Me
imagino que ya estarán programando los distintos Actos a celebrar de las
Fiestas Mayores de Puerto de la
Cruz y como todos los años, salvo algunos desafortunados
accidentes habidos últimamente por falta de previsión… serán lúcidas con todo
su esplendor. Y aunque vivamos tan crítica situación socio económica, surgirá
el milagro de la creatividad; y sobreponiéndonos a la adversidad, habrá ilusión
y el ambiente se tornará alegre adaptándonos a las circunstancias actuales.
Pronto las calles de nuestra ciudad estarán engalanadas con plumas y
banderitas, cuidadosamente se prepararán los principales Actos y será como
siempre, admirados por la feliz forma como sabemos organizarnos.
No necesitamos
tanto dinero, las mejores fiestas portuenses siempre resultaron más animosas
cuando menos dinero había y, antiguamente, las costeaban los vecinos; todos
enjalbegaban las fachadas de sus casas y
se adecentaban los jardines y plazas públicas. Había mucho entusiasmo pese a
tantas dificultades y carencias. Los miembros de la Comisión de Fiesta iban
de puerta en puerta pidiendo y anotando en sendas libretas lo que
voluntariamente daba cada cual. Algunos se molestaban con el sistema, no
estaban de acuerdo y paradójicamente eran precisamente los comerciantes. Hoy
las pagamos todos con nuestros impuestos. Recuerdo aquella Comisión de Fiesta,
toda gente muy seria y altruistas. Aquello fue en la época cuando los Alcaldes
no cobraban ni los Concejales, no había dietas, etc. Y algunos hasta se arruinaron…
Todo el mundo quería participar. Pero se nos metió el virus competitivo de la
corrupción y desde entonces muchos son los ladrones que han pasado por nuestro
Ayuntamiento. Ahora mismo parece que la cosa está más seria, eso es bueno.
Haría falta muchas escobas para barrer a tantos indeseables, la prueba está en
que se ven cara nuevas y más jóvenes, con entusiasmo y ganas de trabajar y
hacer cosas nuevas y necesarias para sus respectivos pueblos. Acciones que
mañana pasen a la historia y alegren un poco los distintos textos recordatorios
de la misma.
Las
tiendas o comercios se llenaban de público y los guachinches no cesaban de
vender. Y los niños mientras tuvieran un par de reales eran felices comprando
chucherías en los carritos. Indudablemente, siempre fuimos conformistas, pero
nunca envidiosos, cada cual vivía con su suerte y arreglado a lo que
tuviéramos.

Celestino
González Herreros
celestinogh31@gmail.com
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