LAS
PÁGINAS SILENTES DEL VIEJO LIBRO
Ya amarillentas debido al paso
del tiempo, en sus desteñidas páginas, a pesar de ello, podría leerse con veraz
transparencia cada uno de los episodios vividos en nuestro Puerto de la Cruz , amplia parcela de
ingente cantidad de interesantes anécdotas, de curiosidades, leyendas creíbles
y momentos históricos imperecederos los cuales han marcado un hito social de
importante referente, como son las pautas que por imperativos idiosincrásicos
hemos heredado hasta nuestros días.
Acariciar las rugosas y
polvoreadas tapas de dicho compendio, produce la sensación que uno siente al
asirlo contra nuestro pecho, cual viejo objeto que nos comunicara a través de
su silencio la sorda quietud de algún sortilegio o la desesperación propia que
se siente al ver morir nuestra identidad, el pulso de esta resentida sociedad.
El llanto lastimero de tantas cosas nuestras que, inexorablemente, por apatía
hayamos perdido; y otras formas nos han impuesto otros pensamientos y
costumbres…
No son nuestras temblorosas
manos, tal vez sea el mismo libro que se revela ante tantos pasmados que
sistemáticamente dejan escapar las buenas oportunidades en los momentos
precisos, cuando las necesitamos. Nuestras islas hoy pudieran ser el más
apetecido destino turístico si se hubieran dejado aconsejar por aquellos
hombres sabedores por intuición de nuestro destino dada las inigualables
condiciones disponibles de entonces. Hoy todavía se podría hacer mucho, por
ejemplo, si nuestro Gobierno y el Central se lo propusieran, dándonos las
ayudas económicas que dispensan a tantos Ayuntamientos de Tenerife y
consideraran nuestra precaria situación para poder salir adelante. Olvidan que
Puerto de la Cruz
y sus importantes Empresas fueron el motor
turístico que dio tanto trabajo a nosotros y tantos foráneos. En el viejo libro todavía podríamos escribir
páginas nuevas…
Ese libro está en mi mente
como una estrella que cuelga en el firmamento, es quizás la que con su
resplandor quiera recordarnos aquello de nuestra identidad, de nuestros sueños
y la trágica sensación de nuestros fracasos, que son el fracaso de todos,
cuando creíamos que nuestras islas y sus gentes iban a ser siempre respetadas y
no ultrajadas como hoy nos desprecian incomprensiblemente.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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