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Cuando la Luna se oculta tras las grises nubes queda un breve silencio en nuestro entorno, un mutismo tal que más pareciera estar jugando. Tal vez fuera complicidad, pues las sombras ocultan nuestros propios instintos, nos permite alcanzar aquella mano amorosa que no quisiéramos soltar. Intuyo que su complicidad demora su callado transito hasta calcular que hemos sabido aprovechar, mejor decir, disfrutar ese indomable sentimiento que es el amor. Luego asoma con aires de inocencia, de ajena participación en tantos gratos momentos vividos amparados por sus sombras, por ese tiempo comprensivo de fiel tolerancia.
La Luna siempre fue testigo de nuestros más nobles y amados sentimientos. La Luna siempre supo de nuestras cuitas de amor, alumbró desde lo alto el camino de nuestras aflicciones, los senderos solitarios aquellos que tantas veces anduvimos el solitario espejo de nuestras vidas, en el oscuro e indeciso trayecto de nuestros sueños. ¡Si la Luna supiera!.. Muchas veces le dije que se fuera, que se ocultara, que nos ignorara. Pero la Luna, sonriente, como si no me escuchara, nos alumbraba con su nítida luz y nos acosaba, se divertía viéndonos sufrir, y al final de todo, la Luna nos ayudaba, nos protegía, nos daba con su manto de preciosa luz, la posibilidad de aprender a amarnos también en esa románticas penumbras, donde nada parece lo que es, ni nadie dice nada por que nada se ve, sólo se siente, al derecho y al revés, como en los cuentos de hadas…
La Luna tiene amores también que disimula muy bien. Sabe amar en esas ausencias siderales con el recato de los mejores sentimientos. Ama, si, pero en silencio. Que no se deja ver… Ella sonríe, con la más bella expresión y ese estático gesto de ternura. Más bella y linda destella en esas claras noches suyas que tanto amor transmite; y e ahí la razón de mi inspiración viéndola tan hermosa, casi al alcance de mis manos, como mensaje de amor, cual espejismo traslúcido del magnífico consorcio entre la vida y la muerte, entre el evidente trasiego del amor y la soledad…
Evidente y necesario aporte es, para que jamás mueran los más hermosos sueños e ilusiones. Atraídos por la Luna, estamos inmersos en ese amor y tanta soledad, que, a veces, creemos no poder soportar, pero hay fuerzas extrañas que nos ayudan a superar los avatares que pudieran sorprendernos, tantas incomprensiones, tantos olvidos.
Me consuela saber que el amor es eso, y cada cual pueda aceptarlo así como es. Es el amor, quizás, aquel calor humano que percibimos y nos asiste, cuando más solos nos hallamos.
Celestino González Herreros
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