5/6/11

AQUELLA REMOTA CIUDAD

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Aquella vieja Caracas
paraíso de ensueños,
le dio a los caraqueños,
al compás de sus maracas

la alegría de vivir;
y del arpa su lamento
le dio, y el sentimiento
de saber amar y sufrir.

Surgió primero el valle
luciendo sus techos rojos
entre los verdes matojos
a cada lado del Guaire,

en la inmensa sabana
preñada de cafetales
y espléndidos manglares:
un verde que engalana.

Una tarde crepuscular
contrito miré al cielo
sintiendo tanto desvelo...
¡ Aquello fue espectacular !

De ayer, con feliz mocedad,
en los esteros del hato
- atiendan mi fiel relato -
la defendimos con lealtad.

Fue cuna del Libertador
aquel valle de ensueños,
donde siempre los isleños
propiciaron su esplendor.

El amor de los canarios
que lucharon y murieron,
todas sus fuerzas le dieron
sin reparar en horarios.

“El trabajo como arma
y bandera el corazón
asistido por la razón
al enemigo desarma.”

Las gestas por la Libertad
y la digna Constitución,
con su nueva implantación,
al valle convirtió en Ciudad...

Aquella vieja Caracas
con influencia canaria
y su cultura legendaria,
sustituyó sus barracas...

conservando lo señorial
del predominio español,
allí, donde acaricia el Sol
su geografía Nacional.

El evidente progreso
todo lo ha transformado
y el pasado amado
en el alma quedó preso.

Nunca será como antes,
caminar por la Ciudad
con aquella tranquilidad
disfrutada por sus gentes.

Recuerdo discretos postigos
y las serenatas aquellas
con la luz de las estrellas
como únicos testigos...

Cuando la Luna salía
despejando el nublo espectro
y por su claror perfecto
creía que amanecía...

En las noches caraqueñas
llenas de luz y fragancias
admiré sus excelencias
como en mis noches isleñas.

Cuando salí de esta tierra
en vilo mi corazón
me impulsó una razón,
como quien va a la guerra

a luchar por un justo ideal
- así lo creía entonces -
desoyendo amadas voces,
cual capricho sentimental.

En ese País hallé
tal inmenso caudal de amor,
que supo callar mi dolor,
pensando en lo que dejé...

Aquella remota Ciudad
de bellos amaneceres,
por quien mis queridos seres
rogaron por mi libertad.

Aquella vieja Caracas,
edén de los sueños míos,
de los alegres albedríos...
¡Aún se oyen sus maracas!...


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Celestino González Herreros
http://www..celestinogh.blogspot.com
celestinogh@.teleline.es

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