12/11/12


LA PAZ DE LA NAVIDAD ES EL AMOR COMPARTIDO

La Navidad se acerca, esos días tan señalados y que, por una razón u otra, despiertan recuerdos imborrables, inevitablemente, son fechas de muchas reflexiones. Revivimos páginas felices y no pocas tristes vivencias. Quiéralos o no, siempre habrá un hueco por llenar, un vacío sentimental que va a influir, definitivamente, en nuestro sensible ánimo y que no va a conseguir llenarlo nada ni nadie, sin duda la razón oculta que nos va a entristecer.

Uno recuerda la lejana niñez, la fantástica adolescencia, la juventud con todos sus matices. Los sueños aquellos, muchos que jamás se realizaron, los desengaños sufridos, las promesas incumplidas por imperativos ajenos a nuestra voluntad, los designios del destino, las largas ausencias involuntarias y las tristes despedidas… Siempre, activada la memoria, surgirá un motivo distinto que empañe esa paz tan deseada en días como esos. Fechas de amor fraterno, de sagrados cultos al niño Dios; y como he dicho: de profundos pensamientos e indelebles recuerdos.

Con más de trescientos mil parados, sólo en nuestras islas canarias, va a ser imposible disfrutar como fuera en tiempos pasados, que aunque nunca fuera plenamente, pensando en aquellos que hoy no tienen con qué y que tanto tuvieron es cruel aceptarlo… Sin embargo es necesario que nos adaptemos a las actuales circunstancias y aprovechemos las posibilidades cada cual, buscando cómo distraer el dolor alegrándonos y con ello contentando a cuantos nos rodean en familia. Si, antes nuca faltaba aquella amplia sonrisa tan necesaria para dar por compartida tanta felicidad…

No son necesarios los lamentos, están de más. Sólo exige nuestra humilde convivencia un simple pensamiento, una pregunta sin respuesta; si Dios en amor estará siempre en nuestra mesa, compartiendo con nosotros esos benditos alimentos y si está entre nosotros, también acompañará a esos trescientos mil parados canarios para mitigarles el rigor del frió reinante, para darles todo el calor necesario y el temple colectivo y solidario con sabor navideño e ilusión cristiana.

Cuando suenen las campanas en Navidad las oiremos todos y caminaremos hacia ellas sin detener nuestros pasos, el Niño Dios nos estará llamando y allí estaremos. Y si no las oyéramos en este mundo habremos ido más lejos a escuchar cantos angelicales propios de la Navidad, donde no existen ricos ni pobres, sólo almas en paz rogando por todos nosotros.


Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es

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