Me
vinieron a la mente recuerdos de viejas vivencias en Venezuela, en ocasión de
haber contemplado unas fotografías de nuestro paisano portuense, el doctor
Felipe Hernández Hernández, compañero y jefe donde trabajábamos, en la Unidad Sanitaria del Estado
Lara, capital Barquisimeto. Para más señas, casado con mi prima, la bella joven
Esther Herreros Álvarez, que vivía con sus padres en la vieja casona de la
Real Aduana de la ciudad de Puerto de la Cruz.
Antes
de entrar en detalles, debo comenzar diciendo que Felipe falleció allá, en
Barquisimeto, hace pocos años; y que como profesional y persona fue en vida un
hombre ejemplar, dedicado en cuerpo y alma a sus enfermos. Generoso y gentil
con los amigos y sus conocidos. Allá, por donde pasara iba dejando una estela
de amigos y en el Estado Lara era considerado como médico preferido por la
colonia canaria, resolviéndoles cuantos problemas patológicos surgieran, con
eficacia y maestría.
Coincidieron
en Caracas Felipe y El doctor en Dermatología, Domingo Nuñéz Gallo, destacado
Epidemiólogo canario, Jefe Director General de Salud Pública del Servicio
Canario de Salud, en importantes estudios de dermatología Sanitaria, de cuya
gran ocasión nació una importante amistad que en todo caso siempre repercutió en
favor de la Saluda
Pública entre Canarias y Venezuela.
Trabajamos
en la Unidad Sanitaria
del Estado Lara, en el Servicio de Dermatología, él como Jefe inmediato mío y
yo como Inspector de dicho Servicio y lo que he mencionado de la colonias
canaria allá era en los ratos libres, domingos y días festivos y los de
descanso. Los de aquí, paisanos que tuvieron ocasión de tratarle como médico y
como amigo, habrán conocido muy bien su buen carácter y gran vocación
profesional. Allá en Venezuela, así lo valoraron e incluso sus superiores en
todo el país. Vino a Tenerife en varias ocasiones de vacaciones y siempre
buscaba a don Jesús el villero, amigos desde la juventud de ambos. Otro
portuense que trabajó con nosotros fue don Lorenzo Abreu González, hombre
inteligente y muy respetuoso, también fallecido en Venezuela.
Recordar
a los amigos fallecidos es triste, pero los recuerdos que conservamos de ellos
compensan estos momentos de tristeza. Es como si en nuestra mente,
recordándoles, la ocasión nos proyectara aquellas secuencias vividas y nos
depararan la repetición de los hechos. Ahora mismo, pareciera que los tuviera a
mi lado y departiéramos como era antes, en armonía y solidaridad…
Todos
los que emigramos, al vernos lejos del terruño amado sentimos la necesidad de
buscar la compañía de otros, compartida, y con ello dicipamos la nostalgia que
sufrimos. Como he dicho al principio, no puedo desperdiciar esta rememoración y
a la vez, obsequiarles con la grata compañía de los recuerdos, sus perfiles
humanos y hasta las fotos de los mismos. Señalando sus humanas cualidades de
excelentes personas.
Dicen
que los recuerdos pertenecen al pasado, que el presente es aún más incierto; y
que el futuro todavía lo es más... Del pasado recuerdo los momentos más felices
de mi vida, posiblemente la edad de entonces influyera. Del pasado hemos creado
la historia de nuestra vida, ahora no se trata de cuál episodio fue el mejor...
Lo cierto es que, del pasado no nos desprendemos, estamos asidos a el con los firmes
tentáculos del poder que nos asiste y la ilusión con que entonces librábamos la
gran batalla de las dudas, las incapacidades y las privaciones. Las creencias
aquellas que moldearon nuestro espíritu e hicieron de nosotros otra clase de
hombres…
El
presente, ya ven, más dudoso que la misma intriga económica, social,
administrativa, etc.
Cuando
recurrimos a los viejos recuerdos, pienso que lo hacemos como para llenar ese
vacío que dejan las ausencias, tanto de los hechos como la de los años que
transcurren a través del tiempo que, al no detenerse, nos va dejando ese
recorte de posibilidades que fenecen con nosotros en el largo camino de
nuestras inevitables carencias.
Al
recordar revivimos aquellos acontecimientos, aunque sea distinto el sentimiento
y las mismas emociones, por que las distancias apagan el calor de entonces.
Tampoco ya somos los mismos y las limitaciones propias de la edad no nos
permiten desenvolvernos con aquellas ilusiones, a veces compartidas… Y aún así
no podemos hablar de un futuro cierto, ni inmediato siquiera, el destino es
quien marca las pautas de nuestro final. Sólo que nos permite soñar, de la
forma que sea, pero sin retroceder con el pensamiento y casi siempre regresar aunque
con la inevitable desilusión.
Las
presentes fotografías me imagino reconocibles para muchos de sus protagonistas,
he querido seleccionarlas para ilustrar debidamente este escrito espontáneo a
modo de homenaje, que me inspiran personas como ellos en nuestro ámbito
comunitario y que no debieran ser olvidadas por su importancia y repercusión
humana y social Todos ellos merecen les recordemos siempre con admiración y
cariño.
Celestino
González Herreros
celestinogh@teleline.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario