Puerto de la Cruz siempre fue un pueblo-ciudad abierto a todas las corrientes culturales, con inquietudes expansionistas y un gentilicio natural inconfundible. Tal vez, no está bien que yo lo diga ahora, después de haberlo afirmado otros muchos más cualificados que yo. Sin embargo, a tenor de los años que he vivido y lo poco que haya viajado y convivido con tantas etnias diferentes, puedo ratificarlo. Puerto de la Cruz es diferente y hasta me atrevo a decir: Mágico a la vez. Apenas entramos en su perímetro territorial, no se nota solamente, se siente. En sus gentes hallamos un grado tal de amabilidad y civismo que da crédito a mis palabras. Lo otro es aquello de las distintas corrientes culturales que se han asentado aquí y conviven con los portuenses. Sin pretender desprecio alguno hacia los demás y como he venido diciendo en múltiples ocasiones, se notan las diferencias y ahí nace la confusión de algunos que no acaban de valorar nuestra idiosincrasia personal y la forma abierta de comunicarnos con nuestros semejantes. Hasta el aire que respiramos parece distinto y se nota desde cuando nos acercamos a este limitado espacio comunitario. Innegablemente, sentimos el grato calor humano de nuestros cívicos habitantes…
Hoy sería imposible vivir como era antiguamente, hace varias décadas, que ni cerrábamos, a veces, por las noches, las puertas de nuestros hogares. Entonces había un elevado concepto, muy generalizado, del respeto a lo ajeno y a las personas en sí, sean de la condición social que fueran. Acostumbramos a decir que éramos como una gran familia y sobre todos nosotros prevalecía el civismo que nos distinguía.
¿Qué más se puede decir de nuestra actual ciudad turística que no sean elogios? A partir de ahora, siguiendo el curso acelerado de la evolución de la vida, nos vemos obligados a ir al paso del progreso; pero siempre quedan los principios que aunque muchos lo ignoren, son los fuertes pilares de nuestra historia local. De no haber sido así, que hayamos logrado ser el destino más atractivo y sugerente para satisfacer la demanda turística y seria, para nuestros visitantes, no hubiéramos alcanzado tanta fama. Hoy sólo nos queda concienzarnos de la importancia de aunar todos nuestros esfuerzos por mantener viva la ilusión de darle a Puerto de la Cruz una nueva oportunidad, que entre todos trabajemos con ahínco para que como ciudad turística la elevemos al lugar más alto a ver si conseguimos, nuevamente trabajo para todos. Ese muelle pesquero, comercial y deportivo, nos está haciendo mucha falta. ¡Pongamos el grito en el cielo a ver si nos oyen de una vez por todas! De ello depende nuestro progreso.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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