20/1/13


CASUAL HALLAZJO POÉTICO EN UN LUGAR ROMÁNTICO


En mi mente bullen temas diferentes para iniciarme en estos momentos, o lo que es lo mismo, escribir algo mientras pasa el tiempo y el relajado ambiente  que me envuelve  lo permite.
Tengo frente a mí un montón de elementos propios de un Bar. Restaurante, andamios, repisas escalonadas llenas de botellas, jarras de barro fundido… Salchichones y patas de cerdo colgando, etc. Secadores eléctricos para la cristalería, taburetes… Pero hay algo más, que me está cautivando, que no deja concentrarme en mis propósitos anteriores, escribir algo de nuestra actualidad cívica y social, que argumentos no faltan.

Hay varios óleos bien distribuidos en las paredes del concurrido local donde me hallo “matando el tiempo”, y, verdaderamente, no esperaba esta sorpresa. Hay un hermoso cuadro, un soberbio óleo imposible de ignorar su temática y familiares perspectivas, su perfil artístico es una calle toda empedrada a la antigua usanza, con la luz reflejada de un claro poniente que llega nítida a inundar la pared impresionante de una vieja casona, balconada espléndidamente ilustrada para involucrarnos y hacernos partícipes de sus encantos, con sendas buganvillas, una color lila y violáceas y la más cercana de un naranja encendido; y adentro, a través de un viejo portón se divisa una cuidada siembra de floridos geranios rojos. El amplio muro oponente, frente por frente, ensombrecido discretamente a todo lo largo del mismo, otra buganvilla color rosado que lo cubre casi por completo en su parte superior. Y como no podía faltar en el místico y a la vez real episodio natural y artístico  de nuestras islas canarias, se observa erguido un fantástico y representativo drago bellamente iluminado por nuestro cielo y la innegable luz de nuestro sol. Detrás otras casas del campo y las palmeras sonrientes de nuestra campestre vegetación, ambiente que se ilustra aún más con la presencia de la cordillera dorsal que por momentos se torna color violeta y pizarra brumosa y silente… Y entre brumas espesas y de condensadas formas, aparece majestuoso nuestro gran vigía, el Teide gigante e impetuoso. Y las nubes que le cortejan desde lo más alto, allá en su atalaya... aún nevado en cualquier día invernal, como queriendo felicitarnos con su dulce presencia, en esta esperanzada Navidad y con cuya compañía voy a brindar por que así sea…

Nunca sabremos a dónde nos van a conducir nuestros pasos, ciertamente... Mas, pienso que ocasión como esta, frente a un bello óleo como el que tan solemnemente admiro,  nunca iba a sentirme  tan a gusto… ¿Saben?, hasta he soñado mientras escribía esta espontánea narración; y he caminado pisando con buen pié, sus solitarios senderos  y la empedrada calle, pavimentada con las más dulces pinceladas artísticas.
Sin querer turbar ese silencio sobrecogedor que imprime tanta soledad, tanto recogimiento; y hasta pensé que si estuviera acompañado por quien yo sólo sé, hubiera sido como trasponer los difíciles umbrales de la eterna felicidad, con ella…

La Calle San Felipe de Puerto de la Cruz, me condujo a este recoleto y recogido lugar. Y cuál no sería mi sorpresa hallar a unos metros más del señalado lugar, donde se fraguan tan maravillosas obras de arte, de un excelente pintor portuense, reservado y discreto, autor de esos delicados cuadros… No digo quién, por respeto y querer preservar el derecho a su intimidad.

Celestino González Herreros
           celestinogh@teleline.es

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