15/12/12


TIEMPO DE JUSTA REFLEXIÓN CANARIA

¿Cuál será el misterio de las palabras que fluyen desde la mente, fuente mágica para la inspiración del sentimiento? ¿Qué relación tan extraña guarda con el corazón, que a veces, de tan apasionados influjos, resaltan en ellas esencias cadenciosas que dibujan la imagen de la razón con infinita transparencia?  La voz del alma, guiada por la mente, -diría el poeta- se hizo palabra y esa expresión en una plegaria que quedara a merced del hombre en los caminos de la grata comunicación... La información también nos llega del silencio de las palabras, esa circunstancia que transmiten las brisas "en el deprimente laberinto de la soledad" y que hace ecos... Si logramos asimilarlas y si entendemos ese noble lenguaje, aprendemos a expresar su libre albedrío y las notas musicales de sus aires cuando pasan acariciándonos.

Me duele escuchar los murmullos que de lejos llegan, cuando ya han perdido la gravedad de sus fuerzas y se acercan más apagados, como quién suplica buscando sobrevivir hasta el último instante; buscando auxilio y ternura, como queriendo decir las últimas frases con el más dulce acento, sin arrogancia, pidiendo apoyo moral, justicia humana... También me duele saberles vencidas y no poder ayudarles... A partir de entonces, a las brisas de mi Valle las comprendo mejor y aprendo, incluso, a saber interpretar ese agónico sentimiento. Es una llamada sublime que inspira rabia y ternura.

Con estos pensamientos caminé  por varios  pueblos de nuestra comarca norteña, que ya hacía muchos años no visitaba. Muy pocas cosas, ahora, conocía ya de aquellos bellos lugares campestres, hoy muy cambiados; tanto, que no hallaba nada de lo que buscaba. Los caminos habían desaparecido y las viejas casas del campo, algunas se veían ya ruinosas y destartaladas, convertidas en basureros, algunas. Donde vivieron tantos viejos campesinos que a la tierra le dieron todo su amor y la vida misma. Recordar me es bien fácil; tampoco hace tanto tiempo desde cuando participábamos, altruisticamente, en sus faenas del campo. En la era, trillando el trigo. En las amplias azoteas, desgranando el millo... Reuniendo las manzanas y las ciruelas aparte. ¡Qué hermosos aquellos perales y los almendros en flor blanqueando los bordes de los caminos, como copos de nieve! Recuerdo, con triste emoción, todas aquellas estampas nuestras insuperables, aquellos hombres y mujeres capaces de subsistir en los más inhóspitos rincones de nuestra geografía canaria, porque entendían el lenguaje de nuestras cosas del campo y si le pedían algo a la tierra, ella les daba ese algo a cambio de su valeroso trabajo... Cuando abrían sus surcos, empapados de sudor, yo me quedaba mirándoles con admiración, porque inspiraban ternura y afecto... Qué distinto está todo hoy, esas enormes máquinas destrozando los huertos y arrancando frutales y casas de puro cuajo; me irritan tanto, que no puedo soportarlo y me doy media vuelta desviando mi sufrida mirada sin saber a dónde... y me voy, buscando algo que yo pueda decir, que sea nuestro, como era antes. Sentarme a descansar bajo un castaño florido y ver pasar a los animales de retirada a sus cuadras... Y quedarme dormido bajo el frondoso árbol y soñar con aquellos tiempos, los mejores que el campesino canario recuerda, a pesar de tantas penurias sufridas… Y, ¡que me parta un rayo!, no importa, si ya no voy a poder seguir soñando con mi Valle florido.  Aquel que nos mató el hambre en tantas ocasiones, a pobres y a ricos... Que no se me esconda nadie y hagan por recordar... La carne, la leche, los huevos, las papas, el gofio, las verduras, los frutos aquellos tan olorosos y sabrosos, etc. y muchas veces más, otros tantos etc. Nuestro Valle de La Orotava era el más rico enclave agrícola de Canarias y el más bello de los rincones del Mundo, hoy da pena verlo lleno de cicatrices y agrietadas heridas que no curarán jamás, está mutilado e indefenso, lo estamos dejando morir en manos de cuatro desalmados de aquí y una cuadrilla de sinvergüenzas de otros lugares, que quieren acabar con tan bella imagen para que se nos acabe el cuento de Tenerife, de una vez por todas, y el turismo se vaya a otros lugares. Ellos me entienden y Uds. también. Y que Dios nos perdone por ser tan "incautos" como somos y por no haber sabido defender lo que nos regaló la Naturaleza para que lo defendiéramos siempre, junto con nuestro Teide gigante hasta el final de toda la vida terrenal...



Insistentemente, cabalgan por mi mente, caravanas de tiernas secuencias, e indistintamente, también otras no tan tiernas, respetando las carencias sufridas por las gentes pobres del campo, abocados a padecer con resignación los designios de sus suertes, en épocas difíciles, que con sudor y lágrimas supieron superar; y el duro trabajo  impuesto por sus propias necesidades... La incomprendida clase obrera del campo, a pesar de lo necesaria que era para conservar nuestro ecosistema económico y ambiental, desde todo punto de vista. Porque la tierra necesita de sus férreas manos y su amor incondicional hacia ella, y todos necesitamos la salvadora respuesta de esa noble tierra, para hallar el equilibrio económico de nuestras familias canarias. Cabalgan, sí, hasta diría con acoso, para que diga públicamente lo que mis palabras difícilmente consiguen explicar, por más que lo intente.

Los inclementes momentos que sufren nuestros campos y sus gentes, demandan premura en su tratamiento socio económico, un más serio interés. Pueblo y políticos juntos, hagamos algo en su favor, unamos esfuerzos en pos de una cosecha abundante de conciencias ante los verdaderos problemas canarios, sin ridículos protagonismos. Sin dejarnos engañar como siempre, desde siempre y que no sea para siempre. Hagamos un pueblo más fuerte entre todos los que amamos en verdad a nuestra tierra canaria.

                                                                          




Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es
                                                                                 

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