SEMBLANZA SENTIMENTAL DE LA OTRA VENEZUELA
Entre
las grandes reservas culturales que tiene Venezuela, podemos destacar la
belleza de toda su colección musical: sus valses, joropos y demás repertorio
nacional, interpretados, por ejemplo, algunos, por Aldemaro Romero, entre
otros: Conticinio; Adiós a Ocumare; Luna de Maracaibo; Fúlgida Luna, etc., etc.
¿Quién
se resiste, oyendo esas melodiosas interpretaciones? Acaso sea porque sus aires musicales me recuerdan gran parte
de mi juventud, cuando esos embriagadores
sones me acompañaban en cualquiera circunstancia, en la aventura de mis tiernos años. Fueron
sus notas como fieles confidentes en la difícil tarea de abrirme camino allá,
en aquel hermoso país. Cualquier tramo que anduve, para mí representaba un atractivo
diferente. El mágico acontecer estaba hasta en los más insólitos lugares, en
aquellos pequeños detalles al margen de los caminos o trepados en las frondosas
paredes del vegetal entorno. Estaban las pequeñas flores y las más hermosas,
abiertas y lozanas derrochando sus naturales encantos como si saludaran al
caminante. El agua cantarina de las quebradas o los barrancos circundantes,
llevando el eco sonoro de sus fuentes nostálgicas, era cual letanía de amor
discurriendo en sus limpios causes por todo el largo y escabroso trayecto... El
Llano, solemnemente, abría sus amplias puertas y a través del pensamiento
cabalgábamos oyendo su sentimental música que nos soltaba las alas de la
evocación y trotábamos llamados por el llanto melancólico del arpa que nos
transportaba deliciosamente y avanzábamos pisando la dorada hierba del paisaje
llanero, cual inmenso mar vegetal bajo el sol ardiente y pertinaz de la
llanura. Mas, el alma, cual flor lozana también cabalga, impulsada por tanta
luz y la brisa que acaricia y nos devuelve el aliento imantado de tan dulces
melodías.
En
el Estado Lara, mi querido Barquisimeto… Cierro los ojos y pereciera que lo
estuviera viendo, a pesar de todo, chispeante, alegre y bullanguero. Música que
llega de todas partes y muchachas risueñas que te enamoran, graciosas y
gentiles. Todo guardando el más delicioso equilibrio. Cuando las tardes iban
agonizando, aquellos crepúsculos tan encendidos y soberbios, impresionaban a
veces. Y cuando el alba despertaba era como un espléndido canto a la vida que
invitaba a la lucha cotidiana. ¡Barquisimeto, qué lindo eres!..
Recuerdo
aquella Caracas de antaño, cuando yo también era joven. A diestra y siniestra,
a lo largo de los distintos caminos, más pareciera estar soñando o estar
viviendo en otra dimensión. El verde abundaba por doquiera, era relajante; el
halo perfumado de los ricos manglares entusiasmaba de forma extraña. La flora
era profusa y el aire limpio. Sentía, entonces, tal embriaguez, que me dejaba
llevar sin dar paso alguno y sentía que caminaba buscando nuevas sensaciones.
Las aves se columpiaban despreocupadamente, aún viéndome seguían sus rituales
amorosos sin asustarles mi presencia. Vi las flores más exóticas, de
impresionante belleza. Las orquídeas de diferentes especies, abundaban como
estrellas en el firmamento en una noche clara... No exagero, sólo apartarse un
poco de la gran urbe capitalina, aquello era otro mundo cuya naturaleza
invitaba a no abandonarla jamás. La tierra y el cielo, parecía un mágico
espejismo de ternura y paz ecológica: sin ruidos ni malsana contaminación...
Oyendo
los poemas musicales de Aldemaro Romero, sinceramente, sin poder evitarlo, retrocedí en el tiempo yendo a dar con mis
años mozos en algunos de aquellos románticos momentos, cuando yo decía que al
otro lado de la Cuna
del Libertador, se escondía el valioso tesoro de su espléndida Naturaleza, lugar
idóneo para reflexionar. Y así, integrarse uno mejor en ese noble país donde
aprendí tanto y tantas buenas lecciones recibí y que jamás olvidaré. También
aprendí a valorar lo que había dejado atrás.
A
veces, cuando abandono momentáneamente tantos nostálgicos recuerdos, me invade
el más hiriente silencio… Como si cayera un pesado telón, dejo tras de sí,
todas aquellas bellezas, su sentimental música, aquel contagioso e idílico
rumor de sus salvajes cascadas de espumosas aguas cayendo precipitadamente
desde tan alto, el ruido y la algarabía que antes tan gratamente me rodeara, y
quedo sumido en el más ensordecedor silencio y la añoranza misma por lo inalcanzable;
de todos aquellos momentos vividos, prácticamente aislado entre el presente y
tanta lejanía… Semblanza sentimental de la otra Venezuela, la alegre y musical
nación donde las brisas cantaban y las flores pareciera que sonrieran y las
estrellas en el firmamento danzaran y alegres corearan sus cantos de amor y
ritmos tropicales.
Celestino
González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario