¿Cuál será el misterio de las palabras que fluyen
desde la mente, fuente mágica para la inspiración del sentimiento? ¿Qué
relación tan extraña guarda con el corazón, que a veces, de tan apasionados
influjos, resaltan en ellas esencias cadenciosas que dibujan la imagen de la
razón con infinita transparencia? La voz
del alma, guiada por la mente, -diría el poeta- se hizo palabra y esa expresión
en una plegaria que quedara a merced del hombre en los caminos de la grata
comunicación... La información también nos llega del silencio de las palabras,
esa circunstancia que transmiten las brisas "en el deprimente laberinto de
la soledad" y que hace ecos... Si logramos asimilarlas y si entendemos ese
noble lenguaje, aprendemos a expresar su libre albedrío y las notas musicales
de sus aires cuando pasan acariciándonos.
Me duele escuchar los murmullos que de lejos llegan,
cuando ya han perdido la gravedad de sus fuerzas y se acercan más apagados,
como quién suplica buscando sobrevivir hasta el último instante; buscando
auxilio y ternura, como queriendo decir las últimas frases con el más dulce
acento, sin arrogancia, pidiendo apoyo moral, justicia humana... También me
duele saberles vencidas y no poder ayudarles... A partir de entonces, a las
brisas de mi Valle las comprendo mejor y aprendo, incluso, a saber interpretar
ese agónico sentimiento. Es una llamada sublime que inspira rabia y ternura.
Con estos pensamientos caminé por varios
pueblos de nuestra comarca norteña, que ya hacía muchos años no
visitaba. Muy pocas cosas, ahora, conocía ya de aquellos bellos lugares
campestres, hoy muy cambiados; tanto, que no hallaba nada de lo que buscaba.
Los caminos habían desaparecido y las viejas casas del campo, algunas se veían
ya ruinosas y destartaladas, convertidas en basureros, algunas. Donde vivieron
tantos viejos campesinos que a la tierra le dieron todo su amor y la vida
misma. Recordar me es bien fácil; tampoco hace tanto tiempo desde cuando
participábamos, altruisticamente, en sus faenas del campo. En la era, trillando
el trigo. En las amplias azoteas, desgranando el millo... Reuniendo las
manzanas y las ciruelas aparte. ¡Qué hermosos aquellos perales y los almendros
en flor blanqueando los bordes de los caminos, como copos de nieve! Recuerdo,
con triste emoción, todas aquellas estampas nuestras insuperables, aquellos
hombres y mujeres capaces de subsistir en los más inhóspitos rincones de
nuestra geografía canaria, porque entendían el lenguaje de nuestras cosas del
campo y si le pedían algo a la tierra, ella les daba ese algo a cambio de su
valeroso trabajo... Cuando abrían sus surcos, empapados de sudor, yo me quedaba
mirándoles con admiración, porque inspiraban ternura y afecto... Qué distinto
está todo hoy, esas enormes máquinas destrozando los huertos y arrancando
frutales y casas de puro cuajo; me irritan tanto, que no puedo soportarlo y me
doy media vuelta desviando mi sufrida mirada sin saber a dónde... y me voy,
buscando algo que yo pueda decir, que sea nuestro, como era antes. Sentarme a
descansar bajo un castaño florido y ver pasar a los animales de retirada a sus
cuadras... Y quedarme dormido bajo el frondoso árbol y soñar con aquellos
tiempos, los mejores que el campesino canario recuerda, a pesar de tantas
penurias sufridas… Y, ¡que me parta un rayo!, no importa, si ya no voy a poder
seguir soñando con mi Valle florido.
Aquel que nos mató el hambre en tantas ocasiones, a pobres y a ricos...
Que no se me esconda nadie y hagan por recordar... La carne, la leche, los
huevos, las papas, el gofio, las verduras, los frutos aquellos tan olorosos y
sabrosos, etc. y muchas veces más, otros tantos etc. Nuestro Valle de La Orotava era el más rico
enclave agrícola de Canarias y el más bello de los rincones del Mundo, hoy da
pena verlo lleno de cicatrices y agrietadas heridas que no curarán jamás, está
mutilado e indefenso, lo estamos dejando morir en manos de cuatro desalmados de
aquí y una cuadrilla de sinvergüenzas de otros lugares, que quieren acabar con
tan bella imagen para que se nos acabe el cuento de Tenerife, de una vez por
todas, y el turismo se vaya a otros lugares. Ellos me entienden y Uds. también.
Y que Dios nos perdone por ser tan "incautos" como somos y por no
haber sabido defender lo que nos regaló la Naturaleza para que lo
defendiéramos siempre, junto con nuestro Teide gigante hasta el final de toda
la vida terrenal...
Insistentemente, cabalgan por mi mente, caravanas de
tiernas secuencias, e indistintamente, también otras no tan tiernas, respetando
las carencias sufridas por las gentes pobres del campo, abocados a padecer con
resignación los designios de sus suertes, en épocas difíciles, que con sudor y
lágrimas supieron superar; y el duro trabajo
impuesto por sus propias necesidades... La incomprendida clase obrera
del campo, a pesar de lo necesaria que era para conservar nuestro ecosistema
económico y ambiental, desde todo punto de vista. Porque la tierra necesita de
sus férreas manos y su amor incondicional hacia ella, y todos necesitamos la
salvadora respuesta de esa noble tierra, para hallar el equilibrio económico de
nuestras familias canarias. Cabalgan, sí, hasta diría con acoso, para que diga
públicamente lo que mis palabras difícilmente consiguen explicar, por más que
lo intente.
Los inclementes momentos que sufren nuestros campos y
sus gentes, demandan premura en su tratamiento socio económico, un más serio
interés. Pueblo y políticos juntos, hagamos algo en su favor, unamos esfuerzos
en pos de una cosecha abundante de conciencias ante los verdaderos problemas canarios,
sin ridículos protagonismos. Sin dejarnos engañar como siempre, desde siempre y
que no sea para siempre. Hagamos un pueblo más fuerte entre todos los que
amamos en verdad a nuestra tierra canaria.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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