4/11/11

LOS CIPRESES DEL CEMENTERIO DE SAN CARLOS DEL PUERTO DE LA CRUZ

.

.

Quisiera ser como las hojas de los árboles en otoño y recordar la primavera. Quisiera ser tan humilde como son las aves que se mueven de rama en rama, que anuncian con sus trinos y gorgeos los pasos del tiempo, sutiles momentos que marcan entre tiernos arrumacos el trascurso de la vida de los hombres. Ser como las hojas de los árboles, es como dar fe del verdadero sentido de la vida. Tal vez más tarde muera esa lánguida hoja del árbol en soledad, cuando ya se hayan ido todos los efluvios de los distintos periodos ambientales. No ha sido por un simple apego a la vida, aquello de querer durar más… Ha sido por casualidad; y debiera demorarse la paz del alma, por razones obvias, que, lamentablemente, jamás logramos compartir.

Cada hombre tiene sus propias estaciones designadas, Cada cual puede irse con un espléndido y radiante sol, lluvias o vientos… Contratiempos imprevistos, cada uno de esos elementos tiene su destino señalado.

Es normal la inquietud que tantas intrigas genera a lo largo de ese vistoso y engalanado tiempo, de esa pomposa ruta fúnebre y silenciosa...

Cuando los cipreses reverdecen, erguidos desde sus bases, dan la entereza que necesitamos los elegidos en esos funestos momentos. Son los muros blancos y esos esbeltos cipreses, los que me recuerdan, cada luminoso día, lo hermosa que ha sido la vida, y cuan corta y frágil también. Los cipreses, viéndoles tan cerca, en su característico silencio, parecen como si nos hablaran y aunque no entienda su callado lenguaje, lo intuyo, sólo hablan de amor. Acarician a la vez que brindan su escasa sombra. Lo más importante de los cipreses es que acompañan, que nunca nos dejan solos. Es como si Dios hubiera delegado en ellos su inmenso amor.

Celestino González Herreros

http://www.celeatinogh.blogspot.com

celestinigh@teleline.es

No hay comentarios: