Tantas veces
pienso: ¿Cómo es posible que, en tales circunstancias, aún existan seres
capaces de llegar a la meta de sus firmes propósitos? No cabe duda alguna, que,
para llegar a ser alguien bien reconocido en el mundo de la inspiración, el del
creador, poético, etc., estando obligado, también a atender otras obligaciones,
como es, la familia o el ambiente soterrado en el anonimato en que se vive, es
realmente meritorio. Muchas veces se sufre, pues hay que correr en busca del
extremo de la débil hebra que la madeja ha soltado, para poder alcanzarla y
seguir el hilo de la trama descuidada. Gentes que gritan, otros que pelean,
niños que lloran, perros que ladran, cotorras que no callan ni un instante todo
el día... El claxon de los coches y los anuncios parlantes de verduras, pescado
o helados. Hay que ser de oídos impermeables a los ruidos para poder
concentrarse y nadar en las aguas quietas de la inspiración para el relato que
se quiera tratar. No todos los narradores disponen de un ambiente adecuado a
sus necesidades. Para escribir, algunos nos refugiamos en el monte, en la
callada hondonada de algún lugar donde sólo se oyen, desde el solitario
barranco, el eco sigiloso del sutil paso
de las brisas susurrando arriba, sobre el verde valle, mientras recorren
la campiña... Abajo se está mejor, aunque la soledad nos sobrecoja sobremanera
de cuando en cuando. Sentimos la brisa, también, cuando pasa presurosa rozando los
bordes del abismo. Sentimos latir nuestro corazón cuando escribimos sin
interrupción alguna. El aire transmite su melodioso aleteo y sus tímidos soplos
con singular denuedo y uno llega a embriagarse con los propios sentimientos; y
cuales báquicos respingos soltamos las palabras henchidas de ese algo tan sublime que llamamos amor. En la
hondonada del profundo barranco se oyen voces que acarician, junto al retumbo
del aire que se desliza y se filtra por el accidentado declive de sus húmedas
paredes; y el quejumbroso graznido del ave agorera que se aleja asustada de la
ladera. El alma y la mente, también, parece que vuelan queriendo liberarse
cuando escribimos, cuando nos entregamos en cuerpo y alma, cuando abrimos
nuestro corazón.

Celestino
González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
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