Tradicionalmente y cada año, desde cuando fuera la Fundación de El Puerto de La Cruz, se viene celebrando el día que conmemora esa importante y trascendental efemérides una vez por año y en fechas de Primavera, días de ilusiones que vemos brotar esperanzadas como capullos de rosas que se abren en los jardines de nuestro Valle, bajo este cielo azul que alegra a nuestros corazones. Un cielo que nos insta a pensar en su profunda lejanía a donde nos acompaña tantas veces la mente y vuela con las alas de nuestra cristiana intuición buscando el Jardín del Edén bellamente decorado, y todas esas cosas maravillosas y alentadoras que son las Promesas de la Divinidad...
La Cruz, símbolo de nuestra fe, abre sus brazos al mundo y los deja así eternamente, para que sirva de dádiva y consuelo a nuestras inquietudes y debilidades. Recordándonos el dolor de Cristo y el amor de María. La Cruz es el faro de la salvación del hombre, se interpone al mal, por el bien... Aclara los caminos con su luminosidad celestial y da la esperanza enseñándonos a esperar calladamente la Gracia de Dios.
Hablar de La Cruz implica solemnidad y recogimiento, por que está presente en donde exista vida. Le debemos pleitesía que Dios recibe como amor, ofrendas " como rosas perfumadas" que arrancamos de nuestro corazón para su Trono Divino.
En el Puerto de la Cruz se la venera con tal devoción, que es fiesta del corazón, es el día supremo del mes de mayo, el más hermoso... Todos sabemos en qué consiste tanto desprendimiento humano en la ornamentación, a pugna, de cuantas reliquias hay de tradicional perpetuidad. Competencia inocente y noble " a ver quién la adorna mejor " y ello conlleva un sacrificio y entrega, ella alimentada solo con la fe, capaz de generar costumbre que se hereda de generación a generaciones futuras.
Hablemos de una, por ejemplo, la de la calle La Lonja, paralela a la calle Santo Domingo. No voy hacer historia (la tiene y muy interesante) por dos razones: la primera, por todos conocida a través del tiempo, además hay archivos que hablan de ella y sus artífices. La segunda, haré mención, y con ello honro su memoria, recordando a Don Manuel Pérez Perdigón, cuando vivía frente a la citada capillita (camino peatonal por medio) en la calle Santo Domingo, y que se ocupaba de La Cruz junto con su familia, para mencionarles hoy de que aún siguen con la altruista costumbre de cuidarla amorosamente y sorprende, cosa que es digna de destacar, que todavía existen familias generosas, aparte de los Pérez, que ayudan con sus voluntarios donativos al sostenimiento económico para que cada año se vea tan bien presentable la capilla en cuestión y para que al competir en el juego floral, pirotécnico, etc., puedan llevarse los merecidos premios que se otorgan a la mejor presentación ornamental y otras características más. Todos los Pérez de esa rama familiar, contribuyen, cada cual en la forma que saben hacerlo o con la voluntad que inspira luminosidad y talento, para hacer las cosas bien sin buscar pretextos inútiles, a los esfuerzos que llegando a ser comunes se traduzcan en incalculable belleza realmente admirable. No hay palabras que yo encuentre, la imagen dice mucho más y está ahí. Es el día de nuestras cruces, acerquémonos a verlas.
La Magna Procesión del Santo Madero, partiendo desde la iglesia matriz Nuestra Señora de la Peña de Francia, en su recorrido acostumbrado y al medio día, tiene el atractivo devocional de la oración sentida de los fieles que la acompañan y en sus fervorosas plegarias ponen su alma... Al mismo acontecimiento litúrgico se le añade, junto al murmullo de la oración, el soberbio traquetear de los fuegos de artificios que ensordecen por las incontroladas explosiones de las tracas y petardos. Y de las voladoras lluvias de cohetes que se dispersan en su ascensión por los aires como exaltación amorosa de un pueblo religioso y agradecido brindando, más que amores, a la venerada Cruz que desde pequeños hemos visto pasear por nuestras calles, adornada con blancas azucenas y gladiolos del mismo color, completando la estética de los ramos las menuditas flores de lluvias de tallo largo...
En la calle de Santo Domingo, próxima a ella está la Cruz de los Pérez, calle Las Lonjas, se forma una algarabía tal, huyendo de los cohetes, que recuerdo cuando yo era pequeño, había que correr ( parecía que el mundo acabara ahí) y aún hoy sigue siendo igual.
Luego sigue, durante el largo recorrido de la Procesión, más y más Cruces, flores y cohetes. Y siguiendo el camino procesional, los pensamientos amotinados y una larga letanía de buenos deseos y arrepentimiento, se desnuda el alma y se entrega cargada de bonanza... Despiertan los recuerdos de años pretéritos, en épocas distintas y siempre pasa el Santo Madero silente, deteniendo el paso para devolver con bendiciones el canto de la oración que la gente le ofrece como ofrenda de amor y pleitesía... Cuando miro a mi alrededor quisiera verles a todos aquellos que ya no están... Y me consuela la respetuosa evocación del momento, verles juntos a nosotros, siguiendo los pasos lentos de la comitiva, queriendo estar alegre, pero no puedo...
Una enorme columna de humo se va elevando, con olor a pólvora e incienso quemado, esparciéndose hacia lo más alto, no sé a donde irá, pero se aleja dibujando en el aire formas que se confunden en la imaginación, como si fueran... Si, eso, Ángeles que revolotean animados ante el ruido estrepitoso de las tracas y se sintieran confortados por la devoción de los fieles... Ellos siguen jugando en el aire enralecido que se va limpiando y desaparecen...
La chiquillería continúa corriendo en busca de las cañas de los cohetes cuando han sido explosionados, otros llorando asustados por los estruendos, repito, que son ensordecedores, pero siempre atractivos.
En el Muelle pesquero es emocionante detenerse para verle pasar... Uno siente algo extraño que nunca he podido expresar. Bonanza y paz, tal vez, el consuelo de estar cerca de Dios, por que en todo momento recordamos la Pasión y Muerte del Nazareno, antes y después de sus sufrimientos por la salvación de nuestras almas con el perdón de los pecados. Si no fuera por la bulla de los fuegos yo diría que es dicha Procesión la exaltación religiosa más callada y emotiva...
Otra vez, este año voy a notar la ausencia de la Banda de músicos de Sebastián Padilla (Chano) Verdaderamente, tantos años, tantísimos, acompañando los Pasos religiosos de nuestras Procesiones, lo notas, y me entristece sobremanera no ver las caras de todos aquellos amigos y buena gente conocida (que lo dio todo por hacer bien su trabajo) de tantos años, desde cuando ellos y yo, éramos chiquillos, hasta hace poco que se disolvió la susodicha Banda Musical Local <>, eso, en verdad cala hondo en la sensibilidad del hombre, es quitarle algo suyo, algo que acompaña desde tanto tiempo atrás... Habrá música, desde luego que si, pero no es lo mismo seguir el Paso procesional sin el acorde acompasado de aquella que a la vez te acompañaba y te inspiró tantas veces la oración del alma, en la niñez, la adolescencia, juventud y la vejez... Aquellas tonaditas, algún que otro despiste, la entrega amorosa como la nuestra en el curso del avance callejero, eso dice mucho en favor de los sentimientos del corazoncito... que también sufre... ¿Serán cosas sensibleras de pueblos..? Ya da igual lo que sea!
Las ansias y el fervor religioso sigue agitándose dentro de nuestros pechos ante las cosas de Dios y el recuerdo de nuestras calladas reflexiones... Todo acompaña, las mismas calles, las flores, los cohetes, la algarabía... Pero no son las mismas las caras todas que nos acompañan, unos por que se han ido por voluntad de Dios, otros ya viejos no acuden por que no pueden, pero recuerdan... Y los otros, por que los han quitado, de alguna forma... del marco escénico de nuestros públicos y sociales actos...
Todo ha cambiado con el tiempo, pero el Santo Madero está ahí, permanentemente, advirtiendo nuestras acciones... Y pasando diariamente la factura a nuestras conciencias.
La Vida es un abrir y cerrar los ojos, es una plegaria constante que brota de nuestro corazón buscando el camino, aunque no lo entendamos, que nos acerque a Dios. La Vida es Oración que cuando terminamos de rezarla nos pone frente a Jesús... ¡Así sea!...
Celestino González Herreros, mayo de 1.993