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Me decía un amigo en presencia de otro señor y siguiendo el tema de las costumbres ancestrales de nuestros pueblos, hablando de La Guancha: "Recuerdo oír el canto de la brisa cuando llegaba del monte, era una musiquilla muy agradable y tan tenue que en el aire se filtraban los aromas del fresco pinar y el de los erguidos brezales... Se oían, de las mujeres cuando bajaban de la parte más alta, el eco de sus cantos, por que cuando traían la carga de leña venían contentas... Se oía hasta el aleteo de las aves cuando levantaban su vuelo. Antes había menos ruidos mecánicos, apenas en la zona donde vivíamos había tres o cuatro coches. Se daba la circunstancia, una costumbre como otra cualquiera, de que cantaba imitando al gallo y respondía uno cualquiera y a ese le devolvía el saludo otro de más allá y esa sinfonía duraba rato, sólo se oía eso por que estaba todo callado, el aire era limpio y sugerente..."
Se sorprendió cuando le dije, que hubo una época, cuando podía dominar a mis críos, los metía en el coche juntos con mi señora, e íbamos muchos domingos a desayunar a La Guancha, aquello era un encanto, tanto silencio. Y es cierto, lo que decía el amigo, se oía hasta el canto de las brisas. Yo no se hasta qué punto llegué admirar a ese hermoso pueblo y por qué hoy lo admiro más.
Recuerdo, siendo muy joven, estar acompañando al conocidísimo aparejador Don Francisco Perera Acosta cuando tenía que visitar varias obras de allá, y recuerdo, hace ya un montón de años, también, encontrarnos con el amigo Don Joaquín Espinosa Afonso, vecino del Puerto de la Cruz, un excelente corredor de comercios de la firma de Don Ruperto Peña, su suegro. Alguna vez nos echamos unos vasos de vino blanco de esas latitudes. Era aquella época, cuando Venezuela acogió a los emigrantes canarios y nuestros pueblos salieron de la pobreza en que vivían, abandonados de toda suerte...
Gracias a Venezuela, que nos dio su cariño y la feliz acogida en esos difíciles momentos. Muchos pueblos de distintos Países crecieron gracias a su generosidad, no hay que olvidarlo. Aún viven allá varios cientos de guancheros que sólo vienen de paseo, por que aquello es ya su casa grande y aunque actualmente no tan segura como desearían, no la dejan porque allá tienen muchos seres queridos que no se pueden abandonar para siempre, solamente por esa razón no la cambian por nada, claro, que tampoco dejan de ser canarios, tan buenos como los mejores para su tierra guanche.
Decía mi amigo, que la gente de su pueblo ha cambiado mucho, por ejemplo, antes sus padres lo mandaban a trabajar o hacer alguna encomienda y sin chistar iban a lo que fuera - y añade- que hoy da pena, sus hijos no van ni a comprar el pan... ¡Qué lástima! Y agregaba, que se debiera escribir mucho sobre el tema de las costumbres de antes, de los viejos, que son los únicos que mejor lo saben y ello forma parte de la historia "pequeña" de cada pueblo o caserío... Le dije que lo haría con sumo gusto, escribiría y contaría todas esas cosas añejas que me cuenten los más viejos; y me gustaría que los jóvenes leyeran lo que escribo, por que así iban a enterarse de las cosas de sus abuelos, aquellos hombres fabulosos que con su trabajo contribuyeron al crecimiento de esos pueblos y dejaron sus raíces donde sus huellas aún permanecen señalando el camino hacia la mejor convivencia y el progreso que hoy estamos viendo, gracias a ese empeño ilusionado de todos ellos, por hacer de La Guancha un lugar cada vez más atractivo, civilizado y acogedor..
Este amigo guanchero, verdad que si, despertó en mí el sano deseo de estar con Uds., a través de estas líneas, realzando los valores de ese Municipio y sus gentes, distinguiendo a aquellos hombres de otras épocas valerosas y señeras, de nuestros valientes emigrantes que tanto cooperaron para que hoy sea una re
Se sorprendió cuando le dije, que hubo una época, cuando podía dominar a mis críos, los metía en el coche juntos con mi señora, e íbamos muchos domingos a desayunar a La Guancha, aquello era un encanto, tanto silencio. Y es cierto, lo que decía el amigo, se oía hasta el canto de las brisas. Yo no se hasta qué punto llegué admirar a ese hermoso pueblo y por qué hoy lo admiro más.
Recuerdo, siendo muy joven, estar acompañando al conocidísimo aparejador Don Francisco Perera Acosta cuando tenía que visitar varias obras de allá, y recuerdo, hace ya un montón de años, también, encontrarnos con el amigo Don Joaquín Espinosa Afonso, vecino del Puerto de la Cruz, un excelente corredor de comercios de la firma de Don Ruperto Peña, su suegro. Alguna vez nos echamos unos vasos de vino blanco de esas latitudes. Era aquella época, cuando Venezuela acogió a los emigrantes canarios y nuestros pueblos salieron de la pobreza en que vivían, abandonados de toda suerte...
Gracias a Venezuela, que nos dio su cariño y la feliz acogida en esos difíciles momentos. Muchos pueblos de distintos Países crecieron gracias a su generosidad, no hay que olvidarlo. Aún viven allá varios cientos de guancheros que sólo vienen de paseo, por que aquello es ya su casa grande y aunque actualmente no tan segura como desearían, no la dejan porque allá tienen muchos seres queridos que no se pueden abandonar para siempre, solamente por esa razón no la cambian por nada, claro, que tampoco dejan de ser canarios, tan buenos como los mejores para su tierra guanche.
Decía mi amigo, que la gente de su pueblo ha cambiado mucho, por ejemplo, antes sus padres lo mandaban a trabajar o hacer alguna encomienda y sin chistar iban a lo que fuera - y añade- que hoy da pena, sus hijos no van ni a comprar el pan... ¡Qué lástima! Y agregaba, que se debiera escribir mucho sobre el tema de las costumbres de antes, de los viejos, que son los únicos que mejor lo saben y ello forma parte de la historia "pequeña" de cada pueblo o caserío... Le dije que lo haría con sumo gusto, escribiría y contaría todas esas cosas añejas que me cuenten los más viejos; y me gustaría que los jóvenes leyeran lo que escribo, por que así iban a enterarse de las cosas de sus abuelos, aquellos hombres fabulosos que con su trabajo contribuyeron al crecimiento de esos pueblos y dejaron sus raíces donde sus huellas aún permanecen señalando el camino hacia la mejor convivencia y el progreso que hoy estamos viendo, gracias a ese empeño ilusionado de todos ellos, por hacer de La Guancha un lugar cada vez más atractivo, civilizado y acogedor..
Este amigo guanchero, verdad que si, despertó en mí el sano deseo de estar con Uds., a través de estas líneas, realzando los valores de ese Municipio y sus gentes, distinguiendo a aquellos hombres de otras épocas valerosas y señeras, de nuestros valientes emigrantes que tanto cooperaron para que hoy sea una re