CASUAL
HALLAZJO POÉTICO EN UN LUGAR ROMÁNTICO
En mi mente bullen temas
diferentes para iniciarme en estos momentos, o lo que es lo mismo, escribir
algo mientras pasa el tiempo y el relajado ambiente que me envuelve lo permite.
Tengo frente a mí un montón de
elementos propios de un Bar. Restaurante, andamios, repisas escalonadas llenas
de botellas, jarras de barro fundido… Salchichones y patas de cerdo colgando,
etc. Secadores eléctricos para la cristalería, taburetes… Pero hay algo más,
que me está cautivando, que no deja concentrarme en mis propósitos anteriores,
escribir algo de nuestra actualidad cívica y social, que argumentos no faltan.
Hay varios óleos bien distribuidos
en las paredes del concurrido local donde me hallo “matando el tiempo”, y, verdaderamente,
no esperaba esta sorpresa. Hay un hermoso cuadro, un soberbio óleo imposible de
ignorar su temática y familiares perspectivas, su perfil artístico es una calle
toda empedrada a la antigua usanza, con la luz reflejada de un claro poniente
que llega nítida a inundar la pared impresionante de una vieja casona,
balconada espléndidamente ilustrada para involucrarnos y hacernos partícipes de
sus encantos, con sendas buganvillas, una color lila y violáceas y la más
cercana de un naranja encendido; y adentro, a través de un viejo portón se
divisa una cuidada siembra de floridos geranios rojos. El amplio muro oponente,
frente por frente, ensombrecido discretamente a todo lo largo del mismo, otra
buganvilla color rosado que lo cubre casi por completo en su parte superior. Y
como no podía faltar en el místico y a la vez real episodio natural y
artístico de nuestras islas canarias, se
observa erguido un fantástico y representativo drago bellamente iluminado por
nuestro cielo y la innegable luz de nuestro sol. Detrás otras casas del campo y
las palmeras sonrientes de nuestra campestre vegetación, ambiente que se
ilustra aún más con la presencia de la cordillera dorsal que por momentos se
torna color violeta y pizarra brumosa y silente… Y entre brumas espesas y de
condensadas formas, aparece majestuoso nuestro gran vigía, el Teide gigante e
impetuoso. Y las nubes que le cortejan desde lo más alto, allá en su atalaya...
aún nevado en cualquier día invernal, como queriendo felicitarnos con su dulce
presencia, en esta esperanzada Navidad y con cuya compañía voy a brindar por
que así sea…
Nunca sabremos a dónde nos van
a conducir nuestros pasos, ciertamente... Mas, pienso que ocasión como esta,
frente a un bello óleo como el que tan solemnemente admiro, nunca iba a sentirme tan a gusto… ¿Saben?, hasta he soñado
mientras escribía esta espontánea narración; y he caminado pisando con buen pié,
sus solitarios senderos y la empedrada
calle, pavimentada con las más dulces pinceladas artísticas.
Sin querer turbar ese silencio
sobrecogedor que imprime tanta soledad, tanto recogimiento; y hasta pensé que
si estuviera acompañado por quien yo sólo sé, hubiera sido como trasponer los
difíciles umbrales de la eterna felicidad, con ella…
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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