1/10/12

EL MÁGICO SILENCIO DE CADA OTOÑO


Apenas cayeron unas cuantas gotas, como presurosas lágrimas desprendidas del cielo gratamente recibidas y tan necesarias. Al siguiente día el verde de nuestra vegetación resplandecía, las hojas de los árboles brillaban cuando en ellas se reflejaba la luz del Sol. Como si hubieran cobrado vida en sólo unas horas…
El agua es fuente de vida, también para el hombre. ¡Cómo alegra a las plantas y al ambiente de su entorno su olor a tierra mojada! Imprime tanta lozanía, que respirar hondo a nuestro espíritu insufla todos los mágicos elementos  que nos han de permitir renovarnos percibiendo esos deseos renovadores de revivir.

Para cerciorarnos, sin necesidad de ir al campo, nuestra ciudad nos lo confirma, se torna más sugerente. El aire es ahora más fresco, aunque aún persisten las altas temperaturas. Al respirar, el agobio de los anteriores calores nos hace más soportable la vida y hasta nuestro carácter cambia y la acritud pasada se torna mucho más agradable. Aunque dicen por doquiera que tendremos un otoño caluroso. ¿Acaso ya no hemos vivido en varias ocasiones otros calores iguales? No soy la persona indicada para dar consejos, pero me aventuro a recordarles a los niños y a las personas de edad avanzada, que cuiden su salud en estas circunstancias. No es nada nuevo, pero ahí va. No hacer esfuerzos de más, si se pueden evitar. Apenas nos agitamos un poco, sentimos la desagradable sensación del cansancio sumado al calor preeminente. Cualquier esfuerzo, por pequeño que fuera, al momento sudamos. Lo más razonable es beber mucho líquido y moverse lo menos posible. Aprovechar las sombras y evitar el Sol. Comer poco y mejor una buena bandeja de ensalada mixta, evitar los fritos, no abusar de los hidratos de carbono ni de las grasas de animales. Usar ropas ligeras y que no falten las duchas de agua templada.

La verdad es que fue un grato consuelo ver llover. Fue como una bendición del Cielo; sólo el ver caer la lluvia sobre los tejados, inundando la copa de los árboles, sentir golpear la delicada superficie de los cristales de las ventanas, nos llenó de júbilo. Hubiéramos deseado que siguiera lloviendo como era antiguamente, unos cinco o seis meses seguidos, cada día lloviendo a chuzos.

En los tejados de las casas crecían los berodes y las andoriñas volando incansablemente y en distintas direcciones acababan en los aleros de las altas casonas cuando la tarde ya declinaba y el influjo del astro rey iba debilitándose y notabas el rigor del frío en las tardes otoñales. Momentos aquellos en familia o entre los amigos, buscando en el cálido ambiente de alguna tasca, en el buen vino, una respuesta templadora, entre ese fino frío y la lumbre y el grato calor de los efectos báquicos, allí. En la oculta ventita, en el patio o en el mismo mostrador, picando algo que acompañe para poder estimular el paladar.

Los años son, indudablemente, el vínculo o nexo revelador de tantas y tantas historias o vivencias, muchas de ellas inconclusas, que se vieron interrumpidas, algunas de ellas, accidentalmente. Por que con ciertas edades no hay fuerzas físicas suficientes para la lucha y las batallas se ganan empuñando el arma y disparando con ella. Las leyendas son otra cosa. Y así, cada uno de nosotros, involuntariamente, ha protagonizado con sus vidas, cada uno de esos mágicos momentos de aquel inolvidable pasado. Aunque hoy, no seamos, ni por asomo, ante el estático espejo de nuestra vida, lo que fuimos y que ya no somos, mirando hacia cualquier solitario rincón de nuestro entorno; y luego cerrando los ojos en ademán reflexivo, siempre hallamos aquel esplendor de nuestras horas vividas; y aquel silencio, sin escuchar palabra alguna ni quejas nuestras, nos entregamos a esa evocación sentimental… Queriendo revivir aquello que no podemos olvidar. Aquel rumor de voces y el palpitar de tantos corazones.

Los pasos que no pudieron detenerse y se fueron hacia el infinito. Como el chapoteo del agua cundo volvieron las lluvias, así como el seductor olor a la tierra mojada se llenó todo ese caudal de vida terrenal… Y surgieron las dudas y la ilusión esgrimió el arma poderosa de nuestra fe; y vencieron en esa guerra cruenta los desafíos sin cuartel  de la esquiva imaginación. Luego la dirección de los vientos cambió la suerte de los acontecimientos contendientes, arrojaron sus armas y sellaron la paz con un fuerte abrazo, como en las leyendas medievales, amor antes que la muerte.

Bien es verdad que se respiran otros aires, que nunca fue tan evidente, sin la correlación del mismo tiempo al transitar por los imaginarios causes suyos, no el de las cálidas brisas de nuestro cándido litoral atlántico, no aquel que medió entre ellos, cuando les decíamos: ¡Cuánto se quieren! Ahí se detuvo el tiempo; hubo una considerable tregua para sus jóvenes vidas y hasta que amaneció fue placentero aquel amoroso sueño.

Celestino González Herreros

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