20/12/12



REGRESIÓN Y AÑORANZA DEL PASADO


En las garras de mi inspiración estoy atrapado, debatiéndome entre la emoción que me embarga y el sentimiento imperecedero de la evocación de tantas vivencias pretéritas, acaecidas en el país hermano, nuestra Octava Isla, lugar entrañable por sus excelencias, lugar preferente y siempre recordado por esos múltiples encantos suyos; y por haber sido escenario habitual de nuestros compatriotas emigrantes en épocas difíciles para nosotros. Los que soñábamos con ser dueños de nuestras ambiciones y de los sueños tantas veces frustrados por las adversas condiciones en que vivíamos. Allá tuvimos ocasión de probar la suerte deseada sin tantas limitaciones. Otros, ni siquiera tuvieron esa suerte, pues sufrieron lo inenarrable, la suerte les fue adversa en todos los sentidos, y en el camino quedaron rotos sus sueños, el sacrificio de haberlo dejado todo aquí no les compensó. Hoy, desde nuestro terruño amado, ruego para ellos la máxima comprensión y el respeto que se merecen, con la más humana evocación.

Oyendo un programa radiofónico, dedicado a Venezuela, a través de su melódica música, su cadencia habitual inspiró este sentimiento mío y afloró la necesidad de "navegar" con el pensamiento en aras del cariño que siento por todo aquello. Y las circunstancias que precedieron al ilusionado hecho de hacer la maleta; y mirar hacia atrás, la mirada melancólica  sobre la mar tendida distanciándonos, sopesando con dolor todo aquello que no sabía si volvería a verlo: mi pueblo y mis gentes, tantos seres queridos que se oponían a mi aventura. Apenas un muchacho, inexperto y obstinado, con la idea firme de seguir los pasos de otros tantos navegantes de entonces. Hasta intenté, por ser menor de edad, irme, en repetidas ocasiones, de "polizonte" ante la negativa de mis queridos padres, que en la Gloria estén. Aquellos barquitos de vela, ¿quién no los recuerda? Y tantas desventuras sufridas por nuestros paisanos...

Ante el temor y por mi insistencia, mis padres accedieron y legalizaron mi situación con aquellos papeles que exigían y el correspondiente pasaporte, para zarpar legalmente desde el muelle de Santa Cruz de Tenerife.

Ahora que tanto se habla de los "balseros", de los inmigrantes indocumentados, recuerdo aquel éxodo de hombres insatisfechos de su suerte (ello también acosaba a mi mente) y el recuerdo loable de nuestra querida Venezuela, que nos abrió sus brazos y nos dio la oportunidad de poder integrarnos a su vida social y económica, sólo a cambio de nuestra indiscutible y excelente conducta de hombres agradecidos, trabajadores y emprendedores... Así, pues, podemos decir, sin lugar a equivocarnos, que Venezuela nos lo ha agradecido. Porque a ella le dimos lo mejor de nuestras vidas, esa sabia natural que alimentó, en todo momento, las necesidades propias de esa joven cultura de sus pueblos, con el intercambio generador en ambos sentidos. Desde tiempos inmemoriales, Venezuela y Canarias, han mantenido bien sujetos esos lazos de confraternidad y apoyo moral mutuo. En la cotidiana lucha de superación y sana convivencia. Venezuela, hablando con el corazón, representa mucho para los canarios. Son tantas las razones, que no podemos callar nuestro hermanamiento  y afecto. Recordemos, a tantos compatriotas nuestros que lo dieron todo por ella. Y no olvidemos a los que quedaron allá para siempre y a tantos hijos de ellos que también se han quedado...

No pensemos que siempre fue la Venezuela de hoy, otra cosa es el destino de los pueblos, esos altibajos políticos y económicos que a todos nos ha tocado vivir. Veamos con esperanza renovadora, el hecho indiscutible de una pronta recuperación nacional, para que todos seamos un tanto más felices y no sintamos el duro azote que sufrimos los que amamos así a Venezuela.

No se puede renunciar el sentimiento que desde hace tanto tiempo nos ha inspirado ese polémico país. Tengamos en cuenta cuantas veces fue tierra de esperanzas, lugar donde se han fraguado tantas páginas de la vida, suerte y negación, para tantos compatriotas nuestros en la difícil lucha contra el propio destino y con la mejor dedicación, cambiar los trazos de la existencia misma en busca de algo mejor para  los suyos, y para ellos mismos, que veían tan negro el porvenir. Hubo que poner coraje y hasta comprometer la propia vida en esa difícil empresa; y muchos lo lograron y dieron a los suyos el mejor disfrute económico  posible. Otros se quedaron en el camino... Y los que no tuvieron tanta suerte en ver realizados sus logros, aprendieron  las lecciones más prácticas que pueda enseñarnos la vida. Lograron saber el valor que tienen dichas experiencias... Diría, sin equivocarme, que esas difíciles aventuras enseñan a caminar por los escabrosos atajos de la vida  sin equivocar ni un sólo paso; y son afortunados sin limitación alguna. Ellos saben y distinguen los caminos e intuyen casi siempre a donde conducen...

Lo lamentable son los cambios sufridos para unos y para los otros, que también tienen derecho a soñar y viven creyendo que las transformaciones políticas  sufridas en estas décadas vividas últimamente, es posible que hayan sido para todos lo mejor, pensando que también a ellos que habrá de llegar la hora…Aunque la mayoría siga creyendo ciegamente que no van por caminos equivocados, alejándose cada día más de los causes verdaderos… Claro que tienen derecho a soñar. Lo verdaderamente deseable sería la unión nacional y la mutua convivencia dentro de un marco democrático, sin rencores partidistas, sin bajas pasiones y si, la tolerancia necesaria para ver nuevamente a nuestra querida Venezuela íntegramente fundida en una sola, sin fragmentaciones retródragas y antisociales.



Celestino González Herreros
           celestinogh@teleline.es








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