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Yo vi. nacer un sol diferente sobre la cresta de la lejana montaña, allá, en el extenso perfil del abrupto pinar de nuestra cordillera dorsal, que irradiaba, ladera abajo, hasta llegar tibio y resplandeciente a nuestros pies, donde la tierra noble aún mojada del rocío de la noche anterior, paciente esperaba su calor acariciando los hermosos racimos de las uvas ya casi maduras. Yo vi, igual que ayer, tantas ilusiones, los agricultores pensando en sus viñedos… Como un súbito cómplice del momento, me sentía partícipe de aquellas intuiciones. El silencio del campesino, a veces es como una supuesta plegaria interminable.
Cómo cambia la conducta de las gentes de esos bellos lugares cuando el sol acaricia los frutos que les prodiga esa generosa tierra. No sé, exactamente, por qué me preocupa tanto cómo suceden, a veces, los castigos en esos productivos campos, los imprevistos contratiempos… Pero más me preocupa que cada vez sean menos atendidos y sólo hallan zonas atractivas, o sea, bien cuidadas en Tacoronte y sus bellos alrededores, El Sauzal, La Matanza y La Victoria de Acentejo, una buena parte de Cuesta de La Villa, los altos de La Crusanta, La Perdoma y Palo Blanco, etc. Aún quedan preciosas parcelas que, ojala las cuiden más aún.
Desde la parte baja del Valle de La Orotava, lo que se ve hacia arriba, mirando en dirección a la Autopista y sus próximos lindantes, todo es desencanto. Da pene ver cuánta tierra abandonada a diestra y a siniestra, da verdadera lástima que nuestro respetable Gobierno de Canarias, El Cabildo y a quien más competa, no pongan remedio a ese triste asunto. Tienen abandonadas por doquiera, tierras productivas. Algunas aún conservan sus estanques circulares y atargeas para el riego que le llevaban el agua a los sembrados. Los productos de la tierra eran transportados en bestias, a veces de puerta en puerta en los pueblos más cercanos y a precios aceptables, sin intermediarios; y las difíciles situaciones se salvaban, se mitigaban las privaciones económicas. No estoy inventando nada. Hoy estamos acostumbrados a consumir todo de fuera, absolutamente todo y ya eso es “un lujo” anacrónico, es no saber vivir teniendo la tierra que tenemos, el envidiable clima nuestro y el mar que nos baña. Nuestra fecunda tierra nos llama, sólo falta mano de obra, que no me hablen de crisis ni del paro, a trabajar en el campo y a producir, que ya es hora. Que nada es más generoso que nuestra fértil tierra. Ahora nos toca empezar desde cero, pero con vista al futuro.
No debe permitirse ver tantos terrenos “agrícolas” abandonados, alguien tiene que mediar para combatir tanta decidía y descaro. Alguien tiene que golpear duro la masa del Consistorio, con el debido coraje, para decidir que aquellos que no cedan esas tierras abandonadas, al Gobierno Local para fines cooperativistas, dándoles oportunidad a los jóvenes de hoy. Aquellos que no lo hicieren tengan que pagar un “impuesto” adicional. No se trata de una reforma agraria, no estoy haciendo apología comunista, sólo que se haga una justa participación y a la vez una contribución para ver si se puede solventar el problema económico que sufre nuestra confusa sociedad. Repito, nada de comunismo, olvidemos esos drásticos términos y recursos. Entre todos demos un soberano ejemplo de solidaridad, para hacerle la vida más llevadera al que menos tiene. Que les llegue más comida a los que menos tienen o que nada tienen. ¡Ay, si hubiera justicia agraria! Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Sabemos qué tierras hay que se podrían aprovechar con convenios serios que beneficien al que da como al que recibe, sólo hay que intentarlo, probar suerte, a ver qué pasa.
No, no estoy loco, aunque lo parezca. Lo que observo es que hay muy poca gente que le guste trabajar, tener obligaciones serias. Que le resuelvan todos sus problemas los respectivos Ayuntamientos y si no, a lamentarse.
De momento, y no sabemos hasta cuando, se acabó el chollo de la Construcción. Y el Turismo ya no es lo que era, está visto que bailan sobre su misma cuerda. Los jóvenes y no tan jóvenes, abandonaron el campo creyendo que en las ciudades estaba la solución de todos sus problemas, hipotecaron hasta su propia dignidad. Pero vemos que de nada sirvió, al contrario. Sus ilusiones se vinieron abajo. Ahora hay que volver al campo, la tierra les está esperando, sólo hay que trabajarla con sentido común. Por supuesto, los distintos Gobiernos y demás Ejecutivos deben involucrarse, no dejar al campesino solo, con sus escasas limitaciones, deben ayudar al agricultor y al ganadero, facilitarle los medios necesarios para arrancar de nuevo. Como lo hicieron sus abuelos y sus padres. La tierra no traiciona y si las condiciones climatológicas alguna vez nos la juegan, hay que insistir de nuevo hasta salir adelante. No hay otra solución. Y es necesario no dejar pasar el tiempo esperando que los demás den los primeros pasos, que se vea la voluntad de cada cual., que de lamentaciones hemos vivido y perdido un tiempo precioso, descaradamente. ¡Ayuden a sus viejos, que ya casi no pueden doblar el espinazo ni las rodillas!
De esa fértil tierra pueden comer todos. Fabriquen su casita y a formar familias estables, pero sin hipotecarse, entonces ya lo saben, lo perderán todo.
Un amigo campesino me dijo hoy, que ya tiene siete cabras y una becerra, que va encaminado… Y yo digo: ¡Ese sale adelante, se le nota ese natural coraje que convence!
Celestino González Herreros
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