La vida del estudiante es dura, pocos valoran sus
esfuerzos, sus temores e incertidumbre. En muchos de los casos es la gran
preocupación ante la idea del fracaso, los supuestos suspensos… Pero hay que
matizar la evidencia de que existen estudiantes responsables y los hay falsos,
también, que ni estudian, ni dejan que estudien los demás. Entre ellos hay
verdaderos líderes que arrastran a los más incautos hacia el fracaso en los estudios. Y son varios los
líderes antiestudiantíles que en distintos colegios esclavizan inseguras
voluntades de esos centros educativos. Los más responsables, los estudiosos y
ejemplares alumnos, los que asisten asiduamente a las clases con la ilusión de
aprender, de poder algún día ayudar a sus padres que tanto han hecho por ellos
y les ven ya viejos, cansados y medio decrépitos. Las escasas jornadas que les
quedan de vida, poder dulcificárselas, darles algunas horas de felicidad… Esos
muchachos, si tienen “capacidad” intelectual saldrán adelante alguna vez. Son
aquellos que se les ve venir, como suele decirse, desde lejos. Que en realidad
no necesitan tanta ayuda, como son los verdaderamente descarriados e inspiran
más lástima por las dudosas causas de las cuales derivan sus lamentables
fracasos. Las familias, muchas de ellas, han sufrido y siguen sufriendo
quebrantos estructurales y pasionales. En muchos de los casos, parejas con
hijos discuten delante de ellos; marginan también a los hijos que en ese turbio
ambiente se van desarrollando y muchos llegan a ser potentes delincuentes… Son
hijos sin el tan necesario calor familiar, sin esos ejemplos disciplinarios que
hacen al hombre o la mujer dignos miembros de una estable sociedad capaz de
orientar a sus ciudadanos.
¿Qué podemos exigirles a esos muchachos que sea bueno
y que no hayan aprendido de sus progenitores? ¿Desprecios? Esa drástica
situación juvenil debiera ser estudiada detenidamente, no mantenerles en el
olvido y que se busquen los elementos necesarios para contentar a los
familiares, antes que nada; y que el ambiente familiar sea mejorado u
optimizado y ello, ante nada, debe
competirle a los servicios sociales a escala nacional, no como simples parches.
Involucrarse decisivamente, por que corregir los defectos actuales es misión
difícil y muy urgente. En el plano social la juventud debe ser más considerada.
España es un país de viejos y nuestra única salvación siempre será la juventud,
no la descuiden.
Celestino González Herreros
celestinogh31@gmail.com
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