Cada
estación del año tienen sus peculiaridades y encantos en Puerto de la Cruz y siempre el cielo azul
que nos acompaña. Parece que en cada uno de esos momentos se revitalizara
nuestro ambiente. Hoy es un día de esos que dan ganas de abrazarle y poseerlo
todo por la nitidez de su luz y el aire placentero que nos acaricia. Sentimos
la sensación de bonanza infinita que invita a gozar todas las cosas bellas que
nos ofrece y que la
Naturaleza tan frecuentemente nos brinda.
La
calle es como un espléndido escenario rebosante de sorpresas y todo cuanto
vemos y palpamos pareciera que sonríe y nos invitara a participar en ese juego
bucólico a veces, pueblerino, quizás, romántico y marinero por excelencia. Nos
convida con mesura, ampliamente todos sus encantos.
Nuestra
ciudad conserva el embrujo aún de ancestrales temporadas, sólo hemos envejecido
nosotros. El Puerto de la Cruz
transpira alegría constantemente, tiene energías joviales que le distingue y si
no lo apreciamos plenamente es que los años que gozamos ya no nos permiten
volver hacia atrás y recorrerlo todo, beber de sus fuentes mágicas y saciar
aquella sed constante de nuevas experiencias
y tiernas emociones… Los años no pasan en balde.
La
primavera es, quizás, la estación del año más romántica, las flores en nuestros
parques, parterres y huertos, imprimen el sello radiante y jovial del amor, con
su colorido exuberante. Nuestros prados y sembrados, los mismos caminos, se
alegran simultáneamente y se desperezan con el trino de los pájaros que
revolotean de rama en rama; y de todas las demás aves que se buscan celosamente
y se emparejan tradicionalmente para conservar la especie anidando sus
instintos procreadores.
El
verano es la explosión de los deseos, la libertad del cuerpo en nuestras aguas
costeras y las aclimatadas en los complejos turísticos. Y los estanques en el
campo, los embalses para el riego y otros usos. Son los meses libres para
largos chapuzones en las playas y dársenas pesqueras, el encuentro con los
amigos todo el año sin verse, algunos de ellos. ¡Las noches románticas del
veranos nos traen tantos recuerdos, sólo invitan a soñar!..
El
otoño es, quizás, la más triste de las estaciones del año y sin embargo, es
cuando más nos identificamos con su ambiente nostálgico de profundos
pensamientos. Ver las hojas caídas del erguido árbol es como sentirnos cómplice
de la impotencia de aquel, menos felices. Nos recuerdan los que antaño veíamos
fenecer con su cuerpo desnudo al intemperie y el rigor del frío, viendo caer en
el húmedo pavimento, las hojas muertas y arrastradas por las céfiros brisas,
aquellos tristes atardeceres.
Y
llegado el invierno en su ámbito, viendo caer la pertinaz lluvia tras los
cristales de la ventana, sólo invita a refugiarnos en la cama, entre sábanas,
cerrar los ojos y soñar despierto.
Así
es nuestro Puerto de la Cruz,
sensual, alegre, medio tristón, sólo a veces, y tentador… Lástima que la
lozanía de nuestra juventud se pierda para siempre con el paso de los años y no
podamos, ya mayorcitos, enfrentarnos a tantas realidades, tantas excelencias y
rincones nostálgicos como cuando éramos jóvenes. Pero llegar a viejos es,
indudablemente, una bendición del Cielo, no lo dudemos.
Celestino
González Herreros
celestinogh31@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario