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Estuve escuchando al viejo,
de cómo pasan los años
y de cuántos desengaños...
Acercándose me dijo:
Que lo pasado no contaba
lo almacenaba y más nada.
No hubo batalla ganada.
De eso si se lamentaba.
Mi viejo seguía hablando:
Oye, hijo, sé prudente,
quédate siempre pendiente
cuando me estés escuchando.
Y así, muy serio, decía
con desconsolada calma,
como si hablara su alma,
que a la muerte no temía.
Sus ojos tristes cerraron
con ademán de nostalgia
y mientras mis manos cogía
sus lágrimas desbordaron.
No está alegre su alma,
viendo que la luz se pierde,
que ya no aparece el verde
a través de la ventana...
Ya las flores de su jardín
casi no puede mirarlas,
y va a tener que dejarlas
por que se le acerca su fin.
¿Dónde se pueden ocultar
los recuerdos del pasado
de este viejo ya cansado?
¿Dónde los iba a sepultar?
Serenas tardes vividas
al calor de los amigos
en lugares ya perdidos
y veladas trasnochadas
Empequeñecen las cosas
que a través de la distancia
las veíamos con arrogancia
y parecían tan hermosas…
¡Cómo pesan las baldosas!
¡Cómo los años sentencian!
Mis ojos ya no presencian
aquellas queridas cosas...
Sé prudente - repetía -
no desafíes al Destino,
Consérvalo, sigue el camino
con honor y valentía.
Y cuando llegues a viejo,
recuerda este gran día,
de cuantas cosas te decía.
¡No lo olvides nunca, hijo!
Que tengas la dicha de ver
y puedas mirar hacia atrás.
Hijo, que puedas ser capaz
de mis palabras comprender.
Te irás quedando muy lejos,
los caminos se terminan
cuando las fuerzas declinan
y vas perdiendo reflejos.
Mi voz se está apagando
ya va expirando la tarde
y la leña casi no arde,
mi cuerpo se está enfriando.
El enlutado cortejo
también se está preparando.
¡Qué sólo me estoy quedando!
¡Hijo, no llegues a viejo!
*****
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
16/6/11
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