LAS
CIRCUNSTANCIAS NUNCA FUERON PROGRAMADAS SON APARECIDAS
En el mundo en que vivimos
lleno de contradicciones, de sorpresas, a veces de sorpresas agradables, ¿por qué no decirlo?, de amargos
desengaños e injustos atropellos, no faltan aquellos detalles que mitigan, de
alguna manera, los desafueros o
coletazos recibidos. Algunos, sin duda, sin merecerlos.
Pienso que todo ha ido
cambiando paulatinamente, soterradamente, para que se note menos los cambios
sufridos, y así, al cabo del tiempo, ni lo notamos. Aunque vayamos por los
mismos atajos y nos saludemos, pero no apreciamos tanto las diferencias. Somos,
a pesar de todo como números contabilizados. Ya lo vemos en nuestro DNI, en los
códigos clínicos de la Seguridad Social ,
etc. Somos números de carne y hueso y demás elementos clínico-anatómicos, pero
perfectamente identificables. Pronto la foto reglamentaria va a estar de más,
los números hablan por si mismo. Sólo que aún no han pasado, presumiblemente,
en aquello del género masculino y el femenino, para hacer unas diferenciaciones
más concluyentes. Y me pregunto: ¿No será por el excesivo cambio de las partes
y sus reflejos sexuales de una parte y de la otra? Sin embargo están enumerados
y sin calificación alguna. Son los números los que mandan y muy pronto obviando
las fotos… Es evidente que, en este polémico mundo en que vivimos, somos libres
de escoger el camino apetecido, nadie nos lo va a impedir, pero también es
lícito permitirle a quienes vivieron otros modos y conductas que puedan seguir
disfrutándola, sin, claro está, sin interferir sus deseos y nuevas costumbres
de los demás, mientras estos sepan respetar los sentimientos ajenos y la
cultura de tantos milenios practicada.
El equilibrio de una Sociedad
justamente se consigue a través del mutuo respeto, vivir y dejar vivir sin
molestar a los demás. Lo lamentable es, cuando se reciben los elementos
participativos, los unos como si fueran los únicos y los otros como si fueran
más féminas que la propia mujer. Se pasan algunas veces en sus modales y expresiones,
cuando en realidad no es necesario, siempre se les ve el plumero, aunque estén
aún encerrados en su armario de cristal. Que lo uno respecto a lo otro es, como
se comportan el aceite y el vinagre cuando los juntamos, que por más que lo
intentemos, definitivamente, nunca se unen del todo.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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