REGRESIÓN
Y AÑORANZA DEL PASADO
En las garras
de mi inspiración estoy atrapado, debatiéndome entre la emoción que me embarga
y el sentimiento imperecedero de la evocación de tantas vivencias pretéritas,
acaecidas en el país hermano, nuestra Octava Isla, lugar entrañable por sus
excelencias, lugar preferente y siempre recordado por esos múltiples encantos
suyos; y por haber sido escenario habitual de nuestros compatriotas emigrantes
en épocas difíciles para nosotros. Los que soñábamos con ser dueños de nuestras
ambiciones y de los sueños tantas veces frustrados por las adversas condiciones
en que vivíamos. Allá tuvimos ocasión de probar la suerte deseada sin tantas
limitaciones. Otros, ni siquiera tuvieron esa suerte, pues sufrieron lo
inenarrable, la suerte les fue adversa en todos los sentidos, y en el camino
quedaron rotos sus sueños, el sacrificio de haberlo dejado todo aquí no les
compensó. Hoy, desde nuestro terruño amado, ruego para ellos la máxima
comprensión y el respeto que se merecen, con la más humana evocación.
Oyendo un
programa radiofónico, dedicado a Venezuela, a través de su melódica música, su
cadencia habitual inspiró este sentimiento mío y afloró la necesidad de
"navegar" con el pensamiento en aras del cariño que siento por todo
aquello. Y las circunstancias que precedieron al ilusionado hecho de hacer la
maleta; y mirar hacia atrás, la mirada melancólica sobre la mar tendida distanciándonos, sopesando
con dolor todo aquello que no sabía si volvería a verlo: mi pueblo y mis
gentes, tantos seres queridos que se oponían a mi aventura. Apenas un muchacho,
inexperto y obstinado, con la idea firme de seguir los pasos de otros tantos
navegantes de entonces. Hasta intenté, por ser menor de edad, irme, en
repetidas ocasiones, de "polizonte" ante la negativa de mis queridos
padres, que en la Gloria
estén. Aquellos barquitos de vela, ¿quién no los recuerda? Y tantas desventuras
sufridas por nuestros paisanos...
Ante el temor y
por mi insistencia, mis padres accedieron y legalizaron mi situación con
aquellos papeles que exigían y el correspondiente pasaporte, para zarpar
legalmente desde el muelle de Santa Cruz de Tenerife.
Ahora que tanto
se habla de los "balseros", de los inmigrantes indocumentados,
recuerdo aquel éxodo de hombres insatisfechos de su suerte (ello también acosaba
a mi mente) y el recuerdo loable de nuestra querida Venezuela, que nos abrió
sus brazos y nos dio la oportunidad de poder integrarnos a su vida social y
económica, sólo a cambio de nuestra indiscutible y excelente conducta de
hombres agradecidos, trabajadores y emprendedores... Así, pues, podemos decir,
sin lugar a equivocarnos, que Venezuela nos lo ha agradecido. Porque a ella le
dimos lo mejor de nuestras vidas, esa sabia natural que alimentó, en todo
momento, las necesidades propias de esa joven cultura de sus pueblos, con el
intercambio generador en ambos sentidos. Desde tiempos inmemoriales, Venezuela
y Canarias, han mantenido bien sujetos esos lazos de confraternidad y apoyo
moral mutuo. En la cotidiana lucha de superación y sana convivencia. Venezuela,
hablando con el corazón, representa mucho para los canarios. Son tantas las
razones, que no podemos callar nuestro hermanamiento y afecto. Recordemos, a tantos compatriotas
nuestros que lo dieron todo por ella. Y no olvidemos a los que quedaron allá
para siempre y a tantos hijos de ellos que también se han quedado...
No pensemos que
siempre fue la Venezuela
de hoy, otra cosa es el destino de los pueblos, esos altibajos políticos y
económicos que a todos nos ha tocado vivir. Veamos con esperanza renovadora, el
hecho indiscutible de una pronta recuperación nacional, para que todos seamos
un tanto más felices y no sintamos el duro azote que sufrimos los que amamos
así a Venezuela.
No se puede
renunciar el sentimiento que desde hace tanto tiempo nos ha inspirado ese
polémico país. Tengamos en cuenta cuantas veces fue tierra de esperanzas, lugar
donde se han fraguado tantas páginas de la vida, suerte y negación, para tantos
compatriotas nuestros en la difícil lucha contra el propio destino y con la
mejor dedicación, cambiar los trazos de la existencia misma en busca de algo
mejor para los suyos, y para ellos
mismos, que veían tan negro el porvenir. Hubo que poner coraje y hasta
comprometer la propia vida en esa difícil empresa; y muchos lo lograron y
dieron a los suyos el mejor disfrute económico
posible. Otros se quedaron en el camino... Y los que no tuvieron tanta
suerte en ver realizados sus logros, aprendieron las lecciones más prácticas que pueda enseñarnos
la vida. Lograron saber el valor que tienen dichas experiencias... Diría, sin
equivocarme, que esas difíciles aventuras enseñan a caminar por los escabrosos
atajos de la vida sin equivocar ni un
sólo paso; y son afortunados sin limitación alguna. Ellos saben y distinguen
los caminos e intuyen casi siempre a donde conducen...
Lo lamentable
son los cambios sufridos para unos y para los otros, que también tienen derecho
a soñar y viven creyendo que las transformaciones políticas sufridas en estas décadas vividas últimamente,
es posible que hayan sido para todos lo mejor, pensando que también a ellos que
habrá de llegar la hora…Aunque la mayoría siga creyendo ciegamente que no van
por caminos equivocados, alejándose cada día más de los causes verdaderos…
Claro que tienen derecho a soñar. Lo verdaderamente deseable sería la unión
nacional y la mutua convivencia dentro de un marco democrático, sin rencores
partidistas, sin bajas pasiones y si, la tolerancia necesaria para ver
nuevamente a nuestra querida Venezuela íntegramente fundida en una sola, sin
fragmentaciones retródragas y antisociales.
Celestino
González Herreros
celestinogh@teleline.es
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