PASADO Y PRESENTE DEL
PUERTO DE LA CRUZ
Viendo documentales de pretéritas épocas y luego,
fotografías antiguas, también de nuestros pueblos canarios, verdaderamente, se
observa la existencia de un gran abismo que
separa los cambios experimentados a través del tiempo. La realidad de
entonces, evidente pobreza y el consiguiente abandono propio de ese acontecer.
No había recursos suficientes a los que pudiéramos echar mano. Asimismo, las
fachadas de las casas y las calles, algunas hasta sin aceras, pura tierra y muy
pocas adoquinadas, presentaban una imagen deprimente. Denotaban cierto aspecto
de suciedad, aunque las casas por dentro pudieran presumir de pulcritud y
esmero, era la estampa lamentable de nuestros pueblos y sus barrios.
Generalizando, no sólo en las Islas Canarias, también en la metrópoli española
y en los distintos lugares de nuestra Europa, donde se repetían las mismas escenas.
Fueron tiempos muy difíciles de las postguerras... No había medios económicos
suficientes para cambiar tan lamentables aspectos, ni forma alguna. No había
trabajo estable. Pese a que algunos vivían bien, la élite, aquellas familias
que podían permitirse, obviamente, vivir
su mundo aparte. Lamentablemente, eran a quienes había que pedir ayuda, algún
trabajo y ello a expensa de ciertos condicionantes y burdos excesos...
Como si Dios hubiera puesto su mano, el panorama
cambió. Aunque siga existiendo múltiples necesidades estructurales. Los pueblos
se han emancipado y se han maquillados. Las gentes parecen más pulidas, pero no
es oro todo lo que reluce. En el embrión se esconde la evidencia. Aún hay mucho
por hacer y ocasiones mil, para demostrar nuestra capacidad en aras de seguir
progresando.
Actualmente fascinan los cambios que vivimos, algunos
jamás soñados, atractivos conmovedores –aunque no los mencione, uno a uno,
todos sabemos que existen y cada vez más vamos mejorando-. Sí, aún hay
deficiencias, muchos hombres y mujeres sin trabajo, pocas ayudas estatales y debemos
insistir en ello, pero no quiero empañar este trabajo, desvelando esos guardados
secretitos... La perfección no la hemos logrado, pero sí, todos juntos,
trabajando con ese fin –sin distingos de colores partidistas- y en pro de
nuestros pueblos, llegaremos a esa común meta patriótica. Lo demás son argucias
para lograr otra clase de objetivos, por supuesto, algunos muy mal vistos.
La luz no llegaba a todos los lugares, ni el agua a
todos los hogares, que tenían que buscarla fuera, a veces muy lejos. Las
mujeres de entonces lo tenían muy difícil, más de lo que pudiéramos sospechar
algunos. No hay homenajes, rótulos, monumentos, ni elogios suficientes, para
compensarles tantos sacrificios y desconsuelos sufridos.
Recientemente, viendo la proyección de un programa
televisado por un ente local, por primera vez vi. en la pequeña pantalla, otro
conjunto de fotos de gentes de antes; y al reconocer a muchos de ellos, de
cuando éramos muchachos y menos mayores; y saber que ya no están entre
nosotros, he vivido unos momentos de pena por el profundo dolor sentimental que
sólo el silencio calma. Se han ido para siempre, así como todos tenemos que
irnos también, por designio de nuestro destino... En realidad, ¡uno se va
sintiendo cada vez más solo, se han ido tantos! Los conocidos, algunos, aunque
nunca hayamos tenido ni el menor trato, en vida, debiéramos acercarnos más y
ganarnos el afecto que al final les vamos a echar de menos, cuando se hayan ido.
Y vamos a sufrir su ausencia, que es, precisamente, lo que me ha ocurrido a mí
ahora, al reconocerles en esas fotos publicadas.
Anoche estuve hablando con una señora mayor, muy
querida en nuestra ciudad. Hablamos un buen rato de cómo era nuestro querido
pueblo. En todo coincidimos, no hubo discrepancias. Recordamos, cómo hasta se
pasó hambre. Cuando los vecinos iban llamando de puerta en puerta, en las casas
para pedir “prestado” gofio, azúcar, etc. Y quienes tuvieran y pudieran dar,
jamás lo negaron. ¡Había tal concepto de la solidaridad!.. Ello nos bastó para
que los pueblos sin recursos ni alternativa posible, pudieran ser lo que son
hoy.
Al hambre se asociaron las enfermedades... No había, a
veces, ni los medicamentos necesarios, ni dinero para comprarlos. Dramas para
jamás olvidarlos y que no se repitan...
Nuestra idiosincrasia ha salvado la imagen reveladora
de nuestro entorno cívico y social, nos ha permitido compartir lo poco que
siempre hubiéramos tenido, y, como en el Evangelio:...”los panes y los peces se
multiplicaron” siempre hubo para todos.
Y con esa verdad resurgimos, con nuestro trabajo y el
respeto hacia nuestros semejantes.
Surcamos la tierra en los campos, sembramos y
recogimos cosechas regulares, tan necesarias para nuestra subsistencia. Así
comenzó a crecer Puerto de la
Cruz , con la ayuda de Dios, nuestro trabajo y los mejores
propósitos: luchar sin descanso, y en los demás pueblos, villas y ciudades,
donde hubieran las mismas carencias, donde existe aún en algunos lugares, la
triste huella del abandono y el desconcierto. Ya que, aún hay pobres en
nuestras calladas islas, pacientes y sumisas.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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