18/7/11

EL RUNRÚN APACIBLE DE LA MAR SERENA

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Los soberbios preludios musicales de Liszt, me llevan de sus manos geniales por atajos sorprendentes, por su singularidad y tanta fantasía inspirada de su extraordinario talento. Mis musas oyéndoles, navegan en el aire de su cálida atmósfera musical; su virtuosa fuerza nos envuelve, y a mi alma. El éxtasis dura mientras sigo oyendo sus partituras de exquisita lírica musical.

Aunque no abandone su mensaje poético, porque le sigo escuchando, he de integrarme al real medio que me rodea: el blanco papel, eso lo primero, y estas cuatro paredes que son el rincón preferente y tranquilo de mi hogar. Lo es, hasta que me asaltan los nostálgicos fantasmas, que deben conocer mis debilidades y vienen a poseerme...

A través de la ventana observo, mirando hacia afuera, las luces de la ciudad. Había pensado que era más temprano. Ahora no voy a ver el horizonte, como tantas tardes desde aquí. Algún encendido ocaso... o a la mar serena, distendida y plateada, con luz deslumbrante proyectada desde el cielo, cual torrente de vida. Al correr la cortina, la noche me había sorprendido entonces. Siempre me ocurre igual, cuando recurro a la música, me roba el tiempo y los sentidos. Me quedo embelesado, por los sinuosos caminos que me ofrece deliberadamente y me cuesta volver, - me olvido - a este mundo, también apasionado. No sólo buscamos aquello que nos depare satisfacciones que compensen nuestros afanes personales para que culmine todo en nuestra ansiada felicidad. Hay cosas intangibles, acá y más allá.

Veo e intuyo, la paz que reina en nuestra ciudad; siento deseos de salir a la calle y caminar, deambular hasta que se canse mi cuerpo. Rumbo al muelle pesquero, esta vez. Allí estaría largo rato, alelado, soñando que voy con mi barquita de nácar a donde me lleven las corrientes, en silencio, hasta que el susurro de las olas me despierte...

Hace unas horas hablaba con mi hermano Enrique, acerca de la posibilidad, que fuera cierto, por intuición, que el mar atrae a las personas que hemos vivido siempre cerca de sus costas. Hagamos, pues, una somera reflexión, pensemos... Observemos a las gentes que instintivamente se va acercando a la dársena pesquera, a nuestro místico muellecito, cuando se sienten cansados, otros enfermos... Nadie escapa de su atracción misteriosa. Será así. Con mi intuición observadora he acertado a entender, que, si la mar atrae por todos sus encantos marinos, también es verdad, que cuando nos extasiamos en ella, contemplando su estático horizonte, hallamos al final algo manifiesto, dentro de lo imaginario. Algo que intercede en la supuesta lucha espiritual del hombre, cuando ve comprometida la suerte de su salud, cuando sospecha su próximo fin... Casi todos, gustamos acercarnos a la orilla de nuestras playas en momentos de “capa caída”... Buscamos recuperar la moral, asistiendo al concierto, a veces silencioso de sus tibias brisas, y la lejana bulla de sus olas, cual canto que nos envuelve en sus notas musicales hasta adormecernos.

El runrún apacible de la mar, aumenta mi aislamiento y me aleja de mi entorno real... Me siento como hechizado por el poder mágico de la contemplación. Veo abrirse puertas nunca antes conocidas; y traspongo umbrales distintos, cada cual más atractivo. Sobre la mar, ya idealizada, nos figuramos ver redes inmensas en su superficie, emulando pequeñas ciudades, colinas y parques... Caminos, muchos caminos sin márgenes que le impidan al errabundo caminante seguir siempre adelante en su empeño por hallarse asimismo o encontrar la luz apetecida... Jardines bordados con múltiples hilos de distintos colores, para que destaquen las luces y sombras de bellos rincones... Colores que seducen a la curiosidad de los sentidos; amalgamas y penumbras, que se difuminan... y el blanco de los muros enjalbegados del cementerio de la ciudad, desde los senderos que vienen del pueblo hasta ese rincón, donde algún día, iremos a refugiarnos... buscando sus sombras, acariciadas por la brisa marina de la cercana orilla...

El mar, espejo azul de tantas visiones, es doblemente bello cuando está enfurecido, cuando arremete con su imparable furia. Son sus ímpetus, incontrolables, y es capaz de anular toda clase de previsiones si se lo propone. No por ello se nos escapan sus encantos, su mundo submarino... Cuando está furioso corremos a su encuentro, deseamos guardar en nuestras retinas el espectáculo, ver las olas gigantescas romperse con estrépito ensordecedor, contra lo que halle ante sí, destrozándolo todo. Luego memorizar ese curiosísimo espectáculo en nuestro cerebro, para que, cuando se nos presente la ocasión traerlo de la memoria y comentar los hechos que antes nos conmovieron tanto, y con ellos revivir la época, de otrora, y que siempre son el eje fundamental del mejor de los comentarios... Recuerdo aquella vez, cuando el mar subió hasta la Plaza del Charco... los destrozos que hicieron las enormes piedras que arrastró... Entonces, cada uno de nosotros, éramos más soñadores, más jóvenes y las pasiones alimentaban nuestro espíritu, no conocíamos el miedo, éramos más livianos y podíamos correr como la veloz gacela.

Siempre el mar. ¡Cuántos espejismos sufridos en el silencio de la tarde, mirando allá, a lo lejos, imaginándonos cosas!.. Cuántas veces hallamos el consuelo apetecido, cuando la mar nos brindaba su faz aletargada, en sus momentos de calma, e intuíamos con admirable imaginación, apariciones idealizadas de nuestros tiernos sueños... en ese mundo mistificado, donde a veces aparecen formas fantásticas, que satisfacen al tiempo que nos transportan, al origen de su filosofía onírica!

La mar me puede llevar un día, de tanto acercarme a ella. La mar nos llama cuando nos sentimos solos y, evidentemente, si nos acercamos a ella; sin darnos casi cuenta nos hayamos en el muelle pesquero o caminando sobre la arena mojada, meditabundos... Como quien tuviera una cita concertada para ese momento, una cita que al final de todo, sólo viene a ser, una quimérica ilusión perdida... Yo he oído voces que arrancan desde sus críticas profundidades, que nunca llegué a identificarlas pero que se me antojan voces conocidas...

¿Iremos a la orilla en otra ocasión, cuando queramos recuperarnos de nuestras aflicciones o a reparar el aliento espiritual? ¿Lo dejamos? ¿O vamos ahora?...

¿Acaso no parece real cuánto les he dicho? Sólo que la metáfora continuada que empleo confunde el cruel sentido de las palabras, las dulcifican para que no hieran deliberadamente su contenido. De todas formas, esta noche me doy un paseo por nuestro muelle pesquero, a respirar profundo y a soñar despierto, oyendo el runrún de las olas...

El compact disc se detuvo en estos instantes, y el silencio que dejó la música al callar me produce cierto malestar, y reflexionando estoy en la idea que me viene respecto a la muerte en sí. La vida será como un disco que gira y sólo se detiene cuando se acaba el último surco... ¿Al morir sentiremos esa sensación de soledad y silencio sin límites?..

Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

SEMBLANZA POÉTICA DE NUESTRO TEIDE

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Son muchos los años, toda una vida, que he sentido admiración mística por la presencia impresionante de nuestro Teide. Instintivamente, cada mañana corro las cortinas de mis ventanas, para verle allá, en su atalaya, vigilante y callado. A veces con expresión triste sus estáticos perfiles, recordándonos su lejanía, la soledad de su entorno paisajístico, amenazado siempre por los distintos embates climáticos que soporta.

Cerca de su placentero amasijo volcánico se oyen voces entrecortadas que van y vienen con las suaves brisas en el abandono de la noche, voces que nos recuerdan las de ángeles acariciándole, voces que adormecen en medio de tanta soledad… Hay ráfagas de vientos hirientes cuando la ventisca arremete con furia incontrolable en el lugar de Valle Ucanca, furia que muchas veces nos obliga a buscar refugio seguro por su temeridad. Luego la calma. Todo parece haber sido un sueño, cada amanecer, cada nueva aurora aparece sin previo aviso, de súbito y aún en la penumbra de la noche, la aurora matinal. Como rayos de luz vacilantes que llegan cautelosos alumbrando los distintos contornos de las aún adormecidas montañas y laderas; y se interna y penetra a través de los verdes pinares hasta lamer la húmeda tierra de los escarpados senderos.

Pero antes llega el claro fulgor al Teide, desde el naciente y en majestuosa proyección, acariciando la piel curtida del coloso. Vigía inamovible que entre golpes de suaves o recias brisas despereza su forma elevada y poética, cuya sombra proyecta sobre el mar y la isla de La Gomera, igual que, como un tierno abrazo mañanero que acaricia; y a las otras islas del archipiélago, también brinda con su matinal sonrisa, su protectora caricia.

Recuerdo, después de una larga ausencia, al llegar a Tenerife, justamente en el mes de diciembre, yendo a la altura de Santa Ursula y por los altos del Valle de La Orotava, el Teide de pronto apareció cubierto de nieve bajo nuestro cielo azul, más hermoso que nunca se me antojó, tanto que su blancura encandilaba. Fue tal la impresión y el sentimiento que me embargó, que sentí no poder contener las lágrimas más ardientes que nunca antes sintiera, no cesaban de rodar por mis mejillas. Alucinado le contemplé en silencio, sin decir palabras, con tal opresión en la garganta… Comprendí lo que para los canarios representa el Teide y la admiración y respeto que nos inspira. Siempre hemos esperado los inviernos para verle vestido con sus mejores galas y besamos sus pies cuando subimos para acariciarle de cerca. No quiero pecar, al decir que sentimos admiración religiosa. Si, existe en cada uno de nosotros un atractivo mágico hacia su figura, tal es, que sin reservas nos obliga a considerarle y amarle como algo único.

Hoy, como cada mañana, al asomarme en la ventana de mi hogar para verle y saludarle a mi modo, me sorprendió nuevamente, lo confieso. Después de tantos trastornos climáticos sufridos y verle ahora tan elegante, sentí una sensación indescriptible.

El Teide, cada estación del año tiene un aspecto diferente, aunque no cambie de lugar ni su forma. Cuando subimos a verle y nos vamos acercando, al pasar cada curva del trayecto ascendente, cuando le vemos aparecer, nos sorprenden sus distintas perspectivas. Y cada vez que asoma, al terminar las curvas de la carretera, está distinto, no parece el mismo, hasta su rugosa piel cambia de color y se pronuncia de distinta manera y su elegancia es cada vez más sorprendente. Cada nueva estación del año su entorno es más bello y nos inspira la sensación del pleno disfrute. Quienes lo ven por primera vez no hallan las palabras apropiadas para expresar adecuadamente la impresión que haya causado; parecen estar en otro Planeta, en otra dimensión... Su suelo volcánico, el cielo azul, el aire tan puro y grato, su flora, su fauna y el silencio que nos rodea, viéndole tan cerca, impresiona sobremanera, inspira, ante todo, respeto y amor. Mas, cuando le damos, al regreso, las espaldas, no podemos evitar cada instante mirar hacia atrás y hacer una triste mueca de despedida, por si no le volvemos a ver...

Celestino González Herreros
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ACARICIANDO LA SINUOSA VERTICALIDAD DEL TEIDE

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Fue la altura del lugar y ese silencio sobrecogedor, seguramente, lo que en mí produjo tan extrañas sensaciones, máxime al sentir que no estaba tan solo allá arriba y tan lejos…

A medida que ascendíamos en dirección a Las Cañadas del Teide, desde la parte alta de La Orotava, mi mente fue como despertando recuerdos de mi niñez, fueron avivándose como rosas tempraneras que se abrieran en un matinal encuentro primaveral, cuando aún quedan espacios reconocibles durante el ascendente trayecto. Puntos magnificados, tal vez, donde hemos dejado la huella indeleble de tantos sueños infantiles… Mas, con el devenir de los años, al evocar aquellos tiernos momentos, reviven y justifica esta exaltación poética que vivo. Fueron otros tiempos y pese a ello, han quedado muy atrás, pero sin olvidarlos. Hoy todo es distinto, aunque el paisaje sea el mismo; yo si he cambiado, y hasta me siento más sensible y observador. No desaprovecho ocasión alguna, ya no queda tanto tiempo disponible…

Al llegar arriba y poner pie en tierra firme de las Cañadas del Teide, dudé por unos instantes donde estaba. Como si aquel fuera otro lugar, más bello y silencioso. La solemnidad del momento fue un ceremonial confuso, no sabría dilucidar el encuentro…

Aquello era otro mundo, una aparición que embriagaba y nos transportaba, como al nostálgico poeta, a un orbe de ensueños y a merced de tal fascinación, los sentidos cedían… No hallé palabras para expresar mi ebriedad emocional, sólo pude mirar al cielo y exclamar: ¡Señor, a Ti, qué cerca me siento!, donde debe comenzar el verdadero camino, siguiendo la sinuosa verticalidad de nuestro Teide. Hay que estar en esa espectacular altura para poder sentir el vértigo de la extrema emoción. Dejemos libre la imaginación – incansable viajera – y trotando como corcel enamorado de sus atractivas lomadas, perderse en esa abundante y fantástica proyección; y acariciar tanta lava reflectora bajo la luz del sol, hoy testigo excepcional de la erosión primaria del entorno volcánico.

Los erguidos y hermosos tajinastes brotaron en esta ocasión con vigoroso impulso en el agreste suelo, como la misma ilusión brota, a veces, inesperadamente. Por momentos, hasta pensé si estaban de fiesta, porque todos lucían como en los sueños y daban al lugar la nota más evidente de la creatividad de la Naturaleza, siempre desafiante e irresistiblemente apuesta.

El Teide, desde este incomparable lugar, con majestuoso celo y aparente calma, nos mira en silencio y su apacible postura estremece mientras vigila su entorno con indiscutible elegancia... Lo armoniza todo a su alrededor y hasta llega a tranquilizarnos si le vemos con devoción, ante la soledad que nos transmite.

Por unos instantes llegué a pensar que allí, a sus pies, acababa todo y a la vez comenzaba todo, que mi alma se iba transformando y mis fuerzas cediendo ante tanta belleza, porque estaba despertando del letargo de mi venial ignorancia. Allí estaba gran parte de la verdadera belleza espiritual, más cerca de Dios, en las alturas de nuestras cumbres, bajo el cielo azul y envuelto en el más dulce y placentero silencio.

Como el ave que goza de su entera libertad y puede remontar su vuelo hasta alcanzar la más remota cima…


Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

¡ETERNA CONTEMPLACIÓN DE AMOR!


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Los caminos no se acaban para el pensador iluso y equivocado que vaga como un intruso por sendos atajos, sin mirar hacia arriba, caminando a la deriva sin que le cueste trabajo; deambulando, como si estuviera buscando entre cosas inexistentes. Que se esfuerza solamente en investigar sin pensar en parar. En ese intento permanente se obstina como un obtuso penitente.

Para llegar a la verdad sólo hay que asomarse a ella; escuchar el canto del manantial cuando bajan sus aguas. Ver las sombras andar cuando pasa el tiempo y aparecen los fulgores del sol radiante, cuando raya el alba y empieza amanecer y viene alimentar con su cálida luz y sus esplendidos albores los rincones sombríos de nuestra soledad llena de tristes temores. Basta escuchar el trinar y cantos de las aves cuando regresan a sus nidos y aquel mágico silencio que se rompe súbitamente… Cuando se ven asomarse las flores del jardín, como si volvieran para saludarnos cada nuevo amanecer, cuando se asoma la aurora con su luz difusa, o con destellos fúlgidos que lo iluminan todo, que llegan hasta el alma y apagan las sombras hasta ocultarlas, cuando llegan las tristes penumbras de la tarde…

Parece como si se desbordara sobre la vida un río de ilusiones e inesperadamente se expandieran como el agua que contiene y en el agónico espacio de la desesperanza se volatizara, se perdiera. Parece como si en prosa y poesía se convirtieran, en coros alentadores anunciando ese nuevo día, cada nueva aurora. Que el dilatado camino, sí se acabara, hubiera un feliz final que anunciara, no un fracaso del hombre, pero sí que evidenciara que la fatiga llegó a su final. No es una oclusión, es una verdad cierta que no entiende el iluso equivocado. Al otro lado hay más, pero sólo el alma puede trasponer ese sagrado umbral que se eleva en espiral, dejando atrás los caminos pedregosos, los abismos insinuantes y profundos de este confuso mundo.

Mis cansados pasos, por que tengo sed, se detienen en la ruta, pero no hay fuente cerca. Aún así, camino y en el trayecto consigo a un cansado peregrino. -¿A dónde vas, buen hombre, llevas agua? No, hermano. Y tengo sed como tú. ¿Qué hacemos, maldecir? Mira, piensa en la fuente -me dijo- te veo más sediento que yo. Piensa que cuando cae el agua, te dice un mensaje de ternura tal… Piensa… ¿Te lo mereces?, ¿o quieres que te diga más? Mira, la sed se calma, también, con la esperanza… “Dios guía mi mano, lo presiento”… La sed, antes que nadie y con mayores fatigas, la sufrió Cristo en la Cruz por nuestra salvación. Tengo que decirlo, no puedo callarlo, además, todos lo sabéis bien.

Y, ¿tú me hablas de sed “la que estamos padeciendo”, la que todos sentimos durante el largo camino? ¿Qué pensaba el iluso pensador? ¿Qué no habría espinas en el trayecto, que no habría un final, que todo iba a ser soñar? Al otro lado está la fuente de cristalinas aguas que calmará nuestra sed. Sed de paz y descanso eterno.

Celestino González Herreros
www.celestinogh.blogspot.com

¿NOS HIPOTECARÁN TAMBIÉN EL ALMA?

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Qué alivio darle la espalda a la TV y atender lo demás… Aquello que nos rodea, y si me apuran, escuchar las perentorias necesidades de nuestros semejantes, no como las narran en la pequeña pantalla, en caliente, lo que está la gente clamando a nuestro alrededor, directamente, sin maquillar la verdad, ni desvirtuar la angustia del indigente, las penurias de las gentes o familias enteras en paro. Tantas carencias que ya se notan en nuestra sufrida sociedad. Las necesidades de aquellos que “realmente” están sufriendo el aldabonazo tan cruel como el actual: Sin trabajo, sin techo porque les quitaron la casa el Banco, por supuesto, con la tolerancia o complicidad de nuestros respectivos Gobierno, se supone, que no son capaces de considerar el gravísimo problema que están sufriendo nuestros conciudadanos y las tristes perspectivas de tener que seguir pagando al Banco, hasta el final de los días.

Pero bueno, es que no me cabe en la cabeza (como suele decirse). ¿Es posible que estas cosas tengan que suceder? Le destrozan las ilusiones a los jóvenes y como los viejos, sus padres y abuelos, se ven en la disyuntiva de ayudar a los suyos con sus escasas pagas, ¡a ver cómo lo pasan! Tienen que ayudarles, para que, al menos coman algo, ellos y el resto de la familia. ¿Acaso merecíamos esto? Y como la situación que muchos viven no se arregle pronto, me pregunto: ¿Cómo va acabar todo esto?


Celestino González Herreros
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MURIERON TANTAS FRAGANCIAS

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Sembrado estaba el camino
cuando al pueblo llegábamos,
eran huellas que dejábamos;
borradas por el destino.

Sobre la tierra quedaron
bajo una cruel lluvia de años,
obviando los desengaños,
pues, nuestro amor las sembraron.

Murieron tantas fragancias
en ese corto trayecto
y fue tan hermoso el huerto
que anidaba nuestras ansias…

Hoy las brisas han pasado
anegando esos recuerdos,
aquellos ratos vividos
cuando ella estaba a mi lado.

La hierba ha crecido en la vera;
sólo el viejo árbol queda
en la escarpada vereda.

Otra nueva primavera
viene a recordarme el dolor
cuando perdí su gran amor.


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Celestino González Herreros
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9/7/11

MADRE DE LA GENTE MARINERA ¡OH DULCE CARMELA!

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A través de los años se ha perpetuado la tradicional devoción de la gente marinera hacia la Virgen del Carmen y se repiten escenas de familiar arraigo sentimental, como es, el balanceo amoroso de los fieles devotos de la gente de la mar de Puerto de la Cruz; cada vez más cerca por los fuertes lazos de afecto que nos unen y por que, topográficamente ya nos damos la mano, al igual que el Municipio de La Orotava y el de Los Realejos, por crecimiento demográfico de ambos municipios.

Cuando desde estos lares se escucha el tronar de los fuegos artificiales y se adivinan sus bellos resplandores en la gran tarde del procesional paseo de nuestra venerada imagen de la Virgen del Carmen en Los Realejos, por ejemplo, también en el Puerto de la Cruz surge un callado murmullo de plegarias que nadie oye, sólo Ella, que son, de aquellos viejos que no pueden acudir a visitarla al verse imposibilitados por razones obvias, pero que no la olvidan y le están rezando con más pleitesía que nunca , en el senil de sus años...

En el Puerto de la Cruz, a la imagen de la Virgen del Carmen de Los Realejos, se la venera con devoción desmedida, ven en Ella a la madre marinera que siempre escuchó sus plegarias. Cuando les vemos llegar para acompañarla en la ancestral procesión con enardecidos deseos de quererla y besarla y poner en sus "piropos callejeros" la nota más emocionante del encuentro, en los ojos de la madre marinera parece que destellan fulgores de agradecimiento y en sus labios, que se dibujara la encantadora mueca de su deificada sonrisa llena de amor y complacencia. Dicha estampa devocionaria es todo un poema de amor y ternura. Nunca se siente más feliz la Virgen del Carmen como en esa larga tarde, al filo de la encendida noche de luces celestiales y sentidas promesas. Y nunca los pueblos del Valle se sienten tan unidos, con tanto respeto y afecto...Ello originó, ahora me imagino que será igual, que de toda esa mezcla cristiana y sentimental, nacieran otros idílicos encuentros, entre los jóvenes de ambos pueblos, al menos en mi juventud hacíamos amistades sinceras. Recuerdo en la Plaza de San Agustín, en los bailes populares, paseos, etc. Y después de terminadas las Fiestas seguíamos subiendo a Los Realejos a ver a las chicas y los realejeros bajaban al Puerto o iban a La Orotava. Muchos matrimonios se realizaron, y muchos Carmelitos y tantas Carmelitas nacieron inspirados en la más bella de las Vírgenes, madre buena de las gentes del Valle y en especial de la gente marinera.

Yo veo en la Virgen cuando la miro tal expresión, como si dijera algo que se prolonga más allá de su silencio... y me consuela dulcemente. Su bondad y belleza me arrancan de lo más profundo de mi ser, deseos que en mí nacieran en esa grata contemplación y Ella parece que en mí leyera el amor entrañable que me inspira y me deja a su merced. Veo más aún, "si cierro los ojos", y me imagino andar por un extraño camino; fascinante por los encantos que emergen desde un resplandeciente paraje de luz multicolor y fantásticos reflejos de divinos soles que se desbordan en sus márgenes, volatilizados en humos luminiscentes que lo recorren todo y en medio de tanta exuberancia, le viera hacia mí caminando, lentamente, con su belleza y hermosura irresistible... Y sus vaivenes constantes me sugieren estarla viendo en una barca engalanada sobre las aguas tranquilas de nuestro mar, salpicada y acariciada por la brisa dando en su rostro moreno.

Cuando me postro a sus pies quisiera detener el tiempo, si al cerrar los ojos le encuentro navegando ilusionada en su barquita plateada... ¡Parece que hasta a mi alma llegara el fulgor de su mirada!

No hay mayor gozo que mirarle nuevamente ni momento más hermoso; cada año sus pueblos del Valle, jubilosos se acerca a Ella, reverentes, y juntos, sus emocionados fieles, compartiendo tremendo gozo al estar a su lado.

Los años presurosos han ido sucediéndose y ellos nos han traído siempre, por estas fechas de amor y solidaria participación, la sabia ocasión de encontrarnos con el sólo deseo de brindarle pleitesía a nuestra Reina marinera y con nuestra entrega espiritual recibir sus bendiciones, cada año por estas entrañables fechas...

Puerto de la Cruz ya está engalanado, existe el ambiente acostumbrado y esperamos vernos honrados con quienes quieran participar junto con nosotros en los cultos religiosos y los actos lúdicos que han de culminar con el regocijo popular de siempre, en un feliz abrazo entre nosotros y aquellos que nos acompañen.

Celestino González Herreros

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4/7/11

TU PUEBLO Y LA MAR

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Siempre en el mes de julio. Cada año, se respiran otros aires en Puerto de la Cruz y hoy más que nunca me he percatado de ello. Razones, ¡hay tantas!, aunque haya menos dinero. Lo cierto es que llegó julio nuevamente. Y, por demás está decirlo, son fechas entrañables, cuando se dan cita para el banquete, gentes de todos los puntos de nuestra geografía insular, y al que asistirán invitados, propios y foráneos, a rendir homenaje a las veneradas imágenes del Gran Poder de Dios, a la Virgen de El Carmen y San Telmo. Cuando todos los portuenses, con emocionados ruegos, hacemos sentir la fe colectiva, con nuestras sentidas plegarias a la dulce Carmela y al Viejito Bueno, a cuantos nos visitan y vienen a unirse a nuestra devoción cristiana. ¡Quién sabe, para algunos la última vez! Sin olvidar los variopintos actos lúdicos que este año sorprenderán.

Qué oportunidad tan sublime, poder acompañarles, otra vez, por las calles de nuestra ciudad, en sus magnas procesiones; y contarles “íntimamente” nuestras cosas, con la oración callada y nuestra devoción. Qué sensación de alivio y consuelo, seguir sus pasos hasta el final del recorrido. Elevad, pues, vuestros corazones, hermanos, hagamos llegar nuestro llanto y alegrías al Nazareno; veamos en su profunda y quieta mirada, su angustia. Leamos en su gesto humilde, su respuesta amorosa hacia nuestro pueblo y sus gentes. Y en la Virgen de El Carmen, la señora de la mar, con sus mejores galas, tan acompañada como siempre. Que aunque no estén todos, ni los mismos que en otros años le acompañaron. Aquellos que al piropearla, pusieron toda su alma en ese clamor, en ese grito amoroso de exaltación a la Reina y Madre de sus angustias y alegrías. Caras curtidas por el Sol, surcadas por tantos interrogantes y desesperanzas. Hombres que un día salieron a la mar ilusionados y no regresaron al lugar de partida, porque las aguas turbulentas del destino truncaron esas ilusiones…

Esa es la fiesta, exaltación y recuerdos, rabia y bonanzas, llantos que brotan desde lo más hondo del alma y se elevan como una ferviente plegaria, hacia esos Padres nuestros que no cesan de mirarnos, como queriendo decirnos algo nuevo, como queriendo darnos las esperanzas tantas veces perdidas, e indicarnos el camino al seguir. Sus lentos pasos en busca del único destino: “Tu pueblo y la mar”

Alabado sea Dios, ¿cómo es que cada año, siente nuestro pueblo renovada la ilusión por sacar a la calle a nuestras veneradas imágenes en ese confortable y acostumbrado paseo en cristiana procesión? Y, cuánto regocijo, al sentirnos comunicados entre si -como una piña- todos con el mismo pensamiento. ¡Y eso le halaga mucho al Viejito Humilde y Bueno, y a nuestra Madre Carmela! Observemos sus rostros, ¿acaso no lo estamos viendo? ¿No lo dicen sus encendidas pupilas que se agrandan en sus expresiones divinas cuando les llegan nuestras fervientes oraciones? He ahí la respuesta, con pasos lentos caminando de una punta a la otra de nuestro pueblo marinero, marinero por excelencia, hasta llegar a la playa de nuestro muelle pesquero.

Boga hermano, boga con fuerzas, que llevamos a la Reina a dar unas vueltas… ¡No pasa nada! Y al Gran Poder de Dios, pensativo, sobre su mano derecha apoyado su rostro cansado, observándonos… ¿Qué estará pensando, que no pronuncia ni una sola palabra y parece que estuviera su llanto ocultando?

¡Señor, Tu pueblo y la mar, les rinde el mejor culto y más fiel homenaje de amor... Que nuestras plegarias hallen consuelo, siguiendo la luz divinizada de tan expresiva mirada.

Que ya viene la Virgen de El Carmen, desde Santo Domingo bajando y parece que viene varando. Y no hay nadie a quien más amemos entre todas las reinas, como a la diosa de los mil mares, ni hay en toda la Tierra, más bellos altares que aquellos de la guapa Carmelita. La mar embravecida se agita, parece imposible embarcarla. Y, sólo su furia aplacarla podría, la Virgen del mar bonita. Viene bajando, dando saltitos… Va reclinándose hacia la izquierda, luego, hacia la derecha inclinada…guiñándonos sus ojos chiquitos. Parándose frente a la inquieta mar, la mira muy fijamente, seria. Viéndole le hace una reverencia y desde entonces se comenzó a calmar. Los fieles alborotados, le gritan: ¡Más mallitas Virgen del Carmelo! Y que sea Tu presencia consuelo si las olas de la mar se agitan. ¡Boga, boga hermano, mar adentro!, mira la de San Telmo cómo viene, a esa, ninguna mar la detiene. Es que sólo piensa en el encuentro… Y entre bandazos y la algarabía, a la Carmelo se la llevaron. Pero cuando a la playa llegaron, de tan contenta, no le reconocían. La multitud, con su amor ferviente, le siguió hasta la vieja Ranilla. La Virgen parecía una chiquilla, saltando de gozo entre su gente.



Celestino González Herreros
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GRAN PODER DE DIOS Y LA VIRGEN DEL CARMEN PORTUENSE

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Desde la noche anterior hasta el siguiente día, surge en el Puerto de la Cruz tal transformación ambiental, que no puede uno menos que asumir los cambios que hayan surgido, con la normal satisfacción que ello genera. Sabía que las fechas se aproximaban, pero no sospeché que fuera tan rápido. Hasta se nota en los elementos decorativos cuanto sorprenden, pues parecen distintos, como si fueran nuevos, más alegres y prometedores.

En Puerto de la Cruz, al recorrer sus calles, máxime en estos días de júbilo, como siempre, me ha entusiasmado considerablemente esa predisposición generosa que a la vez contagia. Ya están los banderines adornando las calles de la ciudad, las enormes plumas perfectamente alineadas señalan la ruta de las magnas Procesiones religiosas y le dan al ámbito cierto señorío fiestero a todas luces y como suele ocurrir, despiertan deseos ardientes de participar en sus Actos religiosos y lúdicos sin reservas… También despiertan nostálgicas evocaciones de épocas pasadas, siempre con la añoranza propia de la edad. Profundos recuerdos o reminiscencias de aquellos épocas vividas con los que ya no están, físicamente entre nosotros, aunque si estarán siempre en nuestro corazón.

Las plazas públicas, jardines y terrazas, ya están luciendo sus encantos, todo parece haberse renovado, anunciando que ya se acercan los días grandes para Puerto de la Cruz, y hasta quién sabe si también anunciando que en breve cobraremos el prestigio habitual con que nos caracterizamos los portuenses, la añorada bonanza de otros tiempos mejores. Abriendo nuestros brazos a todos los pueblos de la Isla y a tantos foráneos que quieran visitarnos para rendirle pleitesía al Gran Poder de Dios y a nuestra venerada señora la Virgen del Carmen y el inseparable y querido San Telmo. Serán momentos reservados para brindarles nuestro amor, al “Viejito” y a la madre marinera “Virgen del Carmen”, para calmar nuestras dudas, nuestros pesares y pedir, también, para los demás, los que por razones obvias, les ha sido imposible asistir en el día más grande de nuestro Puerto de la Cruz a participar también de tanta solemnidad religiosa y la alegría de los numerosos actos programados.

Nuestros corazones se abrirán para todos ellos y con el mismo amor que nos entregamos cada año, tributamos lo mejor de nosotros con nuestras tradiciones populares.

Volveremos una vez más a sentirnos inmersos en ese sano ambiente de respeto y devoción por tan veneradas Imágenes y nuestros sentimientos más profundos aflorarán con renovada fe y con más fervor cada vez... Rogándole a nuestros homenajeados por nuestro destino y la providencia de nuestra alma y la de nuestros seres queridos y amigos.

Con el murmullo de la brisa y teniendo en el pensamiento a nuestro muelle pesquero y su entorno, pensando en el multitudinario acontecimiento del embarque de la Virgen del Carmen, mis palabras enmudecen…


Celestino González Herreros
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REALMENTE CREO QUE NO ESTAMOS TAN SOLOS

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Uno suele refugiarse en los recuerdos para poder alcanzar ese cause emotivo de la inalterable evocación que nos llega a conducir por los senderos ocultos de aquel nostálgico pasado… Con marcada lucidez nos hallamos, sin alteración alguna, en esos recordados caminos que nos devuelven tantas y tan queridas vivencias que siempre hemos alimentado con renovada ilusión, pese haber transcurrido el tiempo y ya no seamos tan fuertes y capaces como quisiéramos, porque los años no pasan en balde. Mas, ahí, en ese grato y acogedor refugio aún habitan y están latentes, los mejores años vividos. Ahí están, desde el más diminuto de los recuerdos, perpetuándonos. Y recurrir a ellos supone revivir aquellos irrepetibles instantes; y aún se mantiene en ellos el calor sentimental de entonces. Solemos revivirlos con frecuencia, callados, en silencio, sin sombras que nos custodien ni brazos que nos detengan, dueños absolutos de aquellos hermosos episodios que se resisten a morir y están empesimismados sólo en irse con nosotros, cuando nos llegue el fatídico momento de la partida sin retorno. Nuestra niñez, aquel calor de la familia, nuestra juventud, las aventuras viajeras por la América del Sur y otros lugares, inquietudes propias de aquella edad. Los sueños rotos, los crueles desengaños sufridos, los aciertos logrados, la nueva familia y ver crecer a los hijos, ver pasar el tiempo, nuestra vejez y las tristes dudas consiguientes, todo ello condensado en un antes y un dudoso después, el pasado y el futuro enfrentados en la más dura lucha vivida. Siempre preocupados por los que vamos a dejar atrás, sin nosotros y lo poco que al final podamos hacer por ellos.

La vida del hombre, del ser humano, suele condensarse en breves estimaciones: aquel quimérico pasado, el engañoso presente y el dudoso futuro… Nada más simple que la vida del hombre. Añado, pues, por sarcástico orden: la represión psicológica sufrida, el engaño del falso entusiasmo y la habitual duda de siempre. Mas, de todas nuestras decepciones y dentro de esa cruel maraña, existe la imperiosa razón de la existencia. La única esperanza que alienta a la Humanidad, es la misma Creación de las especies y el medio que las cobija. La paz oculta que a veces despierta en nosotros, al pensar en nuestro Dios, el Dios de todos… Ese consuelo, es el motivo más evidente de que no estamos solos y nuestro futuro puede no ser tan incierto…


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

LOS SECRETOS DE LA VIDA



Nosotros los humanos, ignoramos los más fundamentales y hermosos secretos de la vida, sólo nos hemos acostumbrado a satisfacernos siempre de los mismos elementos que hasta hoy hemos descubierto y alcanzado. Somos seres de costumbres y hábitos heredados, apenas nos hemos preocupado por mover las piedras a ver qué hay debajo de ellas, ni hemos corrido las pesadas cortinas de lo que creemos inalcanzable. Nuestra curiosidad es escasa y sin embargo nos gustan las sorpresas y nos halagan las nuevas perspectivas…

Cuando reflexionamos y ponemos interés en nuestras más íntimas posibilidades personales, si hacemos por entendernos a nosotros mismos, a veces hemos descubierto sentimientos que no conocíamos, hasta hemos llegado a sentir sensaciones nuevas, distintas, a todas luces. Hasta hemos llegado a asombrarnos al saber de lo que somos capaces, de nuestros íntimos valores humanos y el valioso potencial de nuestra innata generosidad. Que somos mejores personas de lo que creíamos; y valientes, como jamás sospechamos, ni habíamos soñado ser… Que somos capaces de vencer al mismo miedo, al sentirnos tan llenos de valor, capaces de todo lo que llegue a dignificarnos.

Hay situaciones en la vida del ser humano que parecen invencibles, y si descubrimos quienes somos en realidad y de lo que somos capaces llegados esos momentos difíciles, sin otras armas que la razón y el coraje, anulamos para siempre esos obstáculos que pretendieron dañarnos seriamente, dando de nosotros mismos el paso decisivo desenmascarando toda adversidad impune. Ganando todas las batallas a la sin razón.

Son muchos los secretos de la vida, sólo tenemos que situarnos y emprender la gran tarea de buscarlos y en esta vida practicarlos, enriqueciéndonos con ellos y empujar lo más lejos posible los impertinentes obstáculos que sobrevengan o se nos crucen en el camino. Lo importante es saber qué es lo que nos hace daño, lo que nos molesta y entorpece, para desecharlo y quedarnos sólo con aquello que nos ayuda a alcanzar la verdadera felicidad y compartirla siempre con los seres queridos que nos rodean y se preocupan por nosotros, para los cuales siempre hemos deseado lo mejor… Y, paradójicamente, lo mejor somos nosotros mismos, lo que llevamos tan oculto dentro y se traduce, invariablemente en amor, en esos secretos que la vida nos reserva para que lo compartamos y siempre luchemos por ellos.




Celestino González Herreros
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LA DESGRACIA AJENA NUNCA DEBIERA SER MOTIVO DE MOFA





Intuyo desde mi humilde condición humana, que hasta la misma Oposición del chavismo, dentro y fuera de Venezuela, estos días siente algo inexplicable interiormente, algo natural, un sentimiento personal, y para algunos, inconfesable, como una discreta conmiseración por aquello de que no todos somos iguales ni sentimos de la misma manera respecto a los demás. Compasión por todo aquello que debe estar sufriendo haciendo un exhaustivo análisis de su conducta política llevada a cabo contra su pueblo, aunque él pensara lo contrario. E incluso, en estos difíciles momentos de su vida, ya habrá recapacitado respecto a su testarudez e ignorancia, su ambición política… Ante Dios, en determinados momentos, reflexionamos respecto a nuestras apetencias personales, los equivocados criterios y cuántos errores hayamos cometido… Nada hay más conciliador que reconocer nuestros yerros a tiempo y tener la esperanza de que, de alguna manera seamos compensados; y no ambicionamos nada más importante que el perdón de los demás. Por muy crueles que hayamos sido, Dios nos da la libertad de poder elegir el mejor camino a seguir.

Esas tristes noches de sufrimiento que ha causado a su pueblo con su autoritaria disposición, tanta barbarie cometida, tantos hogares destrozados, tanta intolerancia y el incontrolable aprovechamiento de la incultura y la precariedad de vida, desde siempre, de los marginados, para aprovecharlos… Que en realidad han sido quienes lo mantienen en el Poder, pobres victimas de los anteriores Gobiernos también, por no ocuparse de ellos para darles una vida más digna, educarlos como seres civilizados, como seres humanos que bien merecen, como los demás, una vida más digna.

Todos conocemos esa triste realidad de la historia de Venezuela y que tanto deseamos enmendarla, que no se repitan los mismos errores, que hayamos aprendido de ellos y que no sucedan, jamás.

Pero ello, todos nuestros argumentos cívicos y sociales, no nos eximen de sentir ese resquemor innato y compasivo, que no somos tan horrendos. Se trata de un ser humano y de Dios, su divinidad… Su capacidad infinita, hasta para perdonarnos y consolarnos en nuestros peores momentos.

Es condición humana perdonar a quienes nos hayan hecho daño, aunque a veces nos cueste mucho aceptarlo. Es un hermano, bueno o malo… Y es el peor de los hermanos quien más necesita de nosotros, para ver si podemos encausarle y que en ese afortunado cause simbólico, halle lo que seguramente, en su fuero interno, está deseando… Reconciliarse también ante los hombres, darse a ellos como es, sin escatimar su misma vergüenza y arrepentimiento, como ya lo haya hecho ante la evocación de Dios, para sentir el alivio inconfundible de su alma, por que aunque muchos crean lo contrario, tiene su alma como cualquiera de nosotros, flexible como el junco en la sabana cuando el viento sopla, aunque le veamos firme y altanero.


Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

CASUAL HALLAZJO POÉTICO EN UN LUGAR ROMÁNTICO





En mi mente bullen temas diferentes para iniciarme en estos momentos, o lo que es lo mismo, escribir algo mientras pasa el tiempo y el relajado ambiente que me envuelve lo permite.

Tengo frente a mí un montón de elementos propios de un Bar. Restaurante, andamios, repisas escalonadas llenas de botellas, jarras de barro fundido… Salchichones y patas de cerdo colgando, etc. Secadores eléctricos para la cristalería, taburetes… Pero hay algo más, que me está cautivando, que no deja concentrarme en mis propósitos anteriores, escribir algo de nuestra actualidad cívica y social, que argumentos no faltan.

Hay varios óleos bien distribuidos en las paredes del concurrido local donde me hallo “matando el tiempo”, y, verdaderamente, no esperaba esta sorpresa. Hay un hermoso cuadro, un soberbio óleo imposible de ignorar su temática y familiares perspectivas, su perfil artístico es una calle toda empedrada a la antigua usanza, con la luz reflejada de un claro poniente que llega nítida a inundar la pared impresionante de una vieja casona, balconada espléndidamente ilustrada para involucrarnos y hacernos partícipes de sus encantos, con sendas buganvillas, una color lila y violáceas y la más cercana de un naranja encendido; y adentro, a través de un viejo portón se divisa una cuidada siembra de floridos geranios rojos. El amplio muro oponente, frente por frente, ensombrecido discretamente a todo lo largo del mismo, otra buganvilla color rosado que lo cubre casi por completo en su parte superior. Y como no podía faltar en el místico y a la vez real episodio natural y artístico de nuestras islas canarias, se observa erguido un fantástico y representativo drago bellamente iluminado por nuestro cielo y la innegable luz de nuestro sol. Detrás otras casas del campo y las palmeras sonrientes de nuestra campestre vegetación, ambiente que se ilustra aún más con la presencia de la cordillera dorsal que por momentos se torna color violeta y pizarra brumosa y silente… Y entre brumas espesas y de condensadas formas, aparece majestuoso nuestro gran vigía, el Teide gigante e impetuoso. Y las nubes que le cortejan desde lo más alto, allá en su atalaya... aún nevado en cualquier día invernal, como queriendo felicitarnos con su dulce presencia, en esta esperanzada Navidad y con cuya compañía voy a brindar por que así sea…

Nunca sabremos a dónde nos van a conducir nuestros pasos, ciertamente... Mas, pienso que ocasión como esta, frente a un bello óleo como el que tan solemnemente admiro, nunca iba a sentirme tan a gusto… ¿Saben?, hasta he soñado mientras escribía esta espontánea narración; y he caminado pisando con buen pié, sus solitarios senderos y la empedrada calle, pavimentada con las más dulces pinceladas artísticas.

Sin querer turbar ese silencio sobrecogedor que imprime tanta soledad, tanto recogimiento; y hasta pensé que si estuviera acompañado por quien yo sólo sé, hubiera sido como trasponer los difíciles umbrales de la eterna felicidad, con ella…

La Calle San Felipe de Puerto de la Cruz, me condujo a este recoleto y recogido lugar. Y cuál no sería mi sorpresa hallar a unos metros más del señalado lugar, donde se fraguan tan maravillosas obras de arte, de un excelente pintor portuense, reservado y discreto, autor de esos delicados cuadros… No digo quién, por respeto y querer preservar el derecho a su intimidad.


Celestino González Herreros
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