27/11/12


AVENTURADA ESTANCIA PROFESIONAL EN LOS REALEJOS
Honrando la memoria de los viejos Practicantes en Medicina y Cirugía Auxiliar


Calle abajo, recuerdo ir andando presuroso. Mis servicios profesionales habían sido solicitados para atender a un enfermo... Podría decir: Me fueron a buscar una gente que estaban apurados, para ayudar a un enfermo que estaba muy mal... Pero da igual, lo importante es ir sin demoras, vocacionalmente, como aconseja la propia conciencia. ¡Un hecho entre tantos, no fue el único ni el último! Como era cerca de casa fui a pie.

Desde entonces conservo el recuerdo de aquella penetrante mirada y luego su sonrisa distendida, dulce y serena, a pesar del mal momento que vivía. Se había alegrado al verme y sin apenas conocerme, sabía que ya no estaría tan sola y ello le tranquilizaba. Entonces me causó un gran impacto su expresión bondadosa, también recibí extrañas fuerzas... No es tan difícil comprenderlo, sólo hace falta buena voluntad para asumirlo. Todos estamos implicados en la necesidad de amarnos y protegernos mutuamente, somos iguales ante la desgracia, es lo único que nos iguala.

vi. en sus ojos un cause abierto, una entrada generosa  que llamó a mi espíritu hasta el rincón de su desconsolada alma; y bebí en la fuente de su esperanza hasta saciarme, luchando juntos para vencer su angustia en esas horas agónicas de su enfermedad.

Pasó mucho tiempo desde entonces, luego si nos veíamos, de paso por la calle, con gratitud me recordaba los esfuerzos y mi constancia... -cuando sólo cumplía con mi deber profesional, si es así como debo decir-. Fue entre ambos que logramos vencer su mal, y por supuesto la sapiensa del médico. Agotamos nuestros esfuerzos sacrificándonos con denuedo y voluntad cristiana en nuestro afán de lucha, intercediendo por nosotros mismos y en contra de la muerte... ¡Al final vencimos!        

Seguramente es que no estaba escrito, pero en eso no habíamos pensado, al menos yo. Siempre no vamos ampararnos en esa posible excusa, todos estamos obligados a luchar hasta el último instante por el todo...

Antes, como bien decimos, era distinto. Cuando había que estar horas enteras al lado del enfermo, entre otras verdades, viendo caer las cuarenta lágrimas por minuto del gotero, colgado del clavo  que sostenía el cuadro que pendía en la cabecera de la cama, en la pared de la habitación... Tiempo que inspiraba a la reflexión viendo apagarse la vida del enfermo, y muchísimas veces sentirse uno impotente y desasistido ante la voluntad de Dios y declararnos en rebeldía, desesperadamente, luchando ya sólo con el corazón por que no se nos vaya y sin saber qué más hacer, sólo rezar... Cuántas veces tuve que abrir una ventana para que se ventilara la habitación y saliera el desagradable olor a muerte que iba proyectándose en nuestros ánimos, y hasta nos ahogaba, estrangulando nuestra difícil respiración...

Mas, muchas veces logré contagiar nuevos ánimos a pacientes enfermos cuya resignación me irritaba y les instaba a que lucharan, era mi humilde condición, que no se dieran por vencidos, que tuvieran fe en la medicina, que nuestras atenciones no les faltarían, pero el enfermo habría de contribuir creyéndonos y aceptando todos nuestros esfuerzos...

Y así una casa, otra casa, más enfermos... ¿De dónde me venían las fuerzas y el entusiasmo que derrochaba?  Aún hoy me sigo haciendo la misma pregunta: ¿De dónde? Con razón me he hecho viejo sin darme cuenta, pero vale la pena haber vivido tantas experiencias importantes que deparan satisfacciones incalculables, poder contar con amigos por todas partes,  no sentirse uno tan solo y saberse reconocido, al menos así espero y no odiado por nadie.
                                                       






Celestino González Herreros
           celestinogh@teleline.es
                                                                                         


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