CUANDO LA CELOSA LLEGA NO AVISA ENTRA Y
NOS LLEVA
No se realmente si estoy en lo cierto, o quizás
equivocado; no existe el mañana, a menos que Dios disponga lo contrario. Al ir
a descansar cada noche las sienes sobre la mullida almohada y dejarnos vencer debido
al incesante y continuo desgaste diario, buscamos los brazos de Morfeo, el
plácido sueño nos domina, ignorando si será un trance eterno o simplemente
transitorio al despertar el alba y sentir que hemos conseguido, por la divina
gracia de Dios, despertar con el nuevo día.
Entonces, la oración primera es de gratitud, el miedo
a morir se disipa, la vida sonríe y el hombre en sus profundas manifestaciones
da gracias a la vida… Dios es la vida, decide siempre su divina voluntad, todo
se lo debemos a EL, el aire que respiramos, el trabajo que ejercitamos y las
acciones que cumplamos y que nos definen, nos arruinan o nos engrandecen, todo
depende del camino que hayamos elegido. La vida, es pues, un soplo divino que
nos acerca o nos separa de nuestra eterna salvación. No estamos seguros de si
habrá un nuevo mañana terrenal, pero si entendemos las ordenanzas divinas. Hoy
se van unos, mañana nacen otros que ocuparan ese prestado espacio tristemente
perdido. Las familias nunca mueren, nos vamos unos y en cambio cada vez esa
familia crece más y más… Sólo quedan los recuerdos, no sólo los de sus actos
personales, predomina siempre los verdaderos conceptos cristianos y aquellas
sabias lecciones que los viejos vayan dejando a las nuevas generaciones.
Anoche me dieron la triste noticia de que había muerto
de repente un viejo amigo, que ya se lo habían llevado… No tuvo tiempo ni de
decirle adiós a su familia, ni echarle una última mirada a todas sus cosas
personales y decidir respecto a ellas. Ahí queda eso; y se fue liviano como
cuando vino al mundo, ni se le oyó su lamento postrero. Ahora sólo nos queda
pedirle a Dios lo tenga a su lado, que lo cuide él era un buen muchacho y amaba
mucho a su familia y a sus amigos.
Celestino
González Herreros
celestinogh@teleline.es
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