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Cuando me recordaron la fecha del Día Internacional del Alzheimer, lo primero que me vino a la mente fue la sonrisa bonachona del Padre Antonio y la ilusión que le mantuvo hasta el final de sus días, la lucha titánica que libró, perseverantemente, respecto al histórico proyecto de aunar cuantos elementos fueran necesarios, tanto materiales como humanos, en el altruista edificio soñado para, vocacionalmente, tratar de erradicar ese triste mal que sufre la Humanidad y que va creciendo sobre la faz de la Tierra, progresivamente.
Si será o no, una burda paradójica, que en España nada se está haciendo al respecto, según cuentan las estadísticas internacionales. Y en Canarias recordemos al Padre Antonio y que seguirá latente en Puerto de la Cruz, aquellos deseos suyos, mal interpretados por las gentes de mala fe y arropados por las mentes sanas que entienden la importancia universal que supone o hubiera supuesto, una vez realizados y echado andar… ¡Cuántos Congresos de Médicos extranjeros y nacionales y cuantas experimentaciones se habrían logrado! ¡Cuántos ancianos se hubieran beneficiado!
A veces me pongo a pensar y no cabe en mi mente tamaño error, el no haber ayudado “decididamente” a la realización de tan importante empresa, la culminación de ese gran proyecto.
Lo que siempre y desde siempre, ha ocurrido en esta ciudad nuestra, que nada progresa porque estamos divididos políticamente y las partes en litigio no se dan la mano, ni por algo tan importante como el asunto que nos ocupa. Falta de humildad, de inteligencia, de sentimientos humanos, de visión futura y realismo. Hemos perdido la gran oportunidad del siglo; y me pregunto: ¿Qué intereses particulares y menos honrosos, estarán detrás de todo esto? El tiempo nos lo dirá.
Me parece como si estuviera, nuestro llorado Padre Antonio, aquí, a mi lado… Diciéndome tenuemente, con voz entrecortada:
Lo que más sentí al ver y comprender que les dejaba materialmente, fue no haber visto terminada la Obra que con tanta ilusión comencé pensando en tantos enfermos de Alzheimer. Lo sentí, sinceramente; y a la vez reflexionaba: “Dado que las cosas de Dios, todas son posibles” siempre estaré vigilante desde donde esté, por si surge el milagro… Y al Puerto de la Cruz nunca le faltarán mis bendiciones, por que son buenas gentes. Lástima que no pueda decir lo mismo de sus políticos, que no digo que sean malos, pero no han sido ni son inteligentes, a menos que no pensaran que no merecía esfuerzo alguno haberme ayudado. Que no era para mí, ya lo ven… Pensé siempre en aquellos que padecen el triste mal de la enfermedad de Alzheimer. Lo mío siempre fue humildad y pena, mucha pena…
Siempre me extasié viendo volar las aves, verlas cruzar el aire tan disciplinadamente, sin interferirse entre si… Me pregunto si llegando tan alto, ellas se dirán algo, si hablan de nosotros, si gimen, si algún suspiro se les habrá escapado alguna vez… Pueden llegar más altos aún. Tal vez en determinadas ocasiones, nos hayan enviado algún mensaje… O vuele entre ellas, sigilosamente. Lo cierto es que aún se le siente, pareciera que estuviera entre nosotros, volando o rondando en torno a SANTA RITA, cuidando a sus viejitos y echándole un vistazo, a vista de pájaro, a los proyectos por los que dio su vida de mártir.
Celestino González Herreros
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