Recordemos
aquellos años cuarenta y los siguientes, cuando se reunían las familias entorno
a una mesa y dialogaban, los niños con los niños y los adultos aparte
conversando sus cosas hasta que se hacía de noche y todo el mundo a la cama.
La
verdadera protagonista era la radio, aquellas novelas y teatros y a veces se
oían las noticias de la época desde alguna emisora clandestina para compararlas
con las nacionales, muy quedamente, por si se oía en la calle, a media voz, casi
imperceptible para llevar un minúsculo control de las verdaderas incidencias
políticas. Las señoras haciendo vestiditos, prendas de estambre, punto cruz,
rositas, croché, etc., para venderlas luego y sacar algunas perritas que
siempre eran necesarias. Los hombres, desde las siete de la tarde en los
lugares acostumbrados, tomando su vasito de vino y comiendo chochos. Los novios
recogiendo velas temprano. Y las señoras mayores rezando el Santo Rosario. Las
gallina en el gallinero subidas al palo mayor, rejuntaditas para darse calor y
el gallo abajo esperando que caiga alguna y en cuanto despierta el alba cantaba
dándonos los buenos días.
Eran
sanos aquellos tiempos y la nostalgia que nos produce no nos priva de reconocer
que la crisis que estamos sufriendo es más preocupante que aquellos tiempos,
nos acostumbramos a vivir a cuerpo de
rey y lo estamos notando, estamos viendo las penurias de tantos millones de
personas y por ende, familias enteras sin recursos económicos, muchos viviendo
en la extrema pobreza y cada día que pasa peor. Aunque muchos no lo quieran
reconocer y quieran vivir como en los mejores tiempos. El orgullo les ciega.
¡Es
tal el confucionismo que existe! Unos dicen que estamos mejorando y los demás
dicen que vamos a peor. ¿Quién dice la verdad? Lo que es evidente es que cada
vez hay más parados. Eso quiere decir que estamos mal, muy mal.
Celestino
González Herreros
celestinogh@teleline.es
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