La
sensibilidad del ser humano nace con la propia persona, no se alimenta, ni se
estudia, crece. Eso si, en determinados momentos y en circunstancias
especiales. Sin embargo, no hay corazón por muy duro que sea, el cual no se
conmueva ante una situación comprometida con sus propios sentimientos, que
hacen estremecer la conciencia en general. Hasta en el infierno podemos hallar
esa sensibilidad.
Relacionados
los hombres en la vida social la comunicación entre ellos suele ser constante y
de ahí derivan las contradicciones de ideas y conceptos, de esos puntos de
vista que generan la gran discusión de la Humanidad.
En
nada nos parecemos unos de otros, ni pensamos igual, sólo que suelen agruparse
buscando su propia su propia identidad en el marco social que habita. Cierto,
es difícil conseguir quienes sean como cada uno de nosotros, pero muy posible;
y así se formaron las religiones, los partidos políticos y sus vertientes
habituales, sextas, agrupaciones de toda
índole, etc. Entes que no han parado de generar discordias, guerras “inútiles”
y enfrentamientos bélicos de muy considerable repercusión internacional.
El
hombre, a pasar de sus superiores cualidades racionales, siempre ha perdido las
mejores oportunidades y ha quedado indefenso ante su adversario que es el
tiempo; y las mejores ocasiones para emplearlo.
La
envidia es uno de los factores viciosos que más ha traicionado a la Humanidad, que sumada a
la impotencia en que se desenvuelve todo lo pierde, hasta la razón. Si no
existiera la envidia la vida sería más grata y hubiera menos lamentaciones de
toda naturaleza.
Celestino González Herreros
celestinogh31@gmail.com
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