RETROSPECTIVA
VISIÓN DE PUERTO DE LA CRUZ
Estaba pensando hace unos
instantes, en aquel viejo Puerto de la
Cruz que tan pequeño nos pareciera, cuando de un extremo al
otro, lo caminábamos como nada; y hoy nos parece tan largo e inalcanzable
aquellos vestigios en los que participábamos con toda normalidad.
Es cierto, que los perímetros topográficos de nuestro municipio
han ampliado sus posibilidades. Desde Martiánez íbamos caminando hasta María
Jiménez en sólo minutos y así las distintas rutas, sin agobio ni cansancio, Apenas
había cuatro o cinco coches y unas dos o tres jardineras o guaguas. Se usaba
mucho los carros tirados por animales o aquellos que había que empujarlos en
las subidas para luego soltarlos en las bajadas y pavimentos llanos. ¡Cierren
los ojos y hagan una composición de los lugares; y también tenían su encanto!
Muchas de las casa poseían
como un patio trasero o una huerta donde yacían los corrales para las cabras,
los cochinos, gallineros, palomares, conejeras, etc. Con los desperdicios –cuando
había- de la cocina y del comedor y la
gentil ayuda de algunos vecinos que guardaban sus residuos diariamente daba para
alimentar a esos animales en cautiverio, a veces, era hasta necesario para
poder sostenerlos. Claro que por Navidad se les compensaba con una buena parte
de los beneficios. Algunos tenían hasta un par de vacas y con la leche de ellas
y de las cabras, cubrían el gasto diario. Una parte de la leche la vendían a
personas conocidas, el resto lo dedicaban a la elaboración de quesos, mantequilla,
etc.
Aquellas gentes nuestras eran
capaces de reprimir toda tragedia, crisis políticas, económicas o ambientales. No
se rendían ante la evidencia adversa. Eran emprendedores, sagaces, creadores y
valiosos marchantes. De cualquier cosa hacía un objeto útil para usarlo en los
quehaceres diarios. Todo se aprovechaba, nada se desperdiciaba y de ahí sacaban
la luz de sus múltiples inventos. En los barrancos y quebradas no había basura,
todo era útil, latones, botellas, maderas, hasta las hojas secas de las
palmeras para confeccionar las escobas.
Hoy vamos a los contenedores
de la basura habitual y sus alrededores, a veces, para quedarnos perplejos,
enseres que todavía están en buen estado, que con una manita habilidosa pueden
ser reparados, van sin consideración alguna al desguase. Es inconcebible, con
la crisis económica que estamos viviendo, se hayan olvidado de aquellos oficios
con los que se mantuvieron tantas familias y vivieron en un nivel nada
despreciable, como eran carpinteros, albañiles, jardineros, zapateros,
electricistas, panaderos, pintores, mesoneros, barberos, ebanistas, afiladores,
etc., etc. Debe ser que no pusieron interés en aprender los oficios de sus
mayores. Ya no se ejercen esos oficios, casi han desaparecido. Nuestras gentes
se han dejado convencer por los más usuales medios comunicativos de
propagandas, con sus programas del moderno consumismo, una de las causas más
evidentes de la crisis que estamos soportando. Todo a botar a la basura y a
comprar nuevo, según aconsejan los medios pagados por las multinacionales del
mundo entero. Llega a ser como una enfermedad infecto contagiosa que se hace
colectiva y el que menos tiene más gasta en aparentar lo que en realidad no es.
Para construir una sociedad
equilibrada es necesario comenzar a ejercer los viejos esquemas; vive de
acuerdo a tus posibilidades, no quieras emparentarte nunca con el que más
tiene, claro, sin olvidar que es más importante en esta vida, no el que más
tiene sino el que menos necesita, pero para ello hay que razonar y ver la
realidad sin trampas que la esconda, vivirla sin amargas intrigas, cada cual
con lo suyo, en su casa, calladitos y luchando por mejorar su nivel de vida, en
tanto que Dios esté en la de todos; seguramente para infundirnos fuerzas
nuevas, esperanza, claras decisiones y voluntad suficiente que nos devuelva la
calidad de vida que en realidad necesitamos.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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