ESPLÉNDIDA NOCHE DE PLENILUNIO
No vi nacer la luz de aquel virtual plenilunio, estaba
ausente, la mirada perdida en el infinito, en el letargo de una breve
abstracción. No vi el resplandor lunar conjugarse con los últimos y agónicos
influjos del Sol; estaba perdido... Comenzando a gestarse el más bello momento,
entre la luz y las sombras, entre los distintos estertores de la tarde y el
mágico alumbramiento del espacio sideral. No vi claridad alguna mientras el
subconsciente vagaba por otros derroteros.
Así, mientras se detuvo el tiempo, o si transcurrió,
no sé. Sumido en esa soledad, sólo con la evocación del momento, sin saber con
quién compartir el tedio, sentía o no sentía. Entre tanto, afuera podía
divisarse aquel espléndido y débil resplandor, aquella comunión entre distintas
luces, la del Sol, huidiza y la
Luna primorosa, soltando sus dorados cabellos sobre la faz de
la Tierra ,
amenizando así el silencio sobrecogedor en que estuve sumido. Plenilunio de luz
celestial, de voces ahogadas como si despertaran… De tristes e incrédulas
miradas, de sueños truncados e ilusiones pedidas. Sobre la faz de la Tierra aún riela
acariciando las sombras del tiempo que va discurriendo, aunque las aguas del
arroyuelo bajen riendo; y lamiendo los márgenes del místico cause que las lleven
hacia el infinito de los sueños. Allá afuera, desde mi figurado cautiverio se
oyen voces alegres, un festín inacabable, luces y sombras, cielo, mar y aire; y
mucho alejamiento. No se oyen quejas ni lamentos, no se advierte drama alguno.
Todo es alegría, clarines y trompetas, suaves brisas que acarician, sueños,
ilusiones, fantasías... No hay despojos y si los hubo no se vieron.
Juntos fuimos por el camino más largo esa noche de
plenilunio, entre las sombras nos escurrimos todo el tiempo, ocultos como si
huyéramos de nosotros mismos, hasta perdernos en el silencio de nuestro
recorrido, lejos del mundano ruido, toda la noche.
Vimos cuando comienza a salir el Sol, apenas
despuntaba el alba. Aquella noche nos pareció distinta, más serena y fría que
otras, nos pareció algo trasnochada. Sigilosamente se ocultaba la Luna... Recuerdo ,
si, que al despertar y percatarme que estaba solo en mi lecho, sentí
desgarrárseme el corazón, su espacio estaba tan solo y frió… Mientras estuve
con ella, mientras soñaba, ¡todo era tan distinto!; y la verdad, qué si larga
fue la noche, corto fue el sueño y el despertar aun más cruel… ¡Ella no estaba!
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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