7/11/11

HOJEANDO EL VIEJO DIARIO LEÍ...


Por qué lloran tus ojos, ¿acaso me ocultas algo que no deba saber? Te he visto esquivar mis celosas miradas, para que no advierta tu pena, qué sería si no, tal vez amor, ese sentimiento que desborda en tu callado llanto... Dolorosa contemplación la tuya y qué sonrisa tan dulce que jamás nadie me ofreciera. Todo me advirtió de tus pesares... Hay imposibles en la vida que el destino señala como una cruel sentencia.

Antes me ilusionaba la primavera, hoy es el triste otoño la estación del año con la cual más me identifico. Ver caer las hojas del árbol me recuerdan a ese llanto tuyo y quisiera, entre las grises nubes ver el resquicio de un alegre claro donde aparezca el cielo y me recuerde tu cándida sonrisa... ¡Y he visto pasar tantos otoños!..

Cuando el aire se mueve presiento las brisas que antaño agitaron las hojas muertas que vi. correr por el húmedo asfalto buscando el refugio de algún rincón; o de algún tronco

caído de otro árbol muerto.

Hoy he vuelto a sentirme triste, por que te he visto, esta vez entre la muchedumbre, estabas ocupada en no sé cuántas cosas. Parecías el centro de todas las atenciones, todos te llamaban, e intuía que para todos tenías atenciones como de un ángel; a los niños acariciabas con especial ternura y a los viejos saludabas con reverente cariño y respeto. Te vi radiante entre todos ellos y yo desde donde estaba no podía hacer otra cosa que admirarte... No quería romper el idilio que vivías entre los tuyos y opté por apartarme aún más hasta no alcanzar a verte.

Por las calles caminé como si estuviera en otro mundo, ni veía ni escuchaba, me fui perdiendo en el sueño más profundo, en el abandono más grande que antes sufriera nadie, buscando en el silencio aquellas viejas vivencias... que siempre recuerdo. Entonces éramos unos locos adolescentes que ni sabíamos, ni comprendíamos los peligros que acechaban tras una discusión por muy superficial que esta fuera, no creímos que un amor se pudiera romper para siempre por sólo discutir un par de veces, buscando quizás, entendernos mejor, o por celos. Cosas del amor, de ese fuego abrasador sin piedad que a veces nos ciega. Te vi alejarte y pensé que sería como siempre, para volver mañana más dulce y cariñosa, pero no fue así, fue para siempre... Y el destino jugó sus cartas y desbarató el juego cuantas veces quiso, nos alejó, disfrutando con ello y dándonos ocasión de elegir nuevos caminos, a ti te indicó el tuyo; y el mío ha sido bajar por los laberintos más inhóspitos, unas veces, otras, cabalgando por el mundo de mis sueños y el pasado recordando, entre mis desvelos buscándote como cuando creímos haber nacido el uno para el otro, indisolublemente, que no moriríamos nunca ni envejeceríamos antes... Que en tus ojos se escondían todas las delicias del universo. Que seríamos como una primavera eterna, viéndonos arropados siempre por las flores más bellas y los aromas deliciosos que emanaran los pétalos de las rosas más hermosas de delicadas tersuras. Un mundo sólo para amarnos... Y en nuestros destinos, que paralelamente divergieron sus rumbos, cada cual siguió su camino, apartándonos distancias inalcanzables...

Me habrás visto llorar, cuando miro a las estrellas y sonreír cuando te recuerdo tomando mis manos entre las tuya y me miras tiernamente queriendo adivinar mis pensamientos, mis temores. Cuando no, he corrido entre la gente para verte mejor cuando cruzas las calles del pueblo; y me gustaría verte perpetuamente tan feliz...

Seguiremos siendo amigos, aunque esquivemos nuestras impetuosas miradas, que instintivamente nos unen, casi acostumbrados a esquivar nuestros encuentros. Aquel pasado afectivo está condenado al olvido, mas, siempre habrán en el camino motivaciones que despierten algún recuerdo imperecedero que más tarde iremos dejando atrás como una consecuencia absurda de lo imposible y, obstinadamente, seguiremos buscando, cada cual por su lado, la razón de vivir conducidos por la senda elegida, separándonos cada día más, hasta que acabe el camino... Entonces se habrán fundido, los razonamientos más leales, descansaremos en vida de esa persecución obsesiva que los mismos recuerdos implicaron a la fantástica devoción sentimental hacia ese afecto que nunca va a morir y que estará con nosotros mientras vivamos, acompañándonos simplemente, como un objeto sentimental que debemos cuidar...

Cariño como el nuestro es un castigo... Y ya sólo me consuela en este torbellino que vivimos, saber que tú estás segura donde estás; y de mí, saberme vivo aún para poder evocarte como eras en realidad y así sentirte más cerca... Cuantas veces lo he pensado, parece que sintiera tu aliento cerca de mí y en el silencio de mi soledad sólo tu voz he escuchado y he salido a tu encuentro, entusiasmado, y cual no será mi desencanto al sentirme tan solo como siempre, desde cuando tú no estás a mi lado... Y el aire perfumado que alienta la llama y aviva mi esperanza, hace sentirme cual dichoso peregrino que no se cansa al andar, que va rumbo fijo hacia algún lugar, desde donde me llaman... Oigo mi propia voz en ese eco bucólico de aromas mezclados, que las brisas me traen con sus aires frescos que bajan desde los verdes pinares, desde las cumbres. Y la fragancia de la multicolor retama en flor que en las silentes Cañadas suspiran como mi amor en esa soledad enigmática... y que se expande por las laderas como un lamento que rebosa del llanto prisionero que nos delata. Y despierta en nosotros el deseo de amar en el recuerdo, cuando ya te has ido. Y yo te veré siempre jugando con las estrellas e iré tras de ti. Aunque tú no me veas, ni sepas que estoy contigo...

Qué lejos estamos de aquel encuentro, cuando nuestras miradas coincidieron y sin pestañear, nuestras almas se dijeron tantas promesas de amor, insospechables, y sin saber ese bello destino por designios divinos, cada día nos buscábamos y cada vez el milagro de nuestro amor nos juntaba más, repito, sin siquiera sospechar... Pero nos buscábamos necesariamente, con el propio deseo del verdadero amor, hasta que Dios dispuso separarnos con la muerte.

Así será, uno antes y el otro después. Naufragaremos en las aguas tranquilas del inmenso mar de nuestras ilusiones… Juntos caminaremos por los atajos que hallemos, juntos compartiremos penas y alegrías, juntos lucharemos cada día, sorteando cuantas adversidades nos quieran desviar y lograr pretendan torcer este rumbo proyectado desde nuestro constante amor.

Cuando en silencio nos miramos, sin pronunciar palabra alguna nos confesamos. Ese lenguaje de las miradas, sólo Dios lo sabe interpretar; y nosotros transmitírnoslo. Son el aliento constante de nuestro espíritu, expresión esa que nos fortalece; queriendo llegar a viejos, también compartiendo nuestros sueños, sin descuidar el camino afortunado de nuestro destino. Llegar a marchitarnos juntos y juntos alguna vez y en otro lugar tantas veces soñado, volver hallarnos.

Este peculiar diálogo, poco habitual en la época en que vivimos y en los medios de comunicación escrita, puede que alarme o escandalice burlescamente a más de uno. Hoy prevalece, como todos sabemos, la noticia o comentario repelente, la burla y la venganza, los insultos, raptos, robos de todos los calibres, pornografía, etc. Este, mi inocente diálogo, sólo habla del amor… Dichosos aquellos que se sientan identificados con los argumentos expuestos. Al margen de tanta algarabía y corrupción existente, y al abandono cívico y social…

Cualquier comentario que hable del amor entre las personas, deja una huella imborrable en nosotros, despierta sentimientos ocultos. Que el amor aún

siendo humano, también tiene mucho de divino.

Celestino González Herreros

http://www.celestinogh.blogspot.com

celestinogh@teleline.es

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