14/4/12

LA TRISTE REALIDAD DEL TERCER MUNDO

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CONSIDERANDO las distintas situaciones que viven muchos de nuestros semejantes en distintas latitudes, pensando en ello uno llega a sentirse, si no cómplice, sí bastante incómodo, y no soporto tanto silencio ni tanto distanciamiento existente. Hay quienes no quieren entender el verdadero dramatismo de esos pueblos, aldeas, inhóspitos rincones; cuáles son las necesidades más perentorias, más urgentes, de que adolecen. Oír el grito inconfundible de nuestra conciencia, aquel eco que nos llega desde lejos, desde tantos lugares donde la gente está muriendo de hambre, de sed… También mueren de frío y de tristeza al comprender que han nacido sólo para sufrir. Y que sus agónicas voces no se oigan porque la bulla de la abundancia nuestra ensordece ese lamento humano que progresivamente se apaga en su lacónico medio. Así como mueren las más sagradas ilusiones del ser humano.

Después de haber exhalado un profundo suspiro, sigo igual de descontento; a veces ya ni lo que como me sabe a comida viendo en la televisión los acostumbrados programas. Y precisamente a la hora del almuerzo, pensando en esos trágicos acontecimientos sufridos por tantos desposeídos, en tantos seres olvidados que ciertamente sabemos que mueren a diario por no tener lo que a nosotros nos sobra y que botamos a la basura; ni las atenciones socio sanitarias que, por suerte, a pesar de cuanto protestamos, hoy tenemos. Lo nuestro sabemos que es una situación pasajera, una crisis que estamos sufriendo por razones obvias, mala administración de los bienes recibidos. Así como la misma palabra indica, más pronto que tarde seguro que nuestro problema quedará resuelto. Son situaciones pasajeras lo nuestro. Pero esa inmensa mayoría que sólo han venido al mundo ese de ellos para sufrir muere sin haber experimentado la grata sensación de haber sido felices alguna vez; aquello que tantas veces hemos despreciado, inconcientemente, o al menos no hemos sabido valorar en su justa dimensión y nos pasamos los días protestando de todo lo envidiable que tenemos y que siempre hemos tenido.

Haciendo un detenido análisis de la suerte que hayamos disfrutado, posiblemente aprendamos a valorar lo afortunados que hemos sido desde el momento que vinimos a este espléndido mundo nuestro, aunque esa suerte no haya sido igual para todos, pero a nuestro alcance hemos tenido, siquiera, lo elemental para poder seguir viviendo. No pueden decir lo mismo en tantos lugares de nuestro planeta; sólo que necesitan de la ayuda nuestra y la solidaridad de nuestros respectivos Gobiernos.

Publicado en el Periódico el Día (13.04.12)

Celestino González Herreros

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