando siempre adelante, el campesino en el campo, cada cual en sus puestos, a ver si las cosas cambian para el bien de todos... Lo que es indignante es que unos pocos, los que no saben de estas cosas, se pasen el tiempo quitándole valor a tantos países que nos acogieron; porque dicen que son pobres, que no dan nada... Y que algunos de esos ingratos hayan hecho las fortunas que hoy tienen trayéndose el dinero de allá. ¡Sin comentarios! Y lo que me callo, ¿verdad que sí, paisano? Mejor es que recuerden y los que no sepan pregunten a algún pariente lejano que haya cruzado el charco para buscarse la vida por necesidad...

También nuestras Islas evolucionan, claro que somos más pobres que ellos... ¿Se imaginan si tuviéramos alguna riqueza más que el Turismos y nuestro envidiable clima?, yo pienso que sería peor, invadidos, desposeídos, apartados y diferenciados... Allá, que tienen el petróleo y muchas riquezas más, claro que demandan sacrificios incalculables, ocurre algo parecido. Son suelos atractivos y sugerentes, que al final los hijos del lugar tienen que plantearse la disyuntiva de frenar los abusos y atropellos enmascarados muchas veces en las libertades que se les ofrecen o que se las toman. Por esa y tantas razones estamos luchando y luchan ellos allá. Somos conscientes que de no hacerlo así, nuestros nietos serán los que laven los cacharros del banquete final y ellos siempre serían los adelantados. Hoy todo es distinto y cada uno sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, sólo hay que cambiar la conciencia de los hombres y señalarles el camino. Confiemos en nuestras instituciones sociales y políticas y démosle un margen de confianza a la hora de discernir o vaticinar nuestro futuro, nuestras leales fuerzas serán de mucha ayuda y la participación de todos por igual en la construcción de nuestra fortaleza social. Inspiremos nuestros esfuerzos en la lucha titánica que libran otros pueblos...

Con estos pensamientos estaba viendo un álbum de fotografías traídas de allá, en verdad que uno cambia, entonces todo era ilusión que anulaba al cansancio, esperanza diáfana, se podía leer en el semblante, teníamos fe en el futuro... Y han sucedido tantas cosas desde entonces, distintas a las que pensábamos, para muchos la fantasía se ha roto en mil pedazos, hallándose sus motivaciones a la deriva, sin perspectivas y desolados después de tantos esfuerzos y sacrificios, vencidos... Otros jamás soñaron en lograr los objetivos alcanzados, empezando desde abajo y pasando ese largo camino con dignidad y conducta ejemplar... Son los menos, pero les he visto llegar a sus encumbradas cimas con ese aplomo de la responsabilidad y el preclaro respeto que siempre sintieron hacia los demás donde quiera que estuvieren. Esos nunca olvidan y sí valoran todos los elementos que forjaron al valeroso espíritu que les acompaña y cuentan su historia tal y como empezó...

Puerto de la Cruz, a 15 de junio de 1993
Publicado en el Periódico El DIA: 16.07.93

Brisas y aromas de mi valle


En el costado sudoeste del valle, se encuentra el Municipio de Los Realejos, conocidos por Realejos Alto y el otro denominado Realejos Bajo, colindante con el Puerto de la Cruz y, hacia el noroeste con La Orotava, que viene a estar ubicada en el centro y más cerca a las montañas inmediatas. Esto dicho a groso modo trata de orientar a los que nunca le han visto y puedan interesarse por ello.

Repasando los anales de nuestra Historia vamos a remontarnos a los años l.799, auxiliados por los testimonios en los que se puede leer según los historiadores, como por ejemplo, Alejandro de Humboldt, R. Verneau, P.Kinderley y un largo etc. Todos ellos coincidieron en señalar como lugar de ensueños a nuestros paisajes canarios, describiéndolos como algo poco común. El primero cuenta, que, desde California a Patagonia nunca vio tanta belleza junta. Respondían sus distintas apreciaciones a la sensación que sintieran de pura atracción contemplativa, al asomarse en los márgenes de los caminos, entre medianías y atajos, el insólito hecho de ver abajo al final de la ladera, al Valle de La Orotava en su máximo esplendor - debieron haber sentido la confusión de estar viendo el verdadero Paraíso, de hecho pensarían, de alguna manera, que nada habían visto igual, todo tan bien distribuido y reverdecido, con los detalles de un sueño embriagador. Impresiones excepcionales, a pesar de haber recorrido tanto mundo. Nada tan irresistible y seductor, a cuyos encantos se entregaron irresistiblemente. Montes y mar y una franja de verdes cultivos, alternados entre, frutales, plataneras, hortalizas, árboles gigantescos de castaños, morares, nogales, higueras, nispereros, manzaneros, araucarias, dragos y los cañaverales en los húmedos márgenes de los profundos barrancos protegidos por abundante arboleda y matojos de diversas especies. Hubo tal cantidad de flores y plantas silvestres, que los caminos se cubrían impidiendo el paso de los transeúntes. Igualmente, los geranios cubrían las azoteas y paredes exteriores en casi todas las casas, así como los rosales trepadores y en los lugares más fríos los berodes, culantrillos y los helechos de tamaños impresionalmente largos y de tallos graciosamente rizados En los peñascos de los lugares más altos el ganado cabrío asomaba, dándole al ambiente un tono simpático y atractivo, tanto que conmovía; siempre aparecían un par de ejemplares y detrás de la peña centenares de ellas, pastando la abundante y fresca hierba de los prados y atajos que conducían a los silenciosos barrancos. Las aves autóctonas de variadísimas especies revoloteaban abundantemente en todas direcciones. Las plantaciones o huertos estaban separados por altos muros hechos de abultadas piedras para garantizar y señalar las propiedades y, a donde iban a desembocar las tarjeas que conducían el agua cuando fuera a ser usada para el riego de la tierra. Esos muros anidaban largas raíces de plantas, como, los helechos, la zarza, melones, sandías, calabazas, chayotes, rosales y otros muchos y flores. Con todo lo cual imprimían el sello y carácter alegre de un corrido floral interminable y hermosísimo. Por doquier enormes papayas y gigantes árboles de aguacates. Palmeras datileras en todas direcciones. Luego árboles floridos muy próximos unos de otros, en los caminos y de distintos colores sus atractivas flores que contrastaban con la belleza del almendro en flor. Y un poco más arriba, en Las Cañadas del Teide, las retamas y la violeta silvestre (violeta del Teide) abundantemente extendida a diestra y siniestra, de diferentes colores. Los codesos eran gigantes y las piteras, además de los taginastes que crecían tan altos y desarrollados desde el tallo de sus bases, que resistían valientemente los fuertes vientos que a menudo soplaban.

Y la fauna de los pueblos, sus campos y lugares ribereños, como la marina, también presentaban características admirables en sus distintas especies. Cada casita tenía su propio corral, podía tenerse de todo un poco, ya que había alimentos suficientes y agua abundante que se perdía hasta llegar al mar por los mismos barrancos y multitud de fuentes acuáticas Los montes estaban pobladísimos y las quebradas gozaban de las sombras generosas de abundantes árboles y plantas arbóreas que crecían desde los profundos causes en dirección ascendente buscando la luz clara y limpia del verde Valle. Protegidos entre su follaje vivían variadas especies de animales siempre alertados de posibles y reiteradas visitas de las aves rapaces que planeaban insistentemente en el aire para localizar a sus asustadas o distraídas presas. Los pueblos y aldeas de esos entornos respetaban a los animales de los cuales se servían para las tareas del campo, y cuidar sus propiedades de otros animales o simplemente para alimentarse de ellos si fuera necesario. Había una gran sincronía entre el hombre y la naturaleza, se sentían unidos, se daban el uno al otro. Comprendían, paradójicamente, la mutua necesidad que les condicionaba y se aceptaban de tal manera. Eran las ventajas de la justa correspondencia humano-ecológica que les caracterizaba. Las costas ribereñas de expectantes atractivos proporcionaban la abundante pesca y captura risueña de los deliciosos mariscos que abundaban en nuestros litorales, desde una parte a la otra.

El Valle de La Orotava, internacionalmente conocido y admirado por sus indiscutibles bellezas naturales, el afable y particular trato personal de su gente hacia los demás, idiosincrasia que ha sabido transmitir el beneplácito a los que la visitaron y el deseo por conocerla de todos aquellos que no han podido ni acercarse a sus exóticas orillas a convencerse viéndolas, de cuanto se dice de las encantadoras Islas Canarias, aquí y allende los mares." Hay que palparlas, palmo a palmo y respirar su aire, tan fresco y perfumado, como jugar con el agua de sus tranquilas playas deliciosamente cálidas.

Nos cuenta R. Verneau, respecto a nuestro verde Valle de La Orotava, que, "siempre estuvo abierto al entendimiento y la comunicación de las corrientes sociales, que ello le ha permitido ser considerado como lugar obligado para ser visitado por los turistas y hombres estudiosos del universo que con sus visitas y experiencias se han llevado el calor de una sana y agradable convivencia y el recuerdo inolvidable de horas distintas vividas con mesura y éxtasis con los encantos naturales que dejó aquí la Mano de Dios..." para que todos, sin distinción alguna, se puedan beneficiar en ese peregrinar multitudinario de personas que nos visitan cada vez más, traídos por la tranquilidad y el respeto que le brindamos a los foráneos, comprendiendo que siendo tan reducido el tiempo de sus vacaciones y sólo por el hecho de haber elegido a Las Islas Canarias como meta turística, entendemos así mismo, que también estamos obligados a compensarles en todo momento con nuestra mejor conducta y el cariño que siempre en nosotros abunda, para devolver la confianza con la cual nos obsequian desde todas las Agencias de Viajes del mundo entero.

Volviendo con la obra de R. Verneau, premiada por la Academia de Ciencias de París y traducida al español por el orotavense Don José A. Delgado Luis por los años l.98O, desgloso de su precioso libro titulado: Cinco años de estancia en las Islas Canarias. “Fue en el Realejo de Arriba o Realejo Alto donde se estableció con las tropas españolas, cuando los jefes guanches, acompañados más abajo, vinieron a traerle su sumisión. También es allí donde instala más tarde su residencia.
- En l.878 viví varios meses en la antigua residencia del primer adelantado. Esta propiedad, que tiene el nombre de Los Príncipes, había sido puesta graciosamente a mi disposición por su dueño actual, el señor Camacho. Un poco abandonada en esa época, no producía sino lo que se podía atender. Con la cantidad de agua que tiene y que es suficiente para hacer mover dos molinos, se le sacaría un beneficio considerable. Allí crece todo maravillosamente; el naranjo, el cafeto, así como el trigo, el millo, el tabaco y el arrurruz. Los muros que contienen las tierras están cubiertos de ranúnculos y cinerarias. Los conductos por donde corre el agua están enramados de colocasias y culantrillos. En la parte alta de la finca, que se extiende casi hasta la cumbre, crecen manzanos, perales y castañeros, mientras que, en la parte que da al mar, los dragos, las palmeras, los guayabos y las plataneras sombrean todos los paseos.

Entre Los Príncipes y el mar se encuentra la Rambla de Castro, atravesada por un profundo barranco casi completamente cubierto por árboles que crecen en sus bordes. Las paredes están totalmente tapizadas de verdor y el agua chorrea por todos lados para ir a perderse muy pronto al mar. Todas las rocas y todos los árboles están cubiertos de inscripciones que los turistas no dejan de observar. Son casi toda obra de un pobre muchacho, poeta y enamorado. Tímido en exceso, nunca ha dirigido la palabra a su ídolo. Desde que la ve, se escapa. Pasa días enteros escribiendo sus impresiones en la finca donde viene a pasear de vez en cuando su Dulcinea, esperando que un día ella adivine el autor y vaya a precipitarse a sus brazos”.

El Municipio Norteño de Los Realejos, sin lugar a dudas, con sus bellos pueblos que lo conforman, es tan atractivo y singular, que derrocha encantos y leyendas que entusiasman conocerlas. Además de hijos preclaros algunos que ya son historia. Detengámonos en hacer un somero estudio; sin ir muy lejos, encontramos por doquiera testimonios escritos que lo abalan, igual que del resto de los pueblos de nuestro Valle, de ellos se puede decir lo mismo, como si se hubieran dado cita en nuestro reducido perímetro tantos hombres ilustres de Las Ciencias y Las Artes, que no voy a enumerarlos para preservar el respeto que se merecen por si olvidara alguno. Hoy tenemos la oportunidad de recordarles yendo a las Bibliotecas Públicas y muchas de ellas privadas de inquietos intelectuales que se deleitan con sus gratas compañías y lo que de ellos aprendemos cada día.


Puerto de la Cruz, a 19 de junio de 1993
Publicado en el Periódico EL DIA: 03.08.93

9/7/08

Gran Poder de Dios y la Virgen del Carmen portuense



Desde la noche anterior hasta el siguiente día, surge en el Puerto de la Cruz tal transformación ambiental, que no puede uno menos que asumir los cambios que hayan surgido, con la normal satisfacción que ello genera. Sabía que las fechas se aproximaban, pero no sospeché que fuera tan rápido. Hasta se nota en los elementos que sorprenden, pues parecen distintos, como si fueran nuevos, más alegres y prometedores.

En Puerto de la Cruz, al recorrer sus calles, máxime en estos días de júbilo, como siempre, me ha entusiasmado considerablemente esa predisposición generosa que a la vez contagia. Ya están los banderines adornando las calles de la ciudad, las enormes plumas perfectamente alineadas señalan la ruta de las magnas Procesiones religiosas y le dan al ambiente cierto señorío fiestero a todas luces y como suele ocurrir, despiertan deseos de participar en sus Actos religiosos y lúdicos sin reservas… También despiertan nostálgicas evocaciones de épocas pasadas, siempre con la añoranza propia de la edad. Profundos recuerdos o reminiscencias vividas con aquellos que ya no están, físicamente entre nosotros, aunque estarán siempre en nuestro corazón.

Nuestras plazas públicas, jardines y terrazas ya están luciendo sus encantos, todo parece haberse renovado, anunciando que ya se acercan los días grandes para Puerto de la Cruz, que en breve cobraremos el prestigio habitual con que nos caracterizamos los portuenses, abriendo nuestros brazos a todos los pueblos de la Isla y a tantos foráneos que quieran visitarnos para rendirle pleitesía al Gran Poder de Dios y a nuestra venerada señora la Virgen del Carmen. Serán momentos reservados para brindarle nuestro amor al “Viejito” y a la madre marinera “Virgen del Carmen”, para calmar nuestras dudas, nuestros pesares y pedir, también, para los demás… Nuestros corazones se abrirán para ellos y con el mismo amor que nos entregamos, cada año tributamos lo mejor de nosotros con nuestras tradiciones populares.

Volveremos una vez más a sentirnos inmersos en ese sano ambiente de respeto y devoción por tan veneradas Imágenes y nuestros sentimientos más profundos aflorarán con renovada fe y con más fervor cada vez... Rogándole a nuestros santos Patronos por nuestro destino terrenal y la providencia de nuestra alma y la de nuestros seres queridos y amigos.

Con el murmullo de la brisa y teniendo en el pensamiento a nuestro muelle pesquero y su entorno, en el multitudinario acontecimiento del embarque de la Virgen del Carmen, mis palabras enmudecen, sólo puedo pensar.

Celestino González Herreros


Puerto de la Cruz, a 5 de julio de 2007

Y la palabra se hizo plegaria


¿Cuál es el misterio que encierran las palabras que fluyen desde la mente, fuente mágica de inspiración y sentimiento? ¿Qué relación guardan, a veces, nuestro corazón con ellas? La voz del alma - diría el poeta- se hizo palabra y esa expresión, una plegaria que rompe el silencio de la soledad.

Con estos pensamientos caminé por el pueblo. Muy pocas cosas conocía ya de aquel bello lugar. Todo había cambiado desde entonces y llegué a sentirme como un extraño, allí, donde tantas huellas deben haber quedado de aquel pasado irrepetible. Tal vez hayan fenecido en el olvido, bajo el influjo del injusto abandono.

Comenzaba aburrirme yendo de acá para allá, sin hablar con nadie, cuando, me llamó la atención ver a un señor de edad avanzada, sentado en un vetusto banco en la plaza pública, acariciando a un perro que se le había acercado; y me fijé con interés en la conducta de ambos, por saber cuál de los dos reflejaba en su actitud, más placer, más gratitud... Ambos componían el cuadro de la confraternidad, compartían sus penas y necesidades. Buscaban "la voz amiga", esa comunicación tan necesaria, la caricia mutua. Aquella ilusión, ahora despierta, aunque se desvaneciera luego como un sueño roto que jamás fuera a recomponerse, denotaba las fuerzas del amor. Más tarde supe que el viejo había sido abandonado por los suyos y el perro había corrido la misma suerte. Ambos estaban solos en el mundo. Es, a veces, la incomprensión de una parte, de la sociedad, la ingratitud y deshumanización de la misma, lo que genera estas repugnantes situaciones. Eso ocurre con frecuencia en algunos pueblos y ciudades, con los viejos y con los animales, los dejan aparcados en cualquier lugar, como objetos inservibles, cuando ya poco pueden dar de sí.

De regreso, al pasar por la plaza, ya no estaba el viejo ni su amigo el perro, los dos habían desaparecido.

En casa, cuando me vi rodeado por mi familia, colmado de atenciones, la esposa, los hijos, los nietos y el perro, elevé la vista hacia el cielo y di gracias a Dios por todo cuanto poseía y por la paz de mi hogar. Supliqué: ¡Señor!, que no pasen hambre ni frió los viejos abandonados, búscales un lugar digno, o llévalos contigo, para que nada les falte.

La voz del alma se hizo palabra, presiento. Nunca supe del destino de aquellos seres abandonados, de aquellos tristes mendigos que fueron abandonados sólo por ser viejos, decrépitos y desafortunados...
Rodeado de los míos, supe la valía de cada uno de ellos. Sentí la extraña sensación que llega a ahogarnos de emoción; y volví a pensar en qué solos deben sentirse los seres abandonados.


Celestino González Herreros
Puerto de la Cruz, a 3 de octubre de 2003
Publicado en el Periódico EL DIA: 15.1003

Nostalgias y gratos despertares portuenses


Aturdido aún, digamos, sin haber despertado del todo, al asomarme como hago cada mañana al dejar la cama, al asomarme en una de mis ventanas, más que por hábito, esta vez lo hice atraído por el acostumbrado concierto de ingente cantidad de aves saltando de rama en rama, como un ritual que celebraran, a escasos metros de distancia en la cuidada y hermosa plaza que colinda con nuestra casa... Cada amanecer el trinar de los pájaros, el canto de los mirlos, los arrumacos de las palomas y otras aves, nos hacen más grato el momento, al despuntar el alba matutina, a coro, parece como si orquestaran el canto a la vida del nuevo día y muchas veces me quedo viéndoles y oyéndoles, tan extasiado que pierdo la noción del tiempo. Y si supieran cuanto echo de menos, al rayar el alba, aquel familiar canto del gallo y como el eco que se pierde en la lejanía la respuesta armonizada por aquellos que más lejos se hallaban... Esa dulce melodía mañanera ha sido relegada por ley lejos de nuestro entorno social. Donde vivo, desde antes del amanecer, más parece que quisieran agradecer a la vida, con sus cantos y trinos, la misma existencia del hombre.

¡OH, Dios, cuántas cosas hermosas ocurren en nuestro Puerto de la Cruz! Es costumbre, en nuestra ciudad, echarnos a la calle temprano, cada cual a lo suyo, deporte, paseos, tertulias, etc. Y caso curioso, mucha gente converge en los alrededores del muelle pesquero, hombres y mujeres, a gozar del ambiente que allí se vive, a ver entrar y salir los barcos y en busca del pescado fresquito, aún saltando y los ojos abierto... En nuestras calles se le toma el pulso a la dinámica ciudad y el vecindario sabe de qué adolece y cuantas bellezas y excelencia nos brinda y que prestigian cada nostálgico rincón que la conforma. Quizás, por el valor de su historia, haya más que decir, más de lo que quisieran imprimir mis humildes palabras. Puerto de la Cruz, antes de hablar de el, debiéramos pensar muy detenidamente, llegando a quererle, cómo siempre nos ha tratado, cómo somos los portuenses, cómo acogemos y mimamos a los que nos visitan, cómo dejamos que disfruten de sus encantos y se lleven los mejores recuerdos a sus lugares de origen.

Si se quiere que nuestras instalaciones turísticas de ocio y recreo estén mejor dotadas, las calles más limpias, las fachadas de nuestras casas y edificios más decentes, etc. todos, propios y visitantes, tenemos que contribuir a ello, ser más respetuosos con el medio ambiente y menos despreocupados con lo que con tantos esfuerzos y escaso dinero nos lo han acondicionado, con la mejor buena fe, para que todos estemos contentos. A buen entendedor pocas palabras bastan. Las aceras están que dan pena de excrementos y “meadas” de perros, porque nadie respeta las ordenanzas municipales respecto a la responsabilidad de los dueños. Ni se hacen respetar quienes están obligados a hacerlas cumplir. Los perros no tienen razón, no tienen culpas. Y así, sucesivamente. Contribuyamos, pues, todos por igual, cuidando lo poco que tenemos y sin culpar a nadie.
Celestino González Herreros.

Pasado y presente del Puerto de la Cruz


Viendo documentales de pretéritas épocas y luego, fotografías antiguas, también de nuestros pueblos canarios, verdaderamente, se observa la existencia de un gran abismo que separa los cambios experimentados a través del tiempo. La realidad de entonces, evidencia pobreza y el consiguiente abandono propio de ese acontecer. No había recursos suficientes a los que pudiéramos echar mano. Asimismo, las fachadas de las casas y las calles, algunas hasta sin aceras, pura tierra y muy pocas adoquinadas, presentaban una imagen deprimente. Denotaban cierto aspecto de suciedad, aunque las casas por dentro pudieran presumir de pulcritud y esmero, era la estampa lamentable de nuestros pueblos y sus barrios. Generalizando, no sólo en Las Islas Canarias, también en la metrópoli española y en los distintos lugares de nuestra Europa, donde se repetían las mismas escenas. Fueron tiempos muy difíciles de las postguerras... No había medios económicos suficientes para cambiar tan lamentables aspectos, ni forma alguna. No había trabajo estable. Pese a que algunos vivían bien, la élite, aquellas familias que podían permitirse, obviamente, vivir su mundo aparte. Lamentablemente, eran a quienes había que pedir ayuda, algún trabajo y ello a expensa de ciertos condicionantes y burdos excesos...

Como si Dios hubiera puesto su mano, el panorama cambió. Aunque siga existiendo múltiples necesidades estructurales. Los pueblos se han emancipado y se han maquillados. Las gentes parecen más pulidas, pero no es oro todo lo que reluce. En el embrión se esconde la evidencia. Aún hay mucho por hacer y ocasiones mil, para demostrar nuestra capacidad en aras de seguir progresando.

Actualmente fascinan los cambios que vivimos, algunos jamás soñados, atractivos conmovedores –aunque no los mencione, uno a uno, todos sabemos que existen y cada vez más vamos mejorando-. Sí, aún hay deficiencias, debemos insistir en ello, pero no quiero empañar este trabajo, desvelando esos guardados secretitos... La perfección no la hemos logrado, pero sí, todos juntos, trabajando con ese fin –sin distingos de colores partidistas- y en pro de nuestros pueblos, llegaremos a esa común meta patriótica. Lo demás son argucias para lograr otra clase de objetivos mal vistos...

La luz no llegaba a todos los lugares, ni el agua a todos los hogares, que tenían que buscarla fuera, a veces muy lejos. Las mujeres de entonces lo tenían muy difícil, más de lo que pudiéramos sospechar algunos. No hay homenajes, rótulos, monumentos, ni elogios suficientes, para compensarles tantos sacrificios y desconsuelos sufridos.

Recientemente, viendo la proyección de un programa televisado por un ente local, por primera vez vi. en la pequeña pantalla, otro conjunto de fotos de gentes de antes; y al reconocer a muchos de ellos, de cuando éramos muchachos y menos mayores; y saber que ya no están entre nosotros, he vivido unos momentos de pena por el profundo dolor sentimental que sólo el silencio calma. Se han ido para siempre, así como todos tenemos que irnos también, por designio de nuestro destino... En realidad, ¡uno se va sintiendo cada vez más solo, se han ido tantos! Los conocidos, algunos, aunque nunca hayamos tenido ni el menor trato, en vida, debiéramos acercarnos más y ganarnos el afecto que al final les vamos a echar de menos, cuando se hayan ido. Y vamos a sufrir su ausencia, que es, precisamente, lo que me ha ocurrido a mí ahora, al reconocerles en esas fotos publicadas.
Anoche estuve hablando con una señora mayor, muy querida en nuestra ciudad. Hablamos un buen rato de cómo era nuestro querido pueblo. En todo coincidimos, no hubo discrepancias. Recordamos, cómo hasta se pasó hambre. Cuando los vecinos iban llamando de puerta en puerta, en las casas para pedir “prestado” gofio, azúcar, etc. Y quienes tuvieran y pudieran dar, jamás lo negaron. ¡Había tal concepto de la solidaridad!.. Ello nos valió para que los pueblos sin recursos ni alternativa posible, pudieran ser lo que son hoy.
Al hambre se asociaron las enfermedades... No había, a veces, ni los medicamentos necesarios, ni dinero para comprarlos. Dramas para jamás olvidarlos y que no se repitan...

Nuestra idiosincrasia ha salvado la imagen reveladora de nuestro entorno cívico y social, nos ha permitido compartir lo poco que siempre hubiéramos tenido, y, como en el Evangelio:...”los panes y los peces se multiplicaron” siempre hubo para todos.

Y con esa verdad resurgimos, con nuestro trabajo y el respeto hacia nuestros semejantes.

Surcamos la tierra en los campos, sembramos y recogimos cosechas regulares, tan necesarias para nuestra subsistencia. Así comenzó a crecer Puerto de la Cruz, con la ayuda de Dios, nuestro trabajo y los mejores propósitos: luchar sin descanso, y en los demás pueblos, villas y ciudades, donde hubieran las mismas carencias, donde existe aún en algunos lugares, la triste huella del abandono y el desconcierto. Ya que, aún hay pobres en nuestras calladas islas, pacientes y sumisas.
Celestino González Herreros.

Mística noche portuense. Otra vez en julio.

Descompuesta la luz intermedia, entre la tarde y la noche, o lo que es lo mismo, el espectro solar, cuando se matizan los colores de la luz blanca declinando hacia el gris oscuro creciente, uno siente la sensación de abandono que obliga a la meditación distendida en un natural recogimiento. Ese trance sensorial obliga, a veces, a cavilar profundamente respecto a la evidencia que encierran nuestros temores, acerca de la corta permanencia de la existencia del hombre, aquí, en este mundo lleno de encantos y banales contradicciones.

Llegamos a percatarnos, con ciertos recelos, del caudal que hemos atesorado, lo que, superando ese transito vital, aún sigamos derrochando la fortuna que Dios nos ha dado en buen grado. Es ciertamente gratificante, retroceder en el tiempo y contemplar, en el basto camino, las huellas marchitadas de aquellos que, lastimosamente, han quedado atrás en la loca carrera por la supervivencia. Y considerablemente triste, no poder tenerles con nosotros. ¡Han pasado, desde aquel remoto ayer, tantas cosas!.. Y así será hasta la eternidad, unos nacen, otros mueren y siempre habrá un momento para reflexionar en todo ello. Vivimos condicionados y morimos ignorando nuestro verdadero destino, si no aceptamos la realidad del presente... ¿A donde iremos cuando exhalemos nuestro último aliento?.. Si queremos saberlo, hagamos acto de contrición y busquemos el camino de nuestra salvación. En esta reflexión teológica, hallaremos el consuelo de la indiscutible verdad. Sólo se gana la paz espiritual admitiendo nuestros errores; y no hay perdón si no queremos arrepentirnos...

Esta tarde y entrada la noche, en este mes de julio, nuestras plazas y calles públicas, deliciosamente engalanadas, verán el paso del Gran Poder de Dios. Siempre triste la expresión de su mirada, pero solícito, cuando escucha atento nuestras súplicas. Le vemos pasar en silencio, con la humildad solemne del virtuoso omnisciente que atrae y convoca a nuestra fiel entrega. Dan tanta paz contemplarles en la noche, con el fulgor de los cirios encendidos. Su perfiles admirables refleja cambios distintos con la brisa que le acaricia; y parecen que lo estuvieran viendo todo desde sus respectivos tronos y nos brindaran su cariño incondicional con discreción divina. No nos cansamos de mirarles y, a veces, parecen que nos dijera algo... No nos cansamos de amarles y entendemos bien, la expresión triste y a la vez serena de sus deificadas miradas.

El Puerto de la Cruz, con sumo respeto y tradicional ilusión, tanto popular como religiosa, da culto al Señor, al Viejito de mirada buena, al Padre redentor de todos por igual, los que viven en la abundancia y aquellos que adolecen de esa suerte material... Padre consolador de los enfermos, de los desahuciados por el hombre, los marginados y tantas víctimas inocentes que hay... El Puerto de la Cruz nuevamente, está de fiesta, en el ambiente callejero hay un halo de felicidad que contagia. Las gentes quieren participar, esta vez con mayor entusiasmo, al engrandecimiento de su celebración y rendirle pleitesía amorosa al Gran Poder de Dios y nuestra Señora, la Virgen del Carmen; homenaje merecido, por cuanto han hecho por este pueblo querido de todos; y por el destino que nos ha tocado compartir.

Cada año vivimos la misma emoción al verles pasar por las calles acostumbradas en magna procesión. La noche se alegra con el acompasado paso de los fieles y la custodia de las distintas Hermandades que fervorosamente les acompañan. Y el trepidar de los fuegos de artificios y la brisa marinera, los rezos y cantos, las sentidas poesías desde el vetusto balcón o la humilde ventana, alabando a Dios y nuestra Virgen, en estrecha armonía y popular devoción cristiana. Todo ello testimonia nuestra dedicación y justifica nuestra fe. Siempre será igual en julio, estaremos más viejos, pero habrá nuevas generaciones que seguirán manteniendo la tradición respetuosa de rendirle el máximo culto a nuestros protectores espirituales: el Viejito y nuestra “bella y hermosa” Virgen del Carmen.

Con los nuevos adelantos, desde hace algún tiempo, también nuestros queridos enfermos y personas mayores - verdaderos artífices de nuestra felicidad actual - podrán seguir viendo, a través de las distintas cadenas de televisión local, los actos religiosos que se vayan celebrando, y que, expresamente, pienso, para ellos cariñosamente transmiten.

Este año en julio, despertarán, nuevamente, profundos recuerdos del letargo de la ausencia, y sentiremos en nuestra garganta el ahogo del llanto contenido y nuestros ojos volverán a experimentar el calor de nuestras lágrimas, al recordar a esos seres queridos que también acompañan desde el Cielo, rogando por todos nosotros. También estarán siguiendo los pasos de nuestras Imágenes veneradas, por todo el Puerto de la Cruz; agradeciéndole al Señor y la Virgen, la inmensa felicidad que nos deparan con su presencia.

El amor despierta entre nosotros, lo vemos todo más bello al sentirnos más humanos. Que nada ni nadie interrumpa este ambiente de felicidad y que sea duradero, interminable.


Celestino González Herreros
Puerto de la Cruz, a 4 de junio de 1999
Publicado en el Periódico EL DIA: 16.06.99

La noche gruta de los sueños...


Cuan grato es, esperar a que surjan los místicos elementos de la imaginación, si, antes de rescatar la expresión del pensamiento. Mientras, continuamos esperando el paso de las aves migratorias, que, como notas musicales siguen su curso señalado que las lleva guiadas por el pentágrama de su orientación a un confín sin fronteras, dejando atrás, hasta nuevos encuentros, la ruta idealizada. Esperamos a que surja la voz callada del subconsciente y se aclare la mente y la frágil introducción haga etérea la elocución verbal. Esperamos a que surja la voz del alma, ese poemario a veces tristón, que nos posesiona, y cuando no, el otro, atractivo y jocoso, inquieto y feliz como el corcel brioso, que sacude a la tierra con sus incontrolados ímpetus hasta hallar su ansiada libertad; y corre por los verdes campos para perderse en la espesura del follaje...Y entre claros y cálidos parajes, entre cadencias musicales y el murmullo de las brisas que llegan a través de la entreabierta hoja de la ventana, oigo como un vendaval la pasión de ese argumento aún indescriptible, manso como la quietud de la noche que se avecina. Aún sin llegar el momento de su preludio, se ha encendido el mar y el cielo, conjugándose la luna también con el sol, en el novilunio oportuno, cuando siento desvanecerse los cortinajes de mi mente que lucha por despertar el flujo emocionado de las palabras, después de un largo e inexpresivo soliloquio sin revelación alguna. Que aunque no muera el deseo inspirado por el lucernario instante, yo veo como el ocaso fenece, declinando paulatinamente en tanto se acercan las penumbras primeras de la noche que inexorablemente se hacen presentes, engalanando el melancólico espectro con su negro manto que va dominando los fulgores encantados de toda sinfonía ambiental. Los caminos se tornan sombríos, despidiendo un halo sin perfume a medida que asoman, como las sombras de un frágil sueño que se pierden sin dejar huellas. Los clamores matinales de cada ilusionado día, también mueren con su inocente esplendor, reprimiendo los aromas de sus verdes campos y de los profundos y callados barrancos... Paredes empizarradas de soledades y entrecortados lamentos que agonizan bajo el enlutado manto que trae recuerdos de ausencias, de fugaces huidas por sus fríos y oblongos senderos... En la noche no hay distancias, no sabemos dónde se recuesta el cielo, dónde termina el mar, ni cuál es la ruta de los pensamientos que vuelan a la deriva y a su loco albedrío. Sólo, sí tiene de grato la noche su silencio poético donde se encuentra esa atracción espiritual, y que, pese a las distancias impuestas, y hasta que nuevamente se prendan las luces del alba, los sueños pernoctan y vagan entrelazados en íntima comunión: son como los recuerdos que vuelan adonde les lleve el deseo... La noche es siempre expiatoria de esos duendes del piadoso impulso sentimental que cabalga calladamente perdido en el laberinto de la dulce evocación. La noche es el talismán profuso y callado de una dilatada dimensión, es la gruta de los sueños que cabalgan sin detener su apasionada marcha hasta que despertamos...

Mirando al mar ya no le veo, como si no hubiera horizonte. Mi estática mirada más parece que cayera en un profundo abismo de soledades, y si miro al cielo atisbo las primeras y aisladas estrellas languideciendo nerviosas e intermitentes, como si anunciaran el encuentro en el apagado espacio de la evocación... Son las voces emocionadas que en el silencio noctámbulo contagian extrañas sensaciones y que, a través de la palabra tratamos de anunciar. Es, ese encantamiento, la espontánea revelación poética de la emoción...

Celestino González Herreros
Puerto de la Cruz, a 28 de agosto de 2002