¿CÚAL Y DÓNDE ESTÁ
He pensado que la verdadera felicidad está en cualquier recóndito lugar esperando por nosotros. Que hay que ir por ella, de la misma manera que buscamos el calor o el fresco, según nos lo pida el cuerpo. Es posible que sea así, pero también existe la posibilidad de que la felicidad nos llame y hasta que la hayamos despreciado por ignorancia, al no saber que anda, que va de acá para allá dando tumbos, palos ciegos al aire, hasta llegar a dónde estaba destinada. Es feliz quién la desea, ya que súbitamente nos sorprende, a veces, cuando más la necesitamos. Luego hay matices y consideraciones extras, no escapamos de nuestra culpabilidad y mucho menos de aquella indefensión que siempre nos inhibió en cualquiera de aquellas restricciones emocionales. ¿N0 hay memoria? Es lamentable que ocurra eso, también el olvido…
Y no siempre depende del estado anímico del individuo en sí, para poder entenderlo. Si pudiéramos predecir esa extraordinaria magnitud emocional, degenerada o no, habríamos adelantado tanto tiempo perdido. A veces, por conocer esa influencia trascendental, daríamos con gusto parte de nuestra vida. Empero, no siempre se consigue o se logra aquello que tanto deseamos; y por esa razón es que hemos de hacer hasta lo imposible, si queremos dicha felicidad. Y conservarla como si fuera una indiscutible necesidad hallarla, ir tras ella con la debida pasión, arriesgándolo todo si ello fuera necesario. Para nunca perderla y retenerla para siempre.
Creo que la felicidad es, quizás así sea, el elemento primordial que nos pueda permitir a corto o largo plazo acertar y descubrir en cada uno de nosotros, ese gran caudal que tan celosamente guardamos. Lo que nos distingue, evidentemente, siendo perseverantes, por nuestra capacidad al lograrla para llenar el vacía que haya culminado tal espacio sentimental que todos cuidamos y merece ser respetado y jamás ignorado.
Celestino González Herreros
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