AVENTURADA ESTANCIA
PROFESIONAL EN LOS REALEJOS
Honrando la memoria de los viejos Practicantes en
Medicina y Cirugía Auxiliar
Calle abajo, recuerdo ir andando presuroso. Mis
servicios profesionales habían sido solicitados para atender a un enfermo...
Podría decir: Me fueron a buscar una gente que estaban apurados, para ayudar a
un enfermo que estaba muy mal... Pero da igual, lo importante es ir sin
demoras, vocacionalmente, como aconseja la propia conciencia. ¡Un hecho entre
tantos, no fue el único ni el último! Como era cerca de casa fui a pie.
Desde entonces conservo el recuerdo de aquella
penetrante mirada y luego su sonrisa distendida, dulce y serena, a pesar del
mal momento que vivía. Se había alegrado al verme y sin apenas conocerme, sabía
que ya no estaría tan sola y ello le tranquilizaba. Entonces me causó un gran
impacto su expresión bondadosa, también recibí extrañas fuerzas... No es tan
difícil comprenderlo, sólo hace falta buena voluntad para asumirlo. Todos
estamos implicados en la necesidad de amarnos y protegernos mutuamente, somos
iguales ante la desgracia, es lo único que nos iguala.
vi. en sus ojos un cause abierto, una entrada
generosa que llamó a mi espíritu hasta
el rincón de su desconsolada alma; y bebí en la fuente de su esperanza hasta
saciarme, luchando juntos para vencer su angustia en esas horas agónicas de su
enfermedad.
Pasó mucho tiempo desde entonces, luego si nos
veíamos, de paso por la calle, con gratitud me recordaba los esfuerzos y mi
constancia... -cuando sólo cumplía con mi deber profesional, si es así como
debo decir-. Fue entre ambos que logramos vencer su mal, y por supuesto la
sapiensa del médico. Agotamos nuestros esfuerzos sacrificándonos con denuedo y
voluntad cristiana en nuestro afán de lucha, intercediendo por nosotros mismos
y en contra de la muerte... ¡Al final vencimos!
Seguramente es que no estaba escrito, pero en eso no
habíamos pensado, al menos yo. Siempre no vamos ampararnos en esa posible
excusa, todos estamos obligados a luchar hasta el último instante por el
todo...
Antes, como bien decimos, era distinto. Cuando había
que estar horas enteras al lado del enfermo, entre otras verdades, viendo caer
las cuarenta lágrimas por minuto del gotero, colgado del clavo que sostenía el cuadro que pendía en la cabecera
de la cama, en la pared de la habitación... Tiempo que inspiraba a la reflexión
viendo apagarse la vida del enfermo, y muchísimas veces sentirse uno impotente
y desasistido ante la voluntad de Dios y declararnos en rebeldía,
desesperadamente, luchando ya sólo con el corazón por que no se nos vaya y sin
saber qué más hacer, sólo rezar... Cuántas veces tuve que abrir una ventana
para que se ventilara la habitación y saliera el desagradable olor a muerte que
iba proyectándose en nuestros ánimos, y hasta nos ahogaba, estrangulando
nuestra difícil respiración...
Mas, muchas veces logré contagiar nuevos ánimos a
pacientes enfermos cuya resignación me irritaba y les instaba a que lucharan,
era mi humilde condición, que no se dieran por vencidos, que tuvieran fe en la
medicina, que nuestras atenciones no les faltarían, pero el enfermo habría de
contribuir creyéndonos y aceptando todos nuestros esfuerzos...
Y así una casa, otra casa, más enfermos... ¿De dónde
me venían las fuerzas y el entusiasmo que derrochaba? Aún hoy me sigo haciendo la misma pregunta: ¿De
dónde? Con razón me he hecho viejo sin darme cuenta, pero vale la pena haber
vivido tantas experiencias importantes que deparan satisfacciones
incalculables, poder contar con amigos por todas partes, no sentirse uno tan solo y saberse
reconocido, al menos así espero y no odiado por nadie.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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