Como si temiera
que el tiempo acabase, me apresuro a hacer estos comentarios. Antes que llegue
el expreso... Con mesura e intranquilo, hago por ordenar mis pensamientos.
Quisiera hallar, para todos "ellos" la senda ilusionada de la
recuperación, que volvieran al cause de la pronta desintoxicación, ayudados por
nuestra sociedad y cuantos en ella
vivimos y luchamos. Como si fuera un mensaje de amor que llegara a la
encrucijada de sus vidas desordenadas por causa de las drogas; un mensaje sin
remitente, esquivando la poca luz proyectada
en el azaroso camino de sus vidas aletargadas, buscando despertar de
tanto aturdimiento, en este bello
entorno que nos brinda la misma existencia; viendo rostros sonrientes alrededor, que parecen no tuvieran en sus vidas motivo alguno que se los impida.
Aunque también tienen sus propios problemas, sólo que luchan por resolverlos,
sin recurrir al veneno de la droga. No como "ellos" que se abandonan,
para así, eludir toda clase de responsabilidades. Y, a costa del sufrimiento de
los demás, se entregan a ese mundo falso de las estériles alucinaciones...
Jamás se darán cuenta del daño que se hacen, ni sus consecuencias, ni el dolor
que proporcionan a sus sufridos familiares y a la sociedad entera, que nunca
les dio la espalda. Esperemos que de una vez por todas, consigan la paz
necesaria que les permita entender el esfuerzo que hacen los Centros de Acogida,
Dispensarios de Toxicomanía, etc., para que sea fructífero ese trabajo de
titanes que por el bien de "ellos" ejercen.
La vida tiene
varias facetas diferenciales, algunos seres ignoran los problemas de los demás:
hay quienes lo han perdido todo y se ven con las manos vacías y el corazón
desierto, y aún así, no se amedrentan, siguen buscando escapar del agujero
oscuro donde se hallan estacionados. Otros, los más sonrientes, parecen
felices, pero tampoco lo son, tratan de serlo y a veces lo consiguen, porque
luchan...
Habrá, no digo
que no, seres que ni siquiera lo sienten, por que piensan que no es su problema
y les ven como si fueran espectros callados y a la vez sumisos, que sólo
vegetan, viendo pasar el tiempo inexorable. Sólo esperando el expreso, la
muerte, cuando se detenga a recogerles. Y se conforman, viendo morir la tarde,
a los otros coleguitas perseguidos por sus lúgubres sombras que avanzan por las
calles del pueblo o en algún abandonado
callejón, presos del hambre y el rigor del inclemente frío...
Nuestros
pueblos, villas y ciudades, espléndidas y generosas, con su habitual
deslumbramiento, hace sentirnos, a veces, inermes e inútiles ante esos rostros
tristes. Quisiéramos evitarlos y no podemos.
Por suerte,
siempre disponemos de atractivas y tranquilas plazas públicas. También, a la
orilla del mar, un lugar donde andar y meditar. Allí me asomo, buscando el
lejano y estático horizonte, donde parece que se une el mar y el cielo. Y,
mientras la brisa me acaricia, siento un enorme consuelo, y no reparo en sonreír, aunque de distinta forma, no como
quisiera. Lo hago dándole gracias a la vida, por cuanto hemos recibido; y
complacido vuelvo mis pasos hacia el hogar que me espera, donde puedo escribir
cosas como estas... Y puedo ver, a través de mi ventana, cada nuevo amanecer,
cuando despierta ante mis ojos el nuevo día; y tantas fingidas sonrisas que
tratan de disfrazar sus tristezas y pesares.
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
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