1/6/09

ESPONTANEA INSPIRACION GUANCHERA

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Me decía un amigo en presencia de otro señor y siguiendo el tema de las costumbres ancestrales de nuestros pueblos, hablando de La Guancha: "Recuerdo oír el canto de la brisa cuando llegaba del monte, era una musiquilla muy agradable y tan tenue que en el aire se filtraban los aromas del fresco pinar y el de los erguidos brezales... Se oían, de las mujeres cuando bajaban de la parte más alta, el eco de sus cantos, por que cuando traían la carga de leña venían contentas... Se oía hasta el aleteo de las aves cuando levantaban su vuelo. Antes había menos ruidos mecánicos, apenas en la zona donde vivíamos había tres o cuatro coches. Se daba la circunstancia, una costumbre como otra cualquiera, de que cantaba imitando al gallo y respondía uno cualquiera y a ese le devolvía el saludo otro de más allá y esa sinfonía duraba rato, sólo se oía eso por que estaba todo callado, el aire era limpio y sugerente..."

Se sorprendió cuando le dije, que hubo una época, cuando podía dominar a mis críos, los metía en el coche juntos con mi señora, e íbamos muchos domingos a desayunar a La Guancha, aquello era un encanto, tanto silencio. Y es cierto, lo que decía el amigo, se oía hasta el canto de las brisas. Yo no se hasta qué punto llegué admirar a ese hermoso pueblo y por qué hoy lo admiro más.

Recuerdo, siendo muy joven, estar acompañando al conocidísimo aparejador Don Francisco Perera Acosta cuando tenía que visitar varias obras de allá, y recuerdo, hace ya un montón de años, también, encontrarnos con el amigo Don Joaquín Espinosa Afonso, vecino del Puerto de la Cruz, un excelente corredor de comercios de la firma de Don Ruperto Peña, su suegro. Alguna vez nos echamos unos vasos de vino blanco de esas latitudes. Era aquella época, cuando Venezuela acogió a los emigrantes canarios y nuestros pueblos salieron de la pobreza en que vivían, abandonados de toda suerte...

Gracias a Venezuela, que nos dio su cariño y la feliz acogida en esos difíciles momentos. Muchos pueblos de distintos Países crecieron gracias a su generosidad, no hay que olvidarlo. Aún viven allá varios cientos de guancheros que sólo vienen de paseo, por que aquello es ya su casa grande y aunque actualmente no tan segura como desearían, no la dejan porque allá tienen muchos seres queridos que no se pueden abandonar para siempre, solamente por esa razón no la cambian por nada, claro, que tampoco dejan de ser canarios, tan buenos como los mejores para su tierra guanche.

Decía mi amigo, que la gente de su pueblo ha cambiado mucho, por ejemplo, antes sus padres lo mandaban a trabajar o hacer alguna encomienda y sin chistar iban a lo que fuera - y añade- que hoy da pena, sus hijos no van ni a comprar el pan... ¡Qué lástima! Y agregaba, que se debiera escribir mucho sobre el tema de las costumbres de antes, de los viejos, que son los únicos que mejor lo saben y ello forma parte de la historia "pequeña" de cada pueblo o caserío... Le dije que lo haría con sumo gusto, escribiría y contaría todas esas cosas añejas que me cuenten los más viejos; y me gustaría que los jóvenes leyeran lo que escribo, por que así iban a enterarse de las cosas de sus abuelos, aquellos hombres fabulosos que con su trabajo contribuyeron al crecimiento de esos pueblos y dejaron sus raíces donde sus huellas aún permanecen señalando el camino hacia la mejor convivencia y el progreso que hoy estamos viendo, gracias a ese empeño ilusionado de todos ellos, por hacer de La Guancha un lugar cada vez más atractivo, civilizado y acogedor..

Este amigo guanchero, verdad que si, despertó en mí el sano deseo de estar con Uds., a través de estas líneas, realzando los valores de ese Municipio y sus gentes, distinguiendo a aquellos hombres de otras épocas valerosas y señeras, de nuestros valientes emigrantes que tanto cooperaron para que hoy sea una re

VOLVER A EMPEZAR

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Desde siempre, el hombre, sobre la faz de la Tierra, ha tenido un destino señalado, más o menos afortunado, y ha nacido para llegar a esa determinada (¿?) culminación venturosa, cronológica, a la vez que ineludible.

A través de los años, su providencia, la cual acaba imponiéndose como una realidad individual, señala los caminos a seguir; algunos pueden bifurcarse y desembocar en otros derroteros insospechados y aquellos augurios deseados para sí, tal vez, se vean truncados. Las distintas etapas de la vida van pasando cada una, para entrar progresivamente en situaciones más serias y comprometidas, desde la primera edad hasta la dulce vejez. Nuestra existencia es como una ondulante dimensión de trenzadas participaciones que nos instan en aspectos diferentes, desde cualquier ángulo que se nos vea, ya que sufrimos transformaciones considerables, a permanecer atentos junto con nuestro creciente deterioro... Y es evidente, de que el hombre se va consumiendo, mientras algunos no lleguen a percatarse de ello. Vamos dejando en el camino todas nuestras fuerzas e ilusiones, rindiéndonos y apartándonos en la larga ruta, dándoles el paso preferente a los demás, sin importarnos ya quiénes son ellos. Pero al sospechar a dónde van con sus vitales fuerzas y la alegría que desbordan, deducimos que todos nuestros esfuerzos son vanos, que todos vamos hacia el mismo lugar y las prisas van cediendo, a la postre presentimos el trayecto final, ya que los ánimos también van acabándose paulatinamente.

En sus postrimerías, los hombres ya mayorcitos y según sus destinos, reparan en esos decisivos momentos, intuyendo que de nada les sirven las resistencias instintivas y conservadoras, en esa invariable realidad. Unos más protegidos, por que están abrigados por el cariño y los cuidados que le dispensan sus familiares, amigos e instituciones sociales, amen de las gubernamentales; a los demás, sin esa suerte tan maravillosa, sólo les queda arrastrar el fardo lastimero de sus desengaños, sus inconsolables penas y los lejanos recuerdos... Hallar las tristes y paupérrimas horas vividas, ¡para nada!, al recordar su engañoso pasado, después de tanto luchar y darlo todo por los demás, para ahora verse tan solos, abandonados por sus seres más allegados, por la sociedad misma, eso es denigrante.

Siempre ha sido así. El viejo ya ha vivido bastante, ya no sirve para nada, es un estorbo que ocupa un espacio necesario para otros más jóvenes... "Hasta huelen mal algunas veces". Son desesperantes, inoportunos e intransigentes. No se están en un sitio quietos, todo lo tocan y protestan de todo.

¿Por qué Dios no habrá hecho un Paraíso aparte sólo para los viejos? ¡Un lugar que envidiara el resto de los hombres y lo ambicionaran para ellos! Un lugar especial cuya atracción ilusionara y mitigara aquí, en vida, tantas contrariedades y desconsuelos, la incomprensión injusta y cruel de tantas personas desaprensivas hacia los mayores de edad. Los viejos volverían a ser como niños, y como jóvenes... Volver a empezar... La ilusión en ellos renacería, volverían a iniciar de nuevo "sus vidas", las renacerían tan dulcemente...

A pesar de las habituales demoras, si no tanto, algo se está haciendo para ellos, nunca como ahora podemos hablar de solidaridad humana, la Organización de Naciones Unidas, por ejemplo, se ha empleado a fondo en ese proyecto universal de amparar a todas las personas de edad avanzada, buscándoles un techo seguro y cuanto necesiten para que vivan sus últimos años dignamente, con esa ilusión reparadora que todos necesitamos e ir sosegadamente en ese difícil trecho que nos queda por andar, que yendo con dignidad parece que fuera menos triste la idea de acabar para siempre.

Cuando paso por una Residencia de Ancianos, por los Centros llamados de la Tercera Edad o similares, siento que algo me da vueltas dentro del pecho, es como un sentimiento nada extraño que me obliga a meditar y mientras pienso, en mis soliloquios digo que hacen falta más Instituciones de esas - muchas más - que garanticen a nuestros queridos mayores esa paz que veo en ellos, al pasar por esos benditos Hogares. Cuando miro hacia adentro... Les veo tan felices y contentos, algunos de ellos viviendo mejor que cuando lo hacían en sus antiguas casas... Sin pasar por la angustia de tener que pedir que le pongan el plato de comida, que ya es tarde... O que las ropas de la cama se ensuciaron... Que no tienen ni un cigarrillo... Que sienten frío... Que están enfermos... ¡Qué paz, Señor, saber que le atenderán a uno sin reproches, sin gritos ni maldiciones! No oír jamás la expresión lacerante que acostumbran a proferir algunas personas despiadadas a sus viejos: "¡A ver cuando te vas a morir, condenado!"

Y lo invariablemente serio e importante, y que más nos preocupa, es, saber que seremos viejos (si es que llegamos) obviando a muchos que ya se sienten solos y que seguramente piensan como yo, aunque no sea mi caso:

¡Si hubiera muchas Residencias para Ancianos!

En estos momentos, cuando tanto se habla de crisis económicas y de valores humanos, es cuando más se debiera pensar en el caso de nuestros progenitores. Ahora hay más pobreza que nunca, no tenemos ni idea de cuantos ancianos mueren de hambre y frío diariamente, e igual que los niños sin padres que mal viven, deambulando indignamente en este convulsionado mundo de represión e injusticia humana, "salvajemente". Matándose los unos a los otros sin respetar sexo ni edades ni condiciones físicas o síquicas; bombardeando hospitales, colegios... Envenenando las aguas, quemando los bosques e incendiando aldeas enteras; ahora es cuando habría que estudiar, desde todos los niveles sociales y políticos, cómo hacer realidad un proyecto que logre en un futuro no muy lejano, la garantía de la dignidad de esos "pobres niños". Y en su corta permanencia, la de esos viejos valores - que son nuestros padres y abuelos- o siquiera mitigarles el sufrimiento y el abandono de muchos de ellos por parte de muchos gobiernos y de la propia familia. Pensemos, que esos Centros podrían ser nuestro digno y placentero hogar el día de mañana, repito, quien logre llegar a viejo.

NADA MUERE DEL TODO

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Siento añoranzas, de aquella época perdida, en el tiempo que pasa inexorable ante nosotros. Siento, verdadera nostalgia de los encantos que evidencian la triste causa de mi desazón; perdimos, sin lugar a dudas, lo mejor de nuestras tradiciones que no voy a enumerarlas ahora, pues harto son conocidas por todos aquellos que amamos y sentimos como canarios a nuestra tierra.

De alguna manera, la esencia cultural canaria desde sus albores, ha sufrido, progresivamente cambios irreparables, pero nada muere del todo. Conservamos el espíritu renovador y la apreciable cualidad de nuestras fantasías. Somos capaces de reconstruir todo eso con la imaginación. Cualquier detalle que la memoria nos devuelva, compensa nuestra curiosidad... Me parece ver, en los márgenes del camino, el ir y venir de las acostumbradas bestias cargadas de frutas olorosas, frescas hortalizas y verduras, ir de un lugar a otro, para su comercialización u otro destino. Las carretas tiradas por los bueyes, cuando iban cargadas a tope y regresaban livianas como plumas que vuelan empujadas por la ilusión o el deseo del merecido descanso, allende, en sus tranquilos establos. Nuestros hombres del campo eran distintos, y no es necesario que yo lo diga, sólo sería suficiente recordar, sin pereza alguna, con el cariño y afecto, e incluso, el respeto que esas pretéritas generaciones se merecen. Aquellas vivencias que no pueden quedar en el injusto olvido. Cuando éramos muchachitos, tan distintas a las de ahora, cuando se vive en una atmósfera de verdadera desconfianza, siempre añorando aquel respeto que nos transmitíamos, como un código social llevado con aquella “urbanidad” que nunca más tendremos, es cuando valoramos aquello. En los colegios, e igual que en nuestros hogares, lo primero era eso: el respeto hacia los demás, téngase la edad que fuera. Hoy, desesperadamente se clama por la “solidaridad”, como una nave de salvación hacia nuestros semejantes necesitados de ayuda. Antes no era necesario gritarlo a los cuatro vientos, nacía ese sentimiento con nosotros mismos y nos desprendíamos de tal afecto sin que fuéramos obligados, nos dábamos de corazón. Son las nuevas corrientes sociales, bien es verdad, hay cosas que, aunque se hayan mejorado, también es cierto que aquello era distinto. Pero lo más hermoso de nuestras tradiciones, es que no todo lo hayamos perdido.

No responde a mis deseos, tanta acritud que se vive y que se ve por doquiera que vayamos. Cuando nos encontramos con algún vestigio de nuestra lejana civilización canaria, sentimos un gran respeto y admiración, y el desconsuelo natural de no haber vivido aquella gloriosa y romántica época, es cuando la sensibilidad humana afloraba como un sello que nos distinguía de los demás. A nuestros hijos y nuestros nietos debiéramos decirles su verdadera procedencia, cuáles eran las prendas y cualidades de sus antepasados. Cuál el modelo de vida, aunque de poco les sirva, si no es, para saber cuál ha sido la verdadera historia de nuestros pueblos y sus gentes... Pararse a hablar de nuestros viejos enriquece nuestro espíritu y honramos la memoria de sus vidas, por sus lecciones de hondo contenido moral y social, amen de la parte espiritual.

Veces pienso, que si todo ha cambiado tanto, no sólo ha sido por negligencia nuestra; siempre nos hemos sentidos indefensos, ante los avatares de la vida; por nuestra condición misma, por ser lo que somos. Esa idea me entristece. También hay que decirle a nuestros descendientes que: ¡Nada muere del todo! Que nunca hemos perdido la esperanza de volver a ser lo que fuimos.

LOS TIEMPOS DE LA EFÍMERA VIDA

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Siguiendo el curso indeclinable del tiempo, un tanto poseído por sus severas influencias, paso sin detenerme por los senderos de la vida; atrás va quedando el silencioso murmullo, con evidentes énfasis de otras horas vividas, algunas de ellas, caídas en el olvido y el abandono. Aquellas cadencias que dejaron las brisas que nos acompañaron en el largo trayecto fueron como dulces notas de sutiles sinfonías, que nos trajeron, a priori, recuerdos de lejanas vivencias y despertaron en nuestro espíritu clamorosos momentos irrenunciables. Sólo evocándoles podemos identificarnos con ellos y repasarlos, cual si fueran hojas de un viejo manuscrito, ya amarillentas y carcomidas...

En esa aventura nos enrolamos cautelosamente, como si no fueran nuestros los episodios que hemos vivido a lo largo de tanto tiempo. Mas, hoy mendigamos esas vivencias con el irresistible deseo de los profundos sentimientos. Ahora todo parece más turbio y difuso, igual que los cristales de mi vetusta ventana, como las aguas del solitario manantial y la línea divisoria, entre el mar y el cielo... Y en las páginas sueltas de tu diario, cuando intento leerlas una vez más, siento la sensación de que tu inconfundible letra es, como lo son las arenas movedizas abatidas por el viento y confundo en mi negligente empeño, cuando hablas de nosotros, en ese laberinto fónico que no acierto a comprender la transformación, pues, son todo tus signos, como todo cuanto me rodea... Mi vida, al cabo del tiempo, va traduciéndoseme sólo a eso, caminar por los viejos senderos que me brinda la imaginación; ir buscando inútilmente los causes amados, el familiar silbido de aquellas brisas imantadas de notas sentimentales que tratan de alegrar nuestro entorno. Y, aquellos claros de Luna... Y las lluvias, cuando nos brindaban la oportunidad de estar más juntos y sentir el calor de nuestros cuerpos...

Si, entiendo que todo tiene un límite, que nada es perecedero y nada nos pertenece, que vivimos engañados… Que si estamos en este mundo, debe ser por pura casualidad, sólo nos resta desenvolvernos de la manera que mejor podamos, crecer y crecer, luego sufrir la transformación e ir marchitándonos y caer, como la flor que lo ha dado todo y que nada ni nadie le consuela. Las brisas, quizás nunca nos abandonen, nuestro espíritu se sostendrá en sus ondas etéreas de transparencias celestiales y nos llevarán hacia el Infinito, flotando en su cálido remanso de perfumadas somnolencias.

A veces me aterra mirar con insistencia las cosas que me rodean, máxime cuando veo derrumbarse tantas pertenencias del pasado y transformarse, según se les antoje a los "cerebros" sociales de turno; luego nos están rompiendo los senderos que tantas veces, antes, hemos andado... Y echan abajo verdaderas joyas arquitectónicas, como son, las pintorescas y representativas casonas de pretéritas generaciones. También la gente se va, cada vez con más frecuencia, y así mismo, nos vamos sintiendo irremediablemente solos. Entonces, la agonía que siento es gradual, a medida que insisto en mis reflexiones, y la pena me abruma. Viendo hacia afuera, ni las calles son las mismas, ni aquellos típicos rincones, ni la propia gente, ¡todo ha cambiado tanto! Sólo me queda el consuelo, entre tantas dudas y confusión, de saber que Dios no nos abandonará en nuestra desesperación final. Considerando todas las cosas buenas de esta vida: hay que luchar por conseguirlas, debemos estar consciente de ello, y la verdad es, que, si no estamos con Dios ahora, no lo estaremos nunca. Y, ¿qué sería de nosotros entonces? ¿A dónde iría nuestra alma?

Veamos, con resignación y objetividad, tantas razones y vivamos sin apartarnos de EL, vivamos todos los momentos de nuestra vida -insisto- amándonos, que la divinidad del amor es la fuente milagrosa de nuestra salvación. Resignémonos al ver, cómo todo se nos ha ido alejando, que nos vamos quedando solos en este mundo, sin nada que nos pueda servir de algo. El alma es infinitamente frágil, ligera de todo peso para poder llegar al Edén, más ligera que las brisas, para poder ir con ellas. Y todo lo que hayamos amado y cuantos recuerdos gratos tengamos, tu viejo diario, tus sonrisas y las lágrimas derramadas, todo ese sentimental bagaje, estará esperándonos en la nueva morada.

Ahora, sólo nos resta prepararnos para ese viaje inminente. Amémonos, pues, los unos a los otros, perdonemos las ofensas de nuestros enemigos y a nuestros deudores y que seamos perdonados. Elevemos, pues, nuestras oraciones al Cielo y esperemos...

LA TABERNA DE LOS NOSTÁLGICOS

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La lisonjera bulla se acentúa, cada cual a su aire, progresivamente elevando el tono de voz y así se tornan colectivos los ánimos dentro de la taberna. Una forma muy particular de las gentes de “costas”, como si al hablar quisieran anular el concierto habitual de los distintos fenómenos marinos junto al rugir de las olas… Era evidente que estaba rodeado de marinos y pescadores, gente de a pié todos ellos.

Aún quedan lugares en Puerto de la Cruz que no han perdido el sabor marinero que en realidad les caracteriza y les distingue en muchas de sus manifestaciones sociales. Ciudad moderna como pocas, con infraestructuras envidiables y atractivos turísticos por doquiera, que progresa a un ritmo reposado y eficaz. Pero lo nuestro, en cualquier lugar y momento nos sorprende cuando menos lo esperamos, es nuestra identidad que nunca muere.

Mientras escribo, con una cuartita de vino tinto del norte de Tenerife, delante, me acuerdo de todos aquellos hijos de este lugar que por imperativos de la vida, muy justificables algunos, otros porque eligieron la aventura de cambiar de aires y emigraron, se que nunca olvidan sus raíces y todo aquello que dejaron atrás, sé que tienen el corazón dividido y que sus pensamientos vuelan, a veces, buscando a través de ese hilo conductor de los recuerdos, caminar por los amados lugares, detenerse en determinados rincones y rendir emocionado afecto, homenaje nostálgico y evocador a esos motivos tan entrañables. Cuando estamos lejos de lo nuestro, necesariamente, también el subconsciente se nos divide, estamos allá y a la vez estamos acá, reviviendo viejos momentos, tan añorados... O estamos haciendo cálculos, pensando siempre en aquel día que Dios nos permita volver y poder estar, ante todo, con los seres queridos. Mas, curiosamente, todos los buenos deseos, casi siempre se cumplen. Y más curioso aún, cuando hayamos regresado, al poco tiempo contamos las horas pensando en el día, ahora a la inversa, que podamos volver a emigrar o simplemente viajar al lugar de donde hayamos venido, donde habremos dejado una buena parte de nuestro aventurero corazón.

Se supone que no hay palabras que definan exactamente el verdadero sentido del amor, que sólo hay alientos entrecortados, largos suspiros y a veces, el dolor más profundo, cuando ese amor nunca fue correspondido. Que no hay palabras ni elocuencia poética alguna que sea capaz de aliviar ese dolor que tanto daña interiormente, ni egos valientes que puedan disimular esa tragedia, esa huella en el corazón, aunque el curso del tiempo parezca borrarlo todo. Que donde hubo siempre queda y las lágrimas del desamor van por dentro, ocultas para que no las vea nadie. Se que a veces, nos delatamos sin poder evitarlo cuando las fuerzas flaquean ante la misma evidencia, cuando los sentimientos se encuentran, cuando las miradas se cruzan y se buscan y aunque no se pronuncien esas prohibidas palabras de amor, los pulsos se agitan y se siente más fuerte el dolor…

Nuestro Puerto de la Cruz nos dice tanto, si atendemos los diversos mensajes de sus nostálgicos silencios, si nos detenemos ante tanta expectación y sus abundantes posibilidades, si andamos al paso de sus cadencias y generosidades… El Puerto de la Cruz, todo el es un mensaje de amor en sus diversas manifestaciones. No existe un momento en mi vida que deje de darle gracias a Dios por estar aquí, inmerso en este embrujo influyente que me obliga hablar como me expreso, reconociendo que no hay lugar como este, donde nací y estoy viviendo, ni gente mejor. Y aunque estuviera ausente, lejos de todo, iba a sentir siempre igual e iba amarle como le estoy amando.

La bulla en este concurrido lugar persiste, ayuda a que uno pueda aislarse para escribir y poder expresar los pensamientos con deleite.

Ya acabé la cuarta de vino, un vasito más y ya me voy, quiero ser puntual a la cita…

Adivino que las palabras, a veces, sobran, que la imaginación las suple en la evocación, cuando deseamos sentir el calor de la cercanía, de las manos que acarician y el silencio que confiesa la misma lealtad con que se sueña sin dejar secuelas, ni testimonio alguno, sin arañazos, sin huellas delatoras, ni humedad de las lágrimas que ellas solas brotan. Las palabras, creo que nunca hablan por si solas, que están supeditadas al convencionalismo y a la moderación de la sociedad que compartimos.

El lugar no importa, desde donde haya salido tanta inspiración, lo que en realidad cuenta es la intención con que se envían estos mensajes a los seres queridos, máxime si están lejos de nuestro terruño amado. Lo realmente valioso en esta y demás ocasiones, es la sinceridad con que se dicen los argumentos sin romper jamás el encanto de la comunicación. Gracias por estar ahí, escuchándome a través de este medio. Diría más, tal y como soy, un sentimental incorregible, nada engreído y lo más humilde que nadie pueda sospechar. Generoso cuando halla apoyo, comprensión y cariño en los demás.

¡Cómo suceden las cosas en la vida, y el hombre, cómo cambia su forma de ser, sus sentimientos!.. ¡Cómo se va haciendo mejor persona a medida que entra en años y cómo acaba siendo ejemplar ante los demás aunque haya sido peor!.. Y es que la vida es así, una callada escuela que al cabo del tiempo nos va moldeando y corrigiéndonos, haciéndonos más aceptables. La vida siempre ha sido leal consejera, siempre nos ha brindado la oportunidad de poder llegar a ser felices y si en algunos casos no ha sido así, no le culpemos, habremos sido nosotros los desleales por no haber tenido confianza en nosotros mismo.

Observando a la concurrencia, uno deduce por el semblante y hasta por los mismos gestos de algunos, que no todos están igual de habladores, es evidente que esas excepciones cargan alguna pena o sufren algún contratiempo, pero no hay quienes consigan sacarles una sola palabra y aliviar con ello la carga que les mortifica. Acabarán como los demás, cuando los vapores báquicos vayan subiendo a la cabeza con la celeridad propia que la imprudencia obliga. Que ahogando las penas con el vino, el dolor crece sin poder liberarse de el, contrariamente a como piensan algunos.
Los nostálgicos aprenden a andar con el pesado fardo de sus penas a cuesta, disimuladamente, aunque con el sigilo propio del sufrimiento, por caminos insospechados pero más seguros.

EN BUSCA DE EL DORADO

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Viendo pasar el tiempo, he dejado muchas cosas atrás y no pocas vivencias amadas y anécdotas, que, aunque sienta que han caducado muchas de ellas por esa nefasta influencia, por su traslación o alejamiento y las distancias, están ahí, en el lejano recuerdo de nuestro transito por la vida. Entonces, yo había partido en busca de El Dorado, como otros tantos emigrantes, con las ilusiones que me inspiraban las fantasías de mi corta edad. Era un sentimiento que iba en paralelo con otros sentimientos. Aparte del aventurero, otros me poseían con más tiernos anhelos; quería evadirme de la rutina diaria y dejar de sentirme un parias respecto a mis viejos; además, necesitaba aventurarme en pos de horizontes más alentadores.

Cuando ya pensé tener realizados esos sueños, sólo estaba comenzando. Mas, no en vano, intenté encauzar los logros alcanzados. Iba progresando a medida que fui superando las dificultades que, obviamente, generan ese ambiente propio de la vida de un inmigrante, que, a veces, son de consecuencias muy negativas.. Pero, ya digo, la perseverancia, en cualquier circunstancia de la vida, es la más sabia de las actitudes para lograr con éxito lo que nos propongamos. Estoy satisfecho de mis logros; ahora, más que nunca, conozco mejor la vida, es un caudal de experiencias, y lecciones oportunamente aprendidas que nos enriquecen en todos los sentidos, materiales y espirituales... Vivo de los recuerdos que, a veces, comparto con estos escritos, cargados, algunos de ellos, de un sentimiento especial hacia todo aquel conjunto de motivaciones, desde la más atrayente, hasta las realmente incómodas por sus contenidos insoslayables. Pero ahí está todo, en esa supuesta del tiempo alejado...

Entre tantas vivencias, escojo algunas para animar mis comentarios; echemos, pues, andar... Recuerdo ir caminando por Los Chaguaramos, - una zona, hoy residencial de Caracas- para realizar una visita a un amigo y paisano, darle noticias frescas y entregarle un "paquetito" de su familia. Ese día estaba lloviendo, en el cielo se hizo una oscuridad tremebunda, y el palo de agua fue muy duro; mas, en sólo unos minutos cesó de llover y nos brindó el azar un firmamento distinto, lleno de luminosidad. Todo aquello era una enorme sabana donde predominaban los juncos, palmeras y carrizales, acompañados de bastante vegetación alta, que estando mojada refulgía al socaire de los rayos solares. Eso ocurrió, en menos de una hora y media un par de veces. Cuando el agua se ausentaba las hojas brillaban hasta encandilar la vista, y la tierra al calentarse levantaba el vapor atmosférico, dándome, todo aquel bello entorno, la sensación de estar en un mundo distinto... Entonces había que caminar mucho, ya que no conocía exactamente las rutas de los autobuses y, ante el temor de alejarme del objetivo principal, prefería ir caminando. Cómo me gustaría saber expresar esos acontecimientos con sus encantos naturales, desde todo punto de vista casi inenarrables por sus hermosas complejidades que tuve la dicha de disfrutar. A veces, tenía que huir de alguna culebra; y las aves de abundantes especies, era muy frecuente verlas revolotear a mi alrededor o en direcciones diferentes, advertidas de mi presencia; eran tan variadas y exóticas, así como las sorprendentes colonias de coloridas mariposas, que más parecía estar soñando, que otra cosa. Se me iba el santo al cielo contemplando tantas maravillas, que nada tiene que ver con los malos ratos que hubiera tenido que pasar. Cientos de anécdotas, emotivas todas ellas, de una realidad distinta y ninguna, para mí, despreciables. Con ellas estoy llenando un manuscrito, para cuando pierda la memoria poder leerlo y no desprenderme nunca de esas vivencias entrañables. Dada su diversidad y las distintas motivaciones de sus argumentos, deben llevar un orden narrativo selectivo.
Entonces, Venezuela se me antojaba, que era un país nuevo, de una virginidad extraordinaria. Sus atractivas panorámicas lo atestiguaban; cada rincón de su geografía rural era una viva estampa de increíble belleza, y no lo digo desde la óptica de mi corta edad de aquellos años, por que a esa edad uno no se fija en esos detalles, buscamos otras cosas...

Una vez, ya casado y con hijos, -lo digo como referencia - iba con los compañeros de Sanidad, trabajando por un lugar muy singular, todos en sendos jeeps oficiales, por caminos de tierra, en un lugar casi selvático, cuando nos sorprendieron decenas de monos saltando entre los tupidos árboles, que, al parecer se alegraban al vernos. Y las orquídeas silvestres, vimos centenares, todas ellas bellísimas, cuyo hábitat eran los nudos de los robustos troncos de los mismos árboles; era un lugar tremendamente húmedo a pesar del fuerte calor reinante, rayos de sol que perforaban la vegetación hasta llegar hirientes a la tierra mojada. Y, en los páramos de la cordillera andina, yendo por ahí en otra ocasión, hacia San Antonio de El Táchira, buscando la frontera con Colombia, para ir a Cúcuta, el trayecto en automóvil, era un verdadero atractivo y a la vez, una delicada aventura si nos sorprende la neblina en las cumbres. Cuando llegamos, por supuesto ilesos, estando en un restaurante comiéndonos una hermosa tortilla a la española, oímos un tiroteo en la calle y al preguntar qué era aquello, nos advirtieron que se trataba de una revuelta entre civiles y militares, que tuviéramos cuidado... Así las cosas tuvimos tortillas a la española para rato.

A veces pienso, en esos especiales momentos, recuperando vivencias, recuerdos un tanto alejados… Entonces, parece como si renacieran todas aquellas cosas de nuestro ayer y sus afectivos influjos nos poseyeran. Del pasado tengo un concepto liberal y a la vez razonable, él es como nosotros mismos, tiene un comienzo, se distrae en el camino... y desde su aburrido alejamiento, nos provee en sutil divertimento, de aquello que no vamos a poder alcanzar.

Yo pienso que pasado y presente, nunca podrán entenderse, pero siempre se respetan en algo religiosamente intocable: desde cuando los hombres se identificaron y distinguieron del resto de las especies, en la memoria y conservación del recuerdo de sus vivencias.

Hablaba de Venezuela, y a nadie le niego mi profundo amor por ella. Mentaba cosas bellas de sus campos, barrancos y hondonadas Citaba a sus distinguidas gentes, y sigo confesando, abiertamente, mis debilidades por ellos y los encantos de esa singular tierra.

Ese llanto que oigo a través de mi conciencia, no es un llanto normal, ése arrastra un lamento que más parece una queja que una simple expresión sentimental. Y me pregunto en mis calladas horas, en mis sórdidas y evocadoras estancias, si no habré dejado atrás algo más que una ilusión apresada en el tiempo.

Venezuela, hoy atribulada, mal tratada por la incomprensión de sus gobiernos y sus opositores, por los desalmados e irresponsables detractores de su destino, insisto, adversarios de sus verdaderos derechos cívicos, políticos y sociales, verá la luz que intuyo; habrá un renacer social definitivo que será histórico acontecer por sus innegables consecuencias. Pero será el tiempo quien marque las pautas, con él irán marcándose los pasos de su destino...

VOCES DEL CAMINO

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Casi generalizando, tengo la intuición de no estar equivocado, al entender a grosso modo, aparte del tiempo perdido, la caótica situación en que vivimos, aunque muchas veces quisiéramos ignorarlo. Es justo y digno, reconocer del empresariado y los trabajadores, el valor y la “sabiduría” de saber resistir el fuerte temporal que hemos sufrido en los últimos tiempos y en nuestras débiles economías... Con tantos “bandazos...” y empujones recibidos, en mares encrespadas como las nuestras. Rodeados por todas partes, como islas indefensas que tienen que resistirse a tantos golpes de infortunio que no nos doblegan a pesar de la furia con qué arremeten. Las Empresas, tanto mayores como medianas y pequeñas, muchas de ellas, han tenido que cerrar sus puertas, cesando así la actividad laboral que incrementa los alarmantes índices de paro en Canarias; precisamente, por nuestra indefensión, peculiaridades y, obviamente, por nuestras difíciles condiciones en ese aislamiento y la competitividad que sufrimos en todos los niveles económicos y sociales, que son archí conocidos...

A veces, parece como si quisiera estabilizarse la situación, pero sólo son amagos ilusorios que engañosamente quieren devolvernos la tranquilidad a la clase empresarial y obrera, que, como ya he dicho, no pierden las esperanzas de ver sus sacrificios compensados, siquiera, con el fruto merecido; y podamos celebrarlo de alguna manera.

Mientras tanto, impera la desesperación viendo pasar el tiempo, teniendo que satisfacer las cargas y hasta el embargo y sin expectativas de logros realmente alentadores. Esas lucecitas que nos parecen ver en el movedizo espacio de la lejana contemplación de la esperanza, son efectos del espejismo social en que vivimos. Nos consuela creer que vamos a mejorar en breve tiempo, no sólo por lo que se nos dice desde las altas esferas políticas, sino que nuestra fiebre elevadísima del deseo nos da con su implacable calor, las extrañas fuerzas que necesitamos para poder equilibrar la paciencia. Mientras esperamos, en tanto continuamos esforzándonos, sin perder los ánimos. Mas, insistimos, que a cambio, ellos también se esfuercen, como gobernantes que son de los destinos de nuestros sufridos pueblos, en aras de la paz económica y social, como nos han prometido siempre, antes de celebrarse los obligados comicios electorales. Que no deleguen en otros sus verdaderas obligaciones, y que escuchen con más sensibilidad nuestras justas pretensiones: vivir mejor y que el precio no sea tan alto.

La Oposición también está obligada a contribuir positivamente en todos los esfuerzos que hagan sus oponentes políticos. ¿Creen que así van a llegar alguna parte en favor del sufrido pueblo? Si, sufrido pueblo que ve desmoronarse todos sus esfuerzos, hundirse las Empresas una tras otra, crecer el número de desempleados, la quiebra de tantos pequeños y medianos negocios… Existe pánico en las Industrias, los capitales emigran, hay desconfianza… ¿Pero es sólo culpa del Gobierno tal descalabro? La misma culpa la tienen todos los partidos políticos de la Oposición. Esto lo veía venir. Con tantos abusos existentes, la corruptela habida, la falta de colaboración, las intrigas… ¿Qué más quieren que les diga? Tenemos lo que merecemos, pero no hablo solamente de nuestra ciudad turística, generalizo, generalizo, hablo del resto de Canarias y parte del extranjero -dicho así jocosamente- que no acaban de hacer el… pongan Uds. el adjetivo.

LA HERENCIA DEL SILENCIO

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Los pueblos no debieran olvidar su pasado, que en definitiva, conforman las páginas de su historia y debieran mirar más hacia su futuro cimentándolo en el presente.

Ahora nos corresponde aportar lo mejor de nosotros. Lo digo generalizando; y que lleguen mis comentarios a la conciencia de nuestros representantes políticos, para que, al tomar decisiones serias piensen, ante todo, en ese “porvenir” que vamos a dejarle a nuestros hijos y a los hijos de éstos. La historia comienza con ese desprendimiento patriótico, saber aportar a nuestro patrimonio lo que será frutos generosos para venideras generaciones, las cuales sabrán valorar nuestros esfuerzos y el deseo que nos animó oportunamente a buscar para Canarias lo mejor, sin escatimar sacrificios ni esfuerzo alguno; y han habido y hay ediles, que, - todo hay que decirlo - en mucho han acertado. Que en definitiva, son responsables directos de nuestra política territorial. Sin dormirse en los laureles, claro está. Y mucho mejor es recordar insistentemente los fracasos e infortunios que han dañado a nuestra historia, como se viene haciendo habitualmente, señalando fechas determinantes, con cierto placer y en algunos casos con “regodeo”. Efemérides, pues, que nada positivo aportan a nuestros verdaderos anhelos, y, si me lo permiten, a nuestras necesidades. Ello empaña, de alguna manera, el panorama presente, despertando antiguos rencores en algunos, indiferencia para otros y sonrojo para una mayoría que están ahí, en el silencio del anonimato. En nuestras Islas Canarias hacen falta otros hechos determinantes y más serios, menos folklore y más “puestos de trabajo”, por citar un ejemplo. Nuestros hijos necesitan ayudas para realizar sus sueños, con los mismos derechos que lo gozan otros... Necesitan puestos de trabajo seguros y dignos, donde prevalezca el respeto y la estabilidad económica tan aclamada hace algunas décadas. Nos consta, que es imposible repartir lo que no se tiene, pero si, es responsabilidad de nuestros gobiernos, sean cuales fueren, estudiar la forma de crear esas fuentes de trabajo tan necesarias y que los pueblos ordenados demandan. No entorpecer la labor de sacar el comercio, por ejemplo, adelante, con más impuestos, persecución indebida... Sin el empecinamiento de tantos obstáculos que nos impiden salir de esta crisis que nos ahoga y que nos niega salir de ella a pesar de tantos esfuerzos para no sucumbir económicamente. Necesidad imperiosa que no se puede dejar aparcada como asignatura pendiente y que fomenta que alguien ofrecerá mañana, falsas promesa electorales para algún día hallar más votos... Ya está bien de demagogia, ya no valen para nosotros los engaños, los vemos venir de lejos, en cada ocasión, siempre con la misma cantinela... Luego “los peores se unen y hacen la fuerza” que no convence. Aquí nadie se ha preocupado por los graves problemas que estoy denunciando, que de haberse luchado con dignidad algo se hubiera logrado; lo hubiéramos visto reflejado en nuestra economía. Yo no me estoy refiriendo al Gobierno Municipal actual, en un año no han tenido tiempo y algo habrán hecho. No es que no me preocupe el porvenir de mis pueblos y sus gentes, estoy preocupado y mucho, sólo que la política no es lo mió, no acabo de entenderla.

A nivel regional, nuestros campesinos están ansiosos de ver resultados que resuelvan sus graves problemas... Pero nada de nada o al menos no se nota que esos resortes se pongan a funcionar o se activen. Ayudas, supervisiones, protección e interés cívico. Si, ya sé, es el tiempo...

Hay veces que se malgasta ese tiempo y los dineros queriendo agradar a los demás, seguramente a aquellos que menos problemas tienen y menos lo necesitan. Movidos por ese sentimiento calculador, es muy “bonito” siempre resulta elegante todo lo que se haga. Mas, sin lugar a dudas, congratulan a unos y confunden a otros. Los que más, no saben ni de qué va la cosa, pasan de todo, sólo consiguen distraerse... La mayor parte siguen obsesionados con sus problemas que al parecer no hay capacidad política para poder resolverlos, ni créditos, por muy buena voluntad que se tenga. Creo que si no nos unimos seriamente y luchamos juntos por salvar nuestro pellejo, vamos a sucumbir de verdad a corto plazo. No miremos a otros lados, veamos lo que nos espera, y que conste, no soy derrotista, sólo veo. Y por ello me tomo la libertad democrática que me asiste para romper definitivamente los pecados de nuestro silencio.

No olvidemos que Canarias está huérfana en muchos aspectos fundamentales, y que sólo nosotros, los que la llevamos dentro y entendemos la situación en que vivimos, podemos conservarla ayudándonos a nosotros mismos, haciendo oídos sordos a tantas encuestas “mentirosas” y mirando siempre al frente, palpando nuestras necesidades. Que aunque veamos con dolor ese triste horizonte que asusta a nuestra juventud, importante reducto para garantizar nuestro futuro, si les ayudamos, con ellos sabremos, algún día, aprovechar todo nuestro coraje, que, unido a nuestra inteligencia natural, podríamos librarnos de nuestro cruel destino y ser como siempre hemos soñado...

SIGUIENDO LA HUELLA DE OTROS PASOS...

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Una enorme y bellísima aguililla, con su armonioso vuelo, proyectaba sombras negras que se movían sigilosamente sobre los alineados viñedos, celosamente cuidados y prietos de brillantes y pulposas uvas en sus alargados racimos de boyante espesura y en cuyas resistentes vayas pendían exuberantes como queriendo descolgarse... Los virajes en el transparente aire que hiciera el rapaz animal en su artístico planear, yo los seguía con la mirada somnolienta por el cansancio, dejando escapar las sombras que me llegaban y, que se escurrían sobre la verde alfombra vegetal.

Siguiendo por el camino, alcancé a ver al otro lado del mismo, los bordes del barranco contiguo, que se abrían a medida que me acercaba a su profundo abismo de sinuosas pendientes en sus bellísimos márgenes, siendo escurridizos los pronunciados declives, hasta llegar abajo, a la pedregosa y sombría oquedad de su oculto suelo. Tiré una piedra al vacío, como queriendo medir la distancia y sólo alcancé su lejanía a través de un espontáneo silbo que hice para buscar su perdido eco, y esperé hasta quedar satisfecha mi curiosidad, cuando rompió el silencio de tan atractivo y oculto lugar.

En la bifurcación del terreno, tuve ocasión de preguntarle a un campesino que se cruzaba conmigo, si quedaba mucho y cuál era la ruta indicada para llegar al pueblo más cercano. Informado debidamente, seguí adelante, por la vertiente de la derecha, y a tan sólo unos minutos más, comencé avizorar las lejanas siluetas de las primeras casas que surgían entre la gigantesca arboleda y la abundancia de la abrupta maleza. En el mismo trayecto, un mozo de mediana edad y contextura fuerte, bajaba vivaz sorteando los obstáculos impertinentes del inhóspito y árido tramo de ese corto trayecto, el cual, llevaba consigo un par de hermosas vacas y allá venían dos vecinos más, acompañados de un corpulento perro, que resultó ser, un precioso ejemplar presa canario de tentadora belleza y elegancia indescriptible. Uno de ellos, deteniendo su marcha, se me acercó y me pidió si tenía con qué encender un cigarrillo, y en la parada obligada hablamos algo, sin que fuera nada concreto, simplemente monólogos y el correspondiente saludo. Al llegar al pueblo, lo primero que pregunté fue, si había otro sendero para no regresar por el mismo que me llevó hasta allí... Efectivamente, así era, ello me brindaba la satisfacción de ver más y disfrutar del paseo subsiguiente, después de que hablara con alguien del pueblo y viera algo de nuevo interés.

A lo lejos resplandecían las lejanas montañas, envueltas en algunas nubes dispersas que alegraban el panorama campestre. En el pequeño poblado, las calles estaban desiertas y su única plaza, el ambiente balsámico y soberbiamente pasmoso, daba a su vez cierta sensación de paz, hasta el punto de agradar sobremanera, después del largo camino, por lo que opté por sentarme en el próximo banco de piedra que hallé, y que, como todos los demás, estaba libre y esperé a reponer las energías gastadas en el incesante caminar desde las primeras horas de la fresca y prometedora mañana. Luego fui en busca del calor de las gentes, que aún no asomaban de sus disimulados escondrijos, en previsión instintiva propia de los lugares apartados. Y así, fueron apareciendo, no sin sigilo, obsequiándome, primero sus sonrisas, mas tarde los acostumbrados saludos y como nota simpática, algunos perros que salieron a mi encuentro, ladrándome desaforadamente y el clásico niñito que se me queda mirando con expresión interrogante... ¡Qué diáfano y limpio estaba el cielo ese día!.. ¡Y que dulzura al alma daba tanta paz en un paraje como ese!

Hasta mí se acercaron dos personas mayores, que, reverentemente se libraron de sus respectivos sombreros de tela negra, y se me brindaron para lo que yo mande -así dijeron- invitándome, si quería ir a sus casas y conocer, sin reservas, las cosas del pueblo y sus costumbres rurales. Aquello me gustó mucho, ya dentro de la vivienda de uno de ellos y después de saludar a toda su encantadora familia, veo llegar a una muchacha joven, con, en una mano una botella de vino y en la otra un queso blanco casero que olía a eso, al verdadero queso. Y así aparecieron los vasos y sin darnos cuenta, mientras hablábamos, acabamos con la botella; entre tanto. Ya me sentía uno más entre ellos y dijimos de salir, para conocer cosas de la calle, la iglesia, al manda más del pueblo, en fin, familiarizarnos. Fueron tres horas y media de camino, sin hablar con nadie, que al llegar a esto todo cambia y el espíritu de uno se siente de otra forma, más animado, seguro que sí.

El cura, como es natural, se apuntó al almuerzo que, entre un pequeño grupo de "nuevos amigos" improvisamos: Sacrificaron unos conejos y los arreglaron para degustarlos a la brasa, con mojo y papas guisadas, y una bimba de gofio amasado con almendras y miel de palma. Frutas había de todas las que da el campo y el vino, no digamos nada, caldo de dioses... Después de la comida, unos viejos trajeron sus guitarras y aquello fue "pa" qué les cuento. Luego el envite con la baraja, más vino, que al final tuvieron que llevarme en una bestia media arisca la condenada, hasta el final del camino y allí tomé la guagua...

VOLVER A EMPEZAR

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Desde siempre, el hombre, sobre la faz de la Tierra, ha tenido un destino señalado, más o menos afortunado, y ha nacido para llegar a esa determinada (¿?) culminación venturosa, cronológica, a la vez que ineludible.

A través de los años, su providencia, la cual acaba imponiéndose como una realidad individual, señala los caminos a seguir; algunos pueden bifurcarse y desembocar en otros derroteros insospechados y aquellos augurios deseados para sí, tal vez, se vean truncados. Las distintas etapas de la vida van pasando cada una, para entrar progresivamente en situaciones más serias y comprometidas, desde la primera edad hasta la dulce vejez. Nuestra existencia es como una ondulante dimensión de trenzadas participaciones que nos instan en aspectos diferentes, desde cualquier ángulo que se nos vea, ya que sufrimos transformaciones considerables, a permanecer atentos junto con nuestro creciente deterioro... Y es evidente, de que el hombre se va consumiendo, mientras algunos no lleguen a percatarse de ello. Vamos dejando en el camino todas nuestras fuerzas e ilusiones, rindiéndonos y apartándonos en la larga ruta, dándoles el paso preferente a los demás, sin importarnos ya quiénes son ellos. Pero al sospechar a dónde van con sus vitales fuerzas y la alegría que desbordan, deducimos que todos nuestros esfuerzos son vanos, que todos vamos hacia el mismo lugar y las prisas van cediendo, a la postre presentimos el trayecto final, ya que los ánimos también van acabándose paulatinamente.

En sus postrimerías, los hombres ya mayorcitos y según sus destinos, reparan en esos decisivos momentos, intuyendo que de nada les sirven las resistencias instintivas y conservadoras, en esa invariable realidad. Unos más protegidos, por que están abrigados por el cariño y los cuidados que le dispensan sus familiares, amigos e instituciones sociales, amen de las gubernamentales; a los demás, sin esa suerte tan maravillosa, sólo les queda arrastrar el fardo lastimero de sus desengaños, sus inconsolables penas y los lejanos recuerdos... Hallar las tristes y paupérrimas horas vividas, ¡para nada!, al recordar su engañoso pasado, después de tanto luchar y darlo todo por los demás, para ahora verse tan solos, abandonados por sus seres más allegados, por la sociedad misma, eso es denigrante.

Siempre ha sido así. El viejo ya ha vivido bastante, ya no sirve para nada, es un estorbo que ocupa un espacio necesario para otros más jóvenes... "Hasta huelen mal algunas veces". Son desesperantes, inoportunos e intransigentes. No se están en un sitio quietos, todo lo tocan y protestan de todo.

¿Por qué Dios no habrá hecho un Paraíso aparte sólo para los viejos? ¡Un lugar que envidiara el resto de los hombres y lo ambicionaran para ellos! Un lugar especial cuya atracción ilusionara y mitigara aquí, en vida, tantas contrariedades y desconsuelos, la incomprensión injusta y cruel de tantas personas desaprensivas hacia los mayores de edad. Los viejos volverían a ser como niños, y como jóvenes... Volver a empezar... La ilusión en ellos renacería, volverían a iniciar de nuevo "sus vidas", las renacerían tan dulcemente...

A pesar de las habituales demoras, si no tanto, algo se está haciendo para ellos, nunca como ahora podemos hablar de solidaridad humana, la Organización de Naciones Unidas, por ejemplo, se ha empleado a fondo en ese proyecto universal de amparar a todas las personas de edad avanzada, buscándoles un techo seguro y cuanto necesiten para que vivan sus últimos años dignamente, con esa ilusión reparadora que todos necesitamos e ir sosegadamente en ese difícil trecho que nos queda por andar, que yendo con dignidad parece que fuera menos triste la idea de acabar para siempre.

Cuando paso por una Residencia de Ancianos, por los Centros llamados de la Tercera Edad o similares, siento que algo me da vueltas dentro del pecho, es como un sentimiento nada extraño que me obliga a meditar y mientras pienso, en mis soliloquios digo que hacen falta más Instituciones de esas - muchas más - que garanticen a nuestros queridos mayores esa paz que veo en ellos, al pasar por esos benditos Hogares. Cuando miro hacia adentro... Les veo tan felices y contentos, algunos de ellos viviendo mejor que cuando lo hacían en sus antiguas casas... Sin pasar por la angustia de tener que pedir que le pongan el plato de comida, que ya es tarde... O que las ropas de la cama se ensuciaron... Que no tienen ni un cigarrillo... Que sienten frío... Que están enfermos... ¡Qué paz, Señor, saber que le atenderán a uno sin reproches, sin gritos ni maldiciones! No oír jamás la expresión lacerante que acostumbran a proferir algunas personas despiadadas a sus viejos: "¡A ver cuando te vas a morir, condenado!"

Y lo invariablemente serio e importante, y que más nos preocupa, es, saber que seremos viejos (si es que llegamos) obviando a muchos que ya se sienten solos y que seguramente piensan como yo, aunque no sea mi caso:

¡Si hubiera muchas Residencias para Ancianos!

En estos momentos, cuando tanto se habla de crisis económicas y de valores humanos, es cuando más se debiera pensar en el caso de nuestros progenitores. Ahora hay más pobreza que nunca, no tenemos ni idea de cuantos ancianos mueren de hambre y frío diariamente, e igual que los niños sin padres que mal viven, deambulando indignamente en este convulsionado mundo de represión e injusticia humana, "salvajemente". Matándose los unos a los otros sin respetar sexo ni edades ni condiciones físicas o síquicas; bombardeando hospitales, colegios... Envenenando las aguas, quemando los bosques e incendiando aldeas enteras; ahora es cuando habría que estudiar, desde todos los niveles sociales y políticos, cómo hacer realidad un proyecto que logre en un futuro no muy lejano, la garantía de la dignidad de esos "pobres niños". Y en su corta permanencia, la de esos viejos valores - que son nuestros padres y abuelos- o siquiera mitigarles el sufrimiento y el abandono de muchos de ellos por parte de muchos gobiernos y de la propia familia. Pensemos, que esos Centros podrían ser nuestro digno y placentero hogar el día de mañana, repito, quien logre llegar a viejo.

¡CON QUÉ IMPACIENCIA TE ESPERO!

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Cómo se ensancha el pecho viendo caer la lluvia. Cómo acaricia cuando salpica al asomarnos para contemplarla mejor, después de haber sufrido tanto calor. En la plaza pública que tengo cerca, los niños corren en todas las direcciones chapoteando los charcos que se han formado. Y, sobre el mojado pavimento, las aves que acuden cada instante, adoptan la postura habitual del baño, echadas de lado, abriendo sus alas para recibir la líquida caricia de su contacto, recibir de canto las gotas refrescantes de la lluvia. De rama en rama, dan sus saltos lisonjeros, ebrios de felicidad, los cantores ruiseñores y en los aleros de la iglesia se cobijan asustados los polluelos de las últimas echaduras. Aún la vegetación está exuberante. Y su verde acentuado no ha comenzado a sufrir los cambios climáticos de la nueva estación del año. No hay hojas caídas, no hojas muertas, a pesar de haber comenzado el curso del nuevo otoño; y siento lástima cuando pienso en la desnudez de los arbustos y la palidez degenerativa de la dispersa maleza. Aún hay flores en los jardines de mi pueblo. El Puerto de la Cruz sigue engalanado con el verde de sus múltiples arboles y demás arbustos y hierbales... Y las flores no quieren morir, como mis dilectos recuerdos que contemplo con todo mi corazón cuando me traen a la memoria tantas secuencias de mis días felices... Las flores que contemplo, animosamente, no quieren despedirse, están ahí, llamando nuestra atención y brindándonos sus encantos naturales, para que siempre recordemos sus delicados atractivos, cual mensajes de amor...

Tantas tardes apacibles bajo la lluvia otoñal, recuerdo con cierta nostalgia, caladas nuestras ropas hasta la cálida piel. Aquellas fantásticas promesas llenas de ternura. ¡Nos dijimos tantas cosas y que luego jamás cumplimos, cuando el corazón alucinaba!.. Así es en otoño, aún hoy, uno sueña despierto y nos sentimos tan generosos.

Viendo caer la lluvia, a través de mi ventana, cuánto daría por poder caminar bajo de ella y abrir los bazos - como era antes- para recibir sus nobles influjos. Recibir esa caricia deliciosa que despierta al somnoliente espíritu, hallarle en su regresión para volver a correr por los campos, bajo la lluvia, escuchar el eco de nuestras voces precipitadas en el abismo del tiempo. Sentir la caricia intempestiva de la lluvia que está cayendo y que golpea, celosamente, el frío cristal de mi estática ventana, como queriendo liberarme del silencio que me circunda.
¡Oh, lluvia otoñal de tantos recuerdos inolvidables, con qué impaciencia te espero, y con los brazos abiertos, tras los añosos cristales de mi silente ventana... ¡A veces tardas tanto en volver!..

Buscando los íntimos recuerdos dejo libre mi imaginación y voy con ella buscando en cada rincón, resquicios de quiméricas vivencias personales sin pretender profanar la privacidad de aquellos recuerdos. Cualquier resquicio por donde hayamos estado juntos y donde otras veces, pareciera estarle viendo… Aunque todo haya cambiado con el paso del tiempo, mi mente cual ave peregrina no se aparta de aquellos caminos; y siguiendo tantas huellas del pasado, vuelven a renacer con la evocación, aquella proyectada vida de gratos sueños, como si fueran realidades. Entonces es como si nada se hubiera perdido y en esa dimensión onírica está todo aquello que siempre ando buscando. Está la juventud perdida… Está el silencio y las tristes sombras de los otoños, como no he vuelto a verlos ni a sentir aquellas sensaciones tan deliciosas. Aquel aire frió que nos acariciaba… Nuestras playas no son como eran antes, nuestras playas… Aquel bullicio constante en la plazas, públicas, sobre todo en la Plaza del Charco, que si sumamos la algarabía de los niños y muchachos jugando, a el murmullote otras voces entrecortadas musitando palabras de amor los enamorado

¿DE DÓNDE SACAN LAS FUERZAS?

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¿Qué luz alumbra si no hay sombras y nada se deslumbra? Cuál luz alumbra las miserias de este mundo, si es que a duras penas, la luz de la lumbre llega a los tristes hogares de los humildes. No hay esplendor luminiscente, la lumbre está apagada, pasaron vientos inclementes y golpearon la llama de la cocina apagándola bruscamente, sólo hay silencio y dolorosa resignación. Los labios están secos y las miradas sólo reflejan angustia...

No hay esplendor alguno y siento declinar la fe de aquellos que algo esperaban y que aún siguen esperando.

Las tardes otoñales en la aldea son terriblemente crueles, algunas veces, no hay comida y el frío se hace insoportable, por lo que se ven obligados a echarse al camino, por si hallan algo que puedan llevar a la boca. Los ancianos, los más jóvenes y los niños. ¡Qué tristes cortejos! ¿De dónde sacan las fuerzas?, por que siguen esperando... Y yo que había pensado que perderían la fe. Son sus plegarias tan sentidas, tan fervientes que sólo Dios puede oírlas y está sólo en EL mitigar el desencanto de esa clase social tan marginada... Sólo Dios sabe de sus penas, y si no se pone remedio inmediato... He pensado: ¿Serán los elegidos para su Reino? Si lo supiéramos ciertamente, todos íbamos a querer ser pobres para merecer el Cielo. Si nos equivocamos, que no lo creo, el hecho de ser pobre "aunque fuera por unos instantes" nos iba a deparar la sensación sublime de acercamiento espiritual que nunca olvidaríamos. Habríamos vivido el placer de estar cerca de Dios, como si hubiéramos escuchado su divina Voz celosamente arropada dentro de nuestro corazón, habríamos sentido su divinidad consolando nuestras penas, aliviándonos el dolor y devolviéndonos las fuerzas perdidas por tantos sinsabores sufridos.

Su proximidad parece como si borrara todo mal... No habría suerte mayor que si alguna vez pudiéramos sentirnos "pobres" de solemnidad, aunque sea sólo por estar un rato cerca de Dios. Pero pasemos a los hechos reales, somos los hombrea quienes debemos librar la lucha, se acercan momentos difíciles, eso dicen. Pues no podemos seguir jugando a la guerra, no podemos continuar engañándonos ni siguiéndole el juego a los mandarines de turno. Entre todos podemos conseguirlo, ¿qué es eso de seguirle el juego a un puñado de ambiciosos que sólo buscan su protagonismo personal en medio de tanta desgracia y necesidades? No estoy desvariando, creo que necesitamos reflexionar con fundamento. Sin embargo, presumo que la embriaguez política a que estamos acostumbrados va a ser, al final de todo, la que marque las pautas y decida cual ha de ser nuestra única conducta. Vencedores y vencidos. Gobierno obcecado y oposición herida. Unos pocos contra otros pocos y los demás viéndoles hacer y deshacer a sus antojos... ¿Cómo vamos a progresar así? ¿Acaso han pensado seriamente en sus hijos y en los hijos de ellos? Esta guerra sin cuartel es ignominiosa, absurda, hipócrita y desleal. Palabras, palabras y más palabras... Falsas promesas y atropellos desmesurados... Piques entre hermanos, fraudes a mansalva y vejaciones sin reparo alguno. ¿Eso es ser un leal político? ¿Así se ayudan los hombrea, se levantan y salen de sus habituales crisis los pueblos? Qué distinto fuera si pudiéramos encausar todos nuestros verdaderos problemas y entre todos hiciéramos aunque fuera un mínimo esfuerzo por solventarlos. Eso sería política constructiva, nadie querer nada para sí, egoísticamente, todos luchar por el bien común... Eso sería la gran política del hombre, entonces entre todos acabaríamos con los falsos rumores de que nos esperan tiempos muy difíciles. Ante todo brindemos confianza, seamos, pues, optimistas, desechemos los temores con el trabajo, y si no hay trabajo busquémoslo hasta debajo de las piedras. Trabajo si que hay, sólo que, seguramente no es lo que se había apetecido. Volvamos a remendar zapatos, a hacer de carpinteros, ebanistas, soldadores, barberos, albañiles, etc. Volvamos al campo, a picar piedras, a recolectar frutas,... No esperemos que la hambruna nos ciegue... Pero no, esos trabajos son despreciables. Entonces, qué. ¿Les echamos la culpa a los distintos Gobiernos? Luego tampoco quieren que vengan los emigrantes... Estas son las cosas que debieran discutirse con seriedad y consenso, buscar la forma y el lugar adecuado hasta llegar a la raíz de nuestros verdaderos problemas. A trabajar todos y cada cual en lo suyo.