La verdad es otra bien distinta, la triste y
conmovedora verdad de una realidad cruda e hiriente. Somos como la naranja en
el exprimidor, cuando más maduros y molidos estamos más rápido se nos exprime y
nos dejan sin una gota de sumo, prestos a ir a la bolsa de la basura. ¿Cómo
debe sentirse una persona mayor cuando le quitan su casa y lo echan a la calle
sin tener donde refugiarse, donde comer algo, donde asearse?..Personas
acostumbradas a vivir, dentro de sus posibilidades, como seres humanos, no como
animales abandonados, viviendo a la intemperie, sin saber si habrá un nuevo
amanecer. Imaginémosles enfermos y sin dinero, porque lo que le pagan no les
alcanza ni para las farmacias y demás atenciones socio sanitarias. Sin
familias, sin amigos, todo un drama… Y en estas fechas que se nos avecinan más,
recordando épocas pasadas, cuando los que no tenían nada siempre eran
socorridos, a veces por quienes estaban en la misma situación o tenían menos
que ellos. Los humanos éramos más solidarios, y es verdad cuando me dicen que
antes por poco que tuviéramos podíamos compartir, pero hoy es imposible,
exprimidos como estamos…
Cuando gozamos plenamente los encantos de la vida
cotidiana, siendo fuertes, sin necesidades imperiosas, teniéndolo todo: el
calor de una familia y la comprensión de aquellos miembros que la componen,
cuando llegamos así a viejo es como ser afortunados. Mientras la añosa pareja
permanece unida, mal o bien, saben salir adelante por sus propios medios; pero
cuando uno de los dos falta, si no hay medios económicos suficientes y
"resignación cristiana", todo cambia entonces. Se rompe un viejo
corazón en mil trozos que se desperdigan para siempre... Y queda un vacío que
nadie llena ni comprende mientras no lo esté sufriendo en propia carne. Bien es
cierto, de que hay gente mayor con caracteres especiales y saben sobreponerse a
esos avatares y situaciones adversas, que luchan hasta el final enfrentándose
al dolor, a la soledad...
Y, ¿aquellos más débiles? La verdad es bien distinta,
repito, la triste y conmovedora verdad. De antemano, la Sociedad trata de
desentenderse de ellos, e incluso, hasta los propios hijos, en muchos de los
casos. Y si los viejos han perdido sus facultades síquicas, físicas o
sensoriales, ese ser humano está condenado a sufrir todas las ingratitudes y
desconsideraciones que la crueldad del hombre pueda propinar. ¡Qué desencanto
tan cruel!
Ya estoy temiendo envejecer... Me gustaría irme antes
que esa fase de la vida me llegue. Veo con cierto pesimismo y a la vez pánico
la dura realidad de esos momentos. Porque llegar a viejo, en esta egoísta y
frívola sociedad es un " peligro" de consecuencias irreversibles. La Humanidad ha dejado de
pensar que también envejecerá y correrá la misma suerte. Claro, que en mi caso,
teniendo la familia más acreedora de confianza, es imposible pensar en tantos
atropellos que suele uno imaginarse...
Hay millones y millones de viejos viviendo en nuestro
Planeta, que sufren el señalado
desencanto, lo sabemos todos, que mueren en el más desolador abandono, de
hambre, de frío y lo que es más triste aún, de pena y tantos desengaños
acumulados en los años de sus vidas, cuando comenzaron a fallarles las fuerzas,
cuando la vieja máquina dejó de dar sus abundantes beneficios, de cuando el
hombre generaba bienestar para los demás.
Cómo me gustaría, ser lo suficiente inteligente o
tener " influencias..." suficientes, para llegar al corazón de la
gente y lograr despertar un sentimiento distinto que sea capaz de hacer entender
esa triste realidad que sufren las personas ancianas, que sólo esperan cariño y
comprensión para luego morir en la creencia de que sí han sido considerados con
justicia, " que hemos agradecido siempre cuanto hicieron y lucharon por
nosotros", que siempre les hemos respetado. Y que cuando, nosotros
lleguemos a viejos, sigamos viviendo ilusionados y no suframos de la
indiferencia de los propios familiares, amigos y conocidos. Que nos dejen vivir
dignamente hasta el final de nuestros días.
Y, ¿que decimos de esos niños abandonados? Otro
problema social del mundo, que también conocemos todos, ¡que los están matando
como ratas! por que son muchos e incontrolables... En verdad, uno llega a
cansarse de tantas injusticias, parémonos a pensar por un momento, cerremos los
ojos, ¿cuántos viejos y cuántos niños están muriendo en este mundo cruel, de
hambre, frío y enfermedades? Por las guerras que son las que generan tanta
perdición y la deshumanización del hombre, que piensan más en sí que en los
demás. Esto no puede continuar así, el hombre desafía a Dios, le provoca
constantemente, no le obliguemos tanto.
¿Por qué no se habla más de esto?, ¿por qué no se
chilla y se denuncia la triste realidad de esas incongruencias sociales y se
lucha por correr de los ojos la tupida venda que ciega a la Humanidad?
¡Cómo me gustaría ser lo suficientemente influyente!,
repito. Pero sólo soy un pobre hombre que en estos momentos sufre, como ustedes
y nadie sabe cuánto, al sabernos tan poca cosa ante la evidencia, al sabernos
tan indefensos.
Creo que sólo Dios podría arreglar todo esto, esta
desolación que vive gran parte de la Humanidad... Que
baje a la Tierra
y nos oriente, que castigue nuestras debilidades, que son la causa de tanta
desazón y dolor, por que iremos peor de seguir así.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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