4/11/11

LA DANZA DE LOS RECUERDOS IMBORRABLES

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Con cuánta resignación nos hemos apartado de aquellos tiempos pasados. Lo que fuimos y lo que hoy somos. Ha trascurrido todo el tiempo necesario para sepultar un pasado que no volverá. Cómo nos hemos encogido de hombros y qué distante vemos aquellas gloriosas páginas vividas y que ilustran los amados episodios de nuestra historia regional, y en particular, aquellos ratos vividos en Puerto de la Cruz, los buenos y los malos, porque hubo de todo.

Entonces, a pesar de las estrecheces vividas por una gran mayoría de nuestras gentes, éramos felices. Aquella chispa y el humor nuestro mitigaron muchos y tantos desconsuelos sufridos y necesidades sin cuento. Hubo que darle un toque de sentido común a la situación política y económica que vivíamos y casi siempre lo conseguimos. Justamente, lo que necesitamos hoy, ante esta nueva crisis que estamos sufriendo... Fue sorprendente la conducta ciudadana de nuestras gentes, aquella solidaridad para con los demás semejantes y la caridad manifiesta en tales situaciones, hacia aquellos que lo perdieron todo, que se quedaron sin nada… Ironías del destino, ¿qué es lo que está ocurriendo hoy en todos nuestros pueblos y ciudades, que tanto se han enturbiado nuestros horizontes políticos, económicos y sociales? Uno de estos días pasados, en una de las céntricas calles de mi ciudad, estuve observando atentamente a las gentes que caminaban a mi alrededor, en torno al especio que ocupaba y no vi. ni una simple mueca de alegría,, de ilusión, de contento… en aquellos que transitaban o estaban sentados en las distintas terrazas, consumiendo. Todos, conciudadanos nuestros, forasteros, todos, parecían maniatados, aburridos, parecían que estuvieran ausentes. Esto no puede seguir así, nuestras calles debiéramos animarlas, con músicas, pequeños espectáculos y ferias para todas las edades. No descuidar nuestra ciudad ni un solo día. Tenemos que acabar con el aburrimiento, nuestro porvenir está en las calles, en los locales de ocio y divertimentos, alegremos esas caras, como era antes, bulla que contagie esos adormecidos espíritus, desengañarlos… A tal punto llega tanta enajenación, que pareciera regresaran de una batalla perdida en el campo de la imaginación.

Caminaban tan torpemente, que tuve la necesaria decisión de alejarme del triste ambiente que a poco me contagia y ya me estaba sintiendo igual que todos ellos, apático, solitario…

De momento, sólo pensé, en cuál sería la fórmula apropiada y urgente, para despertar en esa equivocada urbe la armonía necesaria que les permitiera, reír, cantar, bailar, correr y sonreír cuando les viera pasar.

¿Qué pensaría en esos momentos nuestros visitantes de nosotros? Pese a tener mucho a nuestro favor, cielo, mar, aire, un clima envidiable, etc., adolecemos de sentido común. Nuestra ciudad aún no ha muerto del todo, jadea, si, pero, desesperadamente trata de incorporarse, alzarse con sus encantos naturales; que nuestras gentes también participen en ese empeño y liberemos tanta fantasía nuestra, hacer sonar la contagiosa música de nuestra exquisita idiosincrasia. Hacer reír y cantar a la gente, como antaño, repito, cuando éramos más pobres y éramos más los que amábamos a nuestro Puerto de la Cruz y había menos habitantes. Cuando éramos menos interesados y materialistas y más patrióticos.

Si no hay dinero para pagar obreros, los desperfectos urbanos, pintadas, basuras, cuidados en jardines y plazas, todo aquello de fácil renovación, voluntariamente, echemos una mano, como han hecho en varios países, que son precisamente, los que hoy están mucho más arriba que nosotros. No movemos ni un cartón que veamos en el suelo. Cualquier obstáculo tirado en la vía pública. Suele decirse: ¡Que lo haga el Ayuntamiento y su gente! Y si no, que siga ahí el cartón o cualquiera otra inmundicia, como tarjeta de identidad de nuestra incapacidad social, para que luego se mofen de todos nosotros en los distintos lugares del mundo.

Ayudemos con nuestra mejor voluntad a mantener limpia nuestra sufrida ciudad. Y respecto a nuestros políticos, después de las próximas elecciones, volveremos hablar, -democráticamente, claro está- que habrá mucho que hacer y que decir.

Celestino González Herreros

http://www.celestinogh.blogspot.com

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