1/10/12

ESPERANDO TRAS LA VETUSTA VENTANA



Estaba avizorando entre la tupida y frondosa vegetación del hermoso jardín, cuando me atrajo poderosamente un lindo y minúsculo pájaro de color verde, que, muy cerca de donde me hallaba jugaba con otro de su misma especie, cortejándose ambos mutuamente entre rituales amorosos e incansables arrumacos, entregándose al idílico y tierno juego del amor... Sonreí distraído, sensiblemente conmovido; y volví la mirada hacia otros objetivos; busqué entre las exóticas plantas las que aumentaran más mi evidente entusiasmo, y me detuve en mi observación donde estaban las diminutas violetas cuyas flores lilas destacaban esplendorosas en el cantero central, guarnecido su espacio de alelíes blancos minuciosamente cuidados... Así consumía yo mí tiempo de ocio, entre plantas y aves que vivían libres en ese romántico entorno lleno de silencio y melancolía, donde se conjugaban la armonía del multicolor floral y sus aromas excitantes, de las flores su delicado perfume junto al olor peculiar de la humedad de la tierra. Los rayos del sol apuntaban en torno a mis pies, con infiltrados tangibles a través de la espesura del ramaje de los esbeltos árboles de prolongada verticalidad, buscando la luz y su calor revitalizador. Avizoré también, desde mi ventana en el jardín, la nitidez del azul celeste, cual si fuera un endiosado amanecer que invitara a volar, a escapar del verde clorofílico, junto a las aves que coreaban en el apacible silencio con sus alegres trinos, emulando poéticos cantos hacia una mística primavera que comenzara, abajo, en el jardín, en este vespertino encuentro del ilusionado sueño que no debiera interrumpirse jamás, aunque deje mi vida en ello.

Caminé en ese mudo y profundo trayecto lleno de soledades, buscando la evasión y en su proyección sólo vi la luz, arriba, que nunca pude alcanzar...

Y en mi jardín deambulé como en cada nueva primavera, me fui de un lugar a otro buscando cuál fuera la flor que se abriera primero. Presintiendo la llegada de las mariposas y abejas de siempre, corrí hacia sus ansiados encuentros y viéndoles libar en las flores primeras, hubo en mi subconsciente un lapso de nostalgia y en mi corazón un sentimiento dolido al verme tan solo esta vez, sin ella a mi lado, sólo plantas y flores, arbustos desmelenados y las aves mañaneras; y esas bellas mariposas y las golosas abejas... pero ella no estaba para que, como cada año, me consolara en mis delirios de primavera... De jardinero delirante que sueña con sus huertos todos sembrados de flores y esperaba cada año la resplandeciente luz primaveral cuando el alba despuntaba sensiblemente perfumada y la recibíamos desde la vetusta ventana, juntos los dos, para ver la flor primera...

Hoy, este nuevo amanecer trae un mensaje distinto, las pesadillas del sueño anterior, que no dejaron de atormentarme, esta vez no van a impedirme que la vea, para darle todas las flores de nuestro jardín, ¡todas a la vez! Y si no  la viera... oiré el canto de las aves y sentiré la cálida brisa; y los aromas inflamarán de ilusiones nuestros viejos corazones, habrá una eterna primavera para los dos desde mi triste ventana, proyectada hacia el Cielo. Hoy sólo me queda ver el paso de las aves en sus callados vuelos, cual mensajeras de mi amor, un vuelo ilusionado de mi débil corazón inquieto por volar... Y en esta, o en la próxima primavera, llevaré conmigo todas las flores de nuestro jardín, para que alegren aquellos rincones por si allá no hubiera flores, para cuidarlas entre los dos.


Tras la vetusta ventana, la mirada perdida sobre la mar tendida, diviso allá, a lo lejos el estático horizonte solícito por momentos. Más acá, la lluvia pertinaz cayendo sobre el frió asfalto, al otro lado del tapiado jardín. Hasta donde mi vista alcanza a ver, diviso a las gentes, los coches rodando en distintos sentidos, la bulla callejera también la intuyo, el incesante ir y venir de unos y otros, los primeros a cumplir con sus obligaciones, a satisfacer sus deseos; los segundos sin saber a donde van, sólo tratan de imitar a los que se mueven, sin saber porqué y acaban sin llegar a ninguna parte.

El mundano acontecer de los que viven sólo para vivir; y yo, en cambio, espero tras los arañados cristales de mi ventana por si la veo aparecer. Pierdo, a veces, la cuenta del tiempo, aunque lo sienta pasar presuroso, sin detenerse... Sin entender que ya no dispongo de mucho más y temo no estar tras los húmedos cristales, cuando vuelva la nueva primavera y no sepa ir solo a dar con ella.

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