Es
lamentable que nuestros jóvenes tengan que emigrar a otros lugares o países en
busca de nuevos horizontes, al menos más alentadores, dada las graves
dificultades que existen aquí, en nuestras Islas Canarias y que los foráneos no
cesan de llegar y hasta consiguen donde trabajar, que es a lo que vienen y me
alegro que lo hallen, Claro, más barato para algunos y no así con nosotros que
estamos hartos que nos exploten.
Recuerdo
cuando emigré a Venezuela, que en el Pasaporte
era obligado señalar el oficio que ejercía… Yo fui como estudiante
debido a mi edad y de hecho, estudié revalidando el Bachillerato español allá y
superando las materias nacionales, por las noches, mientras trabajaba por el
día. Entonces, la emigración se abría según la demanda que hubiera, la más
amplia era la de agricultor, luego los demás oficios, como carpinteros,
albañiles, ebanistas, etc., respectivamente. Así pues, si pedían sólo
agricultores los que fueran llegando al país iban para el campo. No se en
Europa y demás Continentes, cómo era el asunto. Lo que si sé es que se nos van
al extranjero los mejores profesionales y no todos tendrán la misma suerte.
Siento
lástima, de verdad, cuando sé que se van muchachos casi sin preparación, algunos
de ellos, a la deriva y a la suerte de su destino. Muchos para sufrir los
peores desengaños…
Canarias
siempre ha sido la pionera, con peor preparación, no lo pongo en duda y con
menos medios económicos se nos hace muy cuesta arriba llegar a la cumbre de
nuestras ambiciones. Lo que si nos sobra es coraje y constancia; y la honradez
que nos caracteriza, luego un factor muy importante, saber integrarnos al medio
donde viviéramos. Así como hablo de los más jóvenes, también me refiero a
nuestros adultos, hombres y mujeres. Tanto nos integramos a ese diferente
ambiente social, que muchos nos quedamos allá para siempre y si no, esas
experiencias las guardamos con cariño en el corazón. Bueno, eso era antes. Hoy
sólo pensarlo, el tener que ir a Venezuela, por ejemplo, habría que pensarlo
mucho. Aquello está muy mal, en todos los sentidos. Me ahorro más lamentables
comentarios.
Sudamérica
es muy grande y hay países donde se puede vivir y trabajar con más garantías.
Antiguamente era Venezuela el país más prometedor, desde todo punto de vista...
Cuando yo llegué allá había ochocientos mil parados, o sin trabajo; y aquello
era un hervidero de extranjeros trabajando duro, como decimos aquí, de sol a
sol y hasta con la luz eléctrica prendida. Todas las noches trabajando en la
construcción, italianos y portugueses. De nuestras Islas abundaban los
campesinos, aunque hubo un número considerable de personas ilustres en todas
las ramas del Arte y las Ciencias y un amplio círculo de distinguidos de las
ramas políticas y económicas.
Resumiendo,
el que quería trabajar podía escoger, prácticamente, después de escalar
oportunidades, aquello que más le gustara. Repito, eso era antes, cuando no se
viajaba como hoy, con billetes de ida y vuelta, por si no les gusta el nuevo
ambiente poder retornar. No viajábamos en avión y a veces los barcos eran poco
recomendables, pero no había otra forma y lo soportábamos todo con tal de
cambiar de calidad de vida.
Salir
de casa con el equipaje necesario para ir algún lugar desconocido es una
aventura imprevisible, ir a donde no sabemos lo que nos espera desde que
partimos… Eso lo saben quienes hayan viajado, no de vacaciones, a trabajar si
es que consiguen trabajo y si no, luchar contra las distintas adversidades que
reserve la vida, esas sorpresas inesperadas que a veces marcan para toda la vida. Salir de casa lleno
de ilusiones y proyectos, queriendo coger al Mundo con nuestras propias manos,
si no hay buena suerte ese Mundo se vira en contra de las escasas posibilidades
que surgieren. Por eso digo y repito, siento lástima al saber que tantos
muchachos y no tan muchachos, se vean obligados a salir de su tierra a probar
esa hipotética suerte de la que tantos otros presumen. Es evidente que hay que
moverse y desafiar a todas esas negaciones que nos cuestionan. No tirar la
toalla sin antes haber agotado todas las posibilidades y hasta las
contrariedades que hubieran surgido. Lo realmente cierto e importante, es que
si no hay constancia nada se puede esperar de nuestros esfuerzos. Lo que se consiga
poco a poco es más seguro que aquello que te viene a las manos sin habértelo
esperado ni propuesto. Lo que cueste mucho conseguir le damos el verdadero
valor que tiene. Y lo cuidamos más que nada. No hay momentos malos que duren
toda la vida del hombre y la esperanza es nuestra mejor consejera.
Celestino
González Herreros
celestinogh@teleline.es
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