19/2/11

EL SILENCIO DE MI VALLE

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El Valle parece que gozara del sueño estival oportuno, como si aquella fisonomía de años atrás se hubiera alegrado y otros aires esperanzadores le estimularan... Viéndole hoy, aún sin ocultar la huella del evidente abandono del que ha sido víctima, diría que hasta el verde de su alegre platanar, bajo el sol radiante de estos meses, brillara hoy con evidente lucidez. La profunda oquedad de sus sombríos barrancos se pronuncian más oscuras que otras veces por contrastes luminiscentes en sus claros márgenes de la superficie, donde la campiña se abre al socaire de los rayos solares brindando su tierra fértil

Y el vuelo de las aves que regresan a sus nidos parece que marcaran otros ritmos que recuerdan melódicas sinfonías que sincronizan entre sí alegres notas musicales que se encuentran dispersas en el espacio etéreo, como ecos celestiales de armónicas alabanzas...

Pero, ¿qué le ocurre hoy a mi Valle de La Orotava que hasta los caminos se alegraron y el campesino parece que sonriera más convencido y satisfecho de lo que suele estar habitualmente, mientras va sachando la tierra bajo el cielo azul que fulgura ardientemente y encandila como el agua cuando corre por la ceñida atarjea emulando al pequeño arroyo y al cortejo de la vida y bajo esa luz radiante, por su angosto cause hasta llegar al profundo abismo salpicando a su vera el entorno florido, como si de un juego angelical se tratara, celebrando la alegría de nuestro arcaico Valle?

Al otro lado del camino me arrimo, para asomarme curiosamente buscando más deleite en la abundante estampa del silente campo y me sorprende sobremanera, ver los frutales colmados de olorosos frutos de vivos colores ya madurados, y la hierba crecida de exuberante sabia que se expande abundantemente a todo lo largo y ancho de los atajos y las orillas de los caminos hoy reverdecidos y profusos, que antes tantas veces anduve en busca de la hierba fresca, las flores silvestres y de la apetitosa frutas para ofrecérsela celosamente a quien al otro lado, siempre me esperaba al pie del vetusto castaño... Y seguíamos por las pendientes y escabrosas veredas hacia la era, donde nos sentábamos sobre las dispersas piedras del bordillo, íntimamente juntos, a contemplar la majestuosa alfombra verde, mientras seguíamos degustando la rica fruta que le había llevado. Abajo, hasta llegar al mar, se podía ver la estampa más emotiva que nadie pudiera soñar y a la par, que tanto deleitaba; transmitía bonanza y pasión y hasta que le dábamos fin a los apetitosos frutos hablábamos de cosas bellas, del milagro de la Creación, de la sensibilidad del ser humano cuando su entorno es la Naturaleza y el marco inspirador, un rincón cualquiera con olor a campo, con la paz y el silencio de mi Valle: entre animales y flores, al lado de una apacible campesina que solo sabe mirarte y decirte sin palabras sus nobles pensamientos, con olor a brezos y a hierbales del campo mezclados con el de la leña quemada...

Todo el tiempo estuve acompañado de mi fiel amigo Lukas, que no cesaba de dar saltos y cortas carreras durante el trayecto circundado de abruptas y empinadas lomadas cubiertas de los acostumbrados matojos que crecen con sus desiguales y onduladas formas, que trepan hasta la espesura del callado bosque a medidas que ascendemos por senderos y veredas según las vamos sorteando, para aminorar la distancia que nos separa del lugar inamovible y fantástico que nos ilusiona ver y cuyo enclave son nuestras entrañables Cañadas del Teide.

Caminamos aún un largo trecho hacia arriba, entre gigantescos pinares que en espesa formación parecen unidos sus ramajes que no dejaban pasar al sol, por lo que era tremendamente agradable la frescura bajo sus verdes ramas que asemejaban techumbre sobre la frescas pinocha y provocaba echarse, pero había que seguir...

Hacía un día espléndido, el azul del cielo y el verde del fresco monte mitigaba la sensación de cansancio e inspiraba profundamente idílicas percepciones que armonizaban con lo bello y silencioso del lugar y de los eufónicos cantos de la suave brisa que alguna vez acariciaba la piel y los sentidos, como queriendo eternizar para el recuerdo aquellos momentos llenos de eufórica evasión. Y hasta la tierra parecía que sintiera, al paso de nuestras sombras que lamían su desigual declive cuando le dábamos las siluetas reposadas de nuestros cuerpos y se escuchaba el quejido por nuestras parsimoniosas pisadas.

Lukas, media lengua fuera y sus nerviosillos ojos bien abiertos acechaba cualquier movimiento que surgiera y corría tras los insectos levantando gran polvareda en cada batida y no cesaba de ladrar y mirarme; me daba a entender que era feliz, que estaba a sus anchas y muy a su gusto haciéndome compañía. Como si me preguntara, qué cosa era lo que yo buscaba entre tanta vegetación, cuesta arriba y tanto silencio...

Atrás quedaba, en la fértil hondonada la esplendorosa platanera, y en el páramo más cercano nos detuvimos, sólo un momento, para asomarnos por si veíamos aún nuestros pueblos norteños que ya los iba ocultando la espesura del mar de nubes, que como inmenso cortinaje de esponjosas formas algodonosas corría presuroso hasta cubrirlo todo. Mi acompañante, al unísono que ladraba fijaba su atenta mirada a unos metros de distancia, como si algo se hubiera movido y me obligó a detenerme. Guiado por el interés del perro y viéndole avanzar sigilosamente pude comprobar de qué se trataba. Había una pareja de conejos preciosos comiendo hierbas tan distraídamente que no advirtieron nuestra presencia. Mas, Lukas seguía mirándome, como preguntándome que si atacaba o no. Verdaderamente, le tuve que contener si no se hace con las criaturas y de verdad, no nos faltaba comida y esos animalitos estaban en su mundo, viviendo su vida... ¿Qué daño nos habían hecho?, ninguno. Di un par de palmadas y desaparecieron como por arte de magia. El perro me echó una fulminante mirada de rencor y me ladró dos veces seguidas, luego, tomando una piña de pino que hallé en el suelo, la tiré lo más lejos que pude para que iniciara el juego que tanto le gustaba y contento la trajo a mis pies, evidentemente seguía siendo mi entrañable amigo; le di un trozo de queso blanco y quedó feliz, como siempre cuando está a mi lado.

Haber contribuido, de alguna manera, ayudando a aquellos inofensivos animalitos del lugar, dándoles la oportunidad de que escaparan del salvaje instinto del perro, completó el placer que el paseo en contacto directo con la Naturaleza me estaba deparando, eran sensaciones incontrolables de desmedida bonanza, como la terapia espiritual que viviera un ermitaño...

Ya se adivinaba un día claro, más claro que el cielo de nuestro Valle y que despuntaba de entre las desnutridas nubecillas del monte, apareciendo, paulatinamente, el calor solar como una caricia reconfortante que invitaba a seguir sin aminorar la marcha. Mientras mi amigo jugaba con dos piñas de la abundante pinocha, mis pensamientos tornaron nuevamente hacia el Valle y me hacía la misma pregunta: -¿Qué le estaba ocurriendo al Valle, que desde unos días atrás lo veo más fresco y alegre? ¿Será una premonición mía, o tal vez sea cierto que otros aires le animan? Dios quiera, porque nuestra gente también se ha vuelto más optimista. ¿Acaso es cierto que la Providencia no nos abandona en estos cruciales momentos de evidente renovación y profunda reflexión?

Con esos pensamientos anduve hasta detenernos bajo un frondoso pino y juntando un montón de sus desechos caídos, hice una buena elevación con los mismos y me eché sobre ella, con la mente perdida en arcanas meditaciones, acariciando la ardiente cabeza del perro que se alzaba insistentemente y no paraba de mirarme, guiñándome sus preciosos ojos con interrogante expresión, se acercó más a mí y descansando su cálido hocico sobre mi pierna, también se echó el plácido descanso de un ligero sueño reparador de energías antes de seguir caminando.

Reemprender el camino fue pensado y hecho, me coloqué la gorra y ayudado por un trozo de estaca que llevaba, comenzamos andar, ahora por el borde izquierdo de la carretera, disfrutando del delicioso paseo.

A menudo entablaba algún diálogo con Lukas, quien parecía como si me entendiera, respondiendo a mis monólogos con su nerviosa y mocha colita, que en agitados movimientos transmitía su lenguaje habitual cuando quería darse por aludido o intuía la necesidad de una comunicación expresa. Modalidad que yo, más o menos ya entendía, así como él comprendía mis connotaciones espontáneas y con intermitentes pausas, para no caer en el aburrimiento de la soledad y que por evitársela también consolaba al compañero más inmediato, el que nunca me dejará, sino cuando le llegue su triste hora...

Después de un largo rato y de haber hecho varios altos en el camino, bien sea saludando a algún conocido, o simplemente a alguien que se cruzara en la beneficiosa marcha, bien sea por casualidad o imperativos de rutina, o para tomar alguna fotografía interesante de algún motivo que no podía pasar desapercibido por su singular encanto. Reparando en lo andado, iba notando cierta lejanía. De mí se fue apoderando un sentimiento de tristeza que evidentemente comprendía, era fácil de entender. Aunque estuviera mi fiel amigo conmigo me sentía solo. Y aunque hablara con las piedras del camino y con las montañas, no me contestaban y yo sabía que me oían... Y que adivinaban mis callados pensamientos. En ocasiones, yo miraba al Cielo elevando un sugerente y único sentimiento: -Señor, Vigía del caminante en estas alturas, ¿sabes, que tanta soledad me abruma? Estoy pensando en lo triste que ha de ser tener uno que irse "en el viaje sin retorno" y dejar todo esto de impresionantes bellezas "TU Obra" y luego, no poder sentir jamás este silencio sobrecogedor, ni percibir nuevamente el perfume de la tierra seca imantado al milagro ecológico y ambiental de la florida retama de exuberante frescura, de nuestras violetas teidíferas y de los gélidos ecos de las brisas llegadas del inmenso océano de atlánticas influencias... La paz de mi Valle se acrecienta aquí, en el aire majestuoso de esta soledad, y a la vez, en este abanico de contradicciones y encantos. Se han despertados los hechizos y surge la irresistible visión de un encuentro sensorial excepcional, despiertan en la mente como un preludio celestial que anuncia la capacidad del hombre al poder alcanzar la belleza terrenal en nuestras cumbres y sus frondosos pinares que ocultan los misterios de un encantamiento bíblico y poético entre sus sombras y los claros del viril follaje con solemnidad y dulzura irresistible. Donde se refugian los sueños que con las brisas emigran hasta sus celadas, y como el águila solitaria vuelan a las alturas de aquellos peñascos gigantescos de elevadas prominencias a buscar la paz... E intuyendo con esta sosegada meditación la fortaleza de la mano creadora capaz de deslumbrar la ceguera del mundo, simplemente con la presencia de un trocito ilusionado de su Creación, en lo que a nuestro Valle se refiere, y sus faldas oceánicas y esas cumbres visionarias que se alargan y se pierden melodiosas hasta llegar al Teide, a dos pasos del Cielo.

Fue una experiencia única y al mismo tiempo puede ser repetido el placer que me produjo, porque ahí está, para propios y extraños, es un lugar entrañablemente respetuoso y bello, puedo volver a verle y sentir sensaciones distintas, es quizás, el lugar más pluriespectacular de nuestra Isla de Tenerife, varía su fisonomía al mismo ritmo siempre, más bello y atractivo, más impresionante. Ese es el paraje de nuestras Cañadas del Teide.

Y con estos pensamientos, después de haber pasado un día delicioso, tomamos el rumbo del regreso, luego de descansar lo suficiente e incluso, de haber charlado con alguna gente, que como yo, estaban tremendamente complacidos de haber sabido emplear inteligentemente el tiempo libre, y lejos del mundanal ruido...

Y como siempre nos ocurre a los canarios, en mi especial circunstancia, le comenté a mi fiel e inseparable amigo: -Oye bonito, sabes, desde hoy en adelante todos los domingos y fiestas de guardar, tú, quién nos quiera acompañar y yo, nos vamos a ir de paseo "pa" arriba que es donde estamos mejor.


Celestino González Herreros

http://www.celestinogh.blogspot.com/

celestinogh@teleline.es

14/2/11

YENDO POR LOS SENDEROS OLVIDADOS

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Alejarnos del cotidiano entorno social con sus acostumbradas influencias y tomar los caminos que conducen a nuestras verdes cumbres, es como liberarnos del peso de nuestras obligaciones de rutina; supone, algo así como buscar nuestra paz espiritual, poniéndonos a merced de la Naturaleza. Nada es tan sublime como inspirar el aire de la montaña mientras ascendemos por las vertientes, al percibir sus naturales influjos y los aromas deliciosos de la vegetación.

Caminar por sus escarpadas lomadas esquivando los secos matojos y las piedras sueltas, supone una gratificante lucha deportiva en el sistema ecológico que vamos descubriendo paulatinamente, a medida que nos adentramos en ese mundo limpio y silencioso, como un especial entorno arrancado del Edén para que lo disfrutemos en vida. Me sorprenden, a veces, las aves, como si fuera un recibimiento informal al caminante solitario. Sin querer profanar ese místico silencio, uno despierta el encantamiento de sus pasajes aislados. Curiosamente, he llegado a confundir el eco de mi voz con otras voces que se hayan avivado de súbito al ser evocadas; el mismo acento, aunque sí, apagado por la misma lejanía de donde vienen. Son voces amadas, de seres queridos que se han ido y comparten el sigilo de las cañadas y los verdes pinares de nuestros montes. Son voces que van y vienen desde el Cielo y nos acompañan en ese aislamiento donde queremos refugiarnos tantas veces en busca de la paz perdida o hallarnos con uno mismo. Y tantas luces que se apagaron; y tantas voces enmudecidas para siempre... Cuántas cosas quedaron perdidas, cuántos murmullos ahogados...

Pisando la hierba húmeda, siento la sensación de navegar sobre la maleza. Un extraño sentimiento me obliga a huir un poco, necesito estar aislado, pensar y reflexionar entre aromas fantásticos y el mutismo del monte abandonado y desértico. Reflexionar oyendo la tenue música de la brisa que pasa y el débil canto de las aves... Oyendo voces amigas, respirando el aire perfumado y llenando mi pecho de ese aire revitalizador y otros poderes naturales, para poder comprender mejor el valor que tiene para el hombre esa imagen que en la distancia parece ser sólo un paraje que allí está estático; y es la verdadera fuente de vida que pocas veces hemos sabido valorar ni hemos podido disfrutar por tenerla al alcance de nuestra vista; inmóvil e inalterable... Sin entender, que arriba, en nuestras mágicas cumbres existe un fantástico cause de sublimaciones naturales capaces de transformar los conceptos espirituales del ser humano. Y su mundo tiene puertas infranqueables algunas, otras abiertas para el peregrino que quiera satisfacer su entusiasmo exotérico o desea descubrir senderos distintos que le acerquen a Dios a través de esa luz que se filtra por la espesura del follaje desde el Cielo hasta la húmeda tierra, la fresca hierba y la mojada pinocha; donde pisamos trémulamente bajo el rigor del Sol y cautivos del silencio nos envuelve.

Hoy voy solo, mi perro ya no está, se fue para siempre de mi lado. Ahora no tengo ocasión de llevarlo conmigo, sólo hablo conmigo mismo, aunque escuche tras mis pasos sus livianas pisadas como si estuviera presente... Pero no hay nadie, estoy realmente solo acompañado en el monte de todos los elementos que lo conforman, las aves y los otros animalitos que lo habitan; y mi exaltada imaginación, cegada por el contraste combinado de los distintos colores del entorno habitual y el mercurio ascendente de mi inspiración idealista y la abundante fantasía que brota en mí, inspirada por el maravilloso momento que gozo en contacto con la esencia natural de la vida.

Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

ESO ES ASÍ Y QUE NO ME DIGAN LO CONTRARIO

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No quisiera distraerme en estos momentos con reflexiones banales, mis propósitos son, cuando hay tantos temas que discutir y proveerlos de rápidas soluciones y que son palpables, más urgentes y perentorias. No estamos ajenos al polémico asunto o situación, en que vive nuestra juventud, se la ve un tanto marginada, cuando se le ha podido ayudar más eficazmente desde hace mucho tiempo y no haber dejado pasar los años sin remediar los posibles fracasos de tanta despreocupación permitida.

Toda una generación (incluso la del año 1.930) hasta nuestros días), mejor dicho, varias generaciones nadando entre políticos recortes, reformas y modelos distintos sin resultados positivos en nuestro archipiélago canario, respecto a formación profesional, educación básica y universitaria, reinserción social, sanidad, trabajo, etc. A nuestra juventud debió haberles preparado para algún día poder enfrentarse al complejo mundo laboral y asistencial; y al mundo del turismo, Escuelas de idiomas subvencionadas con los mismos beneficios que siempre aportó esa magnífica dedicación.

No nos alejemos del tema, ¡por favor!

Veamos qué han hecho de ellos. En la Metrópolis no faltan Escuelas de formación turística, no faltan Universidades donde incluso se imparten clases a los jóvenes y menos jóvenes, gratuitamente para ser preparados debidamente y poder competir con aquellos que vienen de afuera ya preparados para “acaparar” los mejores puestos… Bueno, pensemos que si en la Península existe aún ese problema, ¿qué dirán de nosotros, que siempre hemos sido marginados, que hasta para examinarnos de cualquiera rama de la Educación, siempre tuvimos que ir a la Península o pagarle los gastos de viaje y pensión o alojamiento en hoteles entre todos los alumnos, a un señalado tribunal… Durante toda mi juventud estuve censurando tantos privilegios que gozan los de allá y nosotros nadando en la ignorancia (así quién compita con quién?) Y si eras hijo de papá pudiente, a formarte fuera de nuestras Islas Canarias hacia donde salen todos los listos ya preparados, enchufados y hasta instalados… Así estamos minimamente considerados y escasamente admitidos donde queramos o aspiremos a ser contratados. Salvo raras excepciones, por supuesto. Eso es así y que no me digan lo contrario, es vergonzoso, cómo nos hemos dejado engañar tan miserablemente. Yo diría, desde siempre. ¿Y por qué? También lo sabemos. Psicológicamente amordazados de pies a cabeza, de corazón y por ende de lengua…

Cambiando de tema, entre nosotros, vamos superando los efectos de la crisis, políticamente hablando. Pareciera que nuestros horizontes se van aclarando. No, no es una utopía. Ya decía aquel sabio que no hay mal que dure cien años… Vamos a salir de esta, otras peores hemos superado, pero estando todos de acuerdo, que si no somos nosotros a nadie le interesa que progresemos. Siempre ha sido así, pero no han podido con nosotros. Las ideas y doctrinas aparte, salvar nuestra única fuente de ingresos, nuestro trabajo y el de nuestros hijos es lo primero.

Consideremos, pues, las oportunidades que el destino nos ofrece, pensemos con objetividad y cuando llegue el momento, frente a las urnas electorales no dudemos en qué es lo que necesitamos en realidad para salvar nuestra economía y que no muera la única posibilidad de levantar y acrecentar la fama turística de Puerto de la Cruz y con ello todo el Norte de nuestra amable isla deTenerife, de cara al mundo entero.

Vamos a elegir concientemente, sin apuros ni coacciones, libremente, después de haber analizado las distintas ofertas que nos hagan y las posibilidades... (¿?) de poder cumplirlas, aquello que se nos prometen a cambio de nuestros votos electorales. Repito, es cuestión de conciencia y jamás caer en los pasados errores si los hubo, de antaño.

Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

LA VIDA ES COMO UN CUENTO DESDE EL PRINCIPIO HASTA EL FINAL…

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Cuando tardamos mucho tiempo sin transitar por lugares conocidos, algunos que fueron realmente familiares en épocas pasadas, es cierto, se sienten nostálgicos deseos de recorrerlos todos y de forma singular, sin perder un sólo detalle ni dejar de buscar en cada recoveco algún resquicio añorado o motivo que despierte los recuerdos de viejas vivencias; y buscamos, preferentes motivaciones, que nos devuelvan aquella paz perdida y las ilusiones rotas... Quizás busquemos, sin darnos cuenta de ello, desde la infancia, algún lugar idealizado que casi se nos ha olvidado con el paso del tiempo. Y de la tierna juventud, los primeros deseos, las primeras sensaciones que nos depararon tantas ilusiones vividas, algunas mitificadas con falsos conceptos, de ahí los primeros desengaños; otras, las que han perdurado a pesar del devenir de los años.

Esos lugares entrañables, han dejado una profunda huella en cada uno de nosotros, una marca sentimental que no se borra aunque quisiéramos deliberadamente, relegarle al injusto olvido. Es como una llamita viva que no la apaga ni los más violentos vientos, que está perennemente encendida, señalando el destino de un breve episodio de la vida... como un paraje del pasado. Hay cosas que perduran, que aunque uno muera, estarán siempre latentes en el alma; no sólo en la mente, donde espiritualmente se realizan y se trasladan a su espectro onírico, o simplemente, aparecen en el subconsciente sin salir de ahí, en esa dimensión desconocida, desde donde vienen a colmarnos de tristezas o bonanzas, los efectos de la misma pervivencia; y evocando esos especiales momentos, nos hacen sentirnos distintos.

Entre los afectos referidos, también están presentes aquellos del amigo/a de siempre, o los conocidos que no llegaron a ser amistades confidentes, en esa edad de confusas perspectivas.

Del entorno familiar, eso es tema aparte: un cause de ternura que siempre nos arropó y nos dio todo en la vida sin pedir nada a cambio, lo que esperábamos alcanzar. Pero hoy, ya huérfano, no he hallado consuelo que pueda suplir el calor de sus íntimas presencias. Desde entonces se rompieron las más bellas ilusiones, nos sentimos como barcazas a la deriva, sin importarnos donde hemos de arribar, navegamos sin rumbo fijo, al saber que siempre vamos a sentirnos sin ellos, que tanto nos dieron. Son gratos recuerdos que no se borrarán jamás en la mente. Sólo nos queda, rogarle a Dios, para que no se sientan nunca solos, que gocen de la paz divina en Su Morada.

Y sin embargo, a veces, me siento el hombre más dichoso, un ser afortunado por que me queda la otra familia que logré formar: una buena mujer y los hijos que me dio. Para completar esta felicidad, la vida me ha obsequiado con seis lindos nietos y dos preciosas nietas - de momento - que ven en mi corazón

los amados rincones del amor que guardo para todos.

La vida es, un continuo reciclaje, un “quita y pon” interminable, un desolador camino en el que cabe las penas y alegrías; donde unos mueren y otros nacen para heredar las mismas miserias y luchar para evadirnos de ellas; para sufrir las mismas transformaciones y acabar igual. Todos hemos soñado... y no todos los sueños han sido perecederos. Lo único importante, parece ser, es, estar vivo y saber aceptar los designios del destino a medidas que van sucediéndose. Si has de sufrir, callar; si eres feliz, gritar... y no ocultarlo jamás: sonreír y tratar de contagiar a los demás esa evidente felicidad.

Luego, lo más triste es llegar a viejo, cuando no logras hallar los lugares apetecidos, porque el progreso los ha suplantado... No poder caminar por aquellos recovecos ni ver las casas de entonces y sus gentes, porque han sido arrasados para siempre. Ya sólo quedan en el recuerdo sus imágenes, como un mensaje de amor, de ternura e identidad. Todo ha cambiado, ni las gentes son como antes, los que se fueron. Ya nada es identificable, han muerto los pueblos y sus barrios entrañablemente bellos. Aquella muchachada, ¿a donde habrán ido a parar? Y los viejitos... ¡Quedan tan pocos! Con cuántos desconsuelos se habrán ido algunos, sabiéndose extraños donde siempre vivieron y donde dejaron todas sus ilusiones y las energías, luchando por dignificar esos lugares amados que tanto recordaron hasta el último momento, lejos de todo lo que les pertenecía y les fue usurpado...

La vida es así, como un cuento que se repite cada día. Todo es ilusión y lucha; y. cuando tardamos mucho tiempo en transitar por esos añorados lugares que nos traen tantos recuerdos de los momentos de felicidad vividos, se siente un desasosiego increíble en el alma, que no sabe uno, si creer o dudar de la realidad, o callar para siempre.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

ESTE ROCIÓ SON LÁGRIMAS DE MI VALLE

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Cuántas veces ilusionado
en mis obligadas ausencias
yo pensé en sus excelencias
evocándole emocionado.

Que en las distancias impuestas
eran mayores sus encantos;
ahora sólo se oyen llantos
de sus melancólicos restos.

Y en la tierra, su corazón,
cuando se abre el surco criminal,
viéndole en su fase terminal,
de odio siento perder la razón.

Mi Valle de La Orotava,
exponente fiel de la Creación,
hoy tengo que vencer mi emoción
al ver que tu esplendor se acaba.

Y en la atalaya el Gigante,
cuando muere la triste tarde,
impío el frío firmamento arde
y su candor despierta al Guanche...

Y el ave agorera grita
con agudo graznar por los aires,
va presagiando con los ayes
su suerte; y el Teide se agita...

Va dejando una estela de dolor,
allá, en su marcha callada,
viendo abajo, en la hondonada,
morir su divino resplandor.

¡Ay, qué triste, debes sentirte,
Teide mío, viendo al Valle morir,
y qué pena no poderle asistir,
cuan triste es tener que perderle!

Al no oír el canto de sus brisas
en la brecha de sus quebradas,
intuyo sus bellezas ultrajadas,
todos sus encantos hechos trizas

Gentes de mis pueblos canarios,
labradores, poetas y pintores
del Valle de nuestros amores,
llorad conmigo tantos escarnios.

Que a donde mi aliento me lleve
irá el eco del desafío
del inalterable reto mío
condenando el tratamiento

que le han dado al Valle,
alevosamente herido,
hoy de un verde descolorido...
¡Que a mi voz no hay quien calle!..

Y cuando doblen las campanas,
cuando lo hayamos perdido...
no habrá perdón, ni olvido
y le añoraremos con ganas.

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Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es