1/6/13

MOMENTOS NOSTALGICOS DEL EMIGRANTE






Me vinieron a la mente recuerdos de viejas vivencias en Venezuela, en ocasión de haber contemplado unas fotografías de nuestro paisano portuense, el doctor Felipe Hernández Hernández, compañero y jefe donde trabajábamos, en la Unidad Sanitaria del Estado Lara, capital Barquisimeto. Para más señas, casado con mi prima, la bella joven Esther Herreros Álvarez, que vivía con sus padres en la vieja casona de la Real Aduana de la ciudad de Puerto de la Cruz.


Antes de entrar en detalles, debo comenzar diciendo que Felipe falleció allá, en Barquisimeto, hace pocos años; y que como profesional y persona fue en vida un hombre ejemplar, dedicado en cuerpo y alma a sus enfermos. Generoso y gentil con los amigos y sus conocidos. Allá, por donde pasara iba dejando una estela de amigos y en el Estado Lara era considerado como médico preferido por la colonia canaria, resolviéndoles cuantos problemas patológicos surgieran, con eficacia y maestría.

Coincidieron en Caracas Felipe y El doctor en Dermatología, Domingo Nuñéz Gallo, destacado Epidemiólogo canario, Jefe Director General de Salud Pública del Servicio Canario de Salud, en importantes estudios de dermatología Sanitaria, de cuya gran ocasión nació una importante amistad que en todo caso siempre repercutió en favor de la Saluda Pública entre Canarias y Venezuela.

Trabajamos en la Unidad Sanitaria del Estado Lara, en el Servicio de Dermatología, él como Jefe inmediato mío y yo como Inspector de dicho Servicio y lo que he mencionado de la colonias canaria allá era en los ratos libres, domingos y días festivos y los de descanso. Los de aquí, paisanos que tuvieron ocasión de tratarle como médico y como amigo, habrán conocido muy bien su buen carácter y gran vocación profesional. Allá en Venezuela, así lo valoraron e incluso sus superiores en todo el país. Vino a Tenerife en varias ocasiones de vacaciones y siempre buscaba a don Jesús el villero, amigos desde la juventud de ambos. Otro portuense que trabajó con nosotros fue don Lorenzo Abreu González, hombre inteligente y muy respetuoso, también fallecido en Venezuela.

Recordar a los amigos fallecidos es triste, pero los recuerdos que conservamos de ellos compensan estos momentos de tristeza. Es como si en nuestra mente, recordándoles, la ocasión nos proyectara aquellas secuencias vividas y nos depararan la repetición de los hechos. Ahora mismo, pareciera que los tuviera a mi lado y departiéramos como era antes, en armonía y solidaridad…


Todos los que emigramos, al vernos lejos del terruño amado sentimos la necesidad de buscar la compañía de otros, compartida, y con ello dicipamos la nostalgia que sufrimos. Como he dicho al principio, no puedo desperdiciar esta rememoración y a la vez, obsequiarles con la grata compañía de los recuerdos, sus perfiles humanos y hasta las fotos de los mismos. Señalando sus humanas cualidades de excelentes personas.

Dicen que los recuerdos pertenecen al pasado, que el presente es aún más incierto; y que el futuro todavía lo es más... Del pasado recuerdo los momentos más felices de mi vida, posiblemente la edad de entonces influyera. Del pasado hemos creado la historia de nuestra vida, ahora no se trata de cuál episodio fue el mejor... Lo cierto es que, del pasado no nos desprendemos, estamos asidos a el con los firmes tentáculos del poder que nos asiste y la ilusión con que entonces librábamos la gran batalla de las dudas, las incapacidades y las privaciones. Las creencias aquellas que moldearon nuestro espíritu e hicieron de nosotros otra clase de hombres…

El presente, ya ven, más dudoso que la misma intriga económica, social, administrativa, etc.


Cuando recurrimos a los viejos recuerdos, pienso que lo hacemos como para llenar ese vacío que dejan las ausencias, tanto de los hechos como la de los años que transcurren a través del tiempo que, al no detenerse, nos va dejando ese recorte de posibilidades que fenecen con nosotros en el largo camino de nuestras inevitables carencias.

Al recordar revivimos aquellos acontecimientos, aunque sea distinto el sentimiento y las mismas emociones, por que las distancias apagan el calor de entonces. Tampoco ya somos los mismos y las limitaciones propias de la edad no nos permiten desenvolvernos con aquellas ilusiones, a veces compartidas… Y aún así no podemos hablar de un futuro cierto, ni inmediato siquiera, el destino es quien marca las pautas de nuestro final. Sólo que nos permite soñar, de la forma que sea, pero sin retroceder con el pensamiento y casi siempre regresar aunque con la inevitable desilusión.


Las presentes fotografías me imagino reconocibles para muchos de sus protagonistas, he querido seleccionarlas para ilustrar debidamente este escrito espontáneo a modo de homenaje, que me inspiran personas como ellos en nuestro ámbito comunitario y que no debieran ser olvidadas por su importancia y repercusión humana y social Todos ellos merecen les recordemos siempre con admiración y cariño.


Celestino González Herreros
         celestinogh@teleline.es






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